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Carlos Daniel Serrano, abanderado de Colombia en los Paralímpicos de París: tímido en la tierra, invencible en el agua
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Carlos Daniel Serrano mide apenas 143 centímetros, pero su colección de medallas es la más inmensa de todos los deportistas colombianos en la historia. CAMBIO habló en exclusiva con el nadador, que es uno de los abanderados de la delegación nacional en los Juegos Paralímpicos de París 2024.

En el suelo, Carlos Daniel Serrano está acostumbrado a tener una talla más baja que la mayoría de las personas, pero cuando se sumerge en las piscinas olímpicas, el nadador santandereano se convierte en el más grande de todos. En cada brazada, el gran Carlos se aleja tanto de sus rivales como del fantasma de la discriminación, presente en todos los ámbitos de su vida.
Serrano siempre supo que era de talla baja. En su infancia, jugaba con primos mucho menores que ya superaban con diferencia su talla. A los 6 años, en una visita de chequeo, el endocrinólogo le confirmó que no crecería más y entonces las burlas destinadas a su altura cuando jugaba a 'la lleva' en el colegio se convirtieron en un diagnóstico implacable y definitivo.
Al igual que su mamá, su abuela, su abuelo, tres tías y un tío materno, el bumangués padece de hipocondroplasia, una enfermedad caracterizada por una estatura muy baja generada por la falta de crecimiento de los huesos.
“En nuestra casa, mi estatura parecía común y corriente. Pero en la escuela, mis compañeros me hacían saber que era mucho más bajo que los demás”, le contó Serrano a CAMBIO desde la villa olímpica de París. La desesperación por los comentarios discriminatorios y la dificultad de pasar inadvertido como un estudiante más del colegio Salesiano de Bucaramanga lo llevaron un día a decidir que no quería volver a estudiar.

“Carlos Daniel me empezó a preguntar por qué sus compañeros de escuela sí alcanzaban ciertas cosas, que él no podía por más que intentara. Llegaba triste, se acostaba temprano y no me hablaba”, le contó a CAMBIO Sandra Milena Zárate, madre del paratleta olímpico. La bumanguesa, quien tiene la misma condición, intentaba motivar a su hijo, pero su aliento parecía insuficiente para un niño que constantemente se comparaba con sus compañeros.
“Defiéndase”, le dijo su papá cuando Carlos le comentó la idea de abandonar el colegio. La expresión, desesperada y violenta, vino acompañada con la instrucción en ciertos golpes y movimientos útiles para enfrentar a sus compañeros de salón.
“Eran como clases de boxeo”, agrega Serrano que punto seguido aclara que, si bien le sirvieron como una defensa momentánea, la discriminación era más ágil y pegaba más fuerte.
De la sombra al podio
La intimidación persiguió al único hijo de Jairo Serrano y Sandra Milena Zárate por los escenarios deportivos en los que practicó fútbol, gimnasia, atletismo y karate. Aunque no alcanzó a competir en ninguno a nivel semiprofesional, la disciplina de combate fue la favorita de Serrano hasta los 12 años. Pero el temor latente de su madre ante los golpes de la disciplina terminó por alejarlo para siempre del área de tatami. “Llegaba aporreado después de los entrenamientos, pero siempre volvía a entrenar”, le contó la madre a CAMBIO.

Las piscinas llegaron mucho después, cuando Serrano decidió enfrentar su temor a sumergirse en el agua para recorrer de lado a lado el espacio acuático de la Unidad Deportiva Alfonso López. Su mamá ahorró durante un año para inscribirlo en un curso de natación de vacaciones. Tenía 14 años en ese momento y, desde entonces, pasa más tiempo dentro del agua que fuera de ella.
Luis Carlos Calderón, entrenador de deportistas de natación adaptada, lo contactó al final de la última clase para que se uniera al Club Deportivo Sin Límites y, pese a no saber nadar del todo bien, Carlos Serrano aceptó. “Siempre tuve miedo de que el agua me tapara por completo. Por mi estatura, tenía la sensación de que no podría salir”.

Pero Serrano salió, y lo hizo para subirse en el centro de los podios más importantes del mundo en la natación paralímpica.
“Cuando lo vi por primera vez en las piscinas olímpicas de Bucaramanga aprendiendo a nadar con un grupo de niños, de lejos vi que su estructura corporal era diferente. Su estatura era similar a los niños de 7 y 8 años con los que estaba, pero se veía más corpulento”, le contó a CAMBIO Calderón, quien ha entrenado por años a otros medallistas paralímpicos y mundiales como Miguel Ángel Rincón y Moisés Fuentes.
En los primeros entrenamientos de Serrano en 2013, el entrenador vio en el bumangués un pequeño y fino diamante que poco a poco aprendió a deslizarse sobre el agua. Dos años después, el deportista al que le enseñó a nadar ganó su primera medalla de oro en la prueba de los 100 metros pecho del Campeonato Mundial de natación adaptada, que se celebró en Escocia, con un histórico récord de un minuto, 16 segundos y 68 centésimas. “Ahí nadie creía en él. Nadie lo conocía, era la primera vez que iba a competir siendo un adolescente”, cuenta su madre.
Entrenamiento de oro
De lunes a sábado, Carlos Serrano apaga su despertador a las seis de la mañana. Tiene una hora para alistarse y despedirse de Mathías y Sara Luna, sus dos hijos. A las siete se lanza a la piscina; realiza un nado suave para calentar los músculos y luego hace recorridos de 50 a 100 metros a máxima velocidad con periodos de descanso cortos entre cada repetición.
Al mediodía, Serrano recoge a sus hijos de la escuela, pasea a su lobo siberiano Máximo, almuerza, juega una partida de fortnite y regresa a los entrenamientos de dos a cuatro de la tarde.
“El atleta realiza diez sesiones semanales de entrenamiento, siete de natación y tres en el gimnasio”, cuenta el entrenador Calderón, que afirma nunca haberlo visto tan comprometido a demostrar que su talento y disciplina no tienen límites.
Pero no siempre fue así. Por la exigencia de las primeras semanas de entrenamiento, Serrano llegó a pensar en abandonar la natación adaptada para siempre. “Hasta que, al conocer a personas con otras discapacidades físicas, intelectuales y visuales, me negué a rendirme. Empecé a entrenar más fuerte”.
Las medallas se ganan en las sesiones de entrenamiento y se recogen en las competencias: esa es la consigna que Serrano repite cada día antes de entrar al agua. Después de alcanzar un nuevo podio, el nadador premia su rendimiento con una hamburguesa para compensar el alto gasto calórico de cada brazada.
Nadar para vivir y vivir para nadar
Más allá de las medallas, los podios y las celebraciones deportivas, la natación profesional se convirtió en el refugio del niño que alguna vez tuvo que hacerse en la esquina de su salón de clases para evitar las miradas intimidatorias de sus compañeros. Antes de sumergirse en el mundo de las competencias deportivas, Carlos Serrano sentía rabia por la condición de hipocondroplasia, que padece solo una de cada 50.000 personas.
Frente al espejo, el bumangués se recriminaba por sufrir una enfermedad congénita. Sin embargo, conocer a personas con discapacidades físicas, intelectuales y visuales le permitió a Carlos Daniel transitar por el camino de la autoaceptación, que suele tener corrientes más fuertes e inesperadas que las presentes en las piscinas olímpicas.

“Ingresar al club le permitió a mi hijo aprender a nadar, pero también a fortalecer su autoestima. En el agua entendió que podía hacer muchas cosas, lograr metas y hacerse grande”, explica Sandra Zárate.
La natación paralímpica o adaptada, que debutó en los Juegos Paralímpicos inaugurales de Roma 1960, le permitió al santandereano conocer países como Argentina, Escocia, Japón y Francia. Además, Serrano se demostró a sí mismo que los límites geográficos, deportivos y personales se pueden superar dentro y fuera de las piscinas de competencia.

“El deporte me cambió la vida. Educo a mis hijos para que reconozcan la diversidad de las personas en condición de discapacidad. Quienes nunca han convivido con personas con capacidades diferentes son los que rechazan la posibilidad de convivir con ellos”, relata el nadador más veloz del país.
Más pequeño que todos los demás; más grande que la mayoría de nosotros
Al ritmo de una canción de vallenato, Serrano se prepara para iniciar su danza hipnótica sobre el agua. Su ritual de competencia siempre es el mismo: organiza todo con tiempo y de forma meticulosa, combina sus trajes con el gorro y las gafas, y camina lentamente hasta el carril que le corresponde. Finalmente, se lanza a la piscina para demostrar su vigencia entre los mejores nadadores del mundo.

Carlos Serrano ha sido campeón mundial 12 veces, tiene siete medallas paralímpicas y 74 títulos nacionales e internacionales, que lo convierten en el deportista colombiano más exitoso de toda la historia. Su especialidad son las pruebas de pecho y ha mejorado mucho en el estilo espalda, donde menos destaca. “Su mentalidad y el manejo de la presión en competencias lo distingue del resto”, confiesa su entrenador.
La mayor muestra de resiliencia en competencias deportivas la realizó en el Mundial de Paranatación de 2023 celebrado en Manchester. En la prueba de 100 metros pecho, Serrano partió desde atrás y tuvo que recortar en el estilo más veloz. “Ante las adversidades es donde sale nuestro mejor yo. ¿La única forma de ganar en esta categoría era hacer récord mundial? Bueno, ahí lo tienen”, contó tras bajarse del podio que compartió con el chileno Vicente Heyl y el chino Haijiao Xu.

En los Juegos Paralímpicos de París 2024, que inician este 28 de agosto, Carlos Serrano nadará por todas las medallas disponibles: 100 metros pecho, 200 combinado, 50 mariposa y 50 libre. El abanderado de Colombia ondeará en París la tricolor y promete levantar una vez más las banderas de la lucha por el reconocimiento de las personas en condición de discapacidad.
