Ana Bejarano Ricaurte
23 Octubre 2022

Ana Bejarano Ricaurte

EL VÍNCULO DE LOS DIÁLOGOS

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El populismo siempre se ha sabido renovar. Lo que antes era efectivo se transformó para sintonizar mejor con la revolución de las tecnologías de la comunicación, la aparición de las redes sociales y la consolidación del fenómeno de la opinión pública en las democracias modernas. A pesar de los diferentes ropajes, al desnudo sigue siendo lo mismo: líderes personalistas que ejercen el poder asistidos por la relación directa con las masas que los adoran ciegamente.  
 
América Latina ha sido escenario propicio de formas ejemplares de neopopulismo y sus coloridas estrategias comunicacionales. El icónico programa de Hugo Chávez —Aló, presidente— ha servido de caso de estudio en el mundo sobre liderazgos demagógicos televisados. Álvaro Uribe lo hizo también con sus Consejos Comunitarios, donde lejos de sentar política pública, ordenaba la compra de neveras, el aprisionamiento de personas sin ser juez y otras gestas minúsculas pero mediáticamente poderosas. Lo intentó también Iván Duque, pero sin público porque no contaba con capital en ese frente, en su risible programa Prevención y Acción. Pretendía capitalizar políticamente la pandemia, hasta que se le atravesó el paro nacional y entonces optó por el silencio. 

Pasa en gobiernos de todos los colores. Por eso no sorprende que el presidente Gustavo Petro acuda a esa estrategia, porque cuenta con un arsenal de talentos que le permiten brillar en la relación sin intermediarios con su fanaticada. Eso sumado a la paranoia —en ocasiones fundada— de que los medios del “establecimiento” le tiran más duro que a otros políticos. 

El escenario para este nuevo capítulo de “el Estado soy yo” tipo Luis XIV es el de los Diálogos Regionales Vinculantes (DRV). Petro usó su primera alocución presidencial para anunciar que iniciaría esa gira nacional para recoger las preocupaciones del pueblo en su Plan Nacional de Desarrollo. Y es cierto que siempre han existido diferentes mecanismos de consulta regional para trazar el plan de ruta de cada gobierno. 

El problema es que en esta ocasión no ha sido clara aún la metodología que se utilizará para obtener conclusiones de semejantes eventos masivos. Parecería que el “diálogo” y las “mesas temáticas” son más una excusa para que las masas atiendan los monólogos de Petro y lo alaben. Ya advirtió Luis Fernando Velasco, consejero para las regiones, que, a diferencia de ejercicios similares en otros gobiernos, ellos no “cerrarán las puertas”. Y, claro, han logrado sustanciales conglomeraciones para que el presidente hable, porque sin duda es su talento más cautivante. Incluso si llega cinco horas tarde, como ocurrió en Cali hace dos semanas.    

En esos discursos pareciera haber un interés del Gobierno por agitar las masas y acariciar corazones, más que por organizar un plan programático de desarrollo. Esta semana en Urabá, Petro abrió plaza diciendo “llegamos aquí gracias al pueblo y es con el pueblo con quien debemos gobernar”. Entonces los DRV empiezan a parecer plataformas de neopopulismo a lo colombiano. Ya advirtió Piedad Córdoba: “Es el pueblo el que decide, no los funcionarios, (…) es la democracia directa a través de las asambleas en la participación y el protagonismo ciudadano”.

Pero esta es una idea muy peligrosa para la democracia. Es imprescindible consultar a las regiones para construir un plan de gobierno que realmente interprete las necesidades de la Colombia silenciada. En un país centralizado e indolente, atender los lugares recónditos resulta fundamental para proyectar una visión justa del futuro del país. Pero la idea absoluta e inobjetable de que manda el pueblo es engañosa. 

En las democracias liberales, como aspira a ser la nuestra, no manda el pueblo; por lo menos, no directamente. Impera la institucionalidad que el pueblo ha creado cuando se expresa. Y la tarea de cualquier demócrata es asegurarse de que esas instituciones funcionen, que atiendan las necesidades de la población, que no las dirijan corruptos. Todo menos saltárselas. Porque cuando se busca “escuchar” directamente al pueblo sin hacerlo por las vías establecidas, quien gobierna tiene licencia para entender lo que le venga en  gana. 

A eso se suman las intenciones del partido de Gobierno de convocar a la movilización ciudadana cada vez que siente que se marchita el apoyo al presidente y a las pilatunas de Petro en Twitter (que anda cual tuitero desocupado en la sala de su casa). Quieren hablarle al pueblo al oído, pero son cuestionables las bondades de ese susurro. Porque la gente no se beneficiará de ignorar los tentáculos del leviatán sino de que los pongan a trabajar a su favor. Por eso resuena el apellido de “vinculantes” de estos diálogos: porque pareciera sugerir que buscan vender una forma atractiva de la incontrolable democracia plebiscitaria.

Foto Twitter Petro
Incrementa en la Colombia Humana el manoseo del concepto del “pueblo” y su enaltecimiento −por lo menos discursivamente− como el único interlocutor real del Gobierno. Acá un trino del Presidente Petro sobre el DRV celebrado en Urabá; parece más un concierto que una reunión programática.

Y entonces persiste la pregunta de cuál es el vínculo que busca crear el Gobierno con estos diálogos, si en realidad son conversaciones o mítines y cuánto cuestan estos eventos masivos en el gobierno del cambio austero. Señor presidente, consulte a las regiones, escúchelas, en lugar de poner a la gente a esperar en estadios atestados para que lo aplaudan a usted.

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