Daniel Samper Ospina
26 Junio 2022

Daniel Samper Ospina

CUANDO RODOLFO ESTÉ EN EL CONGRESO

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Supuse que las noticias de Polombia iban a cesar una vez se conociera el nombre del nuevo comandante del manicomio, pero el torrente de titulares fluye como la lava: adelantadas a su tiempo, las periodistas de Semana advierten que el dólar sobrepasó los cinco mil pesos, pese a que apenas llegó a cuatro mil; César Gaviria comienza a tasar en mermelada el apoyo de su partido al nuevo gobierno; Roy Barreras encarna el verdadero cambio y es elegido presidente del Congreso, lo cual produce la rabia de su coequipero, Gustavo Bolívar, porque sin celos no hay paraíso; Álvaro Leyva es el nuevo canciller; Juan José Lafaurie reclama en desgarrados e inconsolables trinos de tusa electoral que el país necesita una derecha sin Uribe, a lo que Paloma Valencia exige respeto públicamente hasta que el papá de Juan José lo llama al orden. Se los imagina uno en el comedor de la casa, sentados frente a frente, la vista fija en el celular, ante la presencia de María Fernanda:

—Juan José, mi amor: dejá ya ese celular y servite más carne, que nos sale gratis —dice la mamá.
—Ma, marica: esperate que estoy escribiendo un trino tenaz, como los tuyos —dice Juan José con voz de gomelo.
—Entonces vos, papá —en mi imaginario María Fernanda llama papá a José Félix—, apagá el celular y servite vos, dale ejemplo al niño…
—Eche, pérate que le estoy respondiendo al muñeco e´trapo ese que ejtá pidiendo que Uribe se retire…
—Polito, entonces vos —insiste la dama—; vení sentate acá con nosotros y servite… 

El presidente electo ensaya su inglés ante Joe Biden, con quien habla veinte minutos —el saludo que cada uno intentó pronunciar en el idioma del otro — y en la siguiente llamada, de semejante duración, normaliza la relación de Colombia y Venezuela: ¿es este, entonces, el fin del exitoso cerco diplomático iniciado por Duque? ¿El que ahora tiene las horas contadas es el propio Duque, como anotaba un amigo? ¿Organizarán un concierto en la frontera pero ya no con Lucas Arnau, sino con doctor Krápula, para reinaugurarla? ¿El hermano de Duque es mamón?

Por si faltaran más noticias, en lo que puede ser la antesala a un momento histórico, Petro invita a dialogar a Uribe, y Uribe ensilla el caballo, prepara a Jorgito y acepta la invitación; y, casi a la vez, Rodolfo Hernández, el abuelo dorado, advierte que por el bien del humor continuará con su carrera política. Muchas preguntas se cernían en torno a su figura gloriosa: ¿haría uso de buen retiro, como lo logró durante la misma campaña cuando decidió largarse a visitar al papa Francisco, la primera vez, y a Jaime Bayly, la segunda? ¿El doctor Germán Calle lo congelaría en una urna criogénica junto a Walt Disney para descongelarlo en las elecciones del 2030? ¿Entregará don Rodolfo a la doctora Marelen las ideas fundacionales de su doctrina de llevar al colombiano del interior a conocer el mar, construir lofts al campesino del altiplano y organizar la primera ciudad cárcel de Polombia?  ¿O su naciente y promisoria carrera política se marchitará sin pena ni gloria derrotada ante el primer soplido de viento, como  sus últimos implantes capilares?

Siempre he dicho que, suceda lo que suceda, el país está en mora de hacerle un busto al santandereano de los cien millones de dólares:  acaso en términos literales para que lo luzca en los próximos videos de TikTok en que baile sin camisa. Un monumento ora en mármol, ora en silicona, en que aparezca en vestido de baño —el pecho al aire, el dije de oro bamboleándose entre tetilla y tetilla— como el prohombre que obligó a Gustavo Petro a moderarse, buscar apoyos en el centro político y llegar a la Presidencia sin bríos de emperador, con apenas poco más de la mitad de la votación. 

Por eso vale la pena reivindicar al abuelo más vulgar del mundo, de paso el político más serio con que contamos. La prueba es que no existe nadie más contento con su derrota que él mismo; que ha dicho de forma categórica que no revisen los resultados, ni hablen de fraude, para que no se le dañe el safari al que tenía programado viajar desde hacía meses: Rodolfo en el África. Parece el capítulo de una saga que ahora piensa escribir desde Bogotá porque, en un extraño giro de acontecimientos, el Dios Padre de Pie de Cuesta decidió a última hora hacer uso de la credencial de senador, supone uno que por tacaño, para ahorrarse lo del safari, porque la experiencia de asistir al Capitolio es casi idéntica:

—Qué maravilla de safari, ¡mire ese lagarto!
—Es un senador de la U, don Rodolfo…
—¡Miente, malparido!
—Es verdad, don Rodolfo…
—Entonces tómele foto a ese mico…
—Se acaba de esconder en el inciso de esa ley, don Rodolfo.
—Le pego su tiro, hijuep…
—No, don Rodolfo: es que acá no se puede cazar.
—Pues me limpio el c… con esa ley.

Imagina uno la escena doméstica en que el triunfador del Vichada ambienta ante los suyos su nueva condición de congresista. Cae el sol en Pie de Cuesta. Don Rodolfo ya se ha puesto el chingue. Su esposa, doña Socorro, se remanga los pantalones y mete los tobillos en el agua.

—Mire, mija: no nos vamos a poner a gastar plata en viajes de descanso, cuando para descansar ya me puedo ir al Congreso: yo más bien le compro una linda cartera de piel de Roy y nos quedamos por acá. 
—¿Sí ve, Rodolfo? Usted nos baraja el safari, pero para irse de fiestas a Miami en un yate ahí salta de primeras, ¿no?
—Ya le dije que me sacaron de contexto: más bien métase que el agua está rica.

Rodolfo en el Congreso narrará en tiempo real cada sesión con las frases de su cosecha que se hicieron más virales: “son una parranda de sinvergüenzas”; “llegan a las diez, se van para la tienda a comer papa chorrdada, vienen a las doce, atienden dos cosita …”. Pero nos regalará bocanas de oxígeno y humor ante el áspero gobierno que comienza, y otorgará estatura a los debates: como el hijo de Mafe Cabal cuando pelea con su papá por Twitter.


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