Ana Bejarano Ricaurte
26 Marzo 2023

Ana Bejarano Ricaurte

OPRESIÓN Y CAOS

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Cuánto cinismo y bobería hay detrás del movimiento en redes sociales que clama por el regreso de la libertad y el orden a Colombia. Ya es costumbre el manoseo político de las poquitas cosas que significan algo en la institucionalidad. Bueno, no sé si el escudo es una de ellas, pues no se ha reparado mucho en la discusión pública sobre ese pedazo de historia. 

Pero esta semana se convirtió en carátula de todas las plataformas cuando, a la salida de la cumbre de gobernadores, varios mandatarios regionales compartieron la imagen con el título “LIBERTAD Y ÓRDEN”. Algunos han señalado que la iniciativa fue gesta de Aníbal Gaviria, gobernador de Antioquia. Y se sumaron muchos otros dirigentes, políticos, periodistas y transeúntes desubicados de la nube. 

Según sus impulsores, el grito es un llamado a respaldar a la fuerza pública y acusar lo que llaman crisis de seguridad nacional. Sugieren, además, que es resultado de las políticas de la paz total. Y les queda perfecto, porque es un eslogan traducible a las consignas efímeras de las redes sociales y a la vez guarda un vigoroso mensaje sobre el Estado. 

Fue en 1834 cuando Francisco de Paula Santander instituyó el lema en el escudo oficial, y permanece igual, salvo un par de retoques estéticos. Santander, padre del Estado de derecho en Colombia, tal vez acudió a la premisa Kantiana de la tensión necesaria entre la libertad y el orden para la existencia de una democracia sana. 

Kant trató en su obra ambos conceptos y concluyó que el uso público de la razón ¾el derecho a la libertad de expresión de aquella época¾ entraría en inevitable conflicto con la autoridad y que así debía ser en cualquier régimen que se preciara justo. Por eso la consigna que ahora ensucian no se trata de un reclamo de fuerza, sino de la prevalencia del conflicto entre las normas y quienes las transgreden y cuestionan. Ese vaivén mantiene vigente y fértil la relación entre el leviatán y sus súbditos. 

Pero nada de esto importa a la horda que ahora pretende convertir en grito de protesta el lema nacional. Porque les tiene sin cuidado lo que en realidad significa. Además, si se tratara de seguridad y orden público no se les ha visto igual de preocupados en el pasado. Por lo menos no cuando Duque abusó de sus poderes constitucionales, decretó toques de queda y estados de sitio para arrasar con violencia la manifestación social legítima, por nombrar solo un ejemplo del caos mediocre que impuso. En ese entonces la derecha no extrañaba la libertad ni el orden.  

Y es un efectivísimo recurso porque vende el imaginario de que todo se fue al chorizo. De que la llegada de Petro sí fue en efecto el apocalipsis que anticipaban. En RCN pasaban videos indistintos de buses quemados intercalados con el escudo y la voz de un gobernador afligido. Es la instalación del miedo y la afirmación de que perdimos el rumbo.

El problema es que se perdió hace rato, si es que alguna vez fue claro. No existió en gobiernos pasados calma, ni seguridad, se quemaban buses también, se asesinaban líderes sociales con la misma frecuencia de ahora. En ningún momento de nuestra historia republicana los índices de libertades u orden público han sido cifras para celebrar. ¿Acaso hemos olvidado que en Colombia existió el conflicto armado más largo de la historia ¾uno que ya parece no haber concluido¾ como para extrañar tiempos de “libertad y orden”?

Lo cierto es que este performance de la derecha es más bien un llamado lleno de oportunismo e hipocresía. Una turba en redes que le sigue el cuento a una cantidad de señores cuestionados por hechos gravísimos de corrupción, lavado de dinero, relaciones con gente dudosa. Avispados que consideran los símbolos institucionales solo para manosearlos a su favor, cuando para ellos no significan nada. 

Aunque deformado, en este caso el escudo les sienta, porque el cóndor que carga la corona de laureles en su pico mira hacia la derecha. Como si en Colombia aquella libertad y orden en el fondo solo pudiera ser una reivindicación fascista. Y les molesta profundamente que el mismo enredo sobre el cual reinaron por décadas pueda ahora ser suscitado o controlado ¾o ambos¾ por alguien que sienten ajeno. Y entonces salen a pedir lo que nunca entregaron, a repudiar lo que instauraron y permitieron: opresión y caos. 

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