Cerrando brechas: la urgente necesidad de igualdad en la educación colombiana
2 Junio 2024 09:06 pm

Cerrando brechas: la urgente necesidad de igualdad en la educación colombiana

Una educación accesible y de calidad para todos los ciudadanos no sólo es un derecho fundamental, sino también la base sobre la cual se construyen sociedades más justas y participativas. Cuando todos los individuos tienen la oportunidad de formarse integralmente se fomenta la inclusión social, se reducen las desigualdades y se fortalece la participación ciudadana.

Por: Natalia Romero Rosanía

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CAMBIO conversó con Alejandro Gaviria, Cecilia María Vélez y Moisés Wasserman, tres de las personas que han estudiado a fondo el tema educativo en Colombia, sobre la relación entre éste y el fortalecimiento de la democracia y, adicionalmente, sobre los principales desafíos que enfrentamos como país en torno a la calidad de la educación en las zonas aisladas, rurales o en conflicto, así como en lo que tiene que ver con los avances de la tecnología y las responsabilidades de los actores de los procesos educativos, entre otros asuntos. 

‘Mi mayor preocupación siempre ha sido cerrar la brecha entre la educación pública y la privada. Con abismos sociales será difícil mantener la legitimidad plena en nuestra democracia’

Alejandro Gaviria ha sido ministro de Salud, ministro de Educación y rector de la Universidad de los Andes. Además, es un prolífico escritor y autor de libros como Hoy es siempre todavía, Siquiera tenemos las palabras, Otro fin del mundo es posible, No espero hacer ese viaje, Alguien tiene que llevar la contraria y La explosión controlada.

En entrevista con CAMBIO, el ingeniero y economista comparte su visión sobre los mayores retos que afronta el sector educativo en Colombia. 

Cambio Colombia

CAMBIO: ¿Qué conexiones encuentra entre la democracia y la educación en el contexto actual?

Alejandro Gaviria: Veo dos conexiones, así de entrada, a una pregunta que es esencial, en mi opinión. La primera es la conexión a través de la desigualdad, un canal indirecto pero muy importante. La educación de alguna manera es el mecanismo más expedito que tenemos para tener sociedades más igualitarias y con mayor movilidad social y, de esa manera, teniendo sociedades más igualitarias, se fortalece la democracia. La segunda, la más directa, es la conexión entre el papel de la educación para promover las virtudes republicanas y el fortalecimiento de las democracias. Es difícil imaginar la democracia en un país con altos niveles de desigualdad y sin virtudes democráticas, y yo creo que ahí es en donde la educación juega un papel fundamental. En general, hay mayor movilidad y legitimidad en las sociedades en las que hay una mayor inclusión, y la educación nos ayuda a promover las virtudes republicanas, es decir el valor de lo público, el valor del otro. 

Después de terminar el doctorado que hice en Economía, mis primeros estudios fueron sobre el papel de la educación en la movilidad intergeneracional y en la movilidad social en Colombia. Incluso, escribí un libro que se llama Los que suben y los que bajan en el que traté de hacer, 20 años atrás, una radiografía de una sociedad desigual, que era la nuestra. En el libro también planteo cómo, a pesar de los problemas en nuestro país, los avances educativos de los años 60 nos trajeron un poco más de igualdad y de equidad y, por lo tanto, una mayor cohesión social. Y, quisiera pensarlo así, una mejor democracia. 

Alejandro Gaviria
Alejandro Gaviria: académico, economista, escritor y exministro.

CAMBIO: ¿Estas conexiones se dan por igual tanto en la educación pública como en la privada?

A.G.: En un sentido estricto, yo no haría una diferenciación entre la una y la otra, sino que hablaría de la educación en general. Sin embargo, hubo un debate entre los académicos sobre el papel de la educación pública en transmitir esas culturas y valores democráticos, cuando la enseñanza estaba surgiendo como el propósito común de las repúblicas nacientes en América Latina, incluso también en los Estados Unidos, en el siglo XIX. En las investigaciones que he hecho me he preocupado por otra cuestión y es por cerrar las brechas entre lo privado y lo público. Con varios investigadores en Colombia, entre ellos Mauricio García Villegas, he tenido conversaciones sobre el ‘apartheid educativo’. Existen dos mundos en la educación que no se tocan. Hay una educación de mucha mayor calidad en la que las familias más privilegiadas puedan educar a sus hijos y otra de menor calidad, en donde está buena parte de la educación pública, adonde va el resto de la sociedad. Con ese tipo de diferenciación, de brechas y de abismos sociales, será difícil mantener la legitimidad plena en nuestra democracia. 

CAMBIO: Sobre todo en las zonas rurales y en las tradicionalmente afectadas por el conflicto…

A.G.: Sin duda es así y en todos los niveles educativos. Este es uno de los problemas más complicados de las zonas rurales y me tocó entenderlo cuando fui ministro de Educación. Como estuve poco tiempo, solamente siete meses, no alcanzamos a diseñar las políticas que se necesitan. Son esos diferenciales de calidad y de pertenencia en la educación los que hacen que los niveles de deserción sean altísimos, y ahí es en donde está uno de los principales generadores de desigualdad y de falta de oportunidades en nuestro país.

CAMBIO: ¿Cuál es la diferencia entre educación y adoctrinamiento? Se oye hablar mucho de adoctrinamiento, como si los jóvenes no estuvieran en capacidad de discernir… 

A.G.: No creo que los estudiantes sean sujetos pasivos que pierden su capacidad de discernimiento por un profesor o por un punto de vista de la sociedad o del cambio social. Mi visión es que los profesores tienen que transmitir escepticismo y también pluralidad, es decir diferentes visiones, sin desconocer que pueden tener un punto de vista y una idea del cambio de la sociedad. Eso no se puede esconder, pero deben presentarles todos los puntos de vista a sus estudiantes. En Colombia creo que ha habido un debate sobre el adoctrinamiento en la educación pública desde una parte del espectro político más asociado con la derecha. Para mí, éste es un debate falso. A pesar de que puede haber exceso de ideología en ciertas cátedras y en ciertos momentos, no creo que se pueda decir que la educación en Colombia sea simplemente un esfuerzo de adoctrinamiento. No existe eso.

CAMBIO: ¿En qué momento en la vida de una persona se forma la conciencia política? ¿En qué momento uno decide que, como ciudadano, tiene unos derechos, pero también unos deberes y, por lo tanto, una responsabilidad con la democracia?

A.G.: Yo puedo decir en qué momento me pasó a mí. Fue en los últimos años de la secundaria cuando me sentí empoderado al ver que yo tenía unos derechos y que iba a luchar por ellos. En ese momento fui más consciente de los derechos individuales y de proteger ese espacio de individualismo y de practicar el pensamiento crítico. Lo cierto es que en el colegio fui crítico, problemático, rebelde. Luego empecé a ser más consciente de esos deberes, sobre todo de los colectivos, y de aportar. Esta toma de conciencia política ocurrió en dos ámbitos: en el colegio, con dos o tres profesores durante conversaciones por fuera de las aulas de clase, y en la casa, con las charlas informales que tenía con mi papá. 

CAMBIO: Decía hace un momento que tan sólo estuvo siete meses como ministro de Educación y que quedaron muchos pendientes. ¿Cómo se imagina la educación en Colombia y, en este sentido, qué sueños se le quedaron por cumplir?

A.G.: Me parece interesante esa pregunta porque hay dos visiones de la educación o de los problemas sociales e incluso de la sociedad y del cambio social. Hay personas que tienen una gran percepción que incluye elementos éticos y morales. Ésta es una visión abarcadora: es una sola y es única. Siempre he tenido la tendencia a ser una persona diferente, y me gusta más pensar los problemas –en este caso los de la educación– en partecitas que yo pueda analizar y así resolver problemas concretos. Creo en buscar las soluciones concretas para esos inconvenientes identificados. Por ejemplo, cuando estuve como ministro de Educación hablaba de espacios de posibilismo para resolver problemas concretos que yo había identificado. Sabía que con esto no iba a resolver todos los desafíos o dilemas de la educación, pero sí permitiría seguir avanzando. 

Uno de estos problemas concretos era el de la financiación de la educación, sobre todo la de la preescolar, que necesita una reforma de la Constitución de lo que se conoce como el ‘Sistema General de Participaciones’. Otro obstáculo concreto, que me sigue pareciendo de resolución urgente, es el de la reforma a lo que se llama el ‘Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior’. En estos momentos de cambios, de Inteligencia Artificial, de la humanidad creando su propia obsolescencia, hay mucho por hacer ya que la regulación excesiva está coartando la posibilidad de innovación en muchas instituciones de educación superior. Otro tema importante es seguir avanzando en planes de infraestructura educativa, muy asociados a la universidad pública en ciertas regiones del país. Me gustaba partir los problemas en estas tres partes e inmiscuirme en los problemas de las políticas públicas en cada una de estas divisiones, para así ir construyendo un mejor sistema de educación para Colombia. Esa es mi visión del cambio, un poco más ingenieril o, como me gusta llamarla, más posibilista.

CAMBIO: En algunas ocasiones ha expresado que le gusta practicar cierto optimismo trágico frente a los momentos que vivimos en la actualidad. ¿En qué consiste este optimismo trágico?

A.G.: Se trata de entender que vivimos en un momento de dificultades, pero también de practicar el optimismo como un tema axiomático, en el sentido en que todos podemos contribuir. Desde cada uno de nuestros ámbitos podemos construir, así sea marginalmente, una sociedad mejor. Cito una frase de Jorge Luis Borges que me sé de memoria y que está muy relacionada con la educación: “No conocemos los designios del Universo, pero estoy convencido, estoy seguro de que, si actuamos con justicia y razonamos con lucidez, ayudaremos a esos designios que nunca nos serán revelados’. Quizás esta frase nos muestra una visión de la educación que nos llevaría a ayudarnos todos, y a enseñarles a los jóvenes a actuar con justicia y a razonar con lucidez para construir una sociedad mejor y afrontar de manera adaptativa los desafíos de este presente tumultuoso.

‘No creo en la educación cívica, pero sí en los gobiernos escolares y en otras metodologías participativas’

Cecilia María Vélez, quien fue rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, ministra de Educación durante ocho años consecutivos y presidenta del Directorio de la Red Latinoamericana de Portales Educativos, le revela a CAMBIO estar convencida de que, en el largo plazo, en Colombia vamos a contar, a través del sector educativo, con una generación que sabe vivir en paz, con personas que saben preguntar, que cuestionan y que tienen un propósito de vida. 

CAMBIO: ¿Cómo cree que se puede y se debe fortalecer la ciudadanía y la democracia a través de la educación?

Cecilia María Vélez: Creo que sí es posible desarrollar competencias ciudadanas a través de la educación, obviamente no transmitiendo meros contenidos que en general son parcializados, sino desarrollando unas competencias que le permitan al niño respetar al otro, tenerlo en cuenta, y tomar posiciones sin polarizarse. Se debe desarrollar una conciencia de lo colectivo, de la importancia de participar y de discutir, mediante la capacidad de formular hipótesis y de llegar a conclusiones. Creo que todo eso puede hacerse desde el aula en la medida en que tengamos una metodología mucho más participativa. Adicionalmente, hay experiencias tan maravillosas, como la de la Escuela Nueva, en las que también se establecen unos órganos de gobernanza del colegio, en la que los niños participan y aprenden cómo funciona la democracia. Como ésta hay muchas metodologías con las pueden desarrollarse esas competencias para generar unos ciudadanos con capacidad de vivir en ambientes democráticos.

Cecilia Vélez
Cecilia María Vélez: economista, exministra de Educación y exrectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Foto: Carlos Duque. 

CAMBIO: ¿Qué ha cambiado, en este sentido, en los últimos años?

C.M.V.: Lo que ha cambiado en la educación –y esta es una discusión que viene desde mediados del último siglo– es que lo importante no es transmitir contenidos, bajo la concepción de que el maestro sabe y el niño no sabe. La nueva concepción nos plantea el reto de desarrollar esas capacidades, como por ejemplo aprender a leer bien y a entender lo que ellos leen para poder tomar posiciones y para acceder a cualquier tipo de conocimiento. Debemos desarrollar las capacidades del niño para que pueda actuar con base en lo que aprende. 

Cuando fui ministra de Educación, los congresistas me insistían en que teníamos que volver a la educación cívica como la solución a los problemas de violencia del país. Yo en eso no creo. No es con un contenido que repitan los estudiantes que vamos a lograr que desarrollen estas capacidades. Estoy convencida de que la manera más efectiva es que practiquen estos comportamientos, por ejemplo, a través de los gobiernos escolares, de discusiones en clase, aprendiendo a entender al otro cuando haya posiciones diferentes o con la discusión de dilemas morales. Eso se hace posible cuando el maestro es un acompañante de ese proceso tan maravilloso en el desarrollo de los niños que es el aprendizaje, y cuando se establecen ambientes de convivencia en las instituciones educativas. 

CAMBIO: ¿Qué opina sobre el acceso ilimitado que tienen los niños de hoy a los contenidos en internet y, sobre todo, a las redes sociales?

C.M.V.: Los dispositivos tecnológicos tienen un encanto muy impresionante para los niños, por lo que pueden volverse adictos a ellos muy fácilmente. Creo que el papel de la familia y de las instituciones educativas es importantísimo para fijarles límites y, al mismo tiempo, ayudarles a utilizar esos dispositivos para desarrollar capacidades y no para que se vuelvan receptores acríticos de todo lo que llega a través de las redes. Creo que es sumamente importante la discusión en familia sobre lo que está en dichas redes sobre el uso que se le debe dar a esa información, sobre la relativización de esa información que recibe y sobre las discusiones y debates que se llevan a cabo a través de ellas.

La tecnología y las redes sociales podrían ser casi que un buen material, porque como llega tanta información y mucha es tan contradictoria e inclusive mentirosa, el hecho de discutir todo esto con los niños les va desarrollando a ellos la capacidad para pararse frente a posiciones, para discutir tranquilamente, para mirar situaciones y relativizar lo que pueda parecer que no es verdad. Creo que los dispositivos electrónicos y sus contenidos bien manejados podrían ser aliados en el proceso educativo. Para eso se necesita de una acción consciente de padres y educadores. 

CAMBIO: ¿Cómo ve el tema de la educación en el campo, sobre todo en las zonas de conflicto en Colombia?

C.M.V.: Las zonas de conflicto se deben priorizar en educación si queremos un sistema educativo más equitativo. Creo que existen las ofertas en esas zonas, pero, en muchas ocasiones, debido a problemas en la demora en la asignación de maestros y su rotación, la calidad de la educación puede ser muy deficiente. Para superar estos inconvenientes, teniendo en cuenta que son zonas muchísimo más difíciles, se tiene que garantizar la seguridad a los maestros. También creo que la tecnología nos puede ayudar a mejorar la calidad en zonas rurales y en las de violencia, pues nos permitiría dotar a esos maestros con herramientas para este fin. Adicionalmente, es importante revisar los incentivos para garantizar la continuidad de los procesos educativos en todo el territorio nacional. 

El actual gobierno ha priorizado en sus planes algunos de estos territorios, y ha propuesto orientar recursos hacia estas zonas. Asimismo, ha planteado que la educación debe dar respuesta a las poblaciones priorizadas. Para que esto sea así, el esfuerzo debe centrarse en el mejoramiento de la calidad. Es vital considerar la situación que viven los estudiantes en ambientes de violencia, en donde prima la agresividad y la amenaza y, en consecuencia, desarrollar desde la escuela ambientes que les permitan experimentar posibilidades de vivir en paz, respetando a los demás y aceptando las reglas para existir en sociedad. Es un hecho que los ambientes seguros y amables habilitan la posibilidad de desarrollar las demás competencias. 

‘La educación es fuente de felicidad’

Moisés Wasserman es un científico y académico reconocido a nivel nacional, muy respetado por su gestión como rector de la Universidad Nacional y por sus libros: La educación en Colombia y Buscando el futuro: educación superior en Colombia en el siglo XXI”. 

Además de sus columnas semanales en el periódico El Tiempo, en las que aborda no sólo temas relacionados con la educación y la ciencia sino también de coyuntura y actualidad, el investigador es bastante activo y crítico en la red social X.

CAMBIO conversó con el profesor Wasserman –para quien la educación es fuente de bienestar personal y social, de crecimiento cultural y de felicidad– sobre la relación entre ciencia, educación y democracia. 

CAMBIO: ¿Por qué es importante la información científica básica, transmitida a través de la educación, para garantizar una democracia?

Moisés Wasserman: Más que información científica, lo que se requiere es tener una actitud científica, de indagación, de búsqueda de la verdad y de confrontación, y sobre todo de confrontación de las propias ideas y creencias. Esto lleva, según mi opinión, hacia una sociedad mucho más racional y más democrática en el sentido en que es más respetuosa con las ideas de los otros, puesto que considera que las suyas no son un dogma absoluto. De esta manera, la investigación científica realmente apoya a la formación democrática y, más allá de eso, a una formación ciudadana. 

Moisés Wasserman
Moisés Wasserman, químico, académico, docente y exrector de la Universidad Nacional. 
Foto: Colprensa.

CAMBIO: ¿Cuál es su visión de cómo, desde la educación, se puede y se debe fortalecer la ciudadanía y la democracia en Colombia?

M.W.: Yo siento que hay suficientes evidencias, por no decir que abundantes, de que las sociedades que funcionan más adecuadamente y más benévolamente, con mayor comprensión de los distintos miembros de la sociedad, son las más educadas. Entre mayor es la educación, mayor es la posibilidad de que las personas realmente establezcan un sistema social de cooperación y de respeto por las ideas de los demás. Eso no quiere decir que no se contradigan: al contrario, contradecir las ideas es parte del respeto, siempre y cuando se haga con racionalidad y sin agresión. 

Creo que la educación prepara para todo eso. Hay muchísima evidencia de que cuando las sociedades son más educadas, la gente se porta mejor, de una forma civilizada, porque se llega a unos acuerdos de comportamientos más equitativos y más equilibrados. Y eso, en definitiva, es vivir en sociedad: llegar a unos acuerdos equitativos que les permitan a todos vivir lo mejor posible dentro de los límites que permitan que los otros vivan también lo mejor posible. Creo que esto es lo que sucede con la educación y, por eso, es tan importante no solamente para una formación tecnológica y para capacitar a las personas en su actividad profesional o económica, sino también para generar una sociedad equilibrada y benevolente con sus miembros.

CAMBIO: Hay quienes opinan que a los políticos les conviene mantener al pueblo ignorante porque eso aseguraría su permanencia en el poder. ¿Qué opina de esto?

M.W.: Opino que estos serían unos políticos muy malos, por los que no hay que votar. Pienso que la política no es algo horrible contra lo cual hay que luchar. La política es fundamental en la organización de las sociedades humanas, pues es la forma en la que hemos construido esas organizaciones humanas a lo largo de siglos, o milenios, inclusive. No hay que pensar que la política es algo necesariamente negativo. Cuando la política es negativa es porque tiene problemas. Yo diría que un buen político, en el mejor de los sentidos, que está trabajando por un mejor funcionamiento de la sociedad y de las relaciones entre las personas, está interesado, por el contrario, en que la gente entienda las cosas y que contribuya con su opinión a desarrollar y a construir mucho mejor aquellos proyectos que nos van a beneficiar a todos.

Aquí lo importante es entender que la educación no se termina cuando a una persona le dan el diploma, Es decir, no es únicamente la expectativa de un diploma. La educación ocurre todo el tiempo y puede permanecer todo el tiempo. Los buenos políticos, podríamos decirlo así, hacen un trabajo educativo cuando se dirigen a determinado público y tratan de explicar un problema mostrando cómo ven ellos la solución a este problema. Este es un proceso educativo y las personas de buena voluntad e inteligentes –que quisiera pensar son la mayoría– entenderán sus intenciones, estén de acuerdo o no. El proceso educativo no ocurre únicamente en el aula, con el tablero y con la tiza, sino que es toda esa actividad de intercambio de ideas.

CAMBIO: ¿Cuál cree que sería la mejor forma de interesar a las nuevas generaciones sobre temas relacionados con el funcionamiento de la democracia en Colombia?

M.W.: Los niños, por naturaleza, son curiosos y se interesan enormemente por lo que pasa en la realidad y quieren entender esa realidad. No hay que forzarlos a que se interesen. Hay es que transmitirles de la mejor forma posible y fomentar esa curiosidad que ellos tienen de forma natural, sin forzarla ni esforzarla, para que la entiendan bien. Hay que explicarles, darles distintas opciones y la posibilidad de que ellos también propongan soluciones. Creo que los buenos maestros saben hacer eso y, usualmente, tienen éxito. Cuando uno le plantea al niño un problema, éste inmediatamente empieza a buscar cómo resolver el asunto. Así funciona el proceso educativo y aplica también con los temas relacionados con la democracia en Colombia

Las conversaciones con Alejandro Gaviria, Cecilia María Vélez y Moisés Wasserman nos revelan que el futuro de Colombia depende en gran medida de la capacidad del país para proporcionar una educación equitativa y de calidad. La educación no sólo es un derecho, sino un pilar esencial para consolidar la democracia y construir una sociedad más justa. Enfrentar las desigualdades entre la educación pública y privada, garantizar el acceso en zonas rurales y en conflicto y aprovechar las herramientas tecnológicas emergentes son tareas urgentes. La pregunta que queda es: ¿Está Colombia preparada para asumir este desafío y transformar su sistema educativo para el beneficio de todos sus ciudadanos?

Esta nota hace parte de la serie periodística “Pensar con otros” realizada en alianza por CAMBIO y Grupo SURA. Creemos que entre todos podemos aportar a la construcción y fortalecimiento de la ciudadanía y la democracia en Colombia.

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