
Los fantasmas de Gustavo Petro para mantener la agitación social
El presidente Gustavo Petro en el llamado cabildo abierto en Barranquilla a favor de la consulta popular.
Crédito: Presidencia - Joel González.
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En casi tres años de Gobierno, el presidente ha impuesto la agenda de discusión pública con anuncios de referendos, consultas populares, cabildos abiertos, plebiscitos y procesos constituyentes. Así ha logrado entusiasmar a sus bases y asustar a sus opositores. Análisis.
Por: Armando Neira

Ariel Ávila, senador del Partido Verde y quien ha defendido varias de las políticas del presidente Gustavo Petro, ofreció excusas al responder qué pensaba de la propuesta del mandatario de convocar una Asamblea Nacional Constituyente si las cortes tumban la consulta popular: “Es un pajazo mental”, dijo.
“Si se cae en la Corte Constitucional, se recogerán 8 millones de firmas del pueblo colombiano para volver a presentar la consulta. Y si se vuelven a burlar de la consulta, entonces ya no queda otro mecanismo que un pueblo que en elecciones masivamente pida la Asamblea Nacional Constituyente”, afirmó Petro en una entrevista con CNN.
Cuando Chávez llegó al poder, el 2 de febrero de 1999, era adorado por las masas que confiaban en que él tendría la capacidad de sacar al país de una crisis profunda en todos los sectores.
“La situación en 1998 era de auténtico desastre y él pudo presentarse como un salvador porque los venezolanos ya no creían en nadie de los partidos políticos tradicionales”, escribió el historiador Agustín Blanco Muñoz, autor de varias obras sobre la historia de Venezuela.
Cuando Chávez tomó el cargo, juró sobre la “moribunda Constitución” y el pueblo se entusiasmó al prometerles una revolución tranquila, serena, mediante una constituyente.
Un Chávez arropado en la popularidad
De inmediato, convocó a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) con un respaldo formidable porque el chavismo era para entonces la primera fuerza política del país.

Venezuela venía de una quiebra económica que contrastaba con su próspero pasado, pues llegó a ser una de las naciones más ricas del continente y entonces sus ciudadanos no huían espantados, sino que, por el contrario, abrían las puertas a migrantes de la región que llegaban con la ilusión de una vida mejor.
Eso era un pasado lejano. Todo era en ese momento diferente. La situación de crisis humanitaria por falta de alimentos y medicinas golpeaba a buena parte del país y la expectativa de crecimiento económico era negativa, propia de países que han vivido una catástrofe o una guerra.
A diferencia de Petro, quien juró en campaña sobre tablas de mármol que no tocaría la Constitución, los venezolanos sabían y querían un cambio de la Carta Magna.
Puede ser que, como dice el nuevo ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, Petro haya hecho esa promesa, pero que “las circunstancias han cambiado”.
¿Quién apoya hoy a Petro?
Y en efecto, han cambiado no solo para el resto de los colombianos, sino para Petro. Cuando se posesionó el 7 de agosto de 2022, su popularidad oscilaba entre los 60 y los 70 puntos, de acuerdo con distintas encuestas, mientras que el rechazo estaba entre 20 y 30 puntos.
Esas cifras hoy están invertidas: en promedio, solo una tercera parte de la población tiene una opinión favorable de Petro, mientras que dos terceras partes lo reprueban. ¿Tiene el músculo político para mover el país hacia una Constituyente?
Además, aunque impactante, el anuncio de una Asamblea Nacional Constituyente es solo uno más de una cadena de iniciativas suyas que han abarcado un catálogo para todos los gustos: referendos, consultas populares, cabildos abiertos, plebiscitos, fortalecimiento del poder municipal, entre otras expresiones y mecanismos de participación que tienen un desgaste natural si no se concretan. Como dice la sabiduría popular, las palabras se las lleva el viento.

“No he hablado de una constituyente para cambiar la Constitución de 1991. Ese es el principal error de quienes apresuradamente, algunos histéricamente, han saltado a atacar la propuesta presidencial. Lo que tenemos que examinar es qué, del texto de la Constitución del 91, no se ha desarrollado”, dijo Petro en marzo de 2024.
“Los convoco a reunirnos en cabildo abierto en todos los municipios de Colombia, en la plaza, en donde puedan. Si llueve, bajo el techo del concejo municipal, para esperar y tomar decisiones, para debatir en asamblea permanente”, manifestó un año después. Naturalmente, no se vio a nadie bajo un aguacero en un cabildo esperando que así se iba a cambiar el país.
El entusiasmo de las bases
Aunque, eso sí, Petro sí ha demostrado que hay unas bases que con estos anuncios se entusiasman. En el supuesto cabildo abierto de Barranquilla –que no lo fue porque no hubo deliberación con la institución representativa local, sino que la gente fue convocada para escuchar un discurso más del presidente– entre los manifestantes había quienes se veían realmente conmovidos por estar frente a su líder.
Pero, así como hay emoción entre los fieles, otras voces creen que estas propuestas del presidente forman parte de un guion que al final no conduce a nada y que pronto cambiará por otra estrategia.
El aspirante Sergio Fajardo ha dicho, por ejemplo, que esta dinámica hace que Colombia se sienta como en una montaña rusa, con una multiplicidad de emociones de arriba para abajo y viceversa, lo que en su opinión llevará a tener un país exhausto y cansado de tanta confrontación.
Para Fajardo, esto se explica porque el presidente Petro quiere tener todos los reflectores del país sobre él, a toda hora, todos los días. Considera que es una forma de mantener la atención, de hacer girar todo alrededor de su figura.
El centro de atención
Se victimiza y le interesa mantener esa atención; así, constantemente hace afirmaciones que no son rigurosas, muchas improvisadas y que, evidentemente, no han sido trabajadas con un equipo sólido para presentarlas.
“Eso es lo que ocurre con la Asamblea y el proceso constituyente, luego el referendo. Lo que busca es tensionar. Pero ninguna de esas alternativas va a prosperar porque no se puede, no tiene la capacidad para convocarlas, no hay tiempo y no tienen sentido”, argumenta el exgobernador de Antioquia.
“Si uno lo juzga por los resultados, era más eficaz el Petro senador que el Petro presidente”, ha afirmado el exsenador Humberto de la Calle Lombana. El exjefe del equipo negociador con las Farc dice que Petro es una figura cuya tarea era fundamentalmente llevar un mensaje y destapar.
Eficaz porque lo logró, en el Congreso. Como presidente tiene mayor caja de resonancia, y sus discursos calan más, pero también se le juzga más por sus resultados.
“Es claro que lucha por un papel incluso en la comunidad internacional. Pero si miramos el Gobierno como administración, ha sido más testimonial que ejecutor. Más demoledor que constructor. Claro que el cambio requiere demolición, pero no para dejar un vacío o solo un registro literario”, dice. “La pasión del presidente no es la gestión”, dice De la Calle. “Echar carreta”, asegura Peñalosa.
El tiempo, el implacable, el que pasó
Su agenda de políticas es incierta, ambigua, ciertamente ambiciosa y en muchos casos marcada por el síndrome de Adán, con un afán casi excéntrico por pasar a la historia como el refundador del país. En esa confusión, el presidente da líneas inconexas e inconsistentes a un equipo desorientado y desarticulado, escribió en el portal Razón Pública Pablo Sanabria Pulido, profesor titular de la Escuela de Finanzas, Economía y Gobierno de la Universidad Eafit, en un artículo a comienzos de 2024.
El tiempo pasó y las deficiencias de ejecución continuaron y el diagnostico poco ha variado. “Desde el comienzo del Gobierno ha centrado su energía en defender sus soluciones más que en entender los problemas de fondo. El desdén por la técnica, por ejemplo, en su desatención al Plan de Desarrollo o al presupuesto nacional, son un reflejo de la confusión de lo que significa gobernar bien. El presidente, al contrario de lo que se recomienda en políticas públicas, se enamora perdidamente de las soluciones de su libreto antes de definir con claridad los problemas”, dice este experto.
Así le pasó a Gabriel Boric, que durante sus tiempos de opositor lideró a los movimientos sociales, estudiantiles y campesinos que lo llevaron ilusionados a la presidencia en Chile. Con el poder, convocó a una constituyente para sepultar ese texto tremendamente criticado que dejó el dictador Augusto Pinochet. El resultado fue peor. La gente no solo no apoyó a Boric, sino que prefirió, ante el temor, que las cosas se fueran para el otro extremo y afianzar los principios de la Carta Magna del sangriento dictador.
¿En caso de una constituyente hoy, los ciudadanos se volcarán en masa para apoyar a los candidatos que promuevan Armando Benedetti, Daniel Rojas y Guillermo Alfonso Jaramillo desde el Ejecutivo, o Susana Boreal e Isabel Cristina Zuleta desde el Parlamento, o Fabio Arias desde la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), por plantear algunos nombres?
“El pueblo ya decidió y no se va a echar para atrás. Todos los instrumentos que existen en Colombia, incluida la Asamblea Nacional Constituyente, se usarán”, en caso de que la consulta no salga adelante, dijo Petro desde la tarima en Cali. Entre tanto, las hojas del calendario caen y muestran que ya le queda un año y un mes en el Gobierno.
