Petro, enemigo de las mujeres: por Matilde de los Milagros

Matilde de los Milagros y Gustavo Petro en el debate organizado por las feministas durante la campaña presidencial.

Crédito: Archivo particular

15 Diciembre 2024 12:12 am

Petro, enemigo de las mujeres: por Matilde de los Milagros

Matilde de los Milagros, periodista y editora feminista, escribe sobre la traición del presidente al movimiento que ella representa.

Por: Matilde de los Milagros

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Tuvimos importantes pistas de lo que sería el irrespeto de Petro hacia el movimiento feminista en el debate histórico que organizamos y gestionamos diversas colectivas feministas y de derechos humanos el 2 de junio de 2022.

El único candidato confirmado, Gustavo Petro, llegó al teatro que lo esperaba, repleto, con tres horas de retraso, después de haber hecho todo lo posible para no asistir: mandó a su copartidaria María José Pizarro a tratar de convencernos de que ella podía remplazarlo en la tarima, incluso diciéndonos que el retraso de Petro se debía a que su vida corría peligro, y que por favor entendiéramos la gravedad de la situación, cuando ya el esquema de seguridad del ahora presidente nos había avisado que él estaba apenas saliendo de una reunión política con un tradicional líder de la oposición.

Petro también nos mandó a decir que era mejor que se conectara virtualmente, sugiriendo dejarnos plantadas con un evento presencial montado, sin un puesto vacío, y que no sólo había sido económicamente costoso, sino que nos había tomado meses de ardua y comprometida articulación entre Volcánicas, la Red Nacional de mujeres, Artemisa, Caribe Afirmativo y muchas otras organizaciones civiles organizadoras. Nos paramos en la raya y dijimos que no: Petro debía cumplirle a las feministas y preferimos esperarlo que llevar a cabo una versión del evento que traicionara nuestro esfuerzo colectivo.

Cuando el candidato se subió por fin a la tarima, tres horas más tarde, mis otras dos compañeras presentadoras del debate se pararon respetuosas a saludarlo, pero yo me quedé sentada en la silla. La rabia por las excusas contradictorias y mentirosas sobre su demora y la angustia de que nuestro esfuerzo pudiera perderse se me notaban en la cara. El detrás de cámaras del evento fue muy tenso y el irrespeto del candidato a los organizadores innegable. Aun así, alcancé a pesar: "al menos Petro vino", mientras el otro candidato, Rodolfo Hernandez, ni siquiera respondió a nuestra invitación. Frente a esa desidia, el irrespeto del ahora presidente se sintió mucho menor.

Tenía muchas reservas sobre Petro, pero estaba decidida a votar por él y por Francia Márquez, su fórmula vicepresidencial. A pesar de mis críticas y miedos sobre el candidato, sentí genuina ilusión con la promesa de un proyecto político nunca antes visto en Colombia, el de la izquierda que hablaba sobre todos los temas que la derecha es experta en minimizar: la garantía de los derechos humanos, la defensa de las minorías, el rescate a un proceso de paz hecho trizas por el gobierno de Duque, igualdad y cuidado de la vida, redistribución de recursos, reparación a víctimas, reconocimiento de la crisis medioambiental y una mujer negra en el poder, un hecho político sin precedentes en Colombia, una deuda histórica que me sentí obligada a defender.

¿El candidato era imperfecto? Naturalmente. Todos lo son. Además, Hernández era más que imperfecto: era un troglodita. Mi voto se fundamentaba en la convicción de que el rumbo político de Colombia debía cambiar radicalmente y el opuesto a la tradición política colombiana era la izquierda. De esa convicción no me arrepiento: de todo lo que motivó mi voto me siento aún orgullosa.

Foto
Crédito: Archivo particular.

Y aunque estaba preparada para múltiples y diversas decepciones, no me imaginé, ni en mis peores pesadillas, que el candidato de izquierda que se puso el pañuelo verde en el debate feminista y que mirándome a los ojos prometió defender a toda costa la seguridad y los derechos de las mujeres, fuera en realidad el caballo de Troya del más rampante y violento patriarcado. El 'gobierno del cambio': la nueva era de una misoginia legitimada y premiada desde la figura más importante de nuestro poder político, el presidente de la República, con repercusiones simbólicas y materiales letales para las mujeres.

Es así como, en su presidencia, Gustavo Petro ha nominado y otorgado cargos políticos a múltiples hombres señalados y denunciados por violencia de género en una muestra clásica del pacto patriarcal. A sus amigotes de farra los ha vuelto intocables y las víctimas de presuntos maltratadores como Hollman Morris, Armando Benedetti, Víctor de Currea, Alex Flores, Fabián Sanabria y, ahora, Daniel Mendoza, tienen que ver a sus 'violentadores' en el poder.

El mensaje que manda el presidente a las mujeres es ensordecedor: la violencia de género no le importa y esa realidad para las víctimas de violencia de género es una sentencia de impunidad y repetición. Si las denuncias a esos hombres poderosos resultaron en puestos políticos y nombramientos, pues las denuncias de ellas, como dijo Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, no tienen oportunidad sobre la Tierra.

¿Le importa a alguien dentro del Gobierno la vida y seguridad de las mujeres? Sé que sí, pero eso a Petro lo tiene sin cuidado. El presidente no oye a nadie y hace lo que se le da la gana: no representa un proyecto, el proyecto es él. Él y sus amigos de parranda. Todos los esfuerzos de las personas preparadas y comprometidas que para él trabajan se ven opacados por su autoritarismo y megalomanía. Miramos este Gobierno y nos encontramos con las mismas formas de siempre: corrupción, clientelismo, violencia política, incumplimiento y desprecio hacia las mujeres que han sido víctimas este año con una cifra que posiblemente, al final de diciembre, llegue a los mil feminicidios. Tenemos de presidente a un hombre que no ve problema alguno en nombrar como embajador de Colombia en Tailandia dos países reconocidos mundialmente por el tráfico y la explotación sexual de niñas a un señor que con sus trinos (supuestamente apartados de una de sus novelas, pero sin comillas ni contexto alguno) hace apología a la pedofilia y la violación. Disonancia cognitiva absoluta. Para fortuna de nuestra política exterior, supuestamente feminista, el señor declinó el nombramiento tras la presión pública de las mujeres y feministas, según él para no ser amordazado por los lujos de una embajada.

Nada de esto se parece al proyecto político por el que voté y al que le trabajé con sudor y lágrimas, llevando al límite mi salud mental. Recuerdo con algo de vergüenza haberme conmovido hasta el llanto cuando, en su discurso de triunfo, Petro habló sobre la “política del amor”. Esa mención al amor me esperanzó enormemente porque, como feminista, entiendo el poder político del concepto. Pero se ha hecho evidente que el amor del que Petro hablaba, y al que se refirió en uno de sus últimos discursos bochornosos y embriagados, es el amor del patriarcado que todo tiene de violento y nada tiene de amor. El amor, señor presidente, no violenta ni miente ni manipula. Las feministas eso lo entendemos y llevamos décadas tratando de explicarlo para que dejen de matarnos y violentarnos en nombre del amor.

Foto
Crédito: Archivo particular.

Es un hecho: a las mujeres colombianas el deseo de una vida libre y segura para vivir y para amar sí nos moviliza y, desde Volcánicas Revista, plataforma de periodismo feminista latinoamericano que cofundé y de la que fui editora general hasta finales de 2022, lo teníamos claro. Estábamos convencidas de que las mujeres teníamos el potencial de ser una fuerza democrática determinante en las elecciones y acertamos: el voto femenino sí movió la aguja que llevó a Petro a la presidencia, y las mujeres salimos y votamos con convicción.

¿Pero cómo podíamos saber que Petro nos estaba mintiendo? ¿Por qué debíamos desconfiar del único candidato con propuestas a nuestro favor? No teníamos cómo anticipar que estábamos votando por nuestro enemigo, porque el enemigo real de las mujeres es el poder que protege a quienes nos violan, nos matan, nos manipulan y nos maltratan. El enemigo real de las mujeres es un sistema que encubre y desampara nuestras denuncias, que le da poder a los denunciados y mantiene el pacto entre los hombres diciendo: 'si tú me cubres, yo te cubro, y así seguimos violentando ad infinitum'. El enemigo de las mujeres en Colombia, podemos entonces concluir, es Petro, el presidente que ayudamos a elegir.

Las feministas fuimos una herramienta muy útil en la escalada política de Gustavo Petro que instrumentalizó nuestro discurso hábilmente y en el debate que organizamos con tanto esfuerzo él encontró una plataforma perfecta para su puesta en escena. Y esto no habla mal de nosotras. Al contrario, si algo demostró la movilización de las mujeres a las urnas en las elecciones del 2022 es que, unidas, tenemos poder y estamos dispuestas a participar de esta democracia organizándonos alrededor de las causas que nos importan, las que buscan protegernos. No fallamos nosotras: nos falló él y, de eso, puede estar seguro el presidente. No nos olvidamos.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí