La ministra Aurora Vergara ha asumido la reforma a la educación como la bandera más importante de su gestión al frente del ministerio.
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Reforma a la educación: la costosa factura política que está pagando la ministra por concertar con la oposición
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Aunque los acuerdos con la oposición permitieron que la reforma a la educación superara la Comisión Primera del Senado, el costo político para la ministra Aurora Vergara ha sido muy alto. Dos gremios en paro y grietas en la coalición de Gobierno amenazan el proyecto en su último debate.
Por: Andrés Mateo Muñoz
La que parecía ser la reforma con el camino más pavimentado, ahora enfrenta un fuerte peaje de cara a su último debate en el Congreso. La reforma estatutaria a la educación se despertó del sueño del consenso y está en una pesadilla por cuenta de la inconformidad de varios grupos de interés que piensan que la negociación fue demasiado lejos.
A diferencia de la discusión en la Cámara, en donde la reforma pasó sin despeinarse, en la Comisión Primera del Senado el proyecto no tenía los votos suficientes para superar la prueba sin sufrir modificaciones importantes. Con el reloj en contra, el Ministerio de Educación empezó a notar cómo la discusión de la reforma se cargó de coyunturas negativas como la elección de rector de la Universidad Nacional y el fracaso del nuevo modelo de los maestros.
Fue así que la maniobrabilidad política de la ministra Aurora Vergara se redujo justo cuando llegó la ‘semana D’; si la reforma no pasaba a su último debate en plenaria del Senado, se hundía por tiempo. Por eso, Vergara y sus asesores decidieron acelerar la negociación con la oposición y algunos senadores independientes y correr la línea de concesiones más de lo que estaba presupuestado.
El acuerdo dio sus frutos y la reforma a la educación superó el tercer debate sin ningún voto en contra y con el respaldo de la coalición oficial, bancadas independientes y de oposición. El problema es que la grieta que se cerró en el Senado abrió heridas dentro y fuera del Capitolio.
El primer grupo de interés en alzar su voz crítica frente al texto concertado fue la Federación Colombiana de Educadores (Fecode). El sindicato más grande de maestros criticó con dureza la versión final de la reforma, que no fue consultada con el magisterio. Por ejemplo, hay inconformidad con el artículo 39, que establece la obligatoriedad de la evaluación docente en el país. El texto también menciona que los resultados de los estudiantes en las pruebas de Estado serán un criterio de evaluación de los maestros.
Para Fecode, lo anterior “subordina la evaluación docente a resultados que no dependen exclusivamente de la práctica pedagógica, sino de múltiples factores educativos”. El gremio de maestros advirtió al Ministerio de Educación sobre su inconformidad y desde este 12 de junio se irán a paro permanente.
“La ministra de Educación se ‘sale por la tangente’ y no responde a los verdaderos cuestionamientos sobre los nefastos ‘micos’ que le incluyeron a este proyecto de ley”, dijo el magisterio.
La Central Unitaria de Trabajadores (CUT) decidió respaldar el cese de actividades de Fecode, configurando así uno de los paros más grandes durante la administración de Gustavo Petro.
La CUT y Fecode exigen que la reforma se hunda o sea retirada por parte del Gobierno para construir un proyecto nuevo. La ministra Vergara descartó de tajo esa posibilidad. “Nuestra invitación es al diálogo social, esa ha sido la manera en que he abordado los diferentes proyectos”, dijo. Las próximas horas serán decisivas para que Vergara logre aplacar un paro de un sindicato que ya no está en luna de miel con el Gobierno de Petro.
El fuego amigo contra la reforma a la educación
Pero las críticas hacia el proyecto no solo vienen desde fuera del Capitolio, también hay reservas en sectores de la coalición de Gobierno e independientes que respaldaron la reforma en la Cámara.
“Respaldamos la decisión de Fecode de convocar un paro indefinido”, dijo el representante del Pacto Histórico Gabriel Becerra. El congresista agregó que, si bien no se quiere eludir la necesidad de un acuerdo nacional, esto no implica renunciar a unas líneas básicas de las reformas. “No nos oponemos a un acuerdo, pero no renunciamos a los contenidos y a los compromisos adquiridos no solo con el magisterio, sino con otros sectores de la sociedad”, agregó Becerra.
Otra de las críticas al proyecto enmendado de la reforma es de la congresista Jennifer Pedraza. La exrepresentante estudiantil ha advertido que el proyecto se ajustó hacia un enfoque neoliberal con una peligrosa tendencia a privilegiar las necesidades del mercado. Pedraza también alertó que en el Senado no hay muchas posibilidades de corregir el rumbo de la reforma.
“No tenemos una correlación de fuerzas para hacer una redacción progresista de la ley estatutaria de la educación en la plenaria del Senado”, afirmó Pedraza.
En este sentido, otro de los artículos concertados con la oposición que causan malestar es el 18, que extiende la garantía con derecho fundamental a la educación terciaria. Es decir, se equipararía la educación superior con el nivel terciario (técnica y tecnológica).
Para el representante Santiago Osorio, el texto que llegó a la plenaria del Senado parece un "Frankestein" y no corresponde a lo que se quería con el proyecto. "El Frankestein que ha surgido de la Comisión Primera del Senado, donde se ha modificado cerca del 30 por ciento del articulado, ha desvirtuado la esencia y el propósito original de la ley", dijo Osorio.
La ministra Aurora Vergara está en el dilema más difícil desde que está en el cargo. Si se modifica la enmienda y los acuerdos con la oposición, la reforma no tiene chance de sobrevivir a la plenaria del Senado. Pero si mantiene el texto como viene de la Comisión Primera, tendrá que confiar en la lealtad de la coalición de Gobierno y arriesgar el respaldo de sectores clave como Fecode.