J. J. Gori Cabrera
25 Septiembre 2022 03:09 am

J. J. Gori Cabrera

EPÍLOGO A UN FUNERAL DE ESTADO

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La reina Isabel II fue un personaje excepcional, modelo de ser humano y de servidor público. Mereció todos los homenajes. Su entierro, solemne y asistido desde lejos por millones de personas, refleja el sentimiento de afecto que la soberana británica provocaba en el mundo.

Pese a todo, no faltaron las fallas de protocolo y las notas curiosas en el sepelio más cuidado del siglo XXI

  • Donald Trump se burló del presidente Joe Biden por el puesto que le asignaron durante el servicio fúnebre de la reina Isabel II. El muy patán ignora que a los jefes de Estado no les asignan posiciones por su grandeza personal ni por la de sus países, sino por reglas preestablecidas. En el caso de un funeral de Estado como el que organizaron los británicos, lo probable es que la distribución se hubiera realizado por simple orden alfabético. Eso trae el problema de que Irak, Irán e Irlanda quedan más o menos juntos, lo que puede causar esa tercera guerra mundial que tanto quiere Putin.
     
  • Si el orden de precedencia se hubiera establecido siguiendo a la revista Forbes en cuanto a los países más bellos del mundo, al presidente Gustavo Petro, de haber asistido, le hubiera correspondido el segundo lugar, tras Indonesia. Nueva Zelanda habría clasificado, según Forbes, pero quedaría eliminada para este funeral porque su jefe de Estado es el monarca británico, o sea, el áspero rey Carlos III. Y este tenía turno como rey de su sí mismo, majestad de su propia majestad.
     
  • Si Trump hubiera asistido, a lo mejor le quita el púlpito al Arzobispo de Canterbury.
     
  • Un personaje del protocolo que saludaba de mano a todos los que iban ingresando ignoró groseramente a la pareja del embajador argentino: retiró a la dama la mano derecha que le extendía a los demás, y le señaló con la izquierda que siguiera rapidito su camio, al mejor estilo de épocas imperiales. Luego dijeron que fue un malentendido (¡!!) por el atafago. No está claro es si la afrenta fue por tratarse de la cónyuge de un embajador argentino (recuerden el lío de las islas Malvinas), o quizás por ser simplemente la “pareja”, como se mencionó en redes sociales, figura que no es del gusto de la Casa Real. De pronto fue un rechazo al sombrero Tursi que llevaba la diplomática, creación de alta moda argentina.  Huelga agregar que estos son rumores porque el incidente fue diplomáticamente enterrado. 
     
  • No todo fue perfecto. Al señor del protocolo que daba la mano a muchos pero no a todos, una especie de Don Saludero, han tenido que asignarle una pareja femenina para cumplir con la igualdad de género. 
     
  • El Covid19 ha debido dejar varias enseñanzas de protocolo. Una es la abolición del saludo de mano. Las instrucciones claras y rotundas para los repartidores de bienvenidas (esos que debieron ser hombre y mujer):  ambos quietos en su estaca, encargados solo de señalar el rumbo a seguir. El funcionario que dio la mano a cuatrocientas personas pudo transmitirles a todasel virus aportado por una sola de ellas.
     
  • El dictador de Ruanda se llama Paul Kagame, Habría sido difícil invitarlo a un funeral en español.
     
  • Hizo honor a su nombre el presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, que se mandó una bolsonada electorera frente a la embajada de su país.
     
  • El primer ministro de Canadá fue pillado cantando Bohemian Rhapsody en un bar londinense de karaoke. Por suerte Iván Duque no figuraba en la lista de invitados, pues lo hubiera secundado interpretando La diosa coronada. Habría sido lo justo y adecuado. Eso fue Isabel II.
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