
¿Por qué la suspensión de los diálogos con el ELN deja herida la paz total?
Un grupo de miembros del ELN
Crédito: José Báez - CAMBIO
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Cuando falta un año y medio para que el presidente Petro entregue el poder y ante la incertidumbre de quién ganará las elecciones de 2026, la principal bandera de reconciliación del Gobierno pierde oxígeno. Análisis
Por: Armando Neira

La decisión del presidente Gustavo Petro de suspender los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) por cometer “crímenes de guerra” en el Catatumbo, deja herida la política de paz total, principal bandera del Gobierno en su búsqueda de la reconciliación entre los colombianos.
Se trata del grupo con mayor peso entre la decena con la que el Gobierno intenta llegar a acuerdos. Entre ella están, además, las disidencias de las Farc, como el Estado Mayor Central (hoy fraccionadas) y la Segunda Marquetalia, los Pachenca o Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada, los Shottas y los Espartanos, de Buenaventura, y el expansivo Clan del Golfo.
Los testimonios dan cuenta de que, durante este fin de semana, comandos del ELN provenientes de Arauca –y posiblemente del otro lado de la frontera– fueron casa por casa buscando a los firmantes de paz, excombatientes de las Farc, para asesinarlos.
En simultáneo, atacaron a las disidencias del EMC en varios caseríos de la zona. Van en busca de Andrey Avendaño, jefe del frente 33 del EMC y negociador con el Gobierno, a quien no le perdonan su intención de firmar la paz. Este acusó al ELN de atacar sus unidades y de matar a civiles desarmados. Algunas fuentes cifran entre 30 y 40 los muertos.
De la paz total al caos total
Aunque las mesas del Gobierno con los distintos grupos armados son separadas y se encuentran en puntos geográficos diversos, este ejemplo de lo que ocurre en los territorios pone en evidencia la fragilidad de todos los procesos.
“El ELN quiere controlar fronteras para propósitos geopolíticos” a través de “tuna política de aniquilamiento”, dice Camilo González Posso, jefe de la delegación de paz del gGbierno con las disidencias de las Farc que ahora navegan en un mar de incertidumbre.
En cuestión de días se sumaron varios factores que hacen muy difícil revertir el diagnóstico sobre el crítico estado de la paz total: en primer lugar, el golpe de facto dado por Nicolás Maduro, quien protege a la cúpula del ELN por afinidad ideológica y porque en Venezuela le sirve de brazo paramilitar para defender la revolución. lo ismo sucede con el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, quien llega flanqueado por auténticos halcones para quienes las conversaciones con ilegales son una pérdida de tiempo. Por último está el inicio anticipado de la campaña electoral en Colombia, donde los aspirantes saben que el discurso de mano dura puede darles más réditos políticos.
De hecho, entre quienes hasta ahora han decidido lanzarse hay algunos que le reclaman a Petro no por poner en pausa las negociaciones con el ELN, sino por no haberlo hecho antes. Para ellos, la única salida es la confrontación militar sin tregua.
Hoy queda muy poco del eco de las palabras de Petro en la Plaza de Bolívar cuando se posesionó el 7 de agosto de 2022 y dijo: “Este es el gobierno de la vida, de la paz, y así será recordado”. Para los ciudadanos de a pie, la violencia está peor que nunca. Lo dicen porque no detallan cifras de la disminución de homicidios, sino que a través de la televisión y en cuestión de días han visto una seguidilla de masacres en las que han caído familias completas.
Crónica de un fracaso anunciado
Para el analista Gabriel Cifuentes, “lo que está ocurriendo con el ELN es delicadísimo, pero es sobre todo la crónica de un fracaso anunciado”. Esta guerrilla aumentó la presión frente a los errores cometidos por el Gobierno: desde declarar ceses al fuego vía X presidencial a la medianoche de un 31 de diciembre sin haberlos acordado de antemano con los grupos y los comandantes de la fuerza pública, hasta levantar la voz y luego echarse para atrás.
Hace cuatro meses, cuando ocurrió el ataque militar del ELN contra la base militar de Puerto Jordán (Arauca), el presidente Petro amenazó con ponerle punto final al proceso, pues el hecho “prácticamente es una acción que cierra un proceso de paz con sangre”. Cuando la prensa transmitió esa información, se dijo que se había malinterpretado al mandatario y las 'bodegas' afines al petrismo salieron a acusar a los medios de comunicación de ser guerreristas, un discurso que también adoptó Antonio García, número uno del ELN.
Mientras tanto, las acciones criminales del ELN continuaron sin pausa. Un día, un francotirador asesinaba a un policía en su momento de descanso en una cafetería; otro volaba un oleoducto; y otro más ordenaba un paro armado en el Chocó, dejando paralizados a todos los ciudadanos del departamento.
Como si fuera poco, secuestró al padre del mejor futbolista de Colombia, Luis Díaz, del Liverpool, lo que hizo que el ELN tuviera resonancia global. Todo esto con una mesa congelada por la exigencia de esta guerrilla de ser retirado de la lista de los Grupos Armados Organizados (GAO).
El ingenuo deseo de Petro
Aunque parece un asunto semántico, no lo es. Juan Camilo Restrepo, exnegociador del Gobierno con esa organización durante el periodo Santos, recuerda que es una petición de vieja data del ELN, que siempre ha sido negada por el Gobierno porque tiene un “veneno”.
La diferencia es clara. Mientras el ELN da cada paso pensado para avanzar política y militarmente, el Gobierno se ha mostrado dubitativo y sin una estrategia sólida. “A los tres meses de ser presidente se acaba el ELN en Colombia porque se hace la paz”, decía Petro en campaña.
El tiempo pasó y el ELN siguió creciendo, al igual que otras organizaciones. Esta semana, Human Rights Watch (HRW) advirtió que los grupos armados ilegales se están expandiendo en Colombia y que la política de paz total está mostrando resultados limitados.
HRW denunció también que, para mediados de 2024, el Clan del Golfo habría aumentado su expansión en un 55 por ciento en comparación con 2022, el ELN en un 23 por ciento, y la Segunda Marquetalia y el Estado Mayor Central, las dos facciones de las Farc, en un 30 por ciento, respectivamente.
Por eso, la paz total queda en una sala de cuidados intensivos. “Queda malherida en la medida en que era la mesa de negociación en la que más capital político había invertido el Gobierno, no solo por el alto perfil de los miembros del equipo negociador, sino por todas las cesiones que hizo el Gobierno en la agenda y los tiempos de la negociación”, dice Luis Trejos, profesor de la Universidad del Norte y analista de paz.
La sangre que correrá
Para Cifuentes, este conjunto de hechos muestra que la situación es “extremadamente sensible” porque, más allá de cualquier consideración política, lo que se espera es un incremento de la violencia en una zona ya azotada por el conflicto. “Los ajustes de cuentas, los procesos de dominio territorial se van a contar con líderes, defensores, excombatientes y civiles muertos”, señala.
En el trasfondo, también se observa un Estado débil, con una política de seguridad que ha mostrado ser ineficaz para hacer frente a los retos en materia de orden público, y la incapacidad de garantizar la seguridad y los derechos de las comunidades.
“Es un golpe mortal no solo a la promesa de paz total, sino también al proceso específico con el ELN. A 18 meses de acabar el mandato y ante la incertidumbre de quién ganará en 2026, con cada revés el proceso pierde más oxígeno del poco que le quedaba”, agrega Cifuentes.
Pero, ¿se pueden aún poner curas a las heridas que ha causado el ELN? A estas alturas, es muy complicado. Lo ocurrido seguro va a tener un impacto para futuras negociaciones. Ya la confianza se ha esfumado, y la opinión pública ve con más recelo que se pueda negociar con un grupo que, con el pasar de los días, confirma su naturaleza terrorista y mafiosa, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones que ese grupo espera del Estado.
El impacto en la campaña del 2026
En el ámbito político, lo ocurrido le da mucha gasolina a la derecha y al discurso político de mano dura, anticipando que será nuevamente uno de los temas principales de la campaña para 2026.
Carlos Arturo Velandia, analista del conflicto armado y conocido como alias de Felipe Torres en su época en el ELN, afirma que el ataque desatado por el ELN simultáneamente en siete municipios del Catatumbo contra las bases sociales del Frente 33 del Estado Mayor de Bloques, produjo el asesinato de cinco firmantes del Acuerdo de Paz de 2016 y el secuestro de varios civiles.
Con el asesinato, además, de cinco firmantes de paz, en el campo de batalla queda otra víctima: el proceso de paz de 2016, que fue exitoso pero que, debido a la incapacidad de las administraciones de Duque y Petro para implementarlo y proteger a sus protagonistas, se encuentra en estado crítico, afectando no solo su cumplimiento sino también el proceso como ejemplo a seguir para asegurar la paz en Colombia.
Este no es solo un ataque a un adversario en la guerra, sino a una fuerza guerrillera comprometida en un proceso de paz, lo que contraviene la voluntad de paz que el ELN ha expresado de manera casi permanente.
Maduro abraza al ELN
“Esto tiene un propósito geoestratégico que favorece al gobierno de Maduro, brindándole un colchón de amortiguación, y al ELN, otorgándole un territorio en el que concentrará su poder, consolidando su rol a largo plazo”, asegura Velandia.
En este sentido, Petro queda mal parado a lado y lado. Aquí, sus críticos le dan 'palo' porque dicen que al enviar al embajador a la posesión de Maduro legitimó su gobierno. Allá, porque por lo visto, entre Petro y el ELN, el dictador optó por abrazar, aún más, a la guerrilla.
En este contexto también se ve el agotamiento de diversos movimientos sociales y liderazgos del territorio que se la han jugado en la defensa de insistir en alcanzar la paz con el ELN a través del diálogo. La carta de Otty Patiño, consejero de Paz, al Comando Central del ELN, pone de relieve la repudiable decisión de esta guerrilla de ordenar asesinar a Álvaro Jiménez, un constructor de paz con más de 30 años de vida pública.
Finalmente, paradoja tras paradoja, es probable que el único acuerdo de paz que logre firmar el presidente Petro sea con el Frente Comuneros del Sur, una disidencia del ELN que cree que después de 60 años de lucha armada se ha demostrado su inutilidad.
En estas horas de oscuridad, iluminan las palabras del investigador en temas de conflicto armado Jean Carlo Mejía: “Ahora el ELN debe recoger la brújula y la antorcha, y salir del laberinto en el que se metió”.
