Daniel Samper Pizano
30 Julio 2023

Daniel Samper Pizano

LA SOPA DEL MAR CARIBE

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Hace cuatro días la Tierra alcanzó la mayor temperatura de su larga historia: 80 grados centígrados en el desierto de Sonora, México. Y hace tres se estableció que vivimos el mes más caliente del que se tenga memoria. Hay que decirlo de nuevo, pero esta vez a gritos: ¡ESTAMOS PERDIENDO LA GUERRA DEL CLIMA!
 
Ante la indiferencia de la mayoría de los líderes mundiales y la pasividad ovejuna de casi ocho mil millones de terrícolas nos encaminamos hacia la catástrofe ambiental. Las predicciones más oscuras sobre el futuro estaban equivocadas, pero solo porque no resultaron suficientemente pesimistas. Somos los meseros del Titanic, que pelean por una propina mientras el buque enfila hacia el témpano; somos los topos ciegos que se despeñan sin remedio por el desfiladero; somos los obstinados que niegan la redondez de la Tierra porque ven plano el horizonte desde la ventana de su casa.

Estamos perdiendo la guerra del clima y así lo confirman estudios y hechos recientes. Colombia se sigue desmoronando en medio de contradicciones fenomenológicas. Cada vez hay más derrumbes y aludes; cada vez los gajos de carretera ruedan con más frecuencia al abismo; cada vez los pantanos están más secos, los ríos más desbordados, la leña más escasa, la pesca más pobre, los campos más áridos, la lluvia más espaciada, los diluvios más torrenciales... Algún día agradeceremos a Gustavo Petro su frecuente repiqueteo acerca del calvario ecológico y su amenazante porvenir.

El verano que tuesta al hemisferio boreal ha convertido en una inmensa sopa al mar Caribe, nuestro balcón que mira el norte, al paso que los bosques de media docena de países del Mediterráneo arden convertidos en colosal estufa. Estos episodios son de por sí lamentables, pero constituyen a su turno origen de otros males que sobrevendrán. Es un círculo infernal: deshielo polar significa aumento del nivel térmico del mar; mares calientes significan huracanes indómitos; huracanes más feroces significan peores inundaciones; inundaciones significan ruina del campo y hambre.
 
Los desastres ocurren en todo el mapa. El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), organismo de la ONU, señaló en marzo pasado que “el efecto de la subida de las temperaturas globales se percibe en la población y los ecosistemas del mundo”. En Japón la emisión del dañino dióxido de carbono subió 2,82 por ciento en un solo año. Las aguas del océano Índico acusan olas de calor crecientes, e igual ocurre con el Pacífico Sur y Nueva Zelanda. Uno de los estuarios más calientes del orbe, la bahía de Kuwait, en el Golfo Pérsico, registra elevadas temperaturas marítimas superficiales. Según un estudio de 2020, el mercurio marcó récords en los cinco años previos y, como consecuencia, la mortandad de peces se incrementó proporcionalmente. El informe del IPCC señala que el índice de crecimiento de la producción de comida se ha reducido. “Existe una ominosa tendencia que pone en riesgo la alimentación de los pobladores”, concluye.
 
Pero juguemos a ser egoístas y miopes: que los kuwaitíes, neozelandeses y japoneses se las arreglen como puedan, y nosotros ocupémonos del drama del Caribe, que en ciertos recodos ya iguala la temperatura de un jacuzzi. Los fabricantes de estas simpáticas piscinetas sudoríficas recomiendan mantener las aguas entre 37,8 y 38,9 grados, y las mediciones del lunes pasado en calas de la Florida rozaban los 38,5: una monstruosa tina. El experto meteorólogo, Jeff Masters, declaró a Los Angeles Times: “Nunca habíamos visto un récord como este”.

Pánico parecido provocó ese mismo día en círculos ambientales un estudio según el cual el sistema de corrientes del océano Atlántico está a punto de colapsar. El trabajo de la Universidad de Copenhague versa sobre la llamada circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC, en inglés), un carrusel en que las aguas cálidas avanzan hacia el norte, donde se enfrían, y regresan al sur. De este círculo depende buena parte del modo de supervivencia del planeta. Afirma el estudio, basado en datos de 150 años y modelos matemáticos, que el calentamiento global está a punto de dar un vuelco al vuelco. Es decir, poner la lavadora patas arriba.
 
Aunque hay quienes cuestionan semejante tesis, existe consenso en el sentido de que, de seguir como vamos, el límite máximo de temperatura global fijado en 1,5 grados se desbordará e incumplirá una de las metas acordadas hace dos años en Glasgow a instancias de la ONU. También hay quienes, como el comentarista de The Guardian Roger Harrabin, consideran que lo más grave de todo es la incertidumbre: “Ni siquiera los modelos científicos más elaborados son capaces de precisar cómo responderá la Tierra a las altas temperaturas”.

De este modo, el mar Caribe, hoy una tibia sopa, podría convertirse en ciertos puntos en una mazamorra hirviente y en otros, un caldo helado. Pobrecitos los herederos de este desastre...

¿Peeeerdón...? Portada de Semana con foto de la víctima: “El fenómeno” Alberto Núñez Feijóo que “está a punto de convertirse en el nuevo presidente del gobierno de España”. La realidad: Feijóo tuvo más votos pero menos curules aliadas que el candidato socialista Pedro Sánchez, quien probablemente seguirá en el poder. Toda la prensa española habla de la derrota del Partido Popular de Feijóo. Este solo ganó en Semana.

ESQUIRLA DECIMERA.
Los retrógrados de España
y Feijóo, su referente,
ya lo veían presidente
gobernando y dando caña.
Y acabaron, triste hazaña,
más quemados que un hisopo
y apenados, ma non troppo
pues les dejó la elección
una dura conclusión:
les dieron por el Feijópo.

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