"Es mayor la demanda de carne que el deseo de reforestar la Amazonia": Víctor Galeano, fotógrafo de la catástrofe amazónica

Los bomberos que combaten, a pesar e la precariedad, la candela que hace arder El Amazonas.

Crédito: Víctor Galeano

28 Septiembre 2024 10:09 am

"Es mayor la demanda de carne que el deseo de reforestar la Amazonia": Víctor Galeano, fotógrafo de la catástrofe amazónica

Hablamos con Víctor Galeano, fotógrafo de la Agencia Baudó, que estuvo en el Amazonas para contar la catástrofe de los incendios forestales.

Por: Juan Francisco García

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La Agencia Pública Baudó es un colectivo que, en sus palabras, hace periodismo que conecta comunidades y que “se asume a sí mismo como un actor para la transformación social a través de una investigación comprometida y una comunicación innovadora para aportar a la construcción de una sociedad más justa”. 

Su misión es transformar los territorios, liderando prácticas periodísticas frontales, críticas, colaborativas y transparentes para hacer frente a las problemáticas que atentan contra los derechos humanos de las comunidades en Colombia. Se enfocan en temas de medio ambiente, género e inclusión y memoria, paz y conflicto. 

Esta semana, a la vez con asombro y con terror, llegamos a su página web gracias al exhaustivo, literario, gráfico y riguroso cubrimiento que hicieron de los incendios forestales que se devoran al Amazonas colombiano. Su informe 'Cenizas en el monte' es una cobertura de gran formato que, con trabajo in situ, da cuenta del desgarrador panorama de esa selva que el presidente Petro llama el corazón del mundo

Conmovidos con la crónica 'Una selva que arde todos los días', hablamos con el fotógrafo y director de la cobertura, Víctor Galeano, sobre el reto de hacer periodismo de largo alcance sobre un tema que pone en entredicho la vida misma. 

CAMBIO: La cobertura que hicieron sobre los incendios provocados en el Amazonas es profunda y extensa. ¿Cómo son recibidas las entregas de formato largo por su audiencia? 

Víctor Galeano: Desde que inició Baudó, la apuesta fue por hacer periodismo transmedia, de gran formato e innovador. Hemos ido construyendo una audiencia y un público que está acostumbrado a los especiales grandes, y en los últimos tiempos se ha ido sumando mucha gente. Cuando miramos la data, esta arroja que hay muy buena acogida y permanencia de tiempo en la página. Nuestro público es independiente, y no estamos en la lucha de la masividad de los medios grandes. No nos da miedo poner un reel o un video de 5 minutos. Si el tema te interesa, lo ves. 

CAMBIO: ¿Con qué espíritu enfrentan las reglas de juego de estos tiempos en que los lectores quieren inmediatez y velocidad, incluso en temas tan complejos como el de la ganadería, los colonos y los incendios en el Amazonas? 

V.G.: Tenemos un espíritu de rebeldía que implica no estar de acuerdo con el sistema tradicional. Creemos que la gente hoy empieza a darse cuenta de que está siendo llevada a consumir a toda velocidad los temas que le interesan al sistema masivo, y de nuevo empieza a pedir espacios de reflexión y de valor. Además, lo hacemos por la seriedad de los temas que tocamos. Entendemos que la gente quiera divertirse y pasar mejor el día; pero los incendios en el Amazonas no pueden ir por ese lado. 

De la crónica Una Selva que arde todos los días. Foto: Víctor Galeano

CAMBIO: ¿Cómo no quebrarse, cómo no rendirse, ante la evidencia escalofriante que denuncian en su cobertura sobre la velocidad vertiginosa con que la selva arde todos los días?  

V.G.: Uno se quiebra. El tiempo y la experiencia y los años –llevo 15 años trabajando en territorio sobre Memoria– te dan herramientas para entender que no está en tus manos solucionar el problema y que lo que te corresponde es participar de la conversación y aportar al debate. Si uno logra quitarse ese peso, digiere mejor los temas; pero claro, cada vez que se vuelve del territorio, se vuelve con la carga de todo lo que se vio. 

En cuanto a rendirse… creo que lo he intentado un par de veces, y constantemente uno piensa que lo que hace no tiene sentido. Pero después, como cuando recibes un audio de alguien de las comunidades que visibilizaste, agradeciendo, y corroboras que se va a saber la problemática, sientes que el tiquete se pagó. Que vale la pena. 

CAMBIO: En el juego macabro de buscar culpables, cómo jerarquiza a los implicados según lo que observó en el trabajo de campo: el dominio oscuro de las Farc y ahora las disidencias; la ausencia del Estado; la ambición y voracidad de los terratenientes; la decisión de ganarse la vida a punta de ganado de los colonos…

V.G.: Una de las cosas que la reportería te hace entender, y que es quizá la más difícil de llevarle a la audiencia, es que al final no hay un culpable. Lo que hay es una sumatoria de causas que terminan en los hechos. 

¿Culpamos al campesino que fue y deforestó la selva? Si lo que necesita es trabajar y encuentra alguien que le paga por talar árboles para darle de comer a la familia. ¿El ganadero que está expandiendo ilegalmente su finca? Claramente, esa persona tiene responsabilidad, sabe que está tumbando monte y no le importa; pero también está en la lógica de que le es más fácil comprar selva que tierra con pasto en Córdoba. Las Farc, las disidencias, claro que tienen responsabilidad. Es curioso que pasaron de ser los que impedían la deforestación, a los que administran la deforestación para financiarse.

Sin embargo, yo creo que el mayor responsable es el Estado. Primero porque es el que más herramientas tiene para darse cuenta y actuar sobre terrenos que ahora son bosque y antes eran selva. Y segundo, porque si de verdad tienen interés, pueden trazar el recorrido de las vacas desde la selva hasta los sitios de comercialización. 

CAMBIO: ¿Cree que hay vuelta atrás o que seremos la especie que quemó el Amazonas? 

V.G.: Quisiera creer que hay vuelta atrás. Pero no estoy tan seguro. La deforestación corresponde a una demanda de consumo; y esta demanda justifica moralmente que existan estos hatos de ganado. Y además es que la selva que se está deforestando es selva primaria. Árboles milenarios que recuperarlos va a tomar cientos de años. Siento que la demanda y el consumo está por encima que los programas de reforestación. 

CAMBIO: Como fotógrafo, ¿cuál fue la imagen que más lo impresionó durante el trabajo en Calamar, Guaviare?

V.G.: Hay tres. La primera fue tener que andar por hora y medio a 80 kilómetros por hora para por fin encontrar árboles. La segunda fue ver, muy temprano en la mañana, todavía con niebla, un cementerio de árboles milenarios humeantes. La tercera fue ver la imagen del dron que contrasta la selva todavía viva y la deforestada.  

De la crónica Una Selva que arde todos los días. Foto: Víctor Galeano

CAMBIO: ¿Qué tanto trecho hay entre la conmoción simbólica y narrativa de sus crónicas y las acciones eficaces para aliviar lo que denuncian?

V.G.: Todo el trecho del mundo. Una cosa es ver, contar, comentar en redes sociales, y otra cosa es que ocurran cosas. Yo veo un montón de comentarios que dicen “hay que dejar de comer carne”. Luego hay que ver a la semana siguiente cuántas personas lo cumplen. Y en cuanto a las entidades… ahí sí que es nulo. Todas las organizaciones responsables saben que existe lo que denunciamos, y no han hecho nada. Y el día que hagan algo, quizá vaya a ser tarde. 

CAMBIO: Una cifra que dé cuenta de la dimensión de lo que está pasando en la Amazonia. 

V.G.: Para el año 2022, según el Ideam, solo el arco amazónico tenía un millón novecientas sesenta y seis mil ciento treinta hectáreas deforestadas. En 2023, que hubo una baja muy considerable, se deforestó 38 por ciento menos, según MinAmbiente; ahí llegamos a los dos millones. Este año hubo un incremento nuevamente del 41 por ciento. Así que entre el año 2000 y el año 2024 se han deforestado en la Amazonia colombiana dos millones doscientos veinticinco mil setecientos noventa y siete hectáreas. 

CAMBIO: Las fotos de la crónica que usted tomó son espectaculares. ¿Duele hacer arte de la tragedia? 

V.G.: Un montón. Hay un conflicto ahí. La ventaja que yo tengo es que primero pasé por la escuela de arte, así que la composición, la estética, lo visual ya venía desde allí. Lo que sí tuve que desarrollar con la fotografía y el documental fue la reflexión que generan las imágenes. 

De la crónica Una Selva que arde todos los días. Foto: Víctor Galeano

CAMBIO: ¿Cómo explica  el espíritu de ese cuerpo de bomberos que desde la precariedad se juegan la vida para apagar los incendios creados por la voracidad ganadera?

V.G.: Hermano, esos bomberos tienen pasión. Entonces se juntan dos cosas: la pasión por el acto de ser bombero y héroe, y el amor por su territorio y por su selva. Lo que esos 16, 17 bomberos hacen en la puerta del Chiribiquete, ponerle el pecho al fuego, afecta no solo a Calamar, al Guaviare, a Colombia: afecta al mundo entero. Deben ser reconocidos. 

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