Velia Vidal
23 Agosto 2024 07:08 pm

Velia Vidal

Bahía Solano

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Estar en Bahía Solano es volver a mi infancia, a los juegos en el agua según estuviera la marea o cayera el aguacero, al sabor de las almendras que recogíamos a orillas del mar, al olor del pescado fresco de las madrugadas, cuando llegaban los pescadores de sus faenas nocturnas, o el olor a pan que salía del horno de mi abuela Belisa. A la media luz que daba el mechón, cuando no conocíamos la energía eléctrica. Estar en Bahía Solano es evocar la cocada y el dulce de guayaba, comer el mejor atún y apreciar todos los grises que ofrece el Pacífico. 

Como es agosto, estar en Bahía Solano es ver las ballenas jorobadas y disfrutar días de lluvia incesante. Por la fecha, en esta ocasión fue también observar el juego de la luna azul y las nubes, la primera lucía radiante y, las segundas, empujadas por el viento, la tapaban una y otra vez hasta que ganaron cubriendo todo el cielo y convirtiéndose en un aguacero largo que duró hasta el día siguiente. Recorrer las calles del pueblo donde nací es un constante riesgo de cruzarse un Martín Pescador al asedio de un pez o un Cucarachero cantando a todo dar.

En Bahía Solano corre más lento el tiempo. Sabemos vivir al ritmo de las mareas. Comprendemos que un viaje hasta Juradó puede durar dos horas o cuatro, según esté ese día el cambiante temperamento del mar. Al mirar las lomas que cercan el pueblo y la bahía, uno puede descubrir todos los verdes aunque sea imposible calcularlos, por infinitos.

Cuando estoy en Bahía Solano los melancólicos versos de Óscar Collazos, el escritor cartagenero que nació aquí, aparecen intermitentes en mi memoria, como el viento norte cuando apenas se anuncia el verano. 

Había tantas cosas junto al mar
(…)
Historias de desaparecidos
Mitología
Sueño
Luz de velas prendidas en las noches
(Los negros en cumbiambas)
Un horizonte de naufragios
la esperanza en todas partes
«Si pudiéramos irnos, buscar más horizontes»
«Si la vida nos fuera menos inclemente»
Frases desmadejadas
pequeñas historias
situaciones domésticas
Había tantas cosas junto al mar
(…)

Bahía Solano, el de Collazos, es un poema muy triste, que condensa una distancia entre el poeta y esta tierra que lo vio nacer, confesada en los últimos versos:

Había tantas cosas junto al mar
que poco a poco
Y sin clemencia
las he ido olvidando.

Conozco los profundos dolores de mi pueblo y, aún así, en mi memoria y mi afecto no habita con tanta melancolía o tristeza y, por fortuna, no he tenido espacio para el olvido. En estos días, sin embargo, el verso Historias de desaparecidos, se me atravesó en las emociones como una espina punzante en la garganta, como la clavada certera del Martín Pescador que deja sin respiro a su presa.
En estos días en Bahía Solano, cumplí otro pedazo de una vieja promesa y escuché con atención a varias mujeres, esposas, madres, hermanas de hombres que buscaron esperanza en el mar, pero en él desaparecieron. Solo escuché las historias de unos cuántos. Según sabemos, son más de setenta los que han corrido con la misma suerte.

Las escuché y pretendo escribir, quizá para conjurar el temor que plasmé en mi propio poema:

(…)
Temíamos a las fieras marinas
al maremoto,
a las olas en la Boca Vieja.
Temíamos a la Madremonte,
a la Madreagua.

Tememos
que los hombres que amamos
zarpen una noche
y se hagan cuerpo
muerto en el cuerpo vivo
que es el mar,
y nadie lo nombre.

Nombro con la ilusión de que este dolor que cargamos mientras habitamos tanta belleza, no se quede a oscuras, como si aún no conociéramos más que la media luz de los mechones. Nombro con la esperanza de que un día la vida nos sea menos inclemente, con la ilusión de que vayamos al fondo y obtengamos un poco de la verdad que esconde esta bahía de apariencia serena que nos consuela con todos los grises, todos los verdes, a veces todos los naranjas en una puesta de sol o con algún salto de una jorobada.

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