¿Qué es realmente y qué quiere el ELN? Por Eduardo Pizarro Leongómez

Imagen de referencia de un atentado del ELN en Arauca.

Crédito: Cortesía.

22 Septiembre 2024 03:09 am

¿Qué es realmente y qué quiere el ELN? Por Eduardo Pizarro Leongómez

En análisis exclusivo para Cambio, el politólogo Eduardo Pizarro Leongómez desmenuza la actual crisis de la negociación de paz con el ELN y afirma que este comienza a verse a sí mismo ya no como un actor nacional, sino como un aparato armado binacional destinado a la defensa de la “revolución bolivariana”.  

Por: Eduardo Pizarro Leongómez

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En una frase célebre atribuida a Albert Einstein -pero, que en realidad apareció en una novela de Rica Mae Brown, Muerte súbita (1983)-, el premio nobel habría dicho “no pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”.

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Politólogo Eduardo Pizarro Leongómez. Foto: Colprensa. 

Esta frase le cae como anillo al dedo al ELN, quien habiendo hecho su “presentación en sociedad” con la toma de una pequeña población rural, Simacota (Santander) en un ya lejano 7 de enero de 1965, se acerca a los 60 años inmerso en una inútil confrontación armada e, igualmente, en una larga sucesión de negociaciones de paz frustradas gobierno tras gobiernos desde 1991. 

Tabla del ELN

Como me dijo en alguna ocasión un destacado periodista, el “problema con el ELN es que le encanta negociar, lo que no le gusta es la paz”. En efecto, es impactante constatar cómo el ELN -a diferencia del resto de los grupos guerrilleros del país (M-19, EPL, MAQL, PRT, FARC) que aprovecharon las negociaciones de paz para hacer el tránsito de las “armas a la política”-, las ha utilizado más bien como un recurso para la guerra. Es decir, ha utilizado los diálogos de paz para paralizar a la fuerza pública en sus áreas de influencia, reorganizar las unidades guerrilleras, introducir nuevas armas y municiones y ante todo, alcanzar una visibilidad en la prensa nacional e internacional. E intentar, más tarde, retomar las acciones guerrilleras con mayor vigor. 

Sin embargo, el triunfo electoral de Gustavo Petro despertó la ilusión de alcanzar, finalmente, la paz con este grupo insurgente. En marzo de 2021 el entonces candidato presidencial había dicho pleno de confianza en una entrevista con la Revista Semana “que a los tres meses se acaba el ELN porque se firma la paz”.  Me imagino que Petro pensaba en su fuero interno, ¿qué sentido tiene para el ELN continuar la lucha armada debilitando al primer gobierno de izquierda en la historia del país? ¿Cómo podía no montarse en el tren del cambio social si ese era el motivo de su lucha desde los años sesenta? 

Pero, para asombro general, el ELN no avanzó hacia la paz sino que, por el contrario, se convirtió en uno de los más eficientes motores de su debilitamiento. En efecto, el programa estrella de Petro, la “paz total”, está hoy en día echando agua por todos los costados y el principal responsable no ha sido tanto la derecha como el propio ELN.  

¿Cómo explicar la persistencia del ELN en el uso (inútil) de las armas? 

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Foto: Colprensa. 

Algunos analistas plantean que la raíz última de esta actitud ha sido la ausencia de una oferta atractiva por parte del Estado al ELN para lograr su dejación de las armas. No concuerdo con esta tesis. Desde 1991 se han sucedido todo tipo de propuestas que resultaron atractivas para 5 de los 6 grupos guerrilleros que componían la Coordinadora Guerrilla Simón Bolívar (M-19, MAQL, PRT, EPL y FARC). La única excepción fue el ELN.

Es más. A diferencia de lo que hoy sostienen los miembros del equipo de negociación con este grupo (Vera Grave e Iván Cepeda), cuando más lejos se avanzó en un acuerdo de paz con el ELN no fue bajo el actual gobierno, sino, paradójicamente, bajo el gobierno Uribe. En efecto, tras ocho ciclos de conversaciones en La Habana y cuando ya el acuerdo de paz estaba listo para avanzar hacia un proceso de desmovilización, dejación de las armas y reintegración a la vida civil de los combatientes (DDR), sorpresivamente, el COCE tomó la decisión de abandonar la negociación en su momento clave. 

Como dijo en alguna ocasión, Luis Carlos Restrepo, con el ELN "siempre que el pan estaba a punto de salir del horno surgía un obstáculo". ¿Cómo explicar esta actitud intransigente? 

El desprecio del ELN a la democracia liberal 

El tránsito de las armas a la política con plenas garantías que ha sido el incentivo más fuerte en todos los procesos de paz en el mundo occidental desde 1990, goza de poca simpatía en el ELN. A pesar del éxito que han obtenido el Ejército Republicano Irlandés (IRA) con el partido Sinn Fein o ETA en el País Vasco Español con la coalición BILDU, para no mencionar al M-19 hoy en el poder mediante Gustavo Petro, el ELN no se ve a sí mismo transitando de las armas a las urnas. 

En múltiples ocasiones les he preguntado a los negociadores de paz “¿Cómo se ve el ELN a sí mismo tras un acuerdo de paz?” y de inmediato reina un incómodo silencio que solo rompen con una afirmación que inquieta mucho: “No sabemos”. Es decir, una de las reglas de oro de las negociaciones que es el conocimiento de las expectativas de los actores involucrados, ya sea una nación frente a un acuerdo de comercio o un sindicato frente a un pliego de peticiones, está ausente en el caso del ELN. Nadie sabe cuáles son sus expectativas.

Al respecto hay varias hipótesis. 

A. De la guerra por el poder a la resistencia armada y el poder local

Algunos analistas afirmaban que dado su rechazo a la democracia liberal y a su reconocimiento de la imposibilidad de acceder al poder por la vía de las armas el ELN, con realismo, había reducido sus expectativas al logro -por la vía de la negociación con el Estado- del reconocimiento de sus “zonas de influencia histórica”. 

Sin embargo, sostienen los conocedores del ELN, incluso este objetivo poco ambicioso se ha ido diluyendo con el tiempo, pues, ante la multiplicación de actores armados no estatales en disputa por el control territorial y las rentas ilegales, el ELN difícilmente podría sobrevivir sin armas. Basta observar cómo desde hace ya años y años se viene enfrentando con las FARC o sus derivados por el control de la renta petrolera en Arauca, su zona estratégica.

B. La insurrección urbana 

Otros sostienen que el ELN vivió un momento de entusiasmo con el estallido social en el 2021 y vieron su potencial para alcanzar una amplia movilización de carácter insurreccional, combinando la protesta ciudadana con grupos milicianos. Movilización urbana y rural que, tras el triunfo del Pacto Histórico en las elecciones presidenciales de 2022, permitiría pensar en reformas radicales, en la cuales los núcleos urbanos del ELN podrían jugar un rol dinamizador. 

Estas expectativas se fueron, sin embargo, diluyendo con el tiempo, debido a la creciente caída de la popularidad y de la  capacidad de movilización popular del actual gobierno, así como a los riesgos de un movimiento del péndulo político hacia la derecha en 2026. 

B. Hacia la revolución mundial

El VI Congreso del ELN que se realizó hace algunos pocos meses, al parecer llevó a cabo un profundo viraje en su perspectiva estratégica. Dada su imposibilidad de acceder al poder por la vía de las armas, sus dificultades para conservar sus territorios históricos en abierta disputa con otros actores armados no estatales y ante la caída del clima insurreccional en el país, el ELN comienza a verse a sí mismo ya no como un actor nacional sino como un componente más del Sur Global en la reconfiguración revolucionaria del orden mundial. Y, en este marco, como un aparato armado binacional destinado a la defensa de la “revolución bolivariana”.  

En conclusión, creo que el sueño que abrigamos muchos de un proceso de paz exitoso con el ELN se está tristemente diluyendo.  El liderazgo ultra radical designado en el VI Congreso encabezado por Eliécer Herlinto Chamorro (Antonio García) como No. 1 y Gustavo Aníbal Giraldo (Pablito o Pablo Arauca) como No. 2, relegando a un Israel Ramírez (Pablo Beltrán), más dialogante, como No. 3, no es un buen pronóstico. 

No en vano el ELN sigue levantando en sus comunicados las mismas consignas de los años sesenta: 

¡Colombia … para los trabajadores!
¡Ni un paso atrás … liberación o muerte!
¡Ni rendición ni entrega, siempre junto al pueblo!

No es fácil tender puentes con una organización dominada por la ortodoxia ideológica y las agendas maximalistas. 

Sin embargo, ojalá me equivoque y el ELN, finalmente, no sea sordo y escuche el grito de los colombianos a favor de la paz. 
 

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