Daniel Samper Pizano
24 Mayo 2020

Daniel Samper Pizano

Banda para trabajar las palabras

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Aquí hay más respeto por el chance (liberado antes que las librerías) que por los mayores.

Hace un mes murió en Buenos Aires Marcos Mundstock, la voz de Les Luthiers. La noche de 1981 en que nos conocimos en Bogotá nos contagió un mutuo y nervioso ataque de risa. Nos parecíamos tanto que fue como atravesar un espejo. Calcadas la calva, la barba, las gafas, la panza... Cuando pudo controlarse, estiró la mano y soltó todo un rollo con “o”.

-¿Sos vos o soy yo?

Supe entonces que a este señor le brotaban los juegos de palabras aun dormido. Les Luthiers debutaban en Bogotá y los lagartos más afiebrados volamos al teatro a conocerlos. Yo, como atenuante, llevaba una recomendación del Negro Fontanarrosa. Durante las cuatro décadas siguientes disfruté de la amistad de Marcos, de sus malabares verbales, de su apetito voraz y su afición al fútbol (a jugarlo, verlo y comentarlo). Soy tan de buenas, que me hice amigo de todos los luthiers. Los he acompañado a una veintena de ciudades, he visto y repetido todos sus espectáculos y, sin sobornar a nadie, me escogieron como su biógrafo oficial. Mundstock era el autor de la mayoría de los textos que prologan las obras del imaginario compositor Johann Sebastian Mastropiero. Por eso el periodista español Álex Grijelmo lo describió con una frase exacta: “Era el mayor ingenio de los juegos de palabras en castellano”.

El grupo hereda esa vocación. Sus miembros son excelsos creadores de humor y música y además devotos obreros de la palabra, caldo de cocción en sus espectáculos. Daniel Rabinovich, fallecido en 2015, fue, con Mundstock, padre de los diálogos de enredo, disparatada torre de Babel entre un contertulio que no sabe leer y otro que no logra explicarse. Además de compositores y músicos, Carlos López Puccio y Jorge Maronna son imaginativos ingenieros capaces de trenzar arpegios y letras hasta lograr resultados asombrosos. Carlos Núñez (ya retirado) estudió los recursos retóricos de LL. A tanto talento se sumó Fontanarrosa, inventor de algunos de los mejores chistes del repertorio. Así describió a Yogurtu Ngué, miembro de una tribu africana: “Su piel eran tan oscura que en la aldea lo llamaban el Negro”.

En 2017, cuando el conjunto recibió el premio Princesa de Asturias, acompañé a Marcos en Oviedo a despachar una olla de fabada y un cochinillo completo. Faltaba ya Rabinovich, pero estaban los nuevos luthiers: Tato Turano, Martín O’Connor, Roberto Antier y Tomás Meyer Wolf. Poco después, la enfermedad que había rondado antes a Marcos lo atacó de nuevo. Aun así, envió un ocurrente video al VIII Congreso de la Lengua Española donde proponía, entre otras novedades, que “1 en-lo-que-canta-un-gallo equivaliera a 2 santiamenes y 4 periquetes”. Era su despedida.

El archivo luthierano representa una invaluable joya cultural de música y juegos de palabras. Allí reposa un texto de MM que no subió a escena porque la pieza musical acompañante se atascó en el severo cedazo de LL. Se titula “Carolino Fuentes” y dice:

Fue admirado como guerrero y temido como músico, porque era diestro con la lanza y siniestro con la guitarra. Comandaba un grupo de lanceros apolíticos que peleaban para el mejor postor. Se llamaban los free-lancers. Cierta vez, un emisario le propuso eliminar al comandante de los free-lancers, que era él mismo. Como Carolino era ambicioso, aceptó el envite y se preparó cuidadosamente una emboscada. Una fría mañana, al cruzar un puente que él había serruchado la noche anterior, lo sintió crujir y gritó:

-¡Ay, juna, no me saldré con la mía!


Cayó en manos de sus propios hombres y, como estaba él, se perdonó.

LL siguen esperando el fin del confín para estrenar Más tropiezos de Mastropiero. Al fallecer mi gemelo o sosias (así me llamaba), su hija Lucía escribió unas palabras consoladoras: “Algunos creen que diciendo que Les Luthiers murió con papá es forma de homenajearlo; pero, por favor, todo lo contrario... Les Luthiers es eterno, Les Luthiers es inmortal...”.

Son parte de nosotros. Así de simple.

Fotografía

Perece en el retrete. Las palabras tienden inesperadas trampas a los hurgadores de diccionarios. MM lo sabía mejor que nadie. El término escatología tiene dos acepciones oficiales. 1) “Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba”. 2) “Uso de expresiones, imágenes y temas soeces relacionados con los excrementos”. Pregunta: ¿Habrá algún cruce en que ambas definiciones concurran en una misma circunstancia? Pista: sí; podría ser la siguiente noticia (procedente de los alrededores de Les Luthiers): “I. Culiani, profesor de escatología, murió asesinado cuando deponía en un inodoro en la Universidad de Chicago”. Opciones: A) Es una creación pedagógica del autor de esta columna. B) Es rigurosamente cierto. C) Es parte del nuevo espectáculo de LL. Hagan sus apuestas y esperen respuestas.

Esquirlas. Luego de anuncios y gestos compasivos, el Gobierno dio a los viejos una noticia mala y una buena. La mala: que estaremos bajo llave un mes más. La buena: que nos autoriza a respirar aire libre durante 2 de las 168 horas semanales (¡Qué generoso!). Según MinSalud, el encierro evitó muchos muertos. Claro: y si hubieran enjaulado gente a partir de los 40 años, aún más. Sigue, pues, el marchitamiento. Aquí hay más respeto por el chance (liberado antes que las librerías) que por los mayores.

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