
Sair García, testigo de la vida y la muerte del río Magdalena
El río Magdalena, con sus grandezas y miserias, son el eje de la exposición Volar el río, de Sair García. Una mirada de alguien que nació y creció en sus orillas.
Por: Eduardo Arias

Volar el Río es la última de una serie de exposiciones que Saír García le ha dedicado al río Magdalena. García, quien nació en Barrancabermeja, en esta serie de trabajos ha presentado escenarios en los cuales belleza y muerte confluyen todo el tiempo.
Su trayectoria ha establecido un puente claro entre el medio que utiliza para realizar sus obras y los temas. De ese modo ha utilizado el acero para representar el río. El petróleo encarna la bruma que envuelve a quien, a causa de la violencia, pierde su raíz para enfrentarse a lo desconocido; la luz que se refracta en el cristal grabado genera una ilusión de vida en la imagen del desaparecido que su familia ha buscado hasta el cansancio. Un drama que él ha vivido en carne propia, pues en 1988 desaparecieron a su hermano Martín y aún no se sabe nada de su paradero.
García recuerda a Barrancabermeja como un pueblo donde todos interactuaban de una u otra forma con el río, “que proveía la solución a muchas necesidades de todo el pueblo. A Barrancabermeja la tengo en mi memoria como un pueblo tranquilo, de gente trabajadora, pujante, muy alegre. Parte de eso se desprendía también de la influencia que ejercía el río, que finalmente era quien determinaba muchos de estos aspectos que caracterizan a toda la gente del Magdalena Medio”. Allí sucedían muchísimas cosas los domingos, los fines de semana, cuando llegaban las canoas con el pescado. Parte de eso ha tratado de retratarlo en las pinturas y en toda las obras que han sido el resultado de la investigación que llevaba su propio nombre: Magdalena.
“Mi relación con el río fue más un tema lúdico, de respeto, de admiración. Podía claramente entender su majestuosidad, su imponencia. Me parecía maravilloso verlo en esa agresividad de sus aguas. El río nos enseñó a muchos a quererlo. a admirarlo, a respetarlo y sobre todo a venerarlo porque era quien mantenía a una gran cantidad de la población de Barrancabermeja”. Señala que aquella fue una mirada muy ingenua e infantil. “Una mirada de sorpresa, muy sorpresiva, muy sorprendente, de todo lo que el río nos entregaba, nos transmitía y nos enseñaba. Esa de alguna manera fue mi relación con el río hasta mi adolescencia”.
Luego vino una etapa en su vida, cuando salió de Barrancabermeja, en la que su relación con el río fue más de temor. “Se empezaron a ver cosas que jamás me imaginé, como los cadáveres flotando. Se perdieron muchas de esas maravillas de los fines de semana. Incluso el río mismo fue desapareciendo. Se fue secando, en algunos momentos sedimentándose”.
García salió de Barrancabermeja en 1994 y empezó a ver el río como un individuo protagonista principal de la vida, de la trascendencia de Barrancabermeja, una ciudad que fue creciendo: Con ese crecimiento de la ciudad, del número de habitantes y de su riqueza también crecieron los problemas. Entonces García decidió estudiarlo , abordarlo de otra manera, investigarlo. Quería saber por qué se estaba muriendo, quería saber saber quién lo estaba matando. “Me parece muy triste que se acabe la navegabilidad, que esté agonizando en ciertas partes, que esté tan descuidado por parte del Estado, que lo sigan utilizando como una tumba. Me parece absolutamente triste como artista, como individuo, como ciudadano. He tratado de levantar mi voz a través del trabajo, a través de las investigaciones, a través de entrevistas para decir que se necesita más presencia del Estado, más presencia de los pueblos, más apropiación, más sentido de pertenencia”.
García siempre supo que el arte era el vehículo que iba a utilizar para poder hablar. “Hay ciertas licencias que las sociedades le entregan al arte y al artista para decir las cosas. Sabía que era una herramienta poderosísima y que iba a ser el arma para hacer catarsis. Hay muchas armas con las que uno puede hacer catarsis. A mí me desaparecieron un hermano en 1988. Cuando desaparecieron a Martín empezaron a surgir un montón de inquietudes, de preguntas. Mi decisión fue refugiarme en los procesos creativos. El arte ha sanado muchos de los aspectos que me dolieron y que me hicieron tanto daño, no sólo a mí sino a mi familia. Poder hablar por mis hermanos y por mi madre de esta manera tan sublime como lo es el arte ha sido maravilloso y contundente”.
García también ha hecho énfasis en que su obra es un homenaje a la resistencia. Siempre ha tratado que sus obras respeten la
desaparición forzada, el desplazamiento forzado, el asesinato de líderes sociales, los crímenes de lesa humanidad. García señala que siempre ha tratado de reivindicar el dolor que ha sufrido una viuda. Reivindicar el dolor que que ha sentido y sentirá por el resto de su vida la madre de un desaparecido, el hermano de un desaparecido, una familia desplazada. “A lo largo de mis poco más de 20 años de carrera he tratado de rendir homenaje a un pueblo luchador como lo es el colombiano.
Algo que llama la atención a lo largo de la obra de Samir García son los materiales que utiliza. Al respecto él dice que siempre ha tratado de explorar nuevos materiales, nuevos soportes o nuevos pigmentos para trabajar. “Magdalena es la única serie en la que utilizo acero inoxidable. Es una metáfora del río que adquiere una dimensión de placa metálica, una gran placa metálica que se mueve y que a ciertas horas del día cambia”. A lo largo de su carrera ha explorado nuevos soportes, nuevos pigmentos como petróleo crudo, cierto tipo de maderas tratadas, algunas tierras, reactivos químicos.

El arte le ha permitido mirar desde afuera todo lo que le ocurría a la gente en Barrancabermeja. “Yo no nunca tuve la sutileza de poder ver todo lo que lo que ocurría. Eso generalmente me ha sucedido con ciertas poblaciones a lo largo del río que, cuando los pongo a ver sus entornos que yo he pintado y que les hemos que les muestro en exposiciones, ellos se asombran de ver la majestuosidad de las cosas que tienen donde viven, donde están inmersos y quizás eso me pasaba a mí cuando era niño. Al salir tuve la posibilidad de observar esto desde otra óptica”.
García señala que vive simple y llanamente agradecido con el río. “Creo que es un sujeto con derechos, un individuo majestuoso que no solo nos riega y nos baña sino que también nos alimenta. Cuando yo era niño nos enseñaron que el río era tenía esa capacidad de generar vida, de llevar desarrollo. Por el río Magdalena entró la gran colonización de este país, el desarrollo y el progreso de este país. Entonces, ¿cómo explicar que también sea sinónimo de muerte? Quizá la respuesta sea que estamos en una sociedad enferma. Vivimos en una sociedad bastante maltratada, bastante desinteresada donde el desinterés por muchas cosas ya se ha vuelto tan grande y se ha vuelto tan complejo que transformamos todo eso que genera vida lo transformamos en cosas trágicas. Quizá ese sea uno de los sentidos de estar en este mundo. Quizá lo que genere vida está destinado a la muerte y de pronto es ese sea el verdadero curso del río”.
Galería Duque Arango
Carrera 37 No. 10ª-34
Medellín
