
Sevicia y desmembramientos: la terrorífica violencia que ronda la Sierra Nevada de Santa Marta
El cuerpo del biólogo italiano Alessandro Coatti fue encontrado en diferentes puntos de Santa Marta, entre el 6 y el 7 de abril.
Crédito: Tomado de redes sociales.
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El crimen del biólogo italiano Alessandro Coatti ilustra la crisis de violencia que se vive en distintos municipios del Magdalena y La Guajira, en donde se libra una guerra entre los Conquistadores de la Sierra y el Clan del Golfo. En menos de dos años se han encontrado 22 cuerpos desmembrados y abandonados dentro de bolsas o costales.
Por: Rainiero Patiño M.

La calma. Los ojos de un azul cristalino. El cuello erguido. La cabeza con una leve inclinación a su lado izquierdo. La barba definida con delicada simetría. Una sonrisa que se insinúa. La apacible expresión con la que registra el biólogo italiano Alessandro Coatti en las fotografías que circulan después de su asesinato contrastan con las crueles imágenes difundidas de las partes de su cuerpo que fueron halladas en dos zonas distintas de Santa Marta entre el 6 y el 7 de abril.
El terror. Las aves de rapiña volando cerca del puente de La Platina alertaron a los vecinos del barrio Minuto de Dios, una zona céntrica de Santa Marta. Abajo, en el agua del río Manzanares, los restos humanos encallados entre la basura y las piedras componían un cuadro aterrador. Menos de 24 horas antes, la cabeza y los brazos de Coatti habían sido hallados dentro de un maletín por niños que jugaban en un sector despoblado del barrio Villa Betel, cerca del estadio de fútbol de la ciudad.
El crimen y desmembramiento de Coatti son muestra de la cruel violencia que atemoriza a Santa Marta y a un buen número de poblaciones del Magdalena y La Guajira que están en la zona de influencia de la Sierra Nevada. Signos de los brutales embates de una guerra que arrasa con todo y desangra esta parte del país, ante el silencio de los demás.
Las cifras son de miedo. Desde mayo de 2023 hasta el 7 de abril de 2025 han sido documentados 22 casos de desmembramientos en el Magdalena y La Guajira. Esto obedece en gran medida, según investigadores de la violencia, a la guerra horizontal que libran los grupos armados ilegales por el control del territorio, el negocio del narcotráfico y otras rentas ilícitas, algunas derivadas de la extorsión y el control del ecoturismo.
Las Autodefensas Conquistadores de la Sierra (ACSN) y el Clan del Golfo son los principales actores ilegales y los señalados de ser responsables de la mayoría de las víctimas. Los dos pesos de la balanza que, en su afán de inclinarla a su favor, terminan convirtiendo a la población civil en carne de cañón. Los mismos grupos que se llenan la boca hablando de voluntad de paz frente al Gobierno nacional, pero que por debajo de la mesa siguen cometiendo graves violaciones de los derechos humanos.
El caso de Coatti, sin embargo, parece no encajar dentro de la dinámica habitual de estos crímenes. Su historia como prestigioso biólogo molecular y celular lo alejan del perfil de la mayoría de las otras víctimas de desmembramiento ocurridos recientemente en Santa Marta y la zona de influencia de la Sierra. De ahí que los móviles del asesinato sean todo un misterio y hasta ahora haya más especulaciones que pruebas reales.
“Ese era su espíritu”
Un verbo que se repite tres veces y un sentimiento tan fuerte que ahoga. “Alessandro, te extraño mucho. No puedo respirar. Te extraño, te extraño mucho”, dice un mensaje de la madre de Coatti, Sandra Lovato, en su cuenta de Instagram, días después de su asesinato. El texto acompaña dos fotografías. En una aparecen madre e hijo parados frente a aguas cristalinas. Él mira la cámara y ella lo mira a él, con complicidad y otra vez esa sensación de calma.
Al tratarse de un reputado biólogo, la muerte de Coatti ha causado revuelo internacional. Condecorado por la Universidad de Pisa (Italia) y el University College of London y hasta hace pocos meses científico de la Real Sociedad de Biología (RSB) de Londres, una de las instituciones científicas con más renombre del mundo, el italiano llegó a Santa Marta después de un viaje que lo llevó por otros países de Suramérica.
Coatti nació en Portomaggiore, una comuna italiana de la provincia de Ferrara, pero creció en Alfonsine, un municipio de la zona de Rávena, muy cerca de las aguas del mar Adriático. Hijo único. El próximo 3 de agosto habría cumplido 39 años. Los miembros de la familia han negado cualquier vínculo de Coatti con actividades criminales y han señalado que estaba en Colombia por motivos altruistas.

“Confundidos” podría ser una buena definición para lo que siente la familia, según le dijo el tío Giovanni Coatti al diario Corriere di Bolognia. Pero, también entendían que ese era su espíritu. “Una vez acompañó a un vecino de noventa años en un viaje a Umbría”, contó como anécdota. “Le dijimos que no se fuera, pero él quería vivir allá, se enamoró de ese país. Nunca nos había dado problemas”, remató el tío, refiriéndose al viaje a Colombia.
La RSB destacó su trabajo de ocho años como oficial de política científica y lo definió como un científico apasionado y dedicado, una persona divertida, cálida, inteligente y querido por todos sus compañeros. Coatti dejó su empleo a finales de 2024 para ser voluntario en Ecuador y viajar por el continente.
El 3 de abril llegó a Santa Marta y se hospedó en un hostal del centro histórico de la ciudad. En el hospedaje solicitó información sobre actividades turísticas en el Parque Tayrona y otras zonas de la Sierra Nevada. La última vez que se le vio con vida fue cuando salió a tomar un taxi. Y una manilla que lo acreditaba como huésped del lugar fue la pieza clave que le sirvió a las autoridades para identificarlo.
El resto de sus últimos movimientos aún están siendo investigados. La Alcaldía de Santa Marta ofreció una recompensa de 50 millones de pesos por información que conduzca a encontrar a los responsables del crimen. El coronel Jaime Ríos, comandante de la Policía local, le dijo a CAMBIO que los avances de la investigación hasta ahora están bajo reserva.
Una cadena de barbarie
La terrible práctica del desmembramiento humano es una especie de fantasma que cada cierto día aparece y espanta a los habitantes de alguna población del Magdalena o de La Guajira. Ocho días antes de la muerte de Coatti se registró otro caso.
Esneider Navarro Tafur y Pablo Orozco Villarreal dormían en una vivienda de la Urbanización Simón Bolívar, en Ciénaga, en la madrugada del pasado 30 de marzo, cuando hombres armados entraron al lugar y los acribillaron con armas de fuego delante de su familia. Luego, en un acto de sevicia, los atacantes decapitaron a Navarro y dejaron la cabeza tirada sobre el piso de la casa.
Pueblo Viejo también fue escenario de uno de esos dantescos episodios hace pocos días. Entre la 1:30 y 2 de la mañana del 19 de marzo, algunos vecinos del sector Casa Loma reportaron haber escuchado gritos y disparos. Tres horas más tarde, en una de las casas, donde funcionaba un criadero de peces, fueron hallados sin vida Darío Alfonso Ariza Palacios, de 63 años, y Wilmer Negrete, de 55 años.
Los cuerpos de los dos hombres, conocidos pescadores de la población, tenían señales de tortura y heridas de armas de fuego. Pero, el cuerpo de Ariza fue decapitado. Una cabeza en una nevera fue la imagen con la que se encontraron los policías al atender, con varias horas de retraso, el llamado urgente de la comunidad.
Cada caso parece ser más cruel. Un múltiple crimen fue ejecutado entre las veredas El Ebanal y Perico, zona rural de Riohacha. El pasado 15 de noviembre, cuando caminaban por la zona, un grupo de campesinos se topó con cuatro cuerpos decapitados. Tres estaban tendidos sobre la vía y otro más en una finca cercana. Las víctimas eran Kelmer Iguarán Montaño, José Emilio Epiayu, Bernardino Gamarra Padilla y Eduardo Ibáñez Jiménez.
Por la cantidad de sangre, las autoridades creen que pudieron haber sido asesinados y torturados en ese mismo sitio. Según el comandante de la Policía de La Guajira, el coronel Diego Edinson Montaña, dos de las víctimas serían integrantes del Clan del Golfo y el crimen habría sido ejecutado por hombres de las ACSN.
Otro de los hechos que también puso en evidencia la guerra entre las ACSN y el Clan del Golfo se registró el miércoles 23 de octubre de 2024. Ese día, transeúntes que circulaban sobre la Troncal del Caribe, en un punto del corregimiento de Palomino, reportaron el hedor que emanaba de unos sacos de café tirados en la vía.
Dentro de los sacos fueron hallados los cuerpos desmembrados de Nivardo Marín y su esposa Saudí Cotes; ambos con señales de tortura. El hombre, según las autoridades, era un exlíder del Bloque Mineros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y un reconocido narcotraficante, quien se unió al Clan del Golfo después de la desmovilización de la organización paramilitar.
Conocido con los alias de El abogado y Don José, según la Fiscalía General de la Nación, Marín sería el responsable del envío de grandes cantidades de cocaína hacia Europa, a través del puerto de Cartagena. El capo y su pareja residían en Palomino y habrían sido retenidos y torturados días antes por integrantes de las ACSN.
También dentro de costales de café fueron hallados los cuerpos de Damián Peralta y Carlos Eduardo Escalante, el 29 de mayo, en una zona de Dibulla, La Guajira.
Uno de los casos más escalofriantes ocurrió el pasado 6 de mayo. Ese día, un hombre que viajaba como parrillero en una motocicleta dejó caer, sobre una calle del barrio Villa Judith, en el municipio de Fundación, una nevera de icopor y una bolsa negra de basura que contenían el cuerpo de Ever Andrés Castro, un habitante de la población conocido coloquialmente como El Sasi.
“Esto le va a pasar a todos aquellos que intentan vender droga, cobrar extorsiones o cualquier clase de renta ilegal…”, se podía leer en el cartel pegado a la nevera. La nota estaba firmada por una banda denominada Los Primos. Esta agrupación, según las autoridades, presta servicios a organizaciones criminales más grandes como las ACSN y el Clan del Golfo.
Cinco desmembramientos más fueron registrados en 2024, con lo que se completa la cifra de 22 entre 2023 y 2025. Estos sucesivos y similares crímenes componen un collage horripilante que tiene asustados a los habitantes de las zonas de influencia de la Sierra.
Todo por el control
Sevicia y tortura son las dos palabras más usadas por los investigadores y defensores de derechos humanos que le han seguido la pista a esta guerra. Como Norma Vera, quien explica que los crímenes de exposición pública y el desmembramiento son modalidades comunes en el paramilitarismo, instaurado con narrativas muy poderosas de control del territorio y gobernanza criminal en el Caribe colombiano.
La Sierra vive hoy un nuevo capítulo del conflicto en el territorio, una disputa por el control que cuenta más de 30 años. Las ACSN temen perder el poder hegemónico que han tenido en los últimos años, mientras el Clan del Golfo se ha fortalecido en la región con el reclutamiento de exparamilitares salidos de la ley 975 de Justicia y Paz.
“Es una guerra horizontal que pasó de una baja y mediana escala, a una alta, con asesinatos selectivos de lado y lado, en la que han caído muchísimas personas de bajos recursos, que son no combatientes y que son reclutados muchas veces a la fuerza, en territorios con falta de oportunidades y muchísimas debilidades institucionales”, dice Vera, en un intento por resumir lo complejo de la situación.

Para Lerber Dimas, investigador y director de la Plataforma de Defensores de Derechos Humanos, Ambientales y Liderazgos de la Sierra Nevada (PDHAL), lo que se vive hoy en la Sierra y sus alrededores es una prueba de un conflicto que no paró.
Para el investigador, La Guajira de hoy no es muy diferente a la de la época del Frente Contrainsurgencia Wayuu, la temible estructura paramilitar liderada por Salvatore Mancuso y Jorge Tovar Pupo a comienzos de la década de 2000. Con la diferencia de que, en aquellos tiempos, desaparecían los cuerpos desmembrados, y ahora los exponen como forma de terror, sometimiento y control.
“Lo qué pasó con Coatti es inhumano y muestra un grado de barbarie superior. En cualquiera de los casos, y particularmente, de esos 21 hechos similares que van en menos de dos años, no puede haber víctimas de primera y segunda categoría. Se deben rechazar, investigar y judicializar, todos por igual”, señala Dimas.
Víctimas de una guerra que parece eterna y que, como dice Dimas, merecen justicia. La calma y el terror. La Sierra con todo su significado ancestral, el valor de sus recursos naturales y el encanto del ecoturismo. Los grupos ilegales que la desangran, destruyen poco a poco y atemorizan y matan a sus habitantes.
