Los tiempos electoreros agitan el debate sobre quiénes deben ser fórmulas vicepresidenciales. La sola presencia de Francia Márquez junto a Gustavo Petro —quien no le hizo conejo como algunos pensábamos— desde ya sacude el establecimiento y la discusión pública. Semejante bulla casi serviría para olvidar a quien funge actualmente en esa dignidad, Marta Lucía Ramírez, pero ella se asegura de que no lo hagamos.
Principalmente gracias a sus simpáticas apariciones en medios de comunicación, donde cada vez mete más las patas, o la lengua, asunto sensible porque a la vice le queda de sombrero el refrán “el que tiene boca se equivoca”. Y es que se dedica a ejercitarla. En esa cruzada por la palabrería, hasta la Corte Constitucional la mandó a rezar en privado y no seguir encomendando el país entero a la Virgen de Chiquinquirá. Una de las más célebres salidas en falso fue su invitación durante el arduo encierro de la pandemia a “no es estar atenidos a ver qué hace el Gobierno por cada uno de nosotros, sino qué hacemos para que el país progrese”. Un calambur mal copiado de Kennedy.
Y de verdad qué agallas las de Ramírez, porque si a alguien podría señalarse de ser una persona que gusta de vivir a costa de los demás, es ella. Así lo confirma el reciente escándalo revelado por el periodista Juan Pablo Barrientos en Caracol Radio, en el que se ha acusado de irregularidades a la empresa de su esposo por la construcción de un hotel en San Andrés. Más allá de las particularidades urbanísticas, lo cierto es que el edificio no cumplía con las pautas de altura y debía compensar a la isla con obras de interés público. Y qué almas caritativas, las mejoras realizadas beneficiaron directamente a otro edificio también de su propiedad.
Deberá determinarse si hay ilegalidades, pues el proyecto ya ha sido demandado, pero sí es absolutamente impresentable que la “segunda” familia de la nación se lucre de negocios en la isla, mientras este Gobierno no ha hecho más que incumplir sus promesas de reconstrucción, bajo el cuestionable mando de Susana Correa, cuya infructuosa gestión ha sido premiada ahora con el Ministerio de Vivienda. Y mientras tanto, el archipiélago se ahoga en una pavorosa crisis humanitaria y de orden público. Atenidos.
Cuando el periodista Jeremy McDermott destapó los presuntos vínculos de la vice con el narcotraficante Memo Fantasma, en lugar de ofrecer explicaciones satisfactorias se dio a la tarea de perseguirlo judicialmente para silenciarlo. También estuvo involucrada en el escándalo transnacional de los Pandora Papers al haber participado en un negocio en las Islas Vírgenes con un inversionista condenado por lavado de activos. ¿Atenida del sistema tributario?
Ha sacado provecho, por si fuera poco, y sin devolver mucho, del discurso y de la causa feministas toda su carrera política. Ramírez ha sido la mujer que tal vez ha roto los más altos techos de cristal en Colombia al servir como primera ministra de Defensa y vicepresidenta. Además, antes de Duque pasó por los gobiernos de Turbay, Gaviria, Samper, Pastrana y Uribe; tremendo tour ideológico. Pero poco o nada ha hecho para empujar las causas del movimiento.
Como encargada de los asuntos femeninos en el Gobierno, se dedicó a crear consejerías, inaugurar Casas de la Mujer Empoderada —sí, así se llaman—, firmar decretos y organizar foros donde pueda adueñarse del micrófono. Protestó por la canción Perra de J Balvin e invitó a las reinas de belleza a celebrar el físico, pero cultivar al mismo tiempo el intelecto, ¡qué gesta! Claro que la suscripción de causas feministas y la representación femenina en la vida pública son asuntos diferentes, pero Marta Lucía poco se ha comprometido con el avance del movimiento que precisamente le permitió tener una carrera pública. Desagradecida.
Pareciera estar recostada también en la Cancillería, pues hace rato perdió el control de la entidad en manos de la superpoderosa María Paula Correa, consigliere de Palacio y jefa de Duque.
Intrascendente y accidentado ha sido el mandato de Ramírez, tanto como vicepresidenta como canciller. Y es cierto que el segundo cargo de la nación puede ser especialmente inhabilitante; depende de qué funciones le dejen ejercer. En el caso de quien dirigía el Ministerio de Defensa cuando se realizó la Operación Orión, no hubo asignación o entidad que le permitiera salir del letargo, aunque no sabemos si podría decirse lo mismo de sus finanzas familiares.
El pasado 8 de marzo, en otro de los eventos de la vice, el Foro M, dijo que la clave para eliminar la violencia machista es fomentar la autonomía económica de las mujeres: una estrategia acertada. Y sería bueno que quien ocupe ese cargo próximamente también sea financieramente independiente de paraísos fiscales y de negocios de construcción y en general de intereses privados; y que se dedique más a concretar políticas públicas en beneficio de la gente que a ofrecer largas pero insuficientes explicaciones.