Daniel Samper Ospina
10 Mayo 2020

Daniel Samper Ospina

Digamos no al clasismo

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Esta columna obtuvo la carta de una copropietaria al administrador del edificio donde trabajaba Edy Fonseca: la celadora que fue noticia este viernes cuando los medios descubrieron que la habían obligado a trabajar durante un mes entero sin permitirle salir a su casa, hasta que cayó enferma.

Apreciado señor Pérez,

En nombre de varios residentes, quiero presentar ante usted queja formal de la celadora Edy Fonseca, cuyo comportamiento deja mucho que desear. Con mi marido, Carlos Felipe, más de una madrugada hemos tenido que esperar por horas a que nos abra el garaje, y también la hemos sorprendido dormida en el sofá del lobby (que deberíamos cambiar, porque está muy feo), arropada con una ruana, y ofreciendo un espectáculo que da muy mal aspecto ante las visitas. Me había abstenido de escribirle, señor Pérez, pero esta semana pidió informalmente a algunos vecinos que la dejáramos salir a su casa, como si no estuviéramos en plena cuarentena. Y ahí sí me preocupe, y por eso le escribo: ¿es que acaso llegó el castrochavismo a este edificio, señor Pérez? ¿Se manda sola la señora Edy de ahora en adelante? ¿Esa es la Colombia que algunos sueñan ver?

Pero no me sorprende. El otro día vi en las noticias que la policía hostigaba a unos golfistas del Peñón, amigos de nosotros (porque nosotros somos del Peñón, y ellos juegan a veces con Carlos Efe,  mi marido). Y también salió el caso de una señora a la que la policía paró en plena calle a pesar de que ella era familiar del coronel Mora: lo que hay que ver en la alcaldía de esa tal Nayibe. Como para darles su buen coscorrón.

Con la celadora Ely hemos tenido varios problemas, señor Pérez. Se demora en subir los domicilios; los sube ella misma por el ascensor de residentes, no por el de carga, como está estipulado en los estatutos. Y, no contenta con quedarse dormida, si uno llega tarde no se le ocurre saludar con un “buenas noches, doctor”,  un “que descanse, doctor”. Se dirá que es por las horas, pero esa no es disculpa, señor Pérez. Al menos no mientras Carlos Felipe esté en la junta de copropietarios. Este es un edificio educada.

Hace unos días, la señora Ana María Reyes, del 502, trató de hacerla entrar en razón cuando la encontró completando un crucigrama, mientras el piso de la recepción se veía sucio. La señora Reyes le dijo:  “Edy, deje de ser atenida, vaya más bien y trapee”, a lo que la otra dijo: “está bien, señora Ana maría, ahora trapeo”. ¿Pero cree usted, señor Pérez, que de verdad trapeó con ganas, o que siquiera puso el letrero de “Cuidado, piso resbaloso” en lugar visible?

Ingrese usted mismo a medio día a la recepción a ver si es agradable verla almorzando con su coca, como si los copropietarios no hubiéramos autorizado quince mil pesos para sus comidas diarias. Y siempre come lo mismo, como si por acá, por Rosales (porque esto es Rosales, el Retiro empieza mucho más al sur) no abundaran restaurantes y opciones culinarias.

Pero así son las personas como Edy, señor Pérez. No tienen ambiciones. Como siempre le digo cuando me toca a mí misma sacar el carrito del mercado del ascensor de carga, porque muchas veces a ella se le olvida: eso le pasa por no estudiar, Edy. Si hubiera estudiado estaría de senadora, como el doctor Varón, que venía a este edificio y es de la junta de copropietarios, porque acá vivía la mamá.

Pero se conforman con el menor esfuerzo.  El otro día la señora de Quesada le fue a dar una comida. Le dijo: no sea atenida, Edy, coja este paquetico con el sobrado que está rico y no nos cupo más. Pero en vez de agradecer (porque para desagradecidas, Edy, señor Pérez) ni esperó a que se subieran en el ascensor, y fue sacando de una vez lo que había para comérselo. Pregunto: ¿esa es la imagen que espera dar un edificio de gente de bien?  ¿No se presentan acaso muchos invitados de importancia, como para que lo primero que vean al entrar sea a Edy en situación de comida?

Entrega tarde la revista. Sube tarde el periódico. Muchas veces ni siquiera saluda cuando llama al citófono. Y, como comentaba al comienzo de esta carta, me contó la señora Ibáñez, del Pent House, que está pidiendo salida para visitar un sobrino enfermo y de paso pasar por su casa: ¡en plena cuarentena! ¡Deberían multarla a ver si aprende!

Es una falta de consideración para con quienes vivimos en el edificio. Si, así sea por un solo día, la señora Edy visita su barrio, donde hay mucha gente irresponsable que sale a trabajar (por ejemplo en obras de construcción), no sólo trae el coronavirus al conjunto, señor Pérez, sino que además comienzan los otros a pedir lo mismo. Imagine que empleadas, niñeras y demás personas que prestan un trabajo importante durante esta pandemia se vayan para sus casas, en lugar de estar ayudando en esta grave situación. ¿Eso queremos? ¿Que ahora el personal del servicio doméstico no trabaje más? Si eso no es comunismo, señor Pérez, ¿qué es entonces?

Por eso, solicito no se le autorice la salida a la señora Ely, y más bien se le aclare que no podrá salir hasta que pase el peligro, a finales de año. Para mayor comodidad de ella, se puede instalar el sofá en el garaje por las noches. Así se demora menos en abrir la puerta a los carros. Y de todos modos el sofá ya pedía cambio.

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