El cabo suelto de los falsos positivos
7 Mayo 2022

El cabo suelto de los falsos positivos

El pasado 27 de abril, en Ocaña, Santander, la Jurisdicción Especial de Paz realizó la primera audiencia de reconocimiento de responsabilidad por el asesinato de 120 personas que fueron presentadas por el Ejército como los falsos positivos en el Catatumbo.

Crédito: Colprensa

La audiencia de reconocimiento de responsabilidad realizada en Ocaña por la JEP dejó versiones encontradas entre uno de los comparecientes y uno de los principales testigos de los falsos positivos: el cabo Carlos Eduardo Mora.

Por: Alfredo Molano Jimeno

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Un general reconoció no haber hecho lo suficiente para evitar el homicidio de inocentes. Un sargento aceptó que sus “bajas” en realidad fueron asesinatos a sangre fría. Un teniente coronel confesó que falsearon los informes de inteligencia para legalizar los crímenes y pasarlos como positivos. Los 10 oficiales y un civil reconocieron responsabilidad y pidieron perdón a las víctimas, sin embargo, una declaración, la del sargento Rafael Urbano, no trajo claridad ni alivio, sino que reabrió viejas heridas y sembró el desconcierto.

El sargento segundo Rafael Antonio Urbano Muñoz fue el único de los imputados que no participó de manera presencial en la audiencia. Para los años 2007 y 2008 Urbano estuvo adscrito a la central de inteligencia de Ocaña, desde donde desempeñó un rol determinante en la consumación de los crímenes. “Durante ese tiempo participó en el patrón de macrocriminalidad señalando algunas víctimas, engañándolas, trasladándolas al lugar donde fueron entregadas a las personas que las ejecutaron. Algunos testimonios señalan que participó en el asesinato de dos personas y que estas le fueron entregadas por grupos reductos del paramilitarismo”, expresó durante la audiencia la magistrada de la Jurisdicción Especial de Paz Catalina Díaz.

Sargento Urbano

Según el auto 125 de 2021, con el que se les imputaron cargos a los diez oficiales y al civil, Urbano fue vinculado por los crímenes de “Ariel Jaime Arias, Luis Antonio Sánchez Guerrero, Jair Julio Vega y Adinael Arias Cárdenas, cometidos, respectivamente, el 27 de febrero, el 16 de abril, el 30 de abril y el 14 de octubre, todos del año 2007”. En dos de estos crímenes existen controversias entre lo que dice Urbano y el relato de uno de los primeros soldados en denunciar los falsos positivos: el cabo Carlos Eduardo Mora. Y lo más grave no es la diferencia en las condiciones de modo, tiempo y lugar de los hechos, sino que en las “verdades” reveladas queda por fuera uno de los capítulos más oscuros del conflicto armado, la relación entre el paramilitarismo y la fuerza pública, y en este caso, del rol que jugó esa alianza en la ejecución de los falsos positivos. 

En este contexto, la diferencia se da porque el sargento Urbano sostiene que el entonces cabo Carlos Mora fue quien le señaló a las personas que después fueron capturadas y entregadas a otros militares para que las asesinaran. La discusión se encuentra documentada por la JEP así: “Mientras Urbano afirma que en estos dos casos fue el cabo Carlos Eduardo Mora quien le propuso que entregaran a estas dos personas para que fueran presentadas como bajas en combate, Mora niega este señalamiento y, por el contrario, sostiene que se trató de víctimas que fueron entregadas a Urbano por otras personas, como, por ejemplo, paramilitares”, se lee en el auto de imputación.

Un crimen, dos versiones

La controversia entre los uniformados también quedó sentada en la audiencia, donde Urbano reconoció responsabilidad como el encargado de entregar civiles a otros militares para que estos los asesinaran, es decir, aseguró que su rol fue de cómplice y no perpetrador. Así lo dijo Urbano Muñoz: “Al señor Julio Vega lo sacamos con mentiras de su casa para un trabajo con el Ejército. Digo lo sacamos porque lo saqué en complicidad con el cabo Mora que trabajó conmigo. Se lo entregamos al capitán Obregón, en esa época, para que hiciera el asesinato pertinente y lo presentaran como baja en combate”.

Urbano también reconoce su participación en otro crimen, en el que también señala al cabo Mora. “Todo lo que han dicho sobre Luis Antonio Sánchez Guerrero, que era delincuente, que era paramilitar, que estaba a órdenes de delincuencia, son mentiras. Este joven era un simple mototaxista. Hasta donde tengo entendido, el único error que tuvo, que me lo decía el cabo Mora, era enamorarle la mujer. Ese fue el error. Entonces Mora me lo señaló, con el paramilitar alias Loquillo, que trabajaba para el comandante alias Leo, en esa época en Ocaña, Norte de Santander”.

Ocaña 27 de abril de 2022

Y agrega Urbano: “En sus familias siempre hubieron (sic) controversias en este atroz delito. Se dejaron involucrar falsas diligencias sobre este atroz crimen. Este joven no hizo nada. Este joven solamente, repito, fue el error de él. Lo citamos un día para una carrera con el cabo Mora. Que nos sacara a las afueras de Ocaña para ser entregado para asesinarlo vilmente. Hoy lo digo yo aquí, y lo digo delante de la sala. Este joven es inocente. Este joven no tenía nada que ver con paramilitarismo ni narcotráfico”. 

En esta última declaración, sobre el caso de Sánchez Guerrero, se asoma uno de los eslabones perdidos de los falsos positivos en Ocaña, el papel que cumplieron los paramilitares en estos crímenes. Este asunto no fue motivo de atención durante la audiencia pública, pero sí es parte del proceso documentado por la JEP. Y es esto, justamente, lo que hoy enfrenta a Mora y Urbano. El cabo Mora asegura que fue el paramilitar alias Loquillo, cuyo nombre es Jhon Jairo Pabón, quien condujo al mototaxista hasta donde Urbano. 

La versión del cabo Mora

En entrevista con Cambio, Mora advirtió que durante la diligencia no hubo verdad plena por parte de algunos militares y que no se habló de la relación que tuvieron con los grupos paramilitares, particularmente del Bloque Sierra Nevada, al mando de los mellizos Mejía Múnera, ni de su participación en la operación de tráfico de drogas y de armas en el Catatumbo. Una relación que se deja ver justamente en el crimen de Sánchez Guerrero, quien era conocido del cabo Mora por vivir en el mismo sector de su novia.  

“El sargento sale y dice a los cuatro vientos que el cabo nuevo de inteligencia fue el cerebro de todo, y que yo le tengo que dar la cara a la justicia. Yo llevo más de 14 años declarando en contra de él. Demostrándoles no solo a la Fiscalía, sino a organismos internacionales como las CIDH, que lo que yo he dicho es cierto, que no eran invenciones mías, que esta gente estaba matando personas”, advierte Mora. 

El cabo Carlos Eduardo Mora
El sargento Carlos Eduardo Mora habló con Cambio sobre lo ocurrido en la audiencia de Ocaña.

Mora hoy es sargento y se encuentra fuera del país. Para él, el trasfondo de estos asesinatos no fue revelado. “Duele que él (Urbano) tenga micrófonos abiertos para decir lo que quiera. Pensando uno ingenuamente que iban a decir la verdad sobre sus relaciones con los paramilitares, que iban a decir cuánto dinero ganaron, porque esto no sólo lo hacían por presión ni por medallas. ¿Cuánto dinero no se maneja por la coca? ¿Usted cree que sólo daban los muertos para satisfacer los números del general Montoya?”, pregunta.

Y el mismo Mora responde: “Se daban los muertos porque se quería dar una sensación de que se estaban combatiendo los paramilitares y grupos guerrilleros cuando no se está combatiendo a nadie; se estaba dejando que todo el mundo traficara la droga. Y ganaban por lado y lado, porque ganaban condecoraciones, medallas, felicitaciones, viajes, premios, como lo hizo el mismo coronel. Y por el otro lado, los paramilitares les daban dinero, mucho dinero. Por dejarlos traficar. Pero eso nadie lo dice”. Mora también desmiente que él haya participado en el señalamiento de Sánchez. Su versión es que el mototaxista fue entregado a Urbano por el paramilitar Pabón.

Un paramilitar no tan loquillo

Cambio también contactó a Jhon Jairo Pabón, alias Loquillo, quien se encuentra preso en la cárcel de Cúcuta, y sostuvo que para 2007 cumplía labores de milicia urbana en Ocaña para los mellizos Miguel Ángel y Víctor Mejía Múnera. Según Pabón, ese grupo que quedó de la desmovilización paramilitar tenía un enlace con el Ejército, cuyo nombre era Andrés, mientras el sargento Urbano era el contacto de la fuerza pública con los paras. “En febrero de 2007 conozco a Urbano Muñoz, a quien apodaban Hitler. Así me lo presentaron. Lo que él dijo en la audiencia es mentira.  Nosotros agarrábamos a una persona en un lugar y se lo entregamos a la tropa a través de él”, empieza diciendo, no sin antes advertir que tiene miedo por su seguridad.

Según Loquillo, él conoce en detalle los asesinatos de Jair Julio Vega y de Luis Antonio Sánchez Guerrero, a quien apodaban Chicharrón. “La muerte se dio porque yo estaba tomando con un compañero en uno de los bares cercanos a Asocaña. Ahí llegó Chicharrón con un mono y se sentaron en la mesa de al lado. Empezaron a hablar del patrón. A nosotros nos causó malicia, así que llamé a Manuel, que era el mismo comandante Leo, para ver qué ordenaba hacer. El tipo me pidió que lo detallara y lo tuviera pendiente. Pasaron los días y ahí pidieron el “regalito”, así les decían a las personas que íbamos a entregar a la tropa para que los legalizaran”, explica.

Y continúa su confesión: “El sargento Urbano, Hitler, como le decíamos, pidió un regalito. Entonces Manuel se acordó de Chicharrón, pidió que lo recogieran y cuadramos la entrega. Yo empiezo a buscarlo en Ocaña. Lo localicé en la plaza, en toda la esquina del colegio. Le dije que me hiciera una carrera para Junín, pero se me empezó a marear, entonces le dije que me llevara a un sitio en el camino donde me estaba esperando el carro con Yovani y otra persona. Ahí se bajaron y nos encañonaron. Cuando lo iban a montar al carro, él decía que él no era, que tal vez yo. Él iba de gancho ciego. Lo montamos al carro llorando, y yo lo seguí en la moto. Y en la entrada de Junín, llegó Hitler en una DT a recoger al muchacho. Yo me regreso en la moto, y ellos siguen para arriba. El cabo Mora no tuvo nada que ver en eso”.

Los familiares de las víctimas de falsos positivos
Los familiares de las víctimas de falsos positivos en el Catatumbo vieron por primera vez a sus victimarios sentados en el banquillo./Crédito: Colprensa.

El sinsabor de las víctimas

La versión de Pabón coincide con la que el sargento Mora ha rendido ante la JEP y aporta un elemento sobre el cual las víctimas de falsos positivos piden claridad. Así lo expresa Jacquelin Castillo, representante legal de las Madres de los Falsos Positivos de Colombia (Mafapo), para quien “fue muy importante que se hubiera hecho esta audiencia de reconocimiento”, aunque sostiene que no fue como se la soñaban las víctimas. “Fue importante ver allí a los altos mandos reconociendo que reclutaron a los muchachos, que los engañaron, que los asesinaron y que era por darle resultados a un Estado. Eso es un logro grande. Obvio, nosotros seguimos esperando que se llegue a los máximos responsables, que son los comandantes de todas las Brigadas. Porque esto no sólo fue en Ocaña sino en todo el país”, afirma. 

Castillo dice también sentir desilusión “al oír al único general que había ahí diciendo que él acepta los cargos de omisión porque, según él, no tenía conocimiento. Incluso negó haber estado en la audiencia del 6 de diciembre de 2007, cuando él sí hizo presencia ese día. Entonces el general sigue negando todo, es un cínico. Se le ve la frialdad. Por lo menos a los otros se les ve el dolor, el arrepentimiento, la vergüenza, pero a este señor se le vio dando cátedra como si no hubiera cometido un crimen. Por eso, anhelamos que la JEP devuelva su caso a la justicia ordinaria, que lo expulse de la justicia transicional porque no está aportando nada”. 

Y termina su balance con el tema del cabo Mora: “También me pareció que faltaron a la verdad sobre los nexos con los paramilitares. Nadie habló de eso. Y yo pregunté dónde estaba la munición que ellos se suponía gastaban, a quién se la entregaban, o a quién se la vendían. El nexo que hubo entre Ejército y paramilitares era claro. Los paras les entregaban dinero a los del Ejército. Incluso el paramilitar Pabón o Loquillo dice que cuando ellos tenían muertos le entregaban los cuerpos al Ejército para que los presentara como bajas. El beneficio que obtenían los paras era la vía libre para traficar la droga”. 

En síntesis, la audiencia de reconocimiento de responsabilidad por parte de miembros del Ejército en el caso de los falsos positivos fue un paso en la construcción de verdad, sin embargo, este no es el final del camino y las versiones que dieron los uniformados tienen que ser sometidas a verificación por parte de la JEP. Del juicio que hagan los magistrados dependerá si los militares que participaron de las ejecuciones extrajudiciales podrán acceder a penas alternativas, con vocación reparadora, o sus casos seguirán el sendero de la justicia ordinaria, donde la única posibilidad es pagar con décadas de prisión efectiva por los crímenes ya reconocidos. 
 

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