Pompilio Iriarte
7 Abril 2024

Pompilio Iriarte

¿EN AGOSTO NOS VEMOS CON LOS BLUYINES ROTOS?

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Volvió a la isla el viernes 16 de agosto 
en el trasbordador de las tres de la tarde. 
Llevaba pantalones vaqueros…

Primeras palabras de En agosto nos vemos.

Soy profesor de literatura, principalmente de talleres de letras que ayudan (mas no enseñan) a elaborar cuentos, poemas, artículos, minicuentos, ensayos breves, historias… Nuestro asunto son los tejidos, es decir los textos: paños, linos, sedas, satines, palabras, frases, oraciones, la mezclilla o denim de algodón para la confección de vaqueros y ropas de trabajo. Aunque no hay unanimidad sobre su origen, se cree que su uso se remonta a la Edad Media.

En días pasados llegó a nuestro taller como muestrario un bluyín de marca fabricado por la firma García Márquez e Hijos, en tela de sarga cuyas líneas diagonales formadas por hilos de urdimbre (en el telar, hilos verticales) flotan sobre los hilos de trama (hilos horizontales). Lo sorprendente de la prenda es que se trataba de un par de bluyines rotos.

“Cada mes de agosto —se lee en la sinopsis de contraportada— Ana Magdalena Bach toma el transbordador hasta la isla donde está enterrada su madre para visitar la tumba en la que yace. Esos viajes acaban suponiendo una irresistible invitación a convertirse en una persona distinta durante una noche al año”.

Como era de esperarse, el esplendor del lenguaje muy del estilo de García Márquez, tanto en sus grandes obras como en las menores, gana la atención y el aplauso del lector. Las hipérboles poéticas (“El mundo cambió desde el primer sorbo”) lo mismo que los adjetivos resultan substanciales, casi sustantivos (“cerdos impávidos”, “madre otoñal”, “sopor ardiente”, “negra grande”) y dan al lenguaje la calidad de un tejido de lujo. 

El hilo del título En agosto nos vemos parece inspirarse, según Orlando Oliveros, editor literario del Centro Gabo, en la novela Luz de agosto, de William Faulkner, uno de los paradigmas literarios de Gabriel. De ser así, el título invitaría a descifrar la clave: ¿por qué Ana Magdalena “Volvió a la isla el 16 de agosto” y no otro día cualquiera del calendario? 

“Volvió a la isla”. Qué interesante. Sabemos que las islas literarias desde la de Tomás Moro en Utopía hasta La balsa de piedra de José Saramago, pasando por la ínsula Barataria (utopía barata) admirablemente gobernada por Sancho Panza y La isla del día de antes de Umberto Eco, constituyen importantes formas narrativas en función de los temas e ideas fuerza que desarrollan y no simples tarimas para plantar allí a los personajes. Temas e ideas fuerza como las utopías, las distopías, los modelos de sociedad y Estado, la insularidad, marginalidad o aislamiento de naciones con respecto a otras (Saramago) y el resplandor de la modernidad desde las sombras del barroco (Umberto Eco) encuentran su forma de expresión en la geografía y topografía de las islas. En el caso de En agosto nos vemos, siento que la isla no pasa de simple parapeto. Podría estar o no estar. He aquí uno de los rotos del bluyín.

Otros hilos importantes, aunque no muy bien tejidos en la obra que nos ocupa, son las lecturas de la protagonista Ana Magdalena Bach. Según el citado Oliveros, se trata de libros favoritos de Gabo: El viejo y el mar, de Ernest Hemingway; El extranjero, de Camus; La vida del Lazarillo de Tormes; Drácula, de Bram Stoker; Antología de cuentos fantásticos, de Borges y Bioy Casares; El día de los trífidos, de John Wyndham; Crónicas marcianas, de Ray Bradbury y Diario del año de la peste, de Daniel Defoe. 
Digamos, en gracia de la brevedad y de la analogía con los textiles, que este modo de dejar hilos sin atar es otro de los rotos de la prenda.

Uno más —y no el de menor tamaño— muestra los cabos sueltos, desteñidos y destejidos de músicas importantes, claves en la vida y obra de García Márquez, y que en una obra lograda serían la viga maestra de la relación íntima entre fondo y forma. 

“Yo creo —dice el tejedor de En agosto nos vemos— que Cien años de soledad es un vallenato de 450 páginas, y lo digo con absoluta seriedad. La estética es la misma, el concepto es el mismo, el recurso es el mismo: historias que andan por ahí y que se pierden, se pierden en el olvido popular”.

Sin embargo, los guiños musicales a Bach, Chopin, Debussy, Bartók, Celia Cruz y Elena Burke; el nombre de la protagonista, tomado del de la segunda esposa de Bach; la figura del padre, maestro de piano y director del Conservatorio Provincial; Doménico, el marido de Ana, también hijo de músicos, maestro, además, y director de orquesta; la joven Micaela, hija de Ana Magdalena, niña prodigio para aprender de oído a tocar cualquier instrumento y novia de un trompetista de jazz y el hijo de Ana y Doménico que a los 22 años llega a ser el primer chelo de la orquesta Sinfónica Nacional: todos estos hilos y referencias  adornan los agujeros de la mezclilla en el cuento o novelita que nos ocupa, pero no logran la atmósfera musical que sí logró por ejemplo El otoño del patriarca de nuestro querido Nobel, inabarcable parodia de principio a fin de la verborrea de los dictadores latinoamericanos, diseñada al parecer como si del concierto para piano de Béla Bartók se tratara.

Algunos clasifican En agosto nos vemos como una novela corta, aunque inacabada. Me atrevo a decir que no alcanza el estatuto de novela, cuya naturaleza y condición plantea Milan Kundera en su ensayo El arte de la novela: un método de indagación de las caras ocultas del ser humano, de las cuales ni la filosofía ni las ciencias occidentales han querido ocuparse desde la aparición de la Edad Moderna en la Europa de los siglos XV y XVI. En este sentido las obras mayores, extensas o cortas, como El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada, El otoño del patriarca y El amor en los tiempos del cólera, entre las más conocidas y aplaudidas, constituyen no tanto historias o narraciones ficticias sino verdaderos mundos autónomos con su atmósfera propia y formas originales en las que el autor indaga sobre la naturaleza del ser humano en los paraísos del amor o en los infiernos de la soledad. 

Como soy decimero, termino con una décima espero que bien tejida, ojalá sin muchos rotos:

Por algo Ana Magdalena
odia los libros de moda.
¿Sospecha que casi toda
feria póstuma da pena?
¿Que si a su crónica amena
una letra le cambiamos,
probablemente tengamos
el olvido que queremos?
¿Ese En agosto nos vemos
será En agosto nos vamos?

*Profesor y miembro del equipo de decimeros de Los Danieles

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