Crédito: CAMBIO: Yamith Mariño
CAMBIO revela la historia de un oscuro 'gurú' de yoga en Bogotá: mujeres denuncian abuso sexual y emocional
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Varias mujeres que hablaron con este medio afirman haber sido víctimas de Luis Alirio Agudelo Grajales, un hombre conocido en el mundo del yoga, que en "rituales de sanación" tocó sus genitales sin su consentimiento, las golpeó y las manipuló. Estas son sus historias.
La puerta del espacio de sanación está cerrada. El autoproclamado gurú, impoluto como siempre, va vestido de blanco de arriba abajo y lleva la barba profusa y larga. Una de sus alumnas, evidentemente alterada por la técnica de respiración vivencial que enseña el gurú y que consiste en inhalar y exhalar vigorosamente por la boca durante un tiempo prolongado hasta que el cuerpo entre en un estado hipnótico, yace boca arriba en la camilla del salón a merced de los dones del maestro, que para desbloquear sus traumas físicos y energéticos la toca por todo el cuerpo, incluyendo el chakra raíz: la vagina. El “ritual de sanación” puede repetirse varias veces, por semanas o meses, hasta que el maestro considere que los bloqueos sutiles, que se expresan más allá de la piel, los órganos sexuales, la materia, han sido desbloqueados.
El hombre se llama Luis Alirio Agudelo Grajales, es alumno de José Ramón Vega, uno de los pioneros del yoga en Colombia. Grajales ha enseñado y formado profesores de yoga durante décadas. Héctor Vega, hijo de José Ramón, le confirmó a CAMBIO la relación de profesor-alumno de su papá con Agudelo Grajales y añadió que tras la muerte de su padre, este atrajo a muchos de sus estudiantes e intentó montar la primera Asociación de Yoga en Colombia. Héctor nos pidió ser enfáticos en diferenciar las prácticas enseñadas por su padre con las maneras adoptadas por Grajales.
Hoy, el centro Unifinismo, con el que se le relaciona, sigue activo en su casa en un barrio residencial al norte de Bogotá.
Además de las denuncias públicas que existen en su contra y que lo acusan de abuso físico y sexual, CAMBIO recibió testimonios de tres mujeres que asistieron a sus clases y que afirman que fueron abusadas por Agudelo Grajales.
Vulnerabilidad, dependencia y temor: 'Se volvió para mí como una droga'
La primera denunciante, que pidió la reserva total de su nombre, describió a Luis Alirio Agudelo Grajales como un hombre sumamente inteligente y elocuente que se conoce las escrituras sagradas de pies a cabeza. En su caso, explica, llegó al centro del “gurú” en un estado psicológico y anímico de mucha vulnerabilidad y confusión que la llevó a acceder, repetidas veces, a las sesiones privadas en las que bajo la promesa de sanación y limpieza energética –y bajo los efectos de la respiración vivencial ya explicada; es decir en completa vulnerabilidad– Agudelo tocó sus órganos sexuales.
Según la denunciante, el método de enseñanza de Agudelo Grajales, además de los abusos y excesos físicos, está atravesado por un discurso implacable que desnuda la vulnerabilidad de las alumnas y le da al “maestro” un tremendo poder de influencia física y psicológica. Ella le relató a este medio que presenció cómo a otra mujer el gurú le jaló el pelo en plena sesión grupal y cuando la alumna lo confrontó, Agudelo le dijo que su reacción se debía a un trauma no tratado por el suicidio de su madre.
La enseñanza, explica la denunciante, usa preceptos de la filosofía hinduista para promulgar un ideal de evolución espiritual –iluminación– que alienándose de lo mundano, se enfoca en lo “verdaderamente importante”: el espíritu, lo etéreo, lo que trasciende al cuerpo y la materia. Esta dialéctica, que la víctima considera supremamente peligrosa en un país ignorante en tradiciones espirituales orientales, abona el terreno para abusos tanto psicológicos como físicos y discursivos. La autoridad intelectual, sumada a los años de práctica y enseñanza y a la elocuencia implacable, ponen al "gurú" en una posición de poder en la que las denuncias de abuso, además de sostenerse en el tiempo, son vistas como expresiones de debilidad espiritual por parte de la practicante.
Además, como las técnicas que usa el “maestro” tienen un efecto muy fuerte sobre el cuerpo y la mente, es normal sentir dependencia, confusión y mucho temor. “Lo que sentía en esas sesiones, aunque era muy fuerte, pasó a ser para mí como una droga”, dice la víctima, que le contó a CAMBIO que al dejar de asistir al centro recibió mensajes desobligantes por parte de alumnas vigentes de Agudelo, lo que generó aún más zozobra y dudas para denunciar su experiencia.
Violencia física y abuso sexual
La segunda mujer que habló con CAMBIO sobre Agudelo Grajales –y que también pidió la reserva de su nombre–, relató un caso muy similar. Si bien hizo la aclaración de que, en su caso, la respiración que usa el maestro para "sintonizar" a las alumnas antes de entrar a desbloquearlas no le generó un estado hipnótico, afirmó haber sentido mareo y fuertes náuseas.
El discurso del "gurú" en la sesión en la que, sin su consentimiento, le tocó la vagina, se basó en la necesidad de liberar y desbloquear su dimensión femenina, según él marcadamente reprimida. Además de tocarle sus órganos sexuales, para lograr el objetivo "terapéutico", Agudelo Grajales le dio sendos golpes en el pecho durante la sesión.
Lo más peligroso del método del "gurú", dice la denunciante, es que mientras ocurre, gracias a la elocuencia y la capacidad de Agudelo para hacer preguntas y juicios contundentes y profundos, no se tiene la sensación inmediata de abuso. Eso viene después, con el asco, la vergüenza y el desconcierto.
Normalización del abuso
La otra denuncia de abuso físico y psicológico por parte de Agudelo se la hizo a este medio Mariana Tovar, profesora de yoga colombiana. Gracias a la recomendación de dos personas cercanas, Tovar fue a una sesión grupal –junto a dos personas más– en la casa de Unifinismo en el norte de Bogotá. Al final de la práctica de yoga, cuando estaba en posición de meditación y en un estado de relajación, sintió que Agudelo Grajales la jalaba del pelo y, acto seguido, le daba un golpe en el pecho. Ante su desconcierto, el “maestro” respondió que los ataques no eran tal, sino un “mecanismo liberador necesario para la práctica”. Tovar añade que la impresionó ver la normalización del abuso psicológico y discursivo en las clases impartidas por el denunciado.
Además, le dijo a CAMBIO que intuye que puede haber otras víctimas, pero que el temor por la revictimización –el "eso no es para tanto"– puede estar inhibiendo la decisión de alzar la voz y denunciar.
CAMBIO fue hasta la casa de Luis Alirio Agudelo Grisales, que, desde la reja que separa la calle con el centro, vestido todo de blanco, con la barba profusa, larga y mascando mambe –hoja de coca tostada mezclada con ceniza de hoja de yarumo– nos citó para el día siguiente en las primeras horas de la mañana. Cuando regresamos para saber su versión sobre las denuncias, no había nadie en la casa. El señor tiene los datos del autor de esta nota para dar su versión, si así lo considera.
¿Por qué caen las personas en estos abusos?
Paola Campo es psicóloga de la Universidad Autónoma de Barcelona y maestra en psicología clínica. Ella también fue víctima de un gurú.
A raíz de que terminó una relación en la que estuvo por más de trece años, y como parte de su búsqueda espiritual, viajó junto a su pareja actual a Rishikesh, en el norte de la India, uno de los núcleos espirituales del país del yoga.
Por dos semanas, inscritos a un curso de meditación, se alojaron en el centro de yoga y meditación Real Happines de Rishikesh, bajo la guianza de su fundador y "gurú": Yogi Sanjay. Su caso de abuso sexual también ocurrió en un cuarto cerrado con llave, boca arriba, en ropa cómoda para la práctica de yoga y con los ojos cerrados.
Como el maestro se había mostrado sensible y cercano y les había convencido de que tenían un don especial para aprender y enseñar a meditar –cuenta Campo–, ambos accedieron a tener sesiones íntimas y privadas. Debido a que ella abandonaría el centro antes que su pareja, el “maestro” fue enfático en trabajar con ella, uno a uno, de forma más intensa y frecuente. El abuso por parte de Sanjay se sustentó también en la necesidad y en el “servicio” de desbloquear los chakras –los centros energéticos en la terminología del yoga–, sin preguntar antes ni tener reparo alguno al tocarle la vagina y los senos.
La influencia del “maestro” sobre ambos fue tal, explica Campo, que le costó mucho enunciar los hechos como abuso y, posteriormente, denunciarlos a través de sus redes sociales.
Ante la denuncia, el gurú indio hizo énfasis en que Campo había accedido voluntariamente a las sesiones privadas, en ropa ligera, y que ella misma había cerrado la puerta. Asimismo, a través de mensajes de texto el “gurú” afirmó que su intención al tocarle la vagina y las partes íntimas del cuerpo había sido únicamente terapéutica. La esposa de Yogi Sanjay amenazó a Campo con denunciarla ante la justicia india por sus declaraciones en contra de su pareja.
Para la psicóloga, el riesgo de caer en manos de gurús abusadores no pasa por el nivel de formación o inteligencia. Que ella, con un posgrado en psicología y después de haber acompañado a muchas personas en procesos de abuso haya sido víctima del falso maestro indio, es un ejemplo elocuente de cómo la vulnerabilidad, la confusión y la búsqueda de reparación interna desdibujan la realidad y bajan la guardia ante discursos y prácticas con consecuencias muy malsanas.
Además, explica que los maestros que abusan de sus alumnos suelen tener una elocuencia muy eficaz y sofisticada que genera admiración y obediencia. Su diagnóstico es que suelen ser personas marcadamente narcisistas que persiguen el control sobre la voluntad de quienes acuden a ellos en busca de enseñanzas o respuestas.
Entre sus estrategias, cuenta, está hacerle creer a los alumnos que tienen “algo muy especial” y que son ellos los indicados en potenciar sus dones. Así como “lavarse las manos y la conciencia” al hacer que sean las personas abusadas las que “voluntariamente” acudan a las citas, cierren la puerta, se quiten la ropa; todo bajo el discurso místico de la compenetración profunda y el adentramiento en la divinidad que está, escondida, detrás de la piel.
La culpa, la vergüenza, la recriminación, la rabia por sentirse “estúpida y manipulable”, aún cuando se sabe que el "gurú" se aprovechó de un momento de mucha fragilidad, son las emociones que según Campo más inhiben a las víctimas de advertir en voz alta sobre sus abusos.
El centro Real Happiness, a raíz de sus denuncias, cambió de sitio web e hizo una renovación de marca. Sin embargo, para su frustración, sigue funcionando y ofreciendo retiros bajo la dirección de Sanjay, uno de los gurús abusadores en el “corazón espiritual” de la India.
*Para esta investigación fue fundamental la ayuda investigativa de Matías Uribe, profesor de yoga que durante tres años se ha dedicado con rigor y vocación a denunciar gurús, tradiciones y centros con prácticas abusivas. Acá pueden visitar su plataforma.
Si usted, lectora o lector, tiene alguna denuncia, puede enviarla a [email protected].