Maribel Porras, la niña que corría a ver aviones y se convirtió en la primera mujer piloto de Avianca

La piloto Maribel Porras, se retiró el pasado 5 de junio luego de volar por más de 40 años.

Crédito: Cortesía

23 Junio 2025 03:06 am

Maribel Porras, la niña que corría a ver aviones y se convirtió en la primera mujer piloto de Avianca

Luego de casi 45 años volando, la capitán Maribel Porras se despidió de los cielos al cumplir la edad límite para pilotear vuelos comerciales. Fue la primera mujer en ponerse al mando de una cabina en Avianca y abrió el camino para cientos de jóvenes que hoy sueñan con conquistar el aire.

Por: Carolina Calero

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El 4 de junio de 2025, la capitán Maribel Porras comandó el último vuelo de su carrera justo antes de cumplir los 65 años. El vuelo, proveniente de París, fue recibido en el Aeropuerto El Dorado por familiares y amigos suyos que le dieron la bienvenida en medio de aplausos y admiración por abrirse camino en una industria dominada por hombres. Luego de 45 años volando, llegó la hora de decirle adiós al cielo.

“Me da tristeza dejar mis aviones porque es lo que estoy acostumbrada a hacer, pero me siento feliz, dichosa de cerrar con broche de oro este capítulo en la compañía de mis sueños”, dijo, la aún capitán en medio de una mezcla de sentimientos de gratitud y nostalgia en entrevista para CAMBIO. 

Porras entró a Avianca en 1987 como copiloto. Ocho años después, se convirtió en la primera mujer en comandar un vuelo en América Latina, un paso decisivo en la apertura del camino para otras mujeres en la aviación comercial. Su paso por la aerolínea se extendió durante 38 años, en los que vio transformar no solo la tecnología de los aviones, sino también el lugar que ocupan las mujeres en la industria.

Desde siempre quiso volar

Antes de saber leer, Maribel ya sabía reconocer un avión por el sonido. Bastaba con que se escuchara el rugido de un motor en el cielo para que dejara lo que estuviera haciendo y saliera corriendo a las ventanas de su casa en Bogotá, mirando hacia arriba intentando identificarlo. De niña, era siempre la primera de nueve hermanos en estar lista cuando su papá tenía que viajar. No porque quisiera despedirse, sino porque le emocionaba ir al aeropuerto a ver aviones. 

“Todavía escucho un avión y empiezo a mirar al cielo, es algo como una conexión desde siempre”, recuerda.

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A medida que fue creciendo, sus ganas de volar aviones y verlo todo desde arriba, fueron más fuertes. Crédito: Cortesía.

Aunque en su infancia no había mujeres piloto en Colombia, ella nunca dejó de soñar con volar. También sentía una fuerte atracción por la medicina, tanto es así que llegó a tomar cursos libres en la Universidad Javeriana con la intención de ingresar a esa carrera. Pero al descubrir que requería dedicación de tiempo completo, comprendió que, si quería seguir su verdadera vocación, debía tomar otro rumbo.

“Le digo a mi mamá que definitivamente yo como que quiero ser piloto, entonces ella me dijo vamos, averiguamos. Mi papá como viajaba mucho le dejaba la plata del mercado, de los servicios, de todo… dijo: si esto es lo que te gusta, vamos. Y ese mismo día me matriculé”.

Sin embargo, su papá le puso una condición para continuar con su pasión. Maribel debía obtener un título universitario alternativo, por eso se inscribió en nutrición y dietética. “Para poder combinar las dos, para cumplirle a mi papá y cumplir mis sueños”, cuenta.

Mientras tanto, avanzaba en su formación como piloto, que en ese entonces no requería tantos requisitos como hoy. Se graduó a los diez meses de la Escuela de Aviación Los Andes, conocida como AeroAndes y, apenas una semana después, consiguió su primer empleo volando para una compañía de servicios petroleros. Entonces tomó una decisión definitiva: priorizar su carrera en la aviación.

Haciendo historia entre hombres

Durante siete años, Maribel Porras voló en vuelos chárter, trabajó como instructora y acumuló experiencia en el aire mientras esperaba una oportunidad que para entonces parecía improbable: ingresar a Avianca. Hasta 1987, la aerolínea más grande del país no contrataba mujeres como pilotos. Fue ese año, cuando por fin se abrieron las convocatorias que cambió su historia.

Entrar como copiloto fue el primer paso. Más adelante, se convertiría en la primera mujer en comandar un Boeing 767 en América Latina, abriendo un camino que nadie antes había transitado. Su enfoque era estudiar, prepararse, pasar todas las pruebas.

“Tal vez desde afuera la gente lo puede ver así, como si tuviera que esforzarme el doble por ser mujer, pero no. Aquí todos estudiamos a la par, porque todos los que estamos ahí es porque hemos pasado todo”, expresó. 

No se trataba de competir contra los hombres, sino de romper una barrera que durante décadas se consideró natural. Lo que la impulsaba no era demostrar nada, sino la certeza de que las mujeres también podían estar en la cabina.

“Hice mucha investigación. Se veían solo hombres, pero en otros países ya había mujeres, entonces me pregunté: ¿por qué acá no? Si uno quiere que el país progrese, tiene que progresar en todo. Los estigmas, los paradigmas. No hay que ponerse limitaciones”, dijo.

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Solo hasta 1987 Avianca empezó a contratar mujeres piloto. Crédito: Cortesía.

Mirando hacia atrás, Porras habla con gratitud con Dios –a quien nombra en varias ocasiones como guía de su camino–, y con Avianca, a la que califica como la empresa de sus sueños, por haberle abierto las puertas cuando era impensable. “Estoy feliz, feliz de haber estado aquí volando. Para mí es un orgullo”, dice, al recordar que hoy, varias décadas después, son cada vez más las niñas que sueñan con una carrera en la aviación, y que ahora, gracias a su historia, saben que es posible.

Según datos de 2024 de la Sociedad Internacional de Mujeres Pilotos de Avión (ISWAP, por su sigla en inglés), y a la Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés), solamente el 8 por ciento de los pilotos son mujeres a nivel mundial.

Testigo del paso del tiempo y los cambios en la aviación

Los casi 45 años en los que Maribel Porras voló también fueron años de transformación profunda en la aviación. Cambiaron los cielos, cambió la tecnología y, por fortuna, también cambiaron los rostros que los habitan.

Como decimos en la compañía, hoy el cielo es de todos”, dice con una sonrisa. Ya no es raro ver mujeres en cabina, ni niñas que sueñan con pilotear un avión. Lo que parecía inalcanzable cuando ella empezó –en una industria que no contrataba mujeres como pilotos– comienza a ser parte de la normalidad. Esa evolución, que ella presenció de primera mano, la llena de satisfacción. “Esto está muy bien. Se están abriendo las puertas y eso está perfecto”.

Pero en esas más de 40 décadas no solo cambiaron los rostros de quiénes vuelan, sino cómo se vuela. En sus primeros años como piloto, Porras cuenta que cargaba pesados maletines llenos de manuales de vuelo. Hoy, todo cabe en un iPad.

Antes, para cruzar el Atlántico, desplegaban mapas de papel y señalaban a mano la posición del avión. Ahora, la navegación está completamente digitalizada. Incluso la comunicación con las estaciones en tierra se transformó, de transmisiones de alta frecuencia pasaron a algo tan familiar como un chat. “Es como si estuvieras escribiéndote con el centro de control”, explica.

"Allá arriba tenemos la mejor oficina del mundo"

De todas las rutas que voló en su carrera, hay una que la capitán Maribel Porras guarda con especial cariño, la de Bogotá-Nueva York. No tanto por el destino, sino por la compañía. Durante años, compartió cabina con su esposo, también piloto, ambos al mando de un jumbo.

“Él como comandante, yo como piloto. Volábamos más que todo esa ruta. Hoy mi esposo ya no está, murió de un cáncer de próstata hace siete años, pero esa ruta la recuerdo con mucho cariño”, dice, con una mezcla de gratitud y nostalgia, admitiendo que, aunque cada destino tiene su encanto, esta tiene un valor especial.

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Una de sus rutas favoritas era la que compartía con su esposo, también piloto. Crédito: Cortesía.

Volar no solo fue su trabajo. También fue su refugio. En el año 2000, tras la muerte de una de sus hijas, le pidió a la aerolínea no dejarla en tierra. Quince días después, enfrentó una emergencia a bordo de un MD83 que viajaba de Bogotá a Curazao en la que una falla hidráulica los obligó a declarar emergencia y aterrizar con protocolos especiales. “Cuando aterrizamos y todo había salido bien, miré el reloj. Era exactamente la hora en que mi bebé había partido. Yo dije: aquí está ese angelito que me cuida”.

Desde entonces, cada vuelo tuvo otro sentido. La cabina fue también un altar entre las nubes. “No sé quién nos cuida allá arriba, pero alguien está”, dice. Y quizá por eso repite con convicción que, más allá de los instrumentos, los controles y las rutinas, “allá arriba tenemos la mejor oficina del mundo”.

Un sueño que se cierra… y otro que despega

“Para mí este es un sueño que se acaba de cerrar y de concluir, pero yo tengo siempre el pensamiento de que una vez tú terminas con un sueño debes empezar otro”. Con esa certeza, la capitán Maribel Porras empezó a escribir un nuevo capítulo de su vida, esta vez lejos de las pistas, pero con la misma emoción de siempre.

Junto con su hija, de 33 años, está escribiendo un libro. Será su forma de dejar testimonio de sobre la niña fascinada con los aviones, la joven que desafió paradigmas y la mujer que abrió camino en una industria que antes no pensaba en femenino. Y aunque no adelanta muchos detalles, asegura que lo que viene será una sorpresa.

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