Enrique Santos Calderón
18 Diciembre 2021

Enrique Santos Calderón

¿Quién le teme a Rodolfo Hernández?

Es cierto que la política es el arte de sumar, pero apoyos como los del gamonal antioqueño Luis Pérez o del repelente pastor evangélico Alfredo Saade pueden más bien restar.

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La gran pregunta de la política colombiana es elemental: ¿cuál será el gallo que enfrentará a Gustavo Petro en la segunda vuelta presidencial del 19 de junio?
 
No creo que el candidato de Colombia Humana vaya a ganar en la primera del 29 de mayo, aunque las ambigüedades y vanidades de las demás fuerzas políticas le han facilitado mucho el camino. Y él sabe que tiene que hacer lo imposible para evitar que se llegue a una segunda vuelta donde el Toconpe (“Todos contra Petro”) enterraría sus aspiraciones. Ya sucedió en 2018 cuando Iván Duque aglutinó al antipetrismo. Pero los tiempos cambian y la historia no se repite mecánicamente.  
    
Por eso vale la pena imaginar quién podría ser el Duque de la contienda que se avecina y si ese nuevo director de orquesta pondrá a bailar a las mayorías electorales al ritmo de un Toconpe. Una reciente gran encuesta del Centro Nacional de Consultoría coloca en este puesto a Rodolfo Hernández, el pintoresco exalcalde de Bucaramanga que a los 76 años de edad desplazó del segundo lugar a Sergio Fajardo. Un sistemático discurso anticorrupción y “antipolítico”, sumado a su estilo irreverente y directo, ha calado mucho en la gente. Aunque la perspectiva de un populista como el ingeniero Hernández en Casa Nariño sería exótica y acaso tragi-cómica, su favorabilidad es síntoma inequívoco de la desconfianza ciudadana en los partidos y del poco entusiasmo que suscitan los demás aspirantes. Salvo Petro, que puntea cómodamente (aunque parece haber llegado a su techo), presidenciables valiosos como Alejandro Gaviria o Enrique Peñalosa siguen estancados en porcentajes muy bajos.
 
Pero sabemos que las encuestas son volátiles y señalan favorabilidades que pueden ser efímeras. Sobre todo cuando falta tanto trecho y esto aún no ha arrancado en forma. La definición de listas al Congreso (qué pobres las del Partido Liberal) despejó en algo el panorama, pero subsisten incógnitas varias en torno de las tres coaliciones de izquierda, centro y derecha que se enfrentarán. Para no hablar de las consultas populares interpartidistas que elegirán, el mismo día de las parlamentarias de marzo, candidatos únicos de estas coaliciones. Todo lo cual ha vuelto más complejo (y también más democrático) el proceso electoral colombiano.
 
Si de candidatos presidenciales se trata, la izquierda radical ya está definida con Gustavo Petro, aunque cada adhesión que recibe su Pacto Histórico lo desdibuja más. Es cierto que la política es el arte de sumar, pero apoyos como los del gamonal antioqueño Luis Pérez o del repelente pastor evangélico Alfredo Saade pueden más bien restar. En cualquier caso la estrategia del miedo o del macartismo cerril contra Petro me parece torpe y contraproducente.  
El Partido Conservador escogió a David Barguil, un personaje hábil y retórico que se deslizó al otro día hacia la coalición del Equipo Colombia. Más original aunque ilusa, la candidatura de Enrique Gómez Martínez, el sobrino de Álvaro que se lanzó por su cuenta y riesgo por el resucitado Movimiento de Salvación Nacional que había fundado su tío en 1990.  
  
El Centro Democrático definió hace semanas su candidato único pero nada garantiza que Oscar Iván Zuluaga tenga futuro, pues es corto de carisma y el corazoncito del gran jefe puede palpitar por otro lado.  Álvaro Uribe sabe que por sí solo ya no elige presidente y la pregunta es si le apuntará a la coalición de derecha de Equipo Colombia, y si esta aceptaría el aterrizaje de Zuluaga. La mayoría de sus líderes ha dicho que por ahora no. Falta ver qué opina Federico Gutiérrez, para muchos el candidato in pectore del caudillo. Hay quienes sostienen que con Zuluaga en esa coalición ganarían en primera vuelta. Cuenta bastante alegre aunque la alianza de exalcaldes de Bogotá, Medellín y Barranquilla junto con Partido Conservador, Partido de la U (y los que faltan) hace del Equipo Colombia una poderosa fuerza política y electoral. Con el eventual apoyo de Uribe y de Vargas Lleras (Cambio Radical) y César Gaviria (Partido Liberal) —todo es posible— de ahí podría salir en segunda vuelta el próximo presidente.
 
La coalición de Centro Esperanza, que fue afectada por atomización de los Verdes, líos jurídicos ya superados de Sergio Fajardo y fisuras en el Nuevo Liberalismo de los Galán, hoy gana cada día más en cohesión y con el ingreso de Alejandro Gaviria en proyección. En un país donde en todas las encuestas el 70 por ciento de la gente se declara de centro y adversa a los extremos, lo lógico y deseable sería que el próximo mandatario de los colombianos proviniera de este sector político.   
 
Pero falta mucho. Falta que aparezcan propuestas programáticas que no sean vaguedades sobre temas cruciales como crisis fiscal, desigualdad, corrupción o medio ambiente. Falta que se conozca quiénes serán los candidatos de las coaliciones de centro y derecha; falta que se definan las fuerzas parlamentarias... No es de extrañar, pues, que el año termine en medio de la incertidumbre política, pues el horizonte solo comenzará a despejarse en las elecciones de marzo. Pero desde febrero la campaña estará al rojo vivo y las cosas pueden dar la vuelta. En este país todo es posible. Incluso que Gustavo Petro no llegue a segunda vuelta.  

P. S.:  Hay que abonarle al presidente Duque su rechazo al proyecto de “ley mordaza” que Senado y Cámara aprobaron de manera tan irresponsable. La mayoría de congresistas ni siquiera había leído, entendido ni mucho menos discutido el insólito artículo 68, que blindaba a los funcionarios públicos de la crítica de los medios y contemplaba hasta diez años de prisión para delitos de calumnia o injuria contra servidores del Estado.  Un clásico “mico” que castigaba la denuncia de funcionarios corruptos insertado —increíble pero cierto— dentro de una ley anticorrupción. El Gobierno tampoco estaba muy enterado, o se hizo el de la vista gorda, pues solo reaccionó cuando el adefesio fue aprobado y estalló el escándalo. Pero lo hizo. Duque dijo que lo objetaría y el artículo fue descartado. Eso hay que aplaudírselo.    
 

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