Daniel Samper Pizano
20 Septiembre 2020

Daniel Samper Pizano

Duque y Trump, un solo corazón

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La primera vez que muchos colombianos se enteraron de que existía un tal Donald Trump fue en 2015, cuando este magnate cuya estampa inducía más a la risa que al temor insultó a la barranquillera Paulina Vega, Miss Universo 2014. El extravagante sujeto de pelo pintado y aspecto caricaturesco la llamó hipócrita por mostrarse solidaria con la comunidad mexicana y latina, a la que él acusa de enviar a Estados Unidos “traficantes de droga, criminales y violadores”. La realidad es que si se largan los trabajadores de habla hispana, buena parte de la economía estadounidense se vuelve añicos. Era absurdo pensar que este cavernícola, dueño del concurso de belleza y de edificios, hoteles y campos de golf pudiera ganar en las urnas. En efecto, perdió por 2.9 millones de votos. Pero la arcaica “democracia” de su país lo depositó en la Casa Blanca. Desde allí no cesa de criticar a latinos y colombianos.

En febrero de 2019, un Duque pletórico de orgullo se tomó fotos con él en el Despacho Oval. Pero Trump, para evitar que se le creciera el enano, durante las siguientes semanas se dedicó a regañar a nuestro Iván en público. Dijo en marzo: “Más drogas están saliendo de Colombia ahora que antes de que Duque fuera presidente, así que él no ha hecho nada por nosotros”. El achantado mandatario voló a dar explicaciones, exhibir cifras y, por si acaso, criticar al gobierno anterior. Trump volvió con el látigo en abril: “El negocio de las drogas ha crecido en un 50 por ciento desde que Duque llegó al poder en 2018”. Añadió, generoso, que Iván le parecía “un buen tipo”. El buen tipo exhibió aterrado nuevas cifras y sugirió con la boca chiquita y en voz baja que su gobierno “rinde cuentas a los colombianos”. Hace cinco días Trump le dio una palmadita cariñosa en la cabeza por sus esfuerzos contra la droga, pero también una nueva advertencia: o fumiga con glifosato o seguirá el problema. (Falso, por supuesto). Era el momento perfecto para que Duque inquiriera sobre el aumento del consumo de cocaína en USA ante la indiferencia de Trump. Pero no preguntó.

Mientras tanto, y quizás temiendo nuevas reprimendas, Colombia ha puesto su política internacional (¿?) al servicio de Washington. Rompió con Cuba, un aliado fiel. Contribuyó al caos político en Venezuela y, por ende, a la huida de millones de ciudadanos. Recibió de manera inconstitucional a una brigada de soldados estadounidenses que ejercerá funciones poco claras. Suele votar en la ONU y la OEA al compás de la batuta trumpista. Y acaba de confirmar su bochornosa trayectoria como Caín de América (ganada por traicionar a las naciones hermanas y apoyar a Inglaterra contra Argentina en la guerra de las Malvinas) al ser el primer país que, con el Brasil de Bolsonaro (¡!), respaldó al candidato de Estados Unidos en su exitoso plan de desalojar a Latinoamérica de la presidencia del BID.

Trump ya sabe cómo tratar al gobierno de Colombia: mientras más lo golpea, más le mueve el rabo. Pese a semejante viacrucis de humillación y menosprecio, Duque trabaja ahora al servicio de la reelección de “el hombre más peligroso del mundo” (según su sobrina Mary Trump). El expresidente Juan Manuel Santos denunció que “El gobierno Duque está llamando para ofrecer ayuda a la campaña de reelección de Trump.” No es casual la presencia este fin de semana en nuestro país del secretario de Estado, el pomposo señor Pompeo, cuyo jefe quiere mostrar cercanía con la comunidad hispánica, que lo detesta y podría definir las elecciones. Como dicen las barras futboleras, “Trump y Duque: un solo corazón.”

Así, pues, queridos compatriotas, sepan que nuestro gobierno se está jugando el nombre de Colombia en pro de este extraño ser que, en orden alfabético, ha sido calificado por familiares, periodistas y allegados como acosador sexual, arrogante, autoritario, corrupto, criminal, cruel, demagogo, destructor, egoísta, enemigo del medio ambiente, evasor de impuestos, ignorante, incompetente, inmisericorde, matón, mentecato, mentiroso patológico, miserable, misógino, neofascista, promotor de odios y violencia, racista, ridículo, tramposo y xenófobo. (Agrego zoilo para cubrir de la A a la Z).

Ni su país ni el mundo merecen cuatro años más de este tipo al lado del botoncito rojo. Tampoco merecemos los colombianos, en especial nuestros numerosos emigrantes, que el pusilánime gobierno de Duque nos sumerja en la indignidad de ayudar a reelegir a quien escupe sin cesar sobre nosotros.

Siete palabras

Se dice que Ernest Hemingway inventó un nanogénero narrativo que ofrece con solo seis palabras (siete en español) el ADN de una novela. Es famosa su estremecedora historia: “En venta: zapatos para bebé, sin usar” (En el original, For sale: baby shoes, never worn). El escritor Larry Smith propuso a los lectores del New York Times que le enviaran sus memorias de la pandemia resumidas en relatos de solo seis palabras. Estos son algunos memorables que escogí y traduje al español en siete:

Vean la agonía de papá por Facetime... El mundo nunca se sintió tan pequeño... Mi perro adora que estemos en casa... No es un delincuente, pero corre enmascarado... Lamento haber dicho que odio la escuela... Vamos a acabar leyendo toda la biblioteca... Corren muy malos tiempos para matrimonios abiertos... Debo guardar distancia social con la nevera... Evitamos morir, pero esto no es vida

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