El lado abusivo de la ONU en Colombia
26 Mayo 2023

El lado abusivo de la ONU en Colombia

Crédito: Foto ilustración: Yamith Mariño

Tras las denuncias por acoso laboral, abuso de poder, microagresiones y actos misóginos contra Alejandro Pacheco, residente adjunto del PNUD en Colombia, CAMBIO recibió una serie de acusaciones más que dan cuenta de que estas conductas se extienden a al menos cinco oficinas de Naciones Unidas en Colombia sin que ello tenga ninguna consecuencia.

Por: Juliana Ramírez

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Que Naciones Unidas asegure públicamente que rechaza todos los tipos de abuso y acoso dentro de su organización es, al parecer, letra muerta. Cuando CAMBIO publicó las 12 denuncias de acoso laboral, abuso de poder, microagresiones y actuaciones misóginas por parte de Alejandro Pacheco, representante adjunto del PNUD en Colombia, recibió nuevos testimonios que dan cuenta de que no se trató de un caso aislado sino, más bien, de un patrón sistemático. Se replica en varias oficinas de Naciones Unidas en Colombia sin que haya ninguna consecuencia.

Los nuevos relatos demuestran que existe una cultura organizacional permeada por un ambiente tóxico y de impunidad en al menos cinco oficinas de la ONU que operan en territorio nacional promoviendo temas humanitarios y de derechos humanos, pero solo de puertas para afuera. Según los testimonios, la secuela más notoria en trabajadores y extrabajadores colombianos de la ONU es el deterioro de la salud mental.

El abuso y las preferencias en la Misión de Verificación

Según las declaraciones recibidas por CAMBIO, en la agencia Misión y Verificación de la ONU no solamente se ve acoso laboral, abuso de poder y maltrato delimitado a una relación laboral, sino que es mal visto cuestionar con evidencias el éxito del proceso de paz.

“La gente que me acosó laboralmente no solo sigue ahí, sino que hoy en día ostentan más poder”, asevera una persona que trabajó en la Misión de Verificación de la ONU en Colombia. Sin embargo, su cruz fue descubrir posibles filtraciones de documentos confidenciales y denunciar la irregularidad de que los esquemas de seguridad de los excombatientes se estaban asignando aparentemente con criterio político.

“Si el excombatiente no pertenecía al Partido Comunes no se priorizaba su solicitud de protección de seguridad; y ese partido es solo una pequeña fracción de los desmovilizados que dejó el proceso de paz. Raúl Rosende nos prohibía reunirnos con desmovilizados que no fueran de ese partido. Era la Misión arrodillada a un partido político, contrario al principio de neutralidad que siempre debe tener la ONU. Quienes vimos eso y lo pusimos sobre la mesa fuimos considerados unos parias. A varios nos quitaron los viajes a terreno, las funciones y nos relegaron a un cubículo en Bogotá”, relata otra fuente que sigue trabajando para la ONU y que asegura que a causa de esto ha sufrido episodios de depresión.

Otro testimonio da cuenta de lo mismo: “Ellos no te puteaban, solo te relegaban y te metían en grupos fantasmas de temas sin importancia y finalmente varios nos empezamos a convertir en personas con sueldos por encima de 20 millones que solo revisábamos prensa y hacíamos resúmenes de informes de ONG".

La filtración de documentos que relatan estas personas coincide con el reportaje que hizo la periodista Claudia Julieta Duque para El Espectador, titulado: "Mario Paciolla: ¿el costo de la caída de un ministro?". El informe no solo cuestiona el supuesto suicidio de Paciolla, un exvoluntario de la ONU, sino que describe que lo que pudo ponerlo en peligro fue una posible fuga de información, desde la Misión de Verificación de la ONU, de un reporte suyo sobre el bombardeo en el que murieron siete adolescentes.

Las fuentes que dicen haber sufrido acoso laboral en la Misión de Verificación señalan como sus victimaros a Yhon Medina Vivanco, director del área de Garantías de Seguridad, y a Raúl Rosende, representante especial adjunto y jefe adjunto de la Misión de Verificación. También aseguran que en su momento Carlos Ruiz Massieu y la oficina de conducta y disciplina supieron de la presunta filtración de documentos y no hicieron nada. Coinciden en afirmar que estos casos no prosperan internamente porque “las agencias están conformadas por gente que se cubre entre sí la espalda”. 

Tres personas distintas hablan de casos de acoso sexual por parte de superiores. Aseguran que algunas mujeres han desistido de continuar con las denuncias porque, a cambio, se han beneficiado de nombramientos dentro de la organización. Incluso, relatan que algunas de ellas, que han tenido la categoría de voluntarias, han pasado rápidamente a P3, que es una categoría profesional para cargos de personal internacional. 

Esto contrasta con las solicitudes de traslado que varios funcionarios internacionales han pedido para cambiar de lugar de trabajo y les son negadas. En el caso de los nacionales es peor, porque no tienen la posibilidad de ser trasladados; y, si quieren otra plaza, les toca postularse nuevamente cuando haya convocatorias.

Incluso, personas que se han atrevido a denunciar conductas indebidas de colegas en terreno –que incluyen aspectos tan graves como abuso sexual–, han sufrido retaliaciones laborales, lo cual ha impedido que otros colegas denuncien este tipo de delitos y ha favorecido la continuidad de este tipo de conductas.

CAMBIO omite situaciones detalladas que permitan identificar a las víctimas, pero todas detallan una persecución sostenida que se evidencia no solamente con retaliaciones internas sino también externas.

CAMBIO también recibió denuncias relacionadas con presuntas infiltraciones de miembros de grupos armados en las estructuras laborales de la Misión, lo que, según funcionarios, se traduce en un riesgo adicional para ejercer sus funciones. Según los relatos, esta situación ha generado un clima de desconfianza insostenible.

Un nuevo caso en el PNUD

Volviendo al PNUD, tras el caso de acoso laboral que ha ejercido Alejandro Pacheco, residente adjunto, contra sus subalternos, Mireia Villar, coordinadora residente de la ONU en Colombia, aseguró que funcionarios de la oficina de auditoria vendrán desde Nueva York para hacer una investigación. De hecho, CAMBIO pudo corroborar que esa comisión llega mañana lunes 29 de mayo. Esto genera miedo y esperanzas en las 12 personas que hicieron la denuncia en CAMBIO y en otras que decidieron no hablar porque les atemoriza perder su trabajo. Este medio recibió más testimonios contra Pacheco, pero los omite porque su caso ya está más que documentado.

Sin embargo, un nuevo caso conocido por CAMBIO da cuenta de que los procesos en esa oficina de auditoría con sede en la Gran Manzana pocos resultados genera. “Teníamos un proyecto con unas víctimas y uno de los proveedores no presentó los soportes válidos para pagar sus servicios, entre otras inconsistencias que yo encontré y por ello en tres meses no se le pagó. Ese proveedor me amenazó de muerte. Lo puse en conocimiento de las áreas correspondientes y lo que hicieron fue sacarme a mí del proyecto, quitarme mis funciones y ellos siguieron trabajando con ese proveedor. Denuncié esto en Recursos Humanos, que en ese momento era manejado por Sandra Rico y ella trató de disuadirme, pero igual escalé la denuncia al área de auditoria en Nueva York”, describe la exfuncionaria del PNUD, quien oculta el nombre de sus acosadores.

Dice que, debido a las afectaciones a su salud mental y física, renunció al PNUD. Posteriormente, consiguió trabajo en una entidad del Estado, sin embargo, le duró pocas semanas porque afirma que desde el PNUD llamaron a sus superiores del nuevo trabajo para que le terminaran su contrato.

“En la entidad me dijeron verbalmente que en el PNUD le habían dicho que yo no podía seguir trabajando ahí o, si no, dejaban de hacer proyectos con ellos, y lo siguiente fue que me hicieron terminación anticipada de contrato”, dice.

Este nuevo hecho, que ella califica como persecución laboral, también lo agregó a la denuncia inicial que había hecho a la oficina de auditoria en Nueva York y no pasó absolutamente nada. Esta mujer lleva más de dos años desempleada y trabaja por ratos en cosas que no están relacionadas con su profesión. 

Oficina contra la Droga y el Delito: acoso de país en país

Pero el acoso y abuso laboral en la agencias de la ONU al parecer también traspasa fronteras. Ejemplo de ello, según una extrabajadora de Naciones Unidas, es Antonino de Leo, hoy asesor senior de Candice Welsch, representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en Colombia. De Leo viene de ser representante de la oficina de la UNODC para Perú y Ecuador, y antes, tuvo ese mismo cargo en México. Otra exsubalterna de Antonino de Leo asegura que en el país azteca lo denunciaron por acoso laboral y, luego de eso, terminó liderando la oficina más pequeña en Perú, donde lo conoció y pudo corroborar el acoso.

“Trabajé por 17 años en esta organización, renuncié hace tres meses. Nunca tuve ningún inconveniente con ninguno de mis jefes o colegas, realmente amaba mi trabajo. Cuando llegó el señor De Leo, yo ya venía ocupando un cargo directivo y estaba a cargo de un pequeño equipo de cinco personas. Desde el inicio, siempre me hizo sentir diferente por tener una hija porque según él, el equipo necesitaba gente que trabajara 24 horas siete días a la semana y que, si eso no era posible, no podía trabajar en UNODC. Me hacía sentir mal y maltratada por mi estatus familiar”.

Esta misma persona detalla que durante 15 años estuvo trabajando para una agencia de la ONU bajo un contrato de prestación de servicios. “Y eso es ilegal, porque este tipo de contratos no pueden hacer durante tanto tiempo. En 2020, cambié mi tipo de contrato a uno de staff y pensaba que ya era definitivo, pero en 2022 me enteré de qué vencía en abril de ese año; al mismo tiempo, supe que estaba embarazada de mi segundo bebé y el señor De Leo me discriminó por ser mamá. Fue un momento terrible, de mucho estrés, decepción y depresión porque yo le entregué tantos años a una organización que en ese momento me dio la espalda y me discriminaba literalmente por mi embarazo. Yo lloraba por las noches y no podía dormir”, revela.

Esta mujer asegura que cuando De Leo accedió a darle un nuevo contrato, se lo dio de forma temporal, con un sueldo que no era ni la mitad de lo que ella normalmente percibía; y, aunque puso la queja por discriminación y acoso laboral en la sede principal de la UNODC, “solo me dijeron que se disculpaban, pero que no se podía hacer nada más y que falta mucho por trabajar en los hombres de la organización para que no cometieran este tipo de acciones”.

Otra fuente que trabajó en la UNODC en Colombia aseguró que se retiró porque le diagnosticaron una depresión severa. Explica que el hecho de trabajar en temas de asistencia humanitaria y con personas que han sido vulneradas implica una carga emocional que se multiplica con el acoso laboral y trato hostil, que, según esta persona, está normalizado en esta agencia. “En esta agencia hay una alta rotación de personal. Abusan de la figura de la prestación de servicios para no reconocer derechos laborales, pero también hay descalificación constante del trabajo y te quitan tus funciones de una momento a otro como represalia. Viví frustración y desmotivación. Puse la queja de acoso laboral contra un supervisor y no pasó nada”.  Otra persona, que también tuvo afectaciones en su salud mental por su trabajo en la UNODC, dice que, desde el área de Talento Humano se toleran y se ejercen este tipo de conductas.

Ni en el Programa Mundial de Alimentos se salvan

Los trabajadores del Programa Mundial de Alimentos, conocida como WFP por sus siglas en inglés, tampoco se salvan de estas conductas inapropiadas. Una funcionaria que lleva más de 15 años trabajando para distintas agencias de la ONU y que ahora está en la WFP, considera que la raíz del problema es la inseguridad laboral que viven los contratistas de la ONU. “Los contratos por service contract son semestrales y su renovación depende de caerle bien a tu supervisor y aguantarse sus tratos. Si te llegas a quejar, te meten en una lista negra”, asegura una persona que dice ser víctima de acoso laboral a través del menosprecio y descalificación de su trabajo. Señala como su acosadora a Adriana Bello, oficial de monitoreo y evaluación.

Otra persona agrega que, cuando llega el momento de renovar contrato cada seis meses,  “Adriana Bello nos evalúa subjetivamente mal como una forma represiva de desquitarse. Cuando no puede evaluar, empieza por asignar tareas imposibles fuera de las responsabilidades del cargo y, a partir de planes de mejora, hace lo posible para que no se renueven contratos. Después de una mala evaluación difícilmente te vuelven a contratar en otra agencia ONU. Yo solo soporté seis meses y presenté mi renuncia”.

Las personas que hablaron con CAMBIO aseguraron que todo ocurre a la vista del área de recursos humanos, que permanece indiferente. Otra víctima asegura: “Pensé que por estar en terreno no me afectaban los problemas de la oficina central, pero tuve que soportar los malos tratos, que en ocasiones eran soeces de parte de la gerente de Mujer Rural, Olga Ramírez. Ella estaba acostumbrada a pelear con todo el equipo, hasta con los directivos de las oficinas de terreno; siempre encontraba la palabra perfecta para que un viernes se me dañara todo el fin de semana”.

La carga de trabajar en la Agencia para Refugiados

Los hechos que denuncian distintos funcionarios y exfuncionarios de agencias de la ONU en Colombia dejan en evidencia que estas conductas no solo suceden en Bogotá sino también en las regiones. En la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), varias funcionarias que trabajan en terreno señalan a su  superior jerárquico. “Constantemente descalifica públicamente el trabajo del equipo y, ante sugerencias respetuosas de mejoramiento, inicia persecuciones individualizadas, realiza comentarios misóginos y da una preponderancia injustificada al personal internacional sobre el nacional”, relata. Otra funcionaria dice que es permanente el uso del “gaslighting” en escenarios donde se confrontan sus comentarios.

“Al menos cuatro colegas hemos presentado cuadros graves de depresión, ansiedad, agotamiento y enfermedades físicas digestivas, musculares y crónicas (hipertensión y migrañas) debido a la situación laboral”, dice.

Las Naciones Unidas operan en Colombia a través de más de 20 agencias, de las cuales en al menos cuatro y en la Misión de Verificación, según los testimonios recogidos, se están presentando casos de acoso laboral, abuso de poder, microagresiones y conductas misóginas. Los relatos no son aislados. Los afectados que decidieron hablar con CAMBIO no solo lo hicieron a modo de denuncia sino de desahogo, porque consideran que lo canales internos son insuficientes e inservibles.

Lo cierto es que, en materia laboral, algo no está funcionando en la operación de Naciones Unidas en Colombia. Lo paradójico es que se utilice el "trabajo humanitario" como una labor altruista y abnegada para justificar el maltrato y el sufrimiento de quienes lo realizan. Es momento de que la ONU haga una autocrítica de sus sistemas internos y de lo que está dispuesta a amparar bajo la sombrilla de la inmunidad diplomática, que por los casos relatados, se traduce en impunidad. Las soluciones deben ir más allá de trasladar a las víctimas y victimarios para tapar lo que todos están gritando ahora.

Sobre todas estas nuevas denuncias, CAMBIO quiso conversar con Mireia Villar, coordinadora residente de la ONU en Colombia. Pero aún no ha obtenido respuesta.  

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