
¿Por qué se perdió el entusiasmo de salir a la calle a expresarse políticamente?
Aspecto de una manifestación reciente en la Plaza de Bolívar de Bogotá
Crédito: Colprensa
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El Gobierno y opositores se señalan mutuamente de fracasar en las marchas recientes. ¿Se desencantaron los ciudadanos de los políticos? Análisis.
Por: Armando Neira

Hace unos días se realizaron sendas marchas en varias ciudades. Las primeras fueron en apoyo al Gobierno del presidente Gustavo Petro y en defensa de las reformas sociales que cursan en el Congreso; las segundas, para mostrar el desacuerdo con la gestión del mandatario de izquierda.
Desde entonces, cada orilla ha dedicado buena parte de sus mensajes, en especial en las redes sociales, a descalificar las movilizaciones del contrario, definiéndolas de “fracaso”, “lánguidas”, “efímeras” o incluso como “reunión de cuatro gatos”.
El debate, como ocurría hace unos meses, no pasa por medir quién logró sacar a más personas a la calle, sino por lo contrario: ¿Quién logró mover al menos un centenar de manifestantes? De ahí la pregunta natural: ¿Se perdió el interés de los ciudadanos por manifestarse en la calle?
Cuando Iván Duque asumió la Presidencia, el 7 de agosto de 2018, Petro movilizó a sus seguidores en actos públicos, anunciando que la calle iba a ser su nuevo campo de expresión.
Así fue, en una dinámica que alcanzó su clímax en el estallido social, cuando miles de personas salieron a expresar su descontento. Incluso hasta alcanzar niveles extremos. Durante un par de semanas en 2021 hubo una serie de preocupantes hechos que se repetían sin fin, como las cuentas de un rosario.
Del estallido social al desencanto
Bloqueos, disparos con arma de fuego, personas asesinadas y heridas, buses incinerados, inmuebles destruidos. El Estado colombiano reportó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que realizó una visita de trabajo al país, que entre el 28 de abril y el 4 de junio, en el marco del paro nacional, se realizaron 12.478 protestas en 862 municipios de los 32 departamentos, que incluyen 6.328 concentraciones, 2.300 marchas, 3.190 bloqueos, 632 movilizaciones y 28 asambleas.
Colombia fue noticia de primera plana en los principales medios de comunicación del mundo. Durante dos días continuos, por ejemplo, fue el hecho más destacado en la edición de The New York Times, con dramáticas imágenes de la confrontación. Esa batalla callejera cambió la agenda política del país.
Durante la campaña, Petro realizó cientos de manifestaciones, algunas con registros de participación histórica. Al asumir el Gobierno, y ante el lento avance de las reformas que consideraba vitales para cumplir sus promesas –que, según su visión, eran frenadas por las élites, los “blanquitos” y los “fascistas”–, amenazó con sacar al pueblo a las calles y hablar de asambleas permanentes como forma de presión.
En un principio, las movilizaciones fueron masivas. La oposición, por su parte, respondió con otras marchas en las que se vieron ríos humanos, ataviados con las camisetas de la Selección Colombia, exigiendo el “fuera Petro”.
La desconexión con la ciudadanía
¿Por qué languidecieron las marchas? "Al percibir el deterioro social y político del país y la falta de propuestas claras, efectivas y viables, se ha generado una desafección ciudadana, que no es más que la desconexión de la ciudadanía con los procesos y actividades políticas", explicó Juliana Ocampo, MBA del MIT Sloan School y abogada de la Universidad de los Andes.
Víctor Solano, experto en comunicación política, coincidió con esta opinión: "Muy probablemente se está viendo un desgaste de las marchas como instrumento de incidencia en lo público".
Según él, sectores como la centroderecha y la derecha más clara han sido convocados por algunos líderes, pero las grandes masas que ya participaron en el pasado pueden haber percibido la infertilidad de estos movimientos, y por ello no habrían respaldado masivamente las protestas, aunque no signifique que dentro de sus casas hayan dejado de creer que la izquierda no debería seguir gobernando.
En el caso de la izquierda y los sectores afines a Petro, el desencanto podría explicarse porque no existe ya la misma convicción de que el modelo funcione ni de que vaya a mejorar. Hay desconfianza sobre los métodos y las personas que orientan el Gobierno, lo que ha llevado a una disminución del apoyo popular al presidente, argumentó.
“Hace falta una lectura política para entender los momentos. La oposición no ha logrado convocar marchas que estén en sintonía con el descontento de la ciudadanía”, dijo la investigadora y docente María Lucía Jaimes.
“El hecho de que sean los políticos quienes convocan mayoritariamente las marchas evita que las personas se sientan representadas de manera genuina. Además, las marchas convocadas los fines de semana tienen menor impacto, porque ese es el tiempo libre que las personas dedican a trámites y a estar con la familia”, agregó ella.
¿Quién resuelve los problemas estructurales?
Para Ocampo, la percepción de que ninguno de los sectores ha sido capaz de resolver los problemas estructurales del país desmotiva el apoyo y el interés por los discursos políticos, que en última instancia deben ser capaces de movilizar con resultados concretos.
Además, en medio de una situación económica que tiende a agravarse, la ciudadanía se ve obligada a enfocar sus esfuerzos en resolver sus propias situaciones, generalmente relacionadas con temas económicos, empleo y seguridad.
“La realidad es que la confianza institucional en Colombia está muy deteriorada, entre otras cosas, porque el cambio, bandera del Gobierno, no es tangible”, aseguró ella.
El analista Gabriel Cifuentes consideró que son varios los factores que deben ser considerados en este nuevo escenario. En primer término, está el desencanto con el Gobierno: Es claro que la gente está desencantada con el Gobierno, lo que muestran las encuestas. Este descontento no solo es producto de los escándalos que han rodeado a la administración y los escasos resultados, sino también del tono pendenciero con el que se ha llevado el debate público, donde tanto el Gobierno como la oposición tienen responsabilidad, dijo el experto.
Sin embargo, este malestar no se refleja necesariamente en un apoyo a una derecha cada vez más radical, sin liderazgos claros, con un discurso desdibujado y, en muchos casos, que más que propuestas para resolver el problema, parece proponer un regreso al pasado, un pasado derrotado en las urnas en 2022.
Según su análisis, la gente no quiere volver al pasado, a desenterrar figuras como el expresidente Uribe y montar sobre ellas un nuevo proyecto político. La gente quiere cambios, aunque este Gobierno no haya logrado implementarlos.
Un segundo aspecto es la falta de experiencia de la derecha en las calles. La derecha no tiene experiencia en movilizaciones callejeras. Los eventos en los que ha logrado movilizar grandes cantidades de personas se han producido en contextos muy específicos. Intentar sacar a la gente a la calle sin una consigna clara, más allá del "fuera Petro", sin la adecuada preparación ni liderazgo, ha conducido a imágenes de marchas "lánguidas", como las de la Plaza de Bolívar.
Esto, además, perjudica la estética política de la oposición y permite al Gobierno reclamar una victoria, aunque esta sea solo una ficción.
Y también un punto clave es el de no interpretar las marchas como respaldo al Gobierno: Sería un error que la izquierda y los sectores afines al Gobierno interpretaran las marchas "lánguidas" como una señal de fortaleza o respaldo al Gobierno.
Son dos cosas completamente distintas, subrayó Cifuentes. Lo que se vivió el sábado no refleja la verdadera temperatura política, y no significa que la derecha y la oposición sean débiles.
La conclusión es desalentadora. Cada vez más personas, por desencanto o cansancio, se desentienden de la política y de movilizarse para expresar sus puntos de vista sobre la cosa pública.
Es una pena, porque nos recuerda los tiempos en que las madres de las generaciones pasadas prohibían a los miembros de la familia hablar de política por temor a que la situación escalara y terminara en violencia.
