Gabriel Silva Luján
25 Septiembre 2022

Gabriel Silva Luján

Realpolitik, por favor

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“Realpolitik”: La política o diplomacia basada principalmente en consideraciones de circunstancias y factores, en lugar de nociones ideológicas explícitas.

Mucho ha dado que hablar el discurso del presidente Petro en las Naciones Unidas. Esa discusión se centró más que todo en su estilo y en su supuesta originalidad al denunciar el fracaso del paradigma de lucha contra las drogas; y también por sus mensajes contestarios frente a los países ricos. No vamos a repetir los fervientes elogios que ha recibido de sus seguidores o las críticas de quienes no les gustó. Al margen de ese debate de coyuntura, el discurso es bien significativo por lo mucho que revela sobre su visión del mundo y los fundamentos sobre los que está construyendo este gobierno su política exterior.

El planteamiento de Petro está imbuido de un concepto muy propio de la izquierda latinoamericana: la proyección más potente del interés nacional pasa por la convergencia regional. Se supone, y lo dijo Petro, que la mejor forma de alcanzar nuestros objetivos es a través de la consolidación de un bloque de América Latina que hable unido ante el mundo.

Los ejercicios recientes como Unasur, la Alianza del Pacífico, Mercosur, el Grupo Andino, y tantos intentos más han fracasado por diferentes razones, pero la principal es que las realidades económicas, sociales y políticas de la región promueven más el conflicto y la competencia que la convergencia. De allí que la “integración” se haya convertido más bien en una palabra que indica la confluencia de empatías ideológicas que muchas veces no pasan de ser retóricas y de abrazos vacíos.

Una integración basada en la identidad ideológica es deleznable y durará lo que el “camarada” de turno se mantenga en el poder. Esa integración condicionada a la empatía ideológica añade más bien poco a la capacidad negociadora de Colombia o a la defensa de su interés nacional. Solo basta ver lo que ocurrió con Nicaragua donde el gobierno Petro se jugó la carta ideológica y el dictador Ortega le contestó con la del interés nacional territorial de Nicaragua. ¿A quién le fue mejor? Y como para hacer el punto de lo deleznable que es esa convergencia, al ratico el presidente Boric se manifiesta en contra de la hipocresía de la izquierda latinoamericana frente a las violaciones de derechos humanos en Nicaragua y en las dictaduras populistas de la región.

Desde la perspectiva de la geopolítica global, el discurso del presidente en la ONU insinúa una política exterior anclada en un mundo que ya no existe. La confrontación Norte-Sur a la que aludió Petro es hoy una entelequia que tuvo algún sentido cuando existía algún grado de homogeneidad en los intereses de los países del sur por compartir condiciones de colonialismo, neocolonialismo y subdesarrollo generalizado. En ese contexto hacía sentido unirse para obtener algún grado de impacto colectivo en las discusiones globales. Hoy la diversidad del sur, en la que muchos países han logrado niveles de crecimiento, desarrollo industrial y avance tecnológico y militar que los convierte en potencias intermedias y ascendentes, hace que el concepto de países no alineados sea anacrónico. Ese es un club en el mundo contemporáneo al que nadie quisiera tener que pertenecer. No queda claro cómo puede argüir Petro que ese encuadramiento conceptual de nuestra postura internacional impulsa los intereses de Colombia.

El discurso de Petro en la ONU también confirma un modelo anacrónico de política exterior por los supuestos implícitos que contiene sobre la estructura actual del sistema internacional. En su florido texto hay una visión de un mundo en el que prevalece la hegemonía unipolar de los Estados Unidos desconociendo la multipolaridad en ascenso y, más grave aún, ignorando la feroz confrontación estratégica que se está dando como resultado de ese reacomodo geopolítico. Por ejemplo, una neutralidad frente a la guerra en Ucrania o una fervorosa bienvenida al país de la influencia rusa o china por razones de identidad ideológica, no pasará desapercibida para quienes tienen la mayor incidencia y relevancia en nuestra agenda externa. Petro puede venerar su becerro de oro, pero si quiere cumplir con su deber de defender el interés nacional más les vale empezar a practicar bastante más “realpolitik” y mucha menos efervescencia ideológica.

 Twitter: @gabrielsilvaluj

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