
El nuevo procurador dijo en entrevista con CAMBIO que, luego de que termine su periodo, desea dedicarse a la vida académica y familiar.
Crédito: Colprensa
“Ahora yo soy el procurador. Y el procurador no tiene jefes”: habla Gregorio Eljach
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El nuevo procurador, Gregorio Eljach, en entrevista con Patricia Lara Salive, habla de su vida, de sus planes y de su pasado cercano a los políticos. Les dice que pudo “compartir con ellos recintos, inquietudes y debates”, pero les aclara que esta es otra realidad.
Por: Patricia Lara Salive

Cuando un alto empleado de la Procuraduría le aconsejó al nuevo procurador que se dedicara a sancionar funcionarios porque eso era lo que le daría réditos políticos, él le contestó: "Pero eso es como que me pongan a mí a gerenciar un hospital y yo prefiera llevar a todos los pacientes a la UCI y pasarlos a la morgue en vez de salvarlos".
Así es Gregorio Eljach, franco, de ascendencia libanesa y popayaneja pero guajiro por adopción, abogado de 65 años especializado en derecho público y constitucional, primero galanista y luego militante del Partido Liberal, muy cercano al senador Aurelio Iragorri Hormaza (q.e.p.d.). Comenzó como personero en Popayán, luego fue funcionario del Congreso, durante 12 años se desempeñó como Secretario General del Senado y tuvo cercanía con casi todos los políticos. Hoy pertenece al Partido de la U y es procurador general de la nación postulado por el presidente Gustavo Petro y elegido por más del 92 por ciento de los senadores.
Y hasta ahí quiere llegar. No más. O por lo menos eso dice hoy. Comenta que luego de que termine su período, desea dedicarse a la vida académica y familiar, porque tiene a Renata, su nieta de 4 años, (“bellísima”, afirma) que lo tiene loco; a Sofía, que nacerá en enero; y a sus tres hijos que lo reclaman.
Les invitamos a que vean el video de esta entrevista con CAMBIO en el que el nuevo procurador general, Gregorio Eljach, muestra quién y cómo es y cuáles son los planes que tiene para su Procuraduría.
CAMBIO: ¿Por qué acabó siendo elegido procurador como candidato del presidente Petro?
Gregorio Eljach: El presidente me convocó a su despacho para preguntarme si tenía voluntad de aceptar una postulación de su parte para completar la terna que habría de someterse al Senado de la República. Una evaluación rápida me dio la tranquilidad de saber que sí era una oportunidad para continuar sirviéndole a los colombianos desde una entidad que no es lejana al Congreso y, además, tenía la posibilidad, que se concretó, de obtener una mayoría que permitiera acceder a esa altísima dignidad que para mí es la más significativa en casi 40 años de haber terminado estudios de Derecho. Y ante el ofrecimiento de las bancadas de apoyar mi nombre, acepté esa postulación y me posesioné ante el presidente.
CAMBIO: Dicen que fue el embajador Roy Barreras quien convenció a Petro de que lo postulara, con el argumento de que usted era el único que podía derrotar a los candidatos cercanos a Vargas Lleras. ¿Cómo fue ese cuento?
G.E.: No, ese cuento no lo conocía. Pero sí hubo personas que tuvieron la oportunidad de comentarle al presidente que, dentro de las muy variadas y a lo mejor más calificadas opciones que la de este servidor, era mejor esa escogencia en este momento político. El presidente quería también darles a los congresistas la posibilidad de señalar con quién podían adelantar una elección más tranquila, sin las afugias de la afiliación política y de la militancia partidista.

CAMBIO: ¿Es partidario de reformar la Procuraduría? En su campaña, el presidente Petro planteó hasta la posibilidad de acabarla…
G.E.: Antes hay que hacer una mirada histórica. La Procuraduría no surgió después de la Constitución del 91. Fue creada por Simón Bolívar en 1830, y va a cumplir 200 años de presencia exitosa dentro del fortalecimiento, e incluso la construcción de las instituciones democráticas. Y representa a la sociedad, lo que ningún andamiaje institucional moderno puede hacer. Eso ya de por sí es un mandato ético para estar del lado de que no solamente exista y continúe su senda exitosa, sino que deba fortalecerse. Yo no estoy de acuerdo con terminarla. Y, de ser así, no hubiera aceptado la postulación y tampoco la elección del Senado. Tampoco creo que deba ser objeto de muchas reformas dramáticas ni de fondo. Lo que hay es que continuar con el fortalecimiento de ciertas líneas de trabajo que exige la problemática actual. Ese es el papel de la Procuraduría y no estoy de acuerdo ni con quienes desde una orilla ideológica ni desde otra opuesta y contradictoria, terminan confluyendo en algo que no es positivo: destruir algo que pertenece al ADN de la democracia colombiana. La Procuraduría pertenece a los colombianos, y es parte de su presente y también deberá ser parte de su futuro.
CAMBIO: ¿Pero planea hacerle reformas?
G.E.: No reformas de tipo estructural. Más bien es tratar de fortalecer ciertas líneas de trabajo que pienso exige el momento actual. Le pongo como ejemplo el tema de la llegada de migrantes, de ese drama universal que aquí nos ha tocado en Colombia y que no sabíamos en carne propia que existía. O el tema de la persecución y violencia contra los líderes sociales, que tampoco se veía aquí en la magnitud con que se está viendo en estos últimos meses y años. O el de algo que sólo existe desde 2016, a raíz del acuerdo que el presidente Santos hizo con las extintas Farc, y que tiene que ver con los firmantes de ese pacto, que también vienen siendo perseguidos, desplazados, asesinados o confinados. Lo que quiero significar es que hay algunos temas sobre los que habrá que hacer ajustes mínimos para prestarles atención con más fuerza institucional.
CAMBIO: ¿Pero piensa crear más procuradurías delegadas para esos temas concretos?
G.E.: ¿Crear cargos nuevos? Definitivamente no. En los últimos tiempos, a la Procuraduría se la ha dotado de una planta suficientemente idónea para cumplir con éxito su tarea. No hay necesidad de incurrir en la tentación de aumentar la burocracia. Mire que en un solo periodo presidencial pasamos de 34 procuradurías delegadas –que son las que le siguen en rango jerárquico al procurador– a 54. Más bien haciendo unas adaptaciones podemos transitar tranquilos por estos cuatro años. Por ejemplo, hay una procuraduría delegada que está muy atiborrada de cosas. Trata sobre lo ambiental, lo minero energético y lo agrario en una misma sombrilla y bajo la orientación de un solo funcionario. Y también hay una procuraduría delegada sólo para regalías. Entonces, la pregunta es: ¿no será más eficiente agrupar sus funciones en una sola, sin crear nuevos cargos?
Otro ejemplo: existe el acuerdo con las antiguas Farc. Allá hay una delegada para su seguimiento; pero hay otra distinta para temas de la jurisdicción agraria que ya viene. Y hay otra para asuntos agropecuarios. Esas tres, al fin y al cabo, pueden hacer lo mismo en una sola, porque el objetivo principal –que no se ha cumplido a cabalidad– del acuerdo de 2016, es el tema de lo agrario. ¿Para qué tenerlo disgregado en tres estancos cuando podemos concentrarlo en uno sin gastar un peso?
Lo mismo pasa en el tema ambiental. Es un asunto del que venimos hablando en los últimos 30 años en términos etéreos, gaseosos. Pero si usted habla del cambio climático o de biodiversidad y, en vez de decir ‘ambiental’ le pone un objeto concreto, preciso y de verdadera actualidad, como por ejemplo Procuraduría Delegada para el Cambio Climático y la Biodiversidad, ahí si le pone un sentido, una tarea y un nomen juris adecuado con lo que se requiere hoy. Eso va a permitir mejores relaciones para mejorar el servicio.
CAMBIO: Recientemente ha habido escándalos de corrupción dentro de la propia Procuraduría. ¿Cómo piensa prevenirla dentro de la entidad?
G.E.: Usted puso un punto que para mí es esencial. La corrupción es un problema antiguo y muy grave en Colombia. La tarea de prevenir la corrupción y de perseguirla implacablemente no sólo es de la Procuraduría, sino de todo servidor público y de todo colombiano. Pero hablemos de la Procuraduría: el ejemplo tiene que empezar por casa. Si hay prueba de esa corrupción, si hay quien la señale o la confiese, no cabe otra alternativa que actuar dentro de la garantía del debido proceso y en defensa del bien común para que eso no siga. Si desde la casa donde se presume que debe surgir la luz para atacar y evitar la corrupción no se hace lo que se debe, se le podría estar mandando un mal mensaje al resto de la sociedad.

CAMBIO: ¿Usted cree que la Procuraduría tiene facultades para sancionar a funcionarios de elección popular, como lo cree la actual procuradora? Ha habido mucha controversia jurídica al respecto.
G.E.: Ella lo viene haciendo porque tiene competencia. Estoy seguro de que, si hubiera duda, no lo hubiera hecho. Ella es una señora jurídicamente muy aventajada, muy sólida y experimentada, que ha ocupado todas las posiciones que un jurista puede tener. Hay fundamento para ello, porque la jurisprudencia de la Corte Constitucional, con el fallo 030 de 2023, así como la del Consejo de Estado, que expidió también una sentencia de unificación, y que pasó la revisión de la Corte Constitucional, determinaron el modelo de instrucción y juzgamiento de los funcionarios públicos y de los de elección popular. Así se llega a un momento procesal en el que se puede archivar la diligencia, abstenerse de expedir medida o abrir un juicio y luego terminar en una sanción.
Pero ahí no termina la cosa. Lo nuevo es que, en Colombia, ese no es estrictamente un proceso dirigido por un juez penal, sino que acá quedó siendo elaborado por la Procuraduría, organismo que equivocadamente dicen es administrativo, pero yo digo que es de control y, en todo caso, no es judicial. La Procuraduría no es un organismo judicial. Entonces, ese control judicial que reclama la Convención Interamericana de Derechos Humanos acá se particulariza y se aplica en términos de que sí hay ese control de lo judicial pero en cabeza del contencioso administrativo, en calidad de recurso de revisión. Y lo hace el Consejo de Estado para ofrecer garantía de que se cumpla la protección de los derechos de quienes han sido elegidos popularmente y no sean objeto de persecución, de violación de sus derechos. Al final de cuentas, terminamos cumpliendo con el objeto que propone la Convención, pero en la forma que Colombia, por su tradición jurídica, ha encontrado que es la más adecuada.
CAMBIO: Es decir, que haya una segunda instancia, porque, por ejemplo, la Corte Interamericana terció a favor de Petro cuando el procurador Ordóñez lo destituyó.
G.E.: Sí, claro. Pero después de eso ha habido nueva legislación y se vienen garantizando aquí la doble instancia y la doble correspondencia. De manera que, en los órganos de control, eso está garantizado y ya el detalle de que se haga por juez quedó en Colombia consagrado en que se hace a través de la revisión inmediata automática del Consejo de Estado. Y ahí se da por medio de una figura que en el país funciona mucho: la integración normativa entre el derecho internacional, el derecho interno y la jurisprudencia. Y la Procuraduría lo viene haciendo con base en esos argumentos.
CAMBIO: Últimamente, la imagen de la Procuraduría ha sido la de una entidad parcializada a favor o en contra de ciertos gobiernos. Por ejemplo, la procuradora Cabello aseguró, en la reciente entrevista que le dio a María Isabel Rueda, que en el actual Gobierno la Procuraduría fue bloqueada no sólo con información que no quiso brindarle, sino financieramente. ¿Qué opina usted?
G.E.: En el Estado lo que debe cumplirse es el mandato universal de las democracias, que es la independencia de las ramas entre sí. La autonomía de los organismos de control y la colaboración armónica entre todos. No es de buen recibo que un procurador en ejercicio de sus funciones pida una información y empiecen a dilatarle o a dársela por pedazos o a negársela definitivamente, o a decir que está en otra parte. Estoy haciendo una simple hipótesis. Eso no está bien, porque no contribuye al buen ejercicio de ninguna de las partes. Ya los casos particulares que se denunciaron en lo que usted señala habrá que mirarlos en detalle.
CAMBIO: Pero es clave que los entes de control tengan una imagen de que son objetivos y neutrales. En el caso del Fiscal anterior, Francisco Barbosa, se sentía que era fiscal de bolsillo de Duque. Y en el período que compartió con Petro se sintió que era de oposición. Lo mismo pasó con la procuradora Cabello: en la época del expresidente Duque se sentía que la Procuraduría estaba de su lado. Y en el periodo de Petro se ha visto como de oposición. ¿Qué plantearía para que la entidad vuelva a adquirir esa imagen de neutralidad?
G.E.: No debe nunca despojarse de ella. Y la clave está en asumir el compromiso de cumplir la Constitución y la ley a cabalidad. Es una fórmula sencilla para uno no caer en esas situaciones que usted menciona. Pero fíjese que una cosa es la percepción de un proceso con los resultados hacia afuera que pueda un periodista por aventajado que sea, y otra es la realidad que un conocedor del tema jurídico puede encontrar en el expediente propiamente dicho. Me refiero a que hay varias verdades sobre los mismos acontecimientos: hay una real de lo que ocurrió, hay una jurídica o judicial de lo que termina siendo el expediente y hay una periodística o mediática también. Todas son verdades. Cada una, desde su punto de vista, es válida. Lo importante es que el operador disciplinario, en este caso la Procuraduría, se mantenga en la línea media de la neutralidad y la imparcialidad y cumpla su deber.

CAMBIO: Después de haber sido secretario general del Senado durante 12 años, usted fue elegido por una abrumadora mayoría: 95 votos de 103. De pronto, los congresistas de Vargas Lleras no votaron a su favor, aunque quién sabe, porque usted también fue cercano a él en la época en que él fue secretario general del partido. Con un pasado tan cercano a la clase política, ¿cómo puede garantizar usted la independencia de la Procuraduría de los políticos?
G.E.: Como lo han hecho los procuradores anteriores: con el cumplimiento del mandato constitucional y por una circunstancia que tengo que mencionarla, aunque no es de mi usanza: yo era el secretario general elegido por todas las bancadas. También, afortunadamente, lo fui para procurador. Pero ahora yo soy el procurador. Y el procurador no tiene jefes. Puede tener congresistas que compartieron recintos, inquietudes, eventos, legislación, debates de control político. Pero eso ya no existe para la Procuraduría ni para el procurador. Esta es otra realidad distinta en la que yo estoy señalado, capacitado, formado y decidido a cumplir como corresponde. Mi deber es hacer las cosas bien. El pasado es el pasado y los congresistas, ni ahora y creo que tampoco antes, no me consta, son jefes del procurador. Nadie puede tener duda en Colombia de que Gregorio Eljach es una persona con el carácter suficiente, con la entereza personal necesaria, para cumplir su deber y andar en el camino de la neutralidad, de la independencia, de la autonomía de su entidad y de su propio criterio. No tengo jefes.
CAMBIO: Pero sí tiene fama de bravo, procurador. ¿Es verdad?
G.E.: Yo no sé si de pronto esta mala cara mía, esa fenotipo, lo hace creer. Lo que sí tengo es carácter. Y eso lo aprendí de mi abuelo materno y por eso digo lo que tengo que decir. A veces soy un poco imprudente o bastante imprudente. Pero creo que es mejor estar colorado una sola vez y no pálido siempre. Hay que decir lo que uno piensa, lo que uno considera que debe decirse y tratar de buscarle soluciones a las contradicciones. Eso de la zalamería, del correveidile no va con mi personalidad. Soy de tierra caliente y vengo de una cultura desértica, si se quiere, de poca melosidad en el trato con las personas y, por lo tanto, eso me marca. Y si creen que soy bravo, pues mejor para que así se arrime la menos gente posible.
CAMBIO: La misma pregunta, pero en relación con el presidente Petro que lo candidatizó. ¿Cómo va a garantizar la independencia del Gobierno?
G.E.: Con la misma fórmula. Él cumplió un deber constitucional de ternar a alguien que creía que podía cumplir con el cometido de ser procurador general. Tenía muy buenas opciones distintas a la mía. Juristas connotados, gente de una trayectoria envidiable en el tema jurídico, en el mundo institucional, profesores aquilatados, juristas… Pero escogió esa y cumplió con su deber constitucional y completó la terna.
CAMBIO: La procuradora Margarita Cabello dijo que deja el caso de supuesta corrupción de Nicolás Petro, el hijo del presidente, listo para tomar decisiones. ¿Qué va a hacer usted en ese caso, procurador?
G.E.: Patricia, recordemos que ni el procurador general, personalmente, ni su despacho, toman decisiones sino sólo en dos eventos muy excepcionales: por apelación de sanciones que hayan impuesto las salas de juzgamiento, o cuando hay una apelación de la sala de juzgamiento, es decir, precisamente las creadas para el fallo de la Corte Interamericana para funcionarios de elección popular o las de juzgamiento de otros funcionarios que no son de elección popular. En la otra etapa de la segunda conformidad es cuando al procurador le llegan procesos para que personalmente, y bajo su criterio, se decida con su firma. La otra forma de intervenir es expidiendo los conceptos de constitucionalidad ante la Corte Constitucional, y únicamente el Procurador lo puede hacer. El resto de decisiones están repartidas por competencia entre los niveles provincial y regional. En este caso corresponde al límite de los departamentos o a las procuradurías judiciales uno y dos, o a las delegadas, que son los representantes de la entidad y del procurador general, pero cada uno dentro de su autonomía y su independencia, como ocurre con los magistrados, como ocurre con los jueces. De tal manera que el procurador no interviene en procesos sino ya hasta el final. O, eventualmente, cuando se presente alguna apelación de la sala de juzgamiento de aforados por elección popular o de la sala de juzgamiento de ordinarios servidores públicos. En el resto no interviene para nada el procurador. O sea que, por ahora, el procurador no tiene nada que hacer en el caso del hijo del presidente.
Además, el expediente está muy lejos de tener la posibilidad de llegar allá porque, entre otras cosas, no está siendo disciplinado por razones de su ejercicio como diputado, sino por otras que el país conoce. Y llegará ya cuando haya sido eventualmente sancionado y exista un recurso de apelación en curso, lo que es muy poco frecuente que suceda en Colombia. Todo termina en las delegadas, allí se hace un buen ejercicio, se aplica bien la normativa vigente y se satisface el debido proceso a cabalidad: el derecho de la defensa, el derecho de la contradicción, el aporte de pruebas, la realización de las mismas. Todo eso está diseñado hace mucho tiempo así y llega hasta ahí. Es más, con la nueva legislación se le quitaron una cantidad de competencias que tenía en su cabeza el procurador, para que no las siga ejerciendo y solamente quede con estas poquitas, en procura de que se dedique realmente a lo del Estado y no a procesos particulares, ni a mirar quién llevó, quién trajo, quién dijo o quién no. Eso está asignado, repito, con plena autonomía y plena independencia de los delegados hacia el procurador provincial de instrucción o al provincial de juzgamiento. El procurador no tendría que ver en ello.

CAMBIO: Para ponerle un poco de humor a esta entrevista, ¿recuerda usted la historia de cuando usted era secretario general del Senado y, por equivocación, dejó el micrófono abierto y se le escuchó decir: ‘Marica, levanta’?
G.E.: Chévere que me lo recuerde, porque eso permitió volvernos mucho más cercanos con la víctima, entre comillas, de aquel comentario mío, que era privadísimo pero se filtró: el senador Jorge Enrique Robledo, un hombre muy importante en la izquierda colombiana, en nuestra democracia y en el Congreso. A partir de ahí nos hicimos más amigos, porque empezamos con eso que era una especie de mamadera de gallo. Ocurrió que estaba en una plenaria a las 11:30 de la noche, y todo el mundo estaba cansado. Hubo un debate muy fuerte contra una ministra de Educación de la época del gobierno de turno que había quedado muy maltrecha, incluso en lo personal y lloraba, pobrecita. Yo me afecté al ver ese resultado. Entonces, al vicepresidente segundo le tocó, a esa altura de la noche, asumir la presidencia de un debate tan ríspido, tan enconado, tan virulento, tan fuerte.
CAMBIO: El debate se lo hacía Robledo a Gina Parody…
G.E.: Sí, y entonces el vicepresidente, que tampoco tenía experiencia, me pregunta: ¿qué hacemos? Eran las 11:40 de la noche. Y sin saber que el micrófono estaba abierto, siendo amigos, en un lenguaje coloquial de costeños, me dice: “Ajá, ¿qué hacemos?”. Y yo respondo: “Levanta, marica, levanta”. Es decir, que levantara la sesión. Es el mismo ‘marica’ que utilizó en ese sentido una representante a la Cámara por estos días y que también lo había usado un presidente de la Cámara de Representantes. Es una forma coloquial de decir: “bueno, ajá, levanta, aquí no hay más nada que hacer”. No le estaba señalando alguna condición personal… Ese día entendí lo que era ser ‘tendencia’. Yo no sabía qué era eso de ser tendencia en las redes y empecé a subir; y mi compañero de medios me decía: “ya vamos en 25.000”. Y llegamos a 124.000. A partir de ahí empecé a tenerle respeto y hasta miedo a lo que hagan las redes con lo que uno diga o no diga.
CAMBIO: ¿Qué puede esperar el país de su Procuraduría?
G.E.: Quisiera que al final del periodo siga siendo igual como soy ahora y como he sido: uElNo tengo pretensiones de ninguna naturaleza, más allá de llevar bien a mi familia y hacer bien mi trabajo. No quiero ser víctima de la contaminación de los altos cargos. Los he conocido de cerca y sé cómo el poder también envanece al ser humano y siempre trato de vacunarme contra ello. Ser un ciudadano que sirvió bien, que trató de cumplir y logró cumplir con su cometido y terminar con muchos más amigos de los que tengo. No reconozco enemigos por ninguna parte. Soy un convencido de la libertad de opinión, de la libertad de expresión y de la libertad de prensa. Y prefiero un comentario desbordado, un editorial de mala factura o desinformado o equivocado, que prohibir que hablen o pretender que no se diga. La democracia es así. Y si uno está en un juego democrático tiene que también ser resistente a esas manifestaciones de la conciencia humana, porque no somos sino simples seres humanos mortales todos, que terminaremos, como dice la canción –para rendirle aquí un homenaje a Lisandro Meza– “todas las calaveras son calvas” y todos terminaremos igualitos al final de nuestro periplo.
