Rodolfo Hernández, el gran 'showman'
Crédito: Yamith Mariño
El relato aprobado de su vida es el de un emprendedor hecho a pulso, pero no todo es color de rosa en su historial. Sus antiguas alianzas con políticos que hoy llama corruptos y sus formas poco ortodoxas son su más grande lunar. De ganar las elecciones promete emular su paso por la Alcaldía de Bucaramanga. ¿Sería su mandato un 'reality show'?
Por: Juan Pablo Vásquez
Era conocido por todo el sector empresarial de Santander. Y por los políticos también. El ciudadano promedio tampoco era ajeno a su nombre o, por lo menos, a las iniciales de su compañía, que se encontraban en vallas publicitarias de decenas de proyectos de vivienda. Los habitantes de Cabecera, uno de los barrios más exclusivos de Bucaramanga, lo veían regularmente tomando café en el centro comercial que está a pocos pasos de su imponente pent-house y su cara aparecía constantemente en la sección de sociales de Vanguardia, el periódico local, junto con poderosos cacaos de la región. Rodolfo Hernández llevaba más de 40 años al mando de una de las principales constructoras del departamento y financiando exitosamente candidaturas a cargos de elección popular cuando vivió una experiencia de iluminación.
“Un día a las 7:30 de la noche me llamó y me dijo que estaba allá en el norte, exactamente en La Esperanza III. Toda la gente dice que es imposible bajar allá, que es peligrosísimo. Sin embargo, él a las 7 y media de la noche estaba ahí. Y en ese momento pensé que él podía cambiar, porque me dijo ‘tengo lágrimas en los ojos, yo sabía que había pobreza pero no miseria’”, contó Gabriel Hernández, su hermano menor, a La Silla Vacía una semana después de las elecciones municipales de 2015.
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Precisamente fue Gabriel quien fijó los cimientos del movimiento que lo llevó a ser elegido alcalde de Bucaramanga y, posteriormente, saltar al estrellato nacional. Sin Gabriel no existiría el Rodolfo que hoy tiene asustado a buena parte del estamento político con dar el batacazo en las elecciones presidenciales. Y todo comenzó —como relata arriba— con esa bofetada de realidad que recibió al visitar una de las zonas más empobrecidas de la capital santandereana. Así se creó el mito fundacional de la lógica, ética y estética que pregona el mayor de los Hernández en debates, entrevistas y redes sociales.
La historia de Rodolfo Hernández tiene visos grandilocuentes que no encajan con la imagen que Colombia tiene de él. Para muchos parece más un gamonal impulsivo que un estadista reposado y sereno. Incluso, varios de sus seguidores lo reconocen como una virtud y le celebran sus aparatosas formas. El golpe que propinó al exconcejal John Claro en su despacho y sus polémicas intervenciones —como cuando llamó “gordos y perezosos” a los bomberos y “vagabundos” a los agentes que controlan el tránsito— han servido para afianzar esa percepción. Pero cuando inició su candidatura a la alcaldía no se proyectó así y, por el contrario, daba la sensación de ser un personaje romántico que deambulaba en el mundo de las ideas.
Bucaramanga ha sido históricamente un fortín del Partido Liberal, pero el liberalismo nace y muere el día de las votaciones. La ciudad y la mayoría de sus habitantes, en el resto de sus facetas, son tradicionales y chapados a la antigua como casi todas las capitales intermedias del país. Por eso los primeros pasos de la aspiración política de Hernández fueron recibidos con desdén y burla por sus allegados. Nadie entendía cómo un millonario empresario, de buenas a primeras, decidió lanzarse a la Alcaldía dos años y medio antes de las elecciones y basar su discurso en el imperativo categórico de Immanuel Kant. Su apuesta daba la sensación de ser pretenciosa y sofisticada para el electorado bumangués. Sin embargo, el empaquetado de filosofía moderna que armó Gabriel resultó siendo adecuado para el producto que era Rodolfo.
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En una dinámica poco convencional, el ingeniero invitaba a líderes a almorzar a su apartamento y les compartía su plan para transformar la ciudad. A su lado siempre tenía una gruesa carpeta con documentos que probaban, según él, cómo las finanzas públicas habían sido saqueadas por los anteriores alcaldes. Los que se dejaban seducir le prometían su lealtad y le regalaban su firma para avalar su candidatura. Como señal de agradecimiento repetía su atrevida consigna: “Yo quiero convertir a Bucaramanga en la Barcelona de Sudamérica”. Tanta fue su insistencia que terminó calando.
“El día que lo conocí duré tres horas escuchándolo. Eso fue en marzo de 2013. Él socializaba la filosofía y no fue fácil de comprender, requirió tiempo, porque los colombianos somos personas muy políticas. Ahí fue clave el hermano, Gabriel, porque estructuró la filosofía que después el ingeniero Rodolfo aplicó en el presupuesto público”, señala Antonio Sanabria, concejal de Bucaramanga por la Liga de Gobernantes Anticorrupción, el movimiento político de Hernández.
El 25 de octubre de 2015 marcó un cisma en el ecosistema político de Santander. Sin que nadie lo esperara, con una ínfima diferencia de 5.000 votos, el ingeniero que citaba a Kant acabó con la hegemonía liberal que reinaba en Bucaramanga desde los noventa. Contra todo pronóstico levantó 77.238 votos. Poco importó que las encuestas lo situaran en las últimas posiciones o que sus oponentes fueran sus socios en múltiples negocios. Desde ese día hubo una ruptura; todos los que no están bajo su sombrilla son corruptos y politiqueros. Su razonamiento es fácil de defender. Rodolfo se ubicó en una esquina y en la contraria están los partidos políticos, el clan Aguilar; las familias Tavera y Anaya; y los destituidos y condenados exalcaldes de Bucaramanga Fernando Vargas y Luis Francisco Bohórquez. Sacándole provecho a ser una alternativa diferente creció en popularidad.
Pero este relato que lo posiciona como un redentor es mejor analizarlo con pinzas. Hernández ha sido socio de Fredy Anaya, a quien ha calificado de bandido, y fue por muchos años cercano al exalcalde Bohórquez. Llegó incluso a apadrinarlo en su matrimonio. Sin embargo, desde su conversión kantiana se desligó de su pasado y, en lo que podría considerarse una penitencia en vida, se dedicó a personificar la lucha contra la corrupción hasta el punto de volverlo su único propósito.
“La obsesión de Rodolfo con la corrupción es la misma de Uribe con las Farc: ambos cometerían mil embarradas para seguir en esa lucha y poder alimentar su ego”, advierte Diego García, el principal caricaturista de Santander y quien más veces ha dibujado al exalcalde de Bucaramanga desde su aparición en política.
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Cambio contactó a los gerentes de cinco constructoras diferentes en Bucaramanga y ninguno accedió a hablar. Dos de ellos dicen temer una victoria de Hernández y que esto les implique represalias. Solo un extrabajador de una de ellas, que pidió mantener bajo reserva su identidad, dio su versión.
“El tipo persiguió enfermizamente a las constructoras. Es como si estuviera intentando acabar con las prácticas que él usó toda la vida para enriquecerse y no permitir que sus competidores las replicaran”, dijo.
El distanciamiento de los partidos tradicionales también es parcial. Si bien es repetitivo en que no está dispuesto a aliarse con la derecha o la izquierda, su prontuario de coqueteos con políticos de toda la vida es innegable. Antes de presentar sus firmas para postularse a la alcaldía como candidato independiente, tocó puertas en el liberalismo y le fueron cerradas debido a que ya tenían definido que Carlos Ibáñez (a quien finalmente venció) sería su ficha en elecciones. También se acercó al Centro Democrático —del cual hoy reniega hasta la saciedad— como lo reconoce uno de sus más fieles escuderos, Jorge Figuerosa Clausen, quien se desempeñó en su gabinete como secretario de Desarrollo Social.
“A mí me llamó el presidente Uribe y me dijo que quería que yo fuera el candidato a la alcaldía por el Centro Democrático en las elecciones de 2015. Le dije que no, pero que tenía un amigo que estaba interesado y le hablé de Rodolfo. Uribe delegó a José Obdulio para que viniera a Bucaramanga con una comitiva. Conocieron a Rodolfo y quedaron encantados”, recuerda. Al final, el ingeniero apareció en el tarjetón sin el respaldo del uribismo, pero los uribistas en Bucaramanga sabían que gozaba del guiño del expresidente.
Uno de los atributos más notorios de Hernández es su desparpajo y carácter. Prueba de ello es que, sin haberse posesionado aún en el cargo, ya daba las primeras señales de la particular forma en que manejaría los asuntos públicos. El lunes inmediato a su triunfo muchos medios de comunicación, que hasta entonces se enteraban de su nombre, lo contactaron para que explicara las razones detrás de su éxito. Se llevaron una gran sorpresa cuando Hernández les confesó que él estaba igual de desconcertado porque no tenía entre sus cálculos salir electo. No esperó los resultados de la Registraduría y tomó un vuelo a Nueva York para realizarse chequeos médicos en una prestigiosa clínica. Mientras la clase política santandereana se rasgaba las vestiduras tras el inesperado fracaso, Rodolfo vivía su más grande victoria sin ser consciente de ello.
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Apalancado en un buen manejo de sus comunicaciones, no tardó en darse a conocer por fuera de su región. Las redes sociales y su personalidad resultaron ser la mezcla favorita de los algoritmos. Episodios que terminarían en escándalos si fuera otro político el protagonista, paradójicamente le beneficiaban en términos de popularidad. Golpear a un concejal, discutir acaloradamente en un parque con un ciudadano que le recriminó una decisión, calificar como clientelistas a los funcionarios que despidió de la alcaldía y equiparar con una prostituta a uno de los candidatos a reemplazarlo en el cargo, fueron motivo de risas y apoyo en otras ciudades. Su círculo cercano, de hecho, lo percibe como un tipo genuino.
“Él es de un temperamento fuerte, pero se le pueden decir las cosas. Yo no creo que sea bravo. Por el contrario, es un ser humano que es lo que usted ve. No es de apariencias ni de adornar las cosas. Él llama las cosas por su nombre, por lo que son. Es muy auténtico”, asegura Marina Arévalo, otra concejal de Bucaramanga que pertenece a la Liga de Gobernantes Anticorrupción.
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Hernández es toda una sensación en Santander. Uno de cada cinco votos para la Cámara en las últimas elecciones legislativas fueron para su movimiento. Los dos congresistas que consiguió elegir, Erika Sánchez y Juan Cortés, son poco conocidos pero les bastó su apoyo para sacar la votación más alta del departamento. También logró poner a su sucesor, Juan Carlos Cárdenas, que ganó holgadamente en 2019 con más de 100.000 votos de diferencia sobre el segundo. Encarnando el estereotipo del santandereano malgeniado y atravesado, Rodolfo puso a su departamento en el mapa y sus coterráneos se lo agradecen. El rodolfismo rebasó al uribismo y al petrismo en Santander.
Y puede ser que Colombia se dirija al mismo escenario. Las encuestas muestran a un ascendente Rodolfo Hernández galopando sobre Federico Gutiérrez y quitándole su cupo en segunda vuelta. De ser así, la victoria de Petro que parecía asegurada tambalea. Constructor, filósofo, showman y posiblemente presidente.