Caminando por la décima
21 Abril 2024

Caminando por la décima

DÍA DEL IDIOMA Y DEL HUMOR

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Sonriendo con Borges

El humor es la sal y pimienta de las lenguas. Las celebraciones del Día del Idioma en el mundo hispánico, el 23 de abril de cada año, deberían tener más en cuenta el humor como muestra de inteligencia. Muchos escritores, entre los que sobresalen Cervantes, Quevedo, García Márquez, Fontanarrosa, Guillermo Cabrera Infante y Augusto Monterroso, son maestros de la gracia, agudeza, genio e ingenio. Para honrar la lengua española y, en ella, a los autores que nos hacen reír. hoy recuerdo algunas anécdotas de Jorge Luis Borges, célebre por su sarcasmo e ironía.

Pompilio Iriarte

Del idioma cerca el día,
cantar Con la patria adentro
a la lengua en este encuentro
risa a Borges le daría.
Enseguida nos diría
con borgiana seriedad:
«Lo que cantan es verdad.
No está mal la patria adentro
ni la lengua ni el encuentro,
pero ¡qué incomodidad!».

Invencible Borges, diestro
en sarcasmos e ironía. 
En Roma (no importa el día),
un reportero siniestro,
zoquete y provocador,
pregunta de muy mal modo:
«¿En su país todavía
hay caníbales, maestro?»
«Ya no –dijo el escritor–;
nos los comimos a todos».

Según Borges, siempre hay guerras
y pueblos que se aborrecen, 
mientras la estulticia reine.
Argentina e Inglaterra
a dos calvos se parecen
peleándose por un peine.
La solución está en dar
las Malvinas a Bolivia;
con eso el país se alivia,
pues tendrá salida al mar.

Caminando por los parques
–cuenta El Clarín– iba Jorge,
y alguien dice: «señor Borges,
¿qué piensa de García Márquez?».
Georgie sabe y lo comparte
que es Gabo sobresaliente
en Cien años, pero siente
que, si hacemos bien las cuentas,
«con los primeros cincuenta
sería más que suficiente».

Le cuentan a Jorge Luis
que Galtieri es fanfarrón,
que sueña con ser Perón
y que por ello es feliz.
«Boludo», dice Beatriz
poniendo cara de fiesta,
mientras suelta Borges esta
lindeza para burlarse:
«Imposible imaginarse
aspiración más modesta».


Astilla:

Corriendo hacia el orinal,
dice Borges con pudor:
«Voy a darle a monseñor
la mano. Seré cordial».
«¿Y dónde está el cardenal?»,
grita Esther desde el pasillo.
«Si lo ve en algún corrillo
–contesta el risueño anciano–,
sin rubor dele la mano
y bese también su anillo».

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