Villancicos: la historia poco conocida de las canciones de Navidad
El villancico llegó a la actual Colombia con los españoles. La mayoría de los que se compusieron o interpretaron en estas tierras los conocen pocas personas. Este es un viaje que le permitirá descubrir un tesoro que, para muchos, permanece oculto.
Por: Eduardo Arias
Cuando se piensa en la palabra 'villancico', inmediatamente llegan a la cabeza Tutaina, Los peces en el río, A la nanita nana, Campanas de Belén e incluso el trágico y melodramático Mamá, ¿dónde están los juguetes?
Sin embargo, esos no son los únicos villancicos propios de estas tierras. Por el contrario, con los españoles llegaron a América los primeros de estos cantos y, con ellos, una tradición que se mantiene hasta nuestros días, aunque son más bien pocas las personas que saben de la existencia de estas piezas musicales de la época colonial.
El origen de los villancicos se remonta al siglo XIV, en España. El término se refiere a que eran las canciones que imitaban los bailes y los cantos de los villanos, como se denominaba entonces a los labradores y campesinos.
Y aunque la palabra villancico se asocie con la Navidad, no todos los villancicos eran religiosos y no todos los villancicos religiosos eran navideños o de la fiesta de Reyes. También se escribieron villancicos para festividades como el Corpus Cristi y, en menor grado, para la Semana Santa. De todas maneras, la mayoría de ellos tenían como finalidad el festejo de la Navidad.
Uno de los musicólogos que más tiempo le ha dedicado a investigar los villancicos que llegaron y se escribieron en la actual Colombia y en América Latina en general, durante el período colonial, y también a interpretarlos porque además es un muy buen músico, es Egberto Bermúdez, director del grupo Canto, quien en la actualidad es profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia y coordinador de la maestría en Musicología de dicha institución. Con el grupo Canto Bermúdez ha grabado varios discos en los que se han interpretado algunas de estas piezas.
De acuerdo con Bermúdez, los primeros compositores arribaron a Hispanoamérica a finales del siglo XVI. “El primer compositor español llegó aquí en 1584 y unos cuantos más vinieron después. Ya a mediados del siglo XVII comenzaron a aparecer los maestros locales”, dice. El primero de ellos fue Juan de Herrera, quien estuvo activo hacia 1680. Pero 100 años antes había llegado Gutierre Fernández Hidalgo, que permaneció dos años en Santa Fe, para irse luego a Quito, a Lima y al Cusco y terminó su vida en La Plata (hoy Sucre, Bolivia), muy cerca de las minas de Potosí.
Una tradición muy arraigada
Los villancicos formaban parte de las ceremonias religiosas. Como recuerda Bermúdez, la Misa de Gallo de ahora es un remanente de esas celebraciones de la Noche de Navidad. Los villancicos se cantaban en lo que se conoce como los Responsos de Maitines, o sea, a la hora de Maitines, que corresponde a la medianoche. Durante la ceremonia se llevaban a cabo unas lecturas del Evangelio a las que seguían unos responsos o respuestas en latín, al menos en la tradición católica original. Sin embargo, en España, durante la época de la conquista del reino de Granada, se cambiaron esas respuestas en latín por villancicos cantados en castellano para que toda la gente entendiera el mensaje. Esto era de gran importancia en aquel momento, ya que el objetivo era evangelizar a personas que habían abrazado el islam cuando allí dominaban los moros. “Hernando de Talavera, que fue arzobispo de Granada, parece que se lo inventó, aunque no se sabe. De ahí viene la tradición. Los villancicos eran nueve. Se cantaban en las tres lecturas y sus responsos de la hora de maitines, en la Nochebuena del 24 de diciembre”, explica
Muy pocos de los villancicos que se cantaban en las iglesias de América Hispánica se escribieron en estas latitudes. “Tenemos muy pocos villancicos de compositores criollos, o sea, de músicos nacidos acá. La mayoría del repertorio que hoy conservamos es de origen español”, agrega.
La edad de oro del villancico español se dio en la segunda mitad del siglo XVII, que corresponde a la época de Pedro Calderón de la Barca. “Hay muchísimos villancicos con textos de Góngora, de Calderón, de Lope de Vega y también, curiosamente, de sor Juana Inés de la Cruz, la monja de México”, dice Bermúdez.
Un aspecto bien llamativo de algunos de estos villancicos es la manera como relacionan a Europa con las raíces africanas e indígenas. En algunos de ellos se imita la manera como pronunciaban el castellano. “El villancico era jocoso. La idea era que todos los que existían en el mundo, incluyendo los burros y las vacas, fueran a adorar al recién nacido. Eso incluía a negros e indios. Entonces, estos textos imitaban su manera de hablar y eso lo encontramos en los villancicos del siglo XVII”. Bermúdez considera que eso no debe verse desde la perspectiva de hoy, sino desde la de entonces. “Hay que saber que los que más se ríen de los chistes sobre irlandeses son los irlandeses. No podemos verlo como que aquello era un signo de dominación. La sociedad colonial era bastante más tolerante que lo que la gente piensa. No todos los negros eran esclavos. Es un mundo muy difícil de comprender desde la perspectiva de hoy, donde tenemos todo totalmente compartimentalizado. Vivimos en un mundo muy maniqueísta, especialmente en este país. La sociedad colonial era muy diferente. Se aceptaba que había una diferencia, pero el mensaje global era que ellos estaban incluidos en esa idea de adorar a un recién nacido”.
Por todo el mundo
Muchas de estas partituras se encuentran por fuera de América Latina y, de acuerdo con Bermúdez, eso tiene una explicación. “El libro viejo es un problema de quien guarda mejor las cosas y las guardan mejor en otros sitios que en el mundo hispánico”. Escoger cuáles son los villancicos de la colonia más característicos es muy complicado porque, tal como lo señala este experto, el villancico es un tema local, “Son miles de miles. Nosotros hemos grabado los de aquí, los que me gustan a mí, los que parecían más representativos. Pero si se toma un disco mexicano, aparecen muchos más. Nosotros tenemos la virtud de tener villancicos españoles, pues esos son los que gustaban en Madrid y los que estaban de moda”, dice.
Los villancicos funcionaban un poco como los hits musicales, que cambian continuamente. “Nadie se atrevía a cantar un villancico que ya se hubiera cantado el año pasado. No era posible reciclarlo. Uno no puede hacer reír dos veces a la gente con el mismo chiste”, explica. Por esa razón, se buscaba que fueran nuevos y se componían nuevos villancicos. Había mucha circulación de manuscritos entre las diferentes ciudades y no sólo de las partituras sino también de los pliegos de villancicos que se imprimían para entregarlos a la entrada de las parroquias en la noche de Navidad. En estos pliegos no estaban las partituras, pero sí los textos de los villancicos que se iban a cantar. Ese material se conserva en muchos archivos de Europa. En Gran Bretaña y en España hay muchísimas colecciones de esos pliegos, lo que permite saber cuáles villancicos se cantaron en la noche de Navidad en determinada iglesia, en un año determinado. Y Bermúdez agrega que eran tan importantes las celebraciones de Reyes Magos o Epifanía, como los de Navidad.
Cinco villancicos del pasado que recomienda Egberto Bermúdez. Oígalos aquí.
Oiga niño mío de mi corazón - José Cascante (c.1605 – 1678)
Morenas gitanas - Juan de Herrera (c.1661-1738)
Toca la flauta – Alonso Torices (c. 1634 - 1684)
Al dichoso nacer de mi niño – Juan Hidalgo (1614 – 1685)
Los negritos - Manuel M. Rueda (? - c.1881)