Daniel Coronell
14 Agosto 2021

Daniel Coronell

Algún club

El Gun Club, como entidad privada, tiene derecho a darse su reglamento y a decidir su decoración. Lo que no puede es mantener una posición equívoca frente a uno de los mayores crímenes en la historia de la humanidad.

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Uno de los clubes sociales más exclusivos de Bogotá tiene en sus instalaciones una vitrina que mantiene viva la memoria del régimen nazi y de Adolfo Hitler. Allí, como figura de plomo, está entronizado el hombre que ordenó el genocidio de seis millones de personas: la mayoría de ellas eran judíos. Entre las víctimas del Holocausto también hay gitanos, homosexuales y disidentes políticos.

El Gun Club, el segundo club más antiguo de Bogotá, tiene en uno de sus reservados un aparador de cristal que le concede un lugar preponderante a un desfile nazi presidido por Hitler. Allí, al lado de las mesas donde los socios toman whiskey y comen calentado con papas chamizas, aparece glorioso uno de los mayores criminales de la historia.

Aquí en Los Danieles ustedes pueden ver la fotografía de la vitrina dispuesta en el club.

Fotografía de la vitrina

La parada militar la cierra la infame bandera nazi de fondo rojo con un círculo blanco y la esvástica negra en el centro. La cruz gamada está rodeada por soldados miniatura que la escoltan a paso de ganso, llevando sobre sus hombros de juguete fusiles con bayoneta.

Fotografía de la vitrina

Inmediatamente antes marcha una banda de guerra, compuesta por tamborileros y flautistas que celebran al personaje que los antecede:  nada menos que Adolfo Hitler.

Fotografía de la vitrina

El Führer vistiendo uniforme claro  y extendiendo el brazo derecho va de pie en el puesto de atrás del Mercedes Benz 770 Grosser descapotable que usaba para las grandes ocasiones. En la vitrina del Gun Club se puede leer “Alemania 1943”.

Fotografía de la vitrina

La imagen evoca los días gloriosos para Hitler cuando invadía países y extendía su imperio de terror por el mundo.Fotografía

Resulta inexplicable que el Gun Club quiera consagrar en sus instalaciones un momento vergonzoso de la humanidad que además ofende personas en todos los países. 

Buscando una respuesta llamé a la gerente del Club, Juana Mesías, pero lamentablemente no pude conseguirla durante la semana. 

El sábado a mediodía, cuando ya estaba a punto de enviar esta columna recibí la llamada del señor Hernando Guerrero, jefe de seguridad del Club, quien amablemente me dijo que los “soldados alemanes” hacen parte de una colección de 1.800 soldaditos de plomo de diversos países que componen una exposición permanente y me dijo también que en el desfile “no está Hilter”. Las imágenes parecen contradecirlo.

Me anunció que doña Juana Mesías me llamaría. Ella reiteró la información de su jefe de seguridad y agregó que “no es un desfile nazi” y que en la colección de soldados de plomo “hay armadas de Francia, Noruega, Chile y Colombia”. La gerente no cree que tenga que hacer precisiones históricas “o entrar en controversias” porque “sobre cada ejército hay pros y contras”.

Habría que preguntarle cuáles pros le ve al ejército nazi.

Dos socios del Gun Club, que prefieren no ser identificados, afirmaron que la vitrina no representa su pensamiento ni el de la institución. Uno de ellos comentó:

“Creo que aquí no hay un acto de maldad sino una lamentable falta de criterio. En privado le pediré a la junta directiva que remueva esa vitrina de la sede del club”.

Como sea, es importante discutir el tema porque la exhibición por sí sola es una afrenta para muchas personas, agravada además por el hecho de no estar presentada en un contexto que permita hacer la evaluación histórica y condenar el crimen contra la humanidad que ejecutó el régimen nazi. 

En todo el mundo democrático se rechaza el uso de símbolos hitlerianos e incluso de juguetes que representan al nacional socialismo. En su época, soldaditos de plomo similares a los exhibidos en el Gun, sirvieron para inocular el odio y el deseo de exterminio.

Tantos años y tantas muertes después, el mundo debe tener clara la condena permanente e incondicional al régimen nazi. Todo lo que no sea condenarlo equivale a hacerle propaganda. La trivialización de sus crímenes es una forma de justificarlos.

El Gun Club, como entidad privada, tiene derecho a darse su reglamento y a decidir su decoración. Lo que no puede es mantener una posición equívoca frente a uno de los mayores crímenes en la historia de la humanidad.

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