
Crisis diplomática: Petro y Trump, al llamar a sus embajadores, tensan una cuerda peligrosamente frágil
Gustavo Petro y Donald Trump.
Crédito: Colprensa - Reuters
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La desconfianza mutua entre los presidentes de Colombia y de Estados Unidos lleva las relaciones de ambos países a un punto crítico. Diversos sectores piden prudencia y abogan por evitar la diplomacia a través de las incendiarias redes sociales. Análisis
Por: Armando Neira

Era previsible. La relación entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Colombia, Gustavo Petro, estaba destinada al choque y la confrontación. ¿Qué otra cosa podía esperarse de dos hombres tan distintos y, a la vez, tan similares? Ambos están genuinamente convencidos de que llegaron al poder para salvar a los pueblos de sus respectivos países. Antes de ellos, todo era una tragedia, y por eso sus seguidores los aplauden con devoción.
Este jueves fue especialmente frenético. La jornada comenzó con la renuncia de la canciller Laura Sarabia y continuó con el llamado del secretario de Estado, Marco Rubio, a consultas a su representante en Colombia para aclarar las distintas versiones que circulaban tras conocerse los audios en los que el excanciller Álvaro Leyva habla de dar un golpe de Estado a Petro.
Es decir, mientras la responsable de la política exterior de Colombia daba un paso al costado, su par de Estados Unidos mostraba que no confía para nada en Petro ni en su círculo cercano.
Rubio convocó de manera “urgente” al jefe de la misión diplomática en Bogotá, John McNamara, con el argumento de que en el ambiente gravitaban denuncias “infundadas” y “reprobables” del presidente Petro sobre un supuesto apoyo estadounidense a una conspiración para derrocarlo.
Un llamado a un embajador no se producía desde 1903, cuando se dio la separación de Panamá. Ni siquiera en los turbulentos años del gobierno del presidente Ernesto Samper, en los que le quitaron la visa por el ingreso de al menos seis millones de dólares del cartel de Cali a su campaña, ocurrió una decisión similar.
Trump no está para juegos
Con Trump, las cosas son a otro precio. Por eso, precisó que “está adoptando otras medidas para dejar clara su profunda preocupación por el estado actual” de la relación bilateral. Sin embargo, al mismo tiempo, insistió en que “a pesar de las diferencias políticas con el gobierno actual, Colombia sigue siendo un socio estratégico esencial” para Estados Unidos.

CAMBIO conoció que la administración de Trump ha comenzado a revocar las visas a integrantes del gobierno de Petro que, en el pasado, pertenecieron a grupos alzados en armas. Entre ellos están el ministro de Trabajo, Antonio Sanguino; el de Hacienda, Germán Ávila; Augusto Rodríguez, director de la Unidad Nacional de Protección (UNP); Jorge Lemus, director de Inteligencia; Otty Patiño, comisionado de Paz; Álvaro Jiménez, negociador de paz; y Fernando García, embajador de Colombia en México, entre otros. Según confirmó CAMBIO, la visa del presidente Petro sigue vigente.
En respuesta, Petro llamó a consultas al embajador en Estados Unidos, Daniel García-Peña, quien, en esta agitada jornada, hizo un llamado a la mesura.
Para el diplomático, la decisión de este jueves de Washington y Bogotá es una determinación adoptada por ambos países en ejercicio de su soberanía y responde al legítimo uso de sus competencias internas. Por ello, afirmó que el Gobierno de Colombia reitera su firme compromiso con la relación bilateral, así como con el avance de los múltiples espacios de cooperación que contribuyen al bienestar de nuestros pueblos, nuestras naciones y la región.
Además, anunció que Colombia continuará promoviendo un diálogo respetuoso, franco y constructivo con Estados Unidos, guiado por los principios del derecho internacional y la promoción de los intereses comunes. “Las opiniones especulativas o inflamatorias no contribuyen al fortalecimiento de la conversación bilateral ni al cuidado de una relación basada en el respeto mutuo, la cooperación y el entendimiento compartido”.
De la diplomacia del micrófono a la de las redes
Sin destinatario específico, el mensaje del embajador va dirigido a todos los responsables de las relaciones bilaterales para que recurran a la prudencia y dejen de lado lo que en su momento se llamó la “diplomacia del micrófono”, que, en estos tiempos vertiginosos, se ha trasladado de manera aún más incendiaria a las redes sociales.

En la misma línea se manifestaron voces que comprenden la gravedad que implicaría el deterioro de la situación. “Es lamentable”, dijo el presidente de Analdex, Javier Díaz. “El llamado es a la prudencia. Creo que la diplomacia, por excelencia, es prudencia, y en este momento se requiere”.
“La prudencia y la diplomacia deben guiar las acciones del Gobierno de Colombia en el manejo de su relación con Estados Unidos”, agregó la presidenta ejecutiva de AmCham Colombia, María Claudia Lacouture. “Hay mucho en juego para ambas naciones, históricamente unidas por el respeto mutuo y el diálogo”.
Petro también explicó su decisión de llamar a consultas al embajador: “Daniel debe venir a informarnos sobre el desarrollo de la agenda bilateral a la que me comprometí desde el inicio de mi gobierno”, y a continuación enumeró siete puntos de ese plan de trabajo, que incluyen asuntos ambientales y climáticos, migratorios, la lucha contra el narcotráfico, la reforma del sistema financiero mundial y la paz regional, entre otros.
Aunque mesura no significa eludir el problema. Para la internacionalista Sandra Borda, el presidente se equivoca al interpretar que los llamados a consultas son para que los embajadores rindan cuentas. “Alguien debería explicarle que no se utilizan con ese fin y que, en diplomacia, constituyen el paso previo a una ruptura de relaciones”, dice.
Esta situación, agravada por las versiones que vinculan a líderes políticos republicanos en una intentona para derrocar al presidente Petro, y que en realidad podría estar solo en la cabeza de su exministro Leyva, de 82 años, es un capítulo más de las dificultades para sintonizarse entre dos líderes disruptivos que desconfían plenamente el uno del otro.
De los trinos de la madrugada al llamado de los embajadores
En enero, en plena madrugada, a las 3:41 a. m., Petro encendió la mecha con un par de trinos que provocaron la ira del inquilino de la Casa Blanca, quien respondió con firmeza.
En ese momento, se temió lo peor. Eso llevó a la reacción cohesionada del empresariado y de líderes políticos de todas las corrientes, como Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, quienes movieron sus contactos y pidieron que no se fuera a afectar a todo un país por la emotiva personalidad de su presidente.

Esta fue una de las críticas que más se le atribuye a Petro: que en él pesan más sus obsesiones ideológicas que las enormes consecuencias para el resto de los colombianos. “A mí no me gusta mucho viajar a los Estados Unidos: es un poco aburrido”, dice él.
Pero si por aquí llueve, por allá no escampa. Rubio, uno de los principales alfiles de Trump —estuvo recientemente a su lado cuando este le informó al mundo que habían atacado a Irán, halcón declarado y ahora muy poderoso en su condición de secretario de Estado— ha mostrado que su evidente y antigua animadversión hacia Petro permanece intacta.
Para Rubio no hay diferencias entre Petro, Daniel Ortega, Nicolás Maduro o los Castro. La comparación es injusta porque, a diferencia de Nicaragua, Venezuela o Cuba, Colombia exhibe instituciones sólidas, la oposición goza de plenas garantías, hay libertad de prensa, no tiene presos políticos y cuenta con un respetado calendario electoral.
Sin embargo, las escaramuzas han ido en aumento. En una reciente entrevista con la periodista Megyn Kelly, en su programa The Megyn Kelly Show, Rubio afirmó: “Creo que la abrumadora mayoría de la gente en Colombia, país que conozco muy bien, ni siquiera quiere a su presidente. Es decir, si este hombre tuviera una elección hoy, perdería. Bien, él perdería”, dijo.
¿Los miembros del Tren de Aragua necesitan amor?
Luego, en marzo, Petro fue visitado por Kristi Noem, secretaria de Seguridad de Estados Unidos. “Creo que le gustó Colombia”, afirmó. Sin embargo, ella dijo lo contrario. En una entrevista con Newsmax, afirmó que el encuentro fue tenso.
“Empezó con él criticando a nuestro gobierno durante aproximadamente media hora y hablando de cómo se malinterpreta a los miembros del Tren de Aragua, que en realidad solo eran personas que necesitaban más amor y comprensión. Habló de cómo algunos de los miembros del cártel eran sus amigos”, relató Noem.

La respuesta de la secretaria fue contundente: aseguró que Estados Unidos no legalizará las drogas y afirmó que el presidente Trump se mantendrá firme en la lucha contra los grandes capos y su judicialización. “Habrá consecuencias”, advirtió.
Además, agregó: “Si los miembros de los carteles son tus amigos, pues los mataremos”, y con un tono irónico, finalizó diciendo que le comentó al presidente Petro: “Si realmente piensa que los miembros del Tren de Aragua necesitan más amor y comprensión, le enviaré todos los que pueda manejar para que los ame más y ver qué puede hacer para rehabilitar a esas criaturas malvadas”.
Con declaraciones como estas, hoy existe una relación bilateral frágil y volátil. Los expertos coinciden en que, aunque ideológicamente Trump y Petro son como el agua y el aceite, ambos son líderes populistas, egocéntricos y narcisistas, que no escuchan a sus asesores y toman decisiones de manera emocional, en lugar de racional. Su estilo de liderazgo proyecta una política exterior personalista que desinstitucionaliza las relaciones entre países.
Además, hay un problema sobre la mesa devastador. Desde hace casi medio siglo, las relaciones entre ambos países han estado marcadas por el narcotráfico, un enemigo que Trump y Rubio consideran el combustible de la criminalidad.
El problema del narcotráfico
En este contexto, el reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), es fatal: Colombia volvió a ocupar el deshonroso primer lugar como mayor productor de hoja de coca a nivel global, con una extensión de cultivo que alcanza las 253.000 hectáreas.

El informe se publica justo cuando Estados Unidos amenaza con aplicar a Colombia el castigo de la descertificación, una herramienta que ha utilizado durante décadas para poner en una lista a los países que considera no luchan lo suficiente en la guerra contra el narcotráfico.
Peor aún, el informe revela un crecimiento sin precedentes del mercado mundial de cocaína. La producción global alcanzó un máximo histórico de 3.708 toneladas, lo que representa un aumento del 34 por ciento respecto al año anterior de la medición, 2022.
En Colombia, por su parte, intentan destacar los aspectos positivos. Las incautaciones, según la UNODC, también rompieron récords: se decomisaron 2.275 toneladas, un incremento del 68 % frente al promedio de los últimos cinco años.
El panorama es adverso para Colombia desde todos los ángulos: aumento de los cultivos ilícitos, expansión acelerada de la producción de cocaína, un Trump decidido a castigar a quienes no se alinean con sus políticas y ahora la mención de nombres de líderes afectos a la Casa Blanca como golpistas.
La necesidad de reflexionar antes que trinar
El embajador García-Peña invita a la reflexión y recuerda que no existe otro país que haya hecho “tantos sacrificios” en la guerra contra las drogas.
“Ningún país como Colombia ha realizado mayores esfuerzos ni soportado más sacrificios en la lucha global contra los narcóticos ilícitos”. El diplomático subraya que solo en 2024 se incautaron 884 toneladas de cocaína, una cifra récord que representa el 65 por ciento de todas las incautaciones globales vinculadas directamente a la cooperación entre Colombia y Estados Unidos.

García-Peña advierte, además, que “una eventual descertificación golpearía a Colombia, pero también a Estados Unidos, y solo beneficiaría a las organizaciones criminales”, como el Tren de Aragua y el Clan del Golfo, que son bandas transnacionales. “Para combatirlas, se requiere una línea de acción coordinada entre los distintos países”.
Eso es cierto. Pero también es verdad que en Estados Unidos no cayó nada bien que el gobierno de Petro no extraditará a Willington Henao Gutiérrez, alias Mocho Olmedo, del frente 33 de las disidencias de las Farc, quien es uno de los hombres que hace parte de la mesa de negociación de ese grupo en un proceso de paz.
Y tampoco ayuda la imagen de Petro compartiendo tarima en Medellín con los herederos de las bandas criminales de La Terraza y de Don Berna. De hecho, en ese momento, el alcalde de la capital de Antioquia, Federico Gutiérrez, quien es un duro contradictor de Petro, se preguntó qué pensarían en Estados Unidos, que ayuda en la lucha contra el narcotráfico, al ver esa imagen. La respuesta puede estar en la decisión de este jueves.
La salida de Laura Sarabia
Y, por si fuera poco, la salida de Laura Sarabia complica aún más las cosas. Durante su corta gestión, ella nombró a Daniel Ávila como vicecanciller, quien cuenta con una sólida trayectoria en el servicio diplomático, es graduado de la Universidad de Missouri-Kansas City y conoce bien los círculos de poder de la capital estadounidense. Sin embargo, no duró mucho, y se dijo que lo habían sacado debido a la disputa que en ese momento tenía con ella otros poderosos de Palacio.

Ahora se suma el caso de Leyva. Aunque Rubio no menciona nombres específicos, en boca de todos está el eco de las palabras del excanciller quien asegura que se reunió con congresistas cercanos al secretario de Estado para buscar el apoyo de Estados Unidos en un golpe de Estado contra Petro. Se trata de Mario Díaz-Balart y Carlos Antonio Giménez, congresistas de Florida, estado del que también es oriundo el secretario Rubio.
El representante Giménez escaló la confrontación al afirmar: “Petro no puede seguir amenazando a Estados Unidos y pensar que puede salirse con la suya”, escribió en X. “Estamos con los colombianos que aman la libertad, no con el narcoterrorista y socialista que vive en la Casa de Nariño”.
A lo que el ministro del Interior, Armando Benedetti, respondió, que “para un latino, no hay peor ataque que el de otro latino que se cree superior solo porque tiene ciudadanía de Estados Unidos”. Añadió que el representante no “respeta las ideologías fuera de sus creencias de extrema derecha; cree en razas superiores, imperios e invasiones. Con este lenguaje e ideas, cualquiera consideraría que podría apoyar un golpe de Estado”.
El factor Álvaro Leyva
Esto fue este jueves de avalancha de sucesos. Pero ya Petro había dicho en una manifestación: “Así que, Álvaro Leyva, dígale a Díaz-Balart esto: que si se intenta derribar como extranjero al presidente de Colombia, estallará la revolución colombiana”.
Pero ya la llama estaba encendida. Por eso, es importante reivindicar la serenidad y volver a los cauces diplomáticos de donde nunca debió salir esta historia. Coyunturalmente, cada uno desde su orilla puede mostrarse fuerte y ganar el próximo combate, pero a la larga, es mucho más lo que se puede perder.
De ahí, la importancia del mensaje del excanciller Luis Gilberto Murillo: “No podemos permitir que las tensiones diplomáticas escalen al punto de afectar la vida cotidiana de millones de colombianos y colombianas que, en ambos países, dependen de una relación que va más allá de los gobiernos, los Estados y sus ciclos políticos. El momento exige cabeza fría”.
