Gabriel Silva Luján
30 Julio 2023

Gabriel Silva Luján

Petro que ladra…

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El Gobierno de Gustavo Petro no tiene una estrategia internacional en el sentido estricto. La guía del presidente en materia de política exterior es ante todo su ideología y su intuición. No hay una hoja de ruta que oriente las relaciones exteriores del país, sino más bien una colección de iniciativas que de manera inconexa emergen de la Casa de Nariño, del Twitter del mandatario y de sus discursos.

Petro ve la política internacional como un ejercicio constante de diplomacia presidencial, en el que el manejo institucionalizado de las relaciones exteriores le importa cinco. Y esto ocurre en gran medida porque para él las relaciones exteriores, ante todo, son una herramienta de política doméstica. La inmensa mayoría de sus discursos y de sus intervenciones internacionales tienen un contenido diseñado para impactar a sus audiencias locales.

¿Qué tanto han afectado al interés nacional las particulares, sorprendentes y combativas posturas retóricas de Petro?  La verdad es que, a pesar de la incomodidad y pena ajena que generan muchas de sus declaraciones, no se han visto consecuencias severas o significativas, con excepción de sus confrontaciones personales directas con otros mandatarios de la región.

Esa tolerancia y el buen recibo que ha logrado Petro se debe, en buena parte, a que sus principales temas coinciden con los asuntos clave de la agenda internacional de los países desarrollados, y en particular, con los del gobierno del presidente Joe Biden. La lucha contra el cambio climático, la promoción de la transición energética, la paz, el cambio social y un nuevo paradigma para la lucha contra las drogas, son cuestiones sobre las que hoy convergen buena parte de los países industrializados.

Con inmensa habilidad, no solo en Estados Unidos. sino también en todas las capitales europeas, Petro ha sido capaz de vender que el concepto de la paz total, no es más que la continuación de la paz de Santos. Es decir, el Gobierno Petro ha puesto su controvertida y errática política de paz bajo la misma sombrilla de la inmensa credibilidad internacional que generaron las exitosas negociaciones con las Farc.

En materia de lucha contra las drogas, el Gobierno Biden le ha dado un compás de espera a la estrategia presentada por el Gobierno Petro. El director de la Oficina de la Casa Blanca contra las Drogas, Rahal Gupta, manifestó en su momento su complacencia con el enfoque “holístico” del Gobierno Petro y ha aceptado –por ahora– el enfoque de tolerancia a los cultivadores, la no erradicación y la concentración en la interdicción. Además, la prioridad de la lucha contra la cocaína se ha diluido ante la crisis del fentanilo, que es la droga que hoy prevalece en las calles de las ciudades estadounidenses.

El continuo respaldo que ha recibido Petro por parte de Biden se debe, además de la habilidad de la embajada en Washington, a que el actual Gobierno ha aceptado que Colombia asuma el rol de ser la punta de lanza en la política estadounidense de lucha contra la inmigración ilegal. Sin medir las graves consecuencias que puede traer para Colombia, Petro aceptó abrir tres puestos gringos para el procesamiento de migrantes ilegales en nuestro territorio. Esa decisión le ganó aplausos en la Casa Blanca a costa de nuestra soberanía migratoria.

Un componente central de la política internacional de Petro ha sido el reinicio de las relaciones bilaterales con Venezuela. Desde diferentes perspectivas es un paso altamente conveniente para Colombia. Aun así, uno esperaría que este acercamiento generara reacciones adversas en los países que condenan el régimen autoritario de Nicolás Maduro y no ha sido así.  Petro ha actuado con inmensa habilidad para posicionarse ante Estados Unidos y Europa como un actor decisivo en la promoción del regreso a la democracia en ese país.

Para los Estados Unidos contar con un canal confiable hacia Maduro y que tenga influencia, es altamente conveniente en la actual coyuntura venezolana. Esto se facilitó dado que Washington cambió su estrategia hacia Venezuela, pasando de una actitud punitiva a una de mayor tolerancia, y ese cambio acrecentó las posibilidades de influencia de Petro. Las consideraciones geopolíticas sobre la importancia de impedir un deslizamiento definitivo de Venezuela hacia el campo de los enemigos estratégicos de Estados Unidos también han contribuido a ese resultado.

Otro frente al que el presidente Petro le ha invertido muchos esfuerzos es al de la integración latinoamericana. En esa dimensión la realidad es que fuera de una retórica de hermandad y fraternidad, la integración latinoamericana ha retrocedido desde la llegada del actual Gobierno. Las garroteras con Perú y con El Salvador confirman esa tendencia de Petro a poner sus identidades ideológicas por encima del interés nacional.

En medio de la tensa situación mundial, Petro ladra mucho, pero muerde poco. Con habilidad, el actual Gobierno sostiene un discurso antiimperialista y no alineado para consumo doméstico, pero Colombia se mantiene en la OTAN, en la OECD, vota con Estados Unidos condenando la agresión de Rusia a Ucrania….

En síntesis, Petro ha construido una política exterior totalmente personalizada que ha sido funcional a su proyecto político, sin que ese logro hasta ahora se haya traducido en grandes costos reales para el interés nacional. Se ha montado sobre la inercia del pasado para capitalizar a su favor las percepciones favorables que se crearon con el proceso de paz del gobierno Santos y ha asumido como programa las preocupaciones que hoy trasnochan al mundo como el cambio climático. Igualmente, le ha hecho concesiones a Washington que si las hubiera asumido cualquier otro presidente, habrían generado un agitado debate y acusaciones de violación de la soberanía nacional, como es el caso de los centros de procesamiento de migrantes.

¿Qué tan sostenible es esa benevolencia internacional que ha logrado Petro? Ya aparecen grietas a través de las que se empiezan a ver las desastrosas consecuencias de sus políticas en asuntos fundamentales y de interés estratégico para la comunidad internacional, como son la lucha contra el crimen organizado, la protección de los derechos humanos y la violencia.
 

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