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¿Qué podría pasar en las elecciones presidenciales de Venezuela?
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A pocos días de las elecciones, los expertos manejan dos escenarios que consideran como los más probables: la negociación de una transición democrática que ponga fin a 25 años de chavismo, o la posibilidad de que el gobierno, dado como perdedor por la mayoría de las encuestas independientes, se atrinchere en el poder.
Por: Emiliano Pérez
En días pasados, un anuncio tomó a todo el mundo por sorpresa. En la red social X, el jefe negociador del gobierno venezolano, Jorge Rodríguez, dio a conocer la reanudación de los diálogos con Estados Unidos, en vísperas de las elecciones presidenciales previstas para el 28 de julio en el país suramericano.
En un escueto mensaje declaró haber acordado "trabajar de forma conjunta para (...) mejorar las relaciones" con Washington. Las cuales se encontraban congeladas desde hace tres meses, luego de que Estados Unidos volviera a imponer sanciones al petróleo venezolano, levantadas previamente en el desarrollo de los acuerdos pasados entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición en la isla de Barbados en octubre de 2023, a cambio de la realización de elecciones libres. Sin embargo, no trascendieron muchos detalles sobre el acercamiento.
Un grupo de expertos habló con CAMBIO sobre sus predicciones electorales en el complejo panorama venezolano. Los especialistas manejan dos principales escenarios: el de la negociación de una transición democrática que ponga fin a 25 años de chavismo, o la posibilidad de que el gobierno, dado como perdedor por la mayoría de las encuestas independientes, se atrinchere en el poder.
Este 17 de julio, el presidente, Nicolás Maduro, hizo una escalofriante advertencia: “El destino de Venezuela, en el siglo XXI, depende de nuestra victoria el 28 de julio. Si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida, producto de los fascistas, garanticemos el más grande éxito, la más grande victoria de la historia electoral de nuestro pueblo”.
Hacia una transición
La primera hipótesis se asocia principalmente con la enorme popularidad de la lideresa de la oposición, María Corina Machado, cuyos mítines atraen multitudes adonde sea que vaya en el interior del país. Aunque le fue prohibido participar en las elecciones por la justicia venezolana, ha logrado endosar prácticamente todo su capital político al diplomático Edmundo González, un hombre discreto y que rechazó ser ungido candidato hasta el último momento.
En un estudio publicado el 28 de abril, la firma Datincorp estimó que en unas elecciones en las que participen todos los candidatos –que inicialmente eran 13, pero renunciaron tres– ganaría González con 50,25 por ciento de los votos contra 18 por ciento de Maduro. En tanto que, en un mano a mano, el representante de la oposición unida bajo el tarjetón de la Mesa de la Unidad Democrática se llevaría el 62 por ciento de los sufragios contra 20 por ciento del candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Una diferencia sensiblemente similar a la que maneja la encuestadora Hercon Consultores y 10 puntos superior a las de Meganálisis y Datanálisis, que en su conjunto "han puesto al gobierno en un terreno de nerviosismo preocupante, porque ellos han dicho una y mil veces que nunca le entregarán el poder a un opositor ni por las buenas ni por las malas", advirtió Jesús Seguía, presidente de Datincorp.
Sin embargo, la abrumadora fuerza de arrastre de Machado, celebrada también por la diáspora de 7,7 millones de venezolanos en el exterior, forzados a emigrar por la crisis económica en la que se encuentra hundido el país desde hace una década, podría obligarlo a revisar sus posiciones. En cuyo caso, "el gobierno querrá asegurarse de quien vaya a estar a cargo (...) tiene que ser alguien de confianza". Porque "lo que sí han dicho explícitamente es que nunca le van a entregar el poder a María Corina Machado", añadió el analista.
¿Dejar el poder?
El problema de este escenario es que reposa en una gigantesca incógnita: la respuesta a la pregunta de ¿por qué el gobierno de Maduro, en el poder desde 2013 –tras la muerte de Hugo Chávez– y reelegido en 2018 en ausencia de la oposición, aceptaría ceder, cuando no lo ha hecho incluso en los peores momentos de la crisis económica y diplomática, mientras Machado sigue dando a entender que si gana González gobernará ella?
Para algunos especialistas, la respuesta podría buscarse del lado de una supuesta debilidad del gobierno, que mostró fracturas al purgar a antiguos aliados como el exministro de Petróleo Tareck El Aissami, así como en la voluntad de no pasar al olvido de una generación emergente de jóvenes chavistas ante el arrastre de la oposición.
Lo que explicaría que "es posible que lo que está buscando (Nicolás Maduro) es que Estados Unidos sea el garante de un cierto acuerdo" que garantice una transición democrática a cambio de "alternativas para su eventual salida del poder y para asegurarle una protección después de dejar el cargo, lo cual es posible que la oposición esté dispuesta a garantizar", adelantó Socorro Ramírez, politóloga de la Universidad Nacional.
De hecho, “hay sectores ya no solo de oposición sino incluso chavistas que trabajan con la población venezolana dentro y fuera de Venezuela, en favor de mantener la ruta electoral, tratando de incidir sobre los dos lados, para reducir los costos de salida a quienes tienen el poder, y para que el sector derrotado electoralmente no sea perseguido políticamente y se puedan generar condiciones para la convivencia pacífica”, agregó.
Ese escenario parece ser el que defienden actores como el presidente colombiano, Gustavo Petro, y la propia 'dama de hierro' Machado, quien ha declarado querer "avanzar en un proceso de negociación con garantías para las partes y que exista justicia en Venezuela". Una suerte de inmunidad nada despreciable para la administración de Maduro, investigada por posibles crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional, y por la que Estados Unidos aún pide una alta recompensa por narcotráfico.
Pero es un terreno manejado con suma cautela por los expertos, en la medida en que menosprecia la capacidad de movilización del chavismo y su control del aparato estatal, aún en sus horas más bajas.
Elección atípica
"El deseo de cambio político en Venezuela es claramente mayoritario. No hay duda de eso. Sin embargo, no se puede interpretar la elección venezolana como si fuera una elección convencional. Hay muchas variables que impactan los resultados y pueden generar un gap relevante entre preferencias, deseos y votos efectivos", advirtió Luis Vicente León, director de la firma de encuestas Datanálisis.
La abstención espontánea e inducida, la capacidad de movilización de votantes del gobierno, y de entorpecer el sufragio de la oposición con elementos de ingeniería electoral como la manipulación de los registros, el relleno de votos, la exclusión de los migrantes de la votación, entre otros, son tantos elementos que dejan pensar que Maduro evalúa un segundo escenario, en el que no dejará el poder tan fácilmente. Al menos eso parecen señalar encuestas que le son afines, como la de Hinterlaces, según la cual Maduro obtendría 54,2 por ciento de los votos contra 21,2 por ciento de González.
"El problema para el gobierno" consiste en "mantener el control sobre sus bases y mantener el control desde luego sobre los militares, sobre sus distintos aliados dentro y fuera de Venezuela, razón por la cual entregar el poder de forma tan fácil no es precisamente el mejor escenario para la propia supervivencia política de muchos de los grupos y de individuos que están en torno a Maduro", apuntó Víctor Mijares, profesor de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de los Andes.
Con lo cual otro "de los escenarios más importantes y probables podría ser precisamente el que Maduro desconozca los resultados de la elección de forma implícita o explícita, o trate a través de alguna maniobra de llamar a la conmoción nacional y alegar que no hay condiciones precisamente para el reconocimiento de estas elecciones", agregó.
De momento, solo una escalada de las tensiones con la vecina Guyana, en medio de la disputa que mantienen ambos países por el control del Esequibo, una gigantesca zona rica en petróleo y en oro, parece ser suficientemente intensa como para justificar la cancelación de las elecciones. Mas nadie descarta que el Consejo Nacional Electoral, aliado del gobierno, pueda descalificar a última hora al candidato de la oposición o inhabilitar el tarjetón del partido que lo respalda.
Peligros
Lo que es seguro, es que "independientemente de lo que suceda políticamente el 28 de julio, va a haber una salida de población venezolana" para la que no están preparados los países de la región, vaticinó Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. En un momento en el que Panamá ha decidido cerrar varios pasos de migrantes a través de la jungla del Darién: el paso que conecta sur a Centroamérica.
"Eventualmente, si gana el régimen se vivirán (...) seis años más de lo mismo, pero con alta inestabilidad política. Y si gana la oposición, tendrá que pasar casi ocho meses en un proceso de transición en el cual no va a tener el control del Estado venezolano", añadió.
Este nuevo éxodo estaría compuesto sobre todo por adolescentes preocupados por su derecho a la educación y a la salud en un país en el que el salario mínimo es de unos 3,5 dólares mensuales (más diferentes bonos que pueden ascender a 130 dólares) y la canasta básica supera los 554 dólares.
Ante esta amenaza es que Washington habría decidido retomar las negociaciones con Caracas, debido "a la necesidad imperiosa de recuperar las deportaciones de ciudadanos venezolanos”. Un símbolo de mano dura necesaria a unos meses de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, en las que la migración se ha vuelto un tema central, aseguró Rodríguez. Mientras que el gobierno de Maduro "busca que Estados Unidos legitime el proceso que se va a llevar a cabo el 28 de julio. Independientemente de que el proceso sea limpio o no". Con lo cual todas las opciones siguen sobre la mesa.