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Con Trump puede haber diferencias ideológicas, pero es posible encontrar puntos de cooperación concretos: Daniel García-Peña
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En vísperas de la posesión del presidente Donald Trump, Daniel García-Peña, embajador de Colombia en Washington, en entrevista con Patricia Lara Salive, habla de los desafíos y de las expectativas que surgen en esta nueva etapa de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos.
Por: Patricia Lara Salive

Daniel García Peña, historiador del Belmont College de Carolina del Norte, profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional y de Historia en la Universidad de Los Andes, militante de izquierda de vieja data, pero también comisionado de paz en el gobierno de Ernesto Samper, director de Planeta Paz y secretario de Relaciones Internacionales de Bogotá durante la Alcaldía de Gustavo Petro, saltó a la embajada de Colombia en Washington. Sin embargo, nunca se imaginó que le tocaría manejar las relaciones entre el país y los Estados Unidos gobernados, a partir de este lunes 20 de enero, por el presidente republicano Donald Trump, uno de los más connotados críticos de la izquierda en el momento.

CAMBIO: Usted, que ha sido militante de izquierda durante tantos años, ¿se imaginó alguna vez que le iba a tocar manejar las relaciones de Colombia con un presidente como Trump?
Daniel García-Peña: La verdad no estaba previsto. Pero tantos años dedicados a estudiar las relaciones entre Colombia y Estados Unidos me dan una preparación que creo va a ser útil en los días que llevo como embajador.
CAMBIO: El nuevo secretario de Estado de Estados Unidos es nadie menos que el republicano Marco Rubio, crítico obsesivo de todo lo que huela a izquierda. ¿Cómo cree que van a ser las relaciones de Colombia con el Departamento de Estado a partir de este lunes 20, cuando comienza el gobierno de Trump?
D.G.: Independientemente de lo que pueda haber sido su actuación como senador, Marco Rubio tiene una inmensa responsabilidad como secretario de Estado y lo cierto es que hay una relación entre Colombia y Estados Unidos muy robusta y multidimensional y que lleva décadas construyéndose. Hoy trabajamos en temas muy diversos como seguridad, defensa, comercio, medio ambiente y cultura, en fin, es una relación que vamos a continuar con la convicción de que ella beneficia tanto a Estados Unidos como a Colombia. Lo que necesitamos es encontrar esos espacios de posible cooperación para seguir fortaleciendo esa relación binacional.
CAMBIO: Y dado que el secretario de Estado es Rubio, que ha sido tan obsesivo en el tema con Cuba, ¿cómo cree que van a ser las relaciones nacionales con América Latina, incluidos países como Nicaragua y la misma Cuba?
D.G.: Marco Rubio conoce la región y, en ese sentido, es positivo que tengamos una persona que lo haga. No quiero entrar a especular lo que él puede o no hacer. Repito, es muy distinto ser secretario de Estado a ser senador, pero el papel que Colombia juega en la zona es fundamental para los intereses de los Estados Unidos en aspectos de diferente naturaleza. En el tema de la migración, por ejemplo, que es hoy el principal dentro de la relación de América Latina con Estados Unidos, Colombia ha jugado un papel –y lo seguirá haciendo– muy importante como aliado. De tal manera que vamos a seguir trabajando con los Estados Unidos como se ha hecho en décadas anteriores. Y no olvidemos que ha habido cambios y no es la primera vez que hay uno aquí en Washington. Por ejemplo, el Plan Colombia se negoció con el gobierno demócrata de Bill Clinton y luego llegó el del republicano George Bush y el del demócrata Barak Obama. Después sobrevino el primer gobierno de Donald Trump y hoy termina la administración demócrata de Joe Biden, para volver a un gobierno republicano. Es decir, hubo cambios en Estados Unidos como también los ha habido en Colombia: pasamos de Uribe a Santos, de Santos a Duque, de Duque a Petro. Y, sin embargo, a pesar de esos cambios, la relación bilateral se ha mantenido y, aún más, se ha fortalecido y ha evolucionado para enfrentar los retos de ambos países.
CAMBIO: Ya que menciona el tema de la migración, Colombia y también América Latina y el mundo, en general, están pendientes de las medidas que tome Trump contra ese fenómeno. Él ha dicho que planea expulsar a millones de migrantes. ¿Cómo va a manejar el país ese tema?
D.G.: Es, sin duda, uno de los temas de mayor expectativa y preocupación entre los colombianos y los latinos en Estados Unidos. Lo cierto es que, en el tema migratorio, Colombia no está en el primer lugar en cuanto a números en ese país. Hay aproximadamente unos 800.000 colombianos indocumentados en Estados Unidos, de unos 12 millones de ilegales en total. Pero estamos preparándonos y trabajando con los consulados colombianos, de manera que se ha fortalecido la asistencia social y jurídica para prestarle a los connacionales información en torno a cuáles son sus derechos.
Por otro lado, la posición que tiene Colombia en el tema migratorio es muy importante. Aquí se reconoce ampliamente el hecho de que el país haya acogido a casi tres millones de venezolanos y migrantes en el territorio. Son personas que no están buscando llegar a Estados Unidos, por lo que esa nación ve a Colombia como un modelo de cómo, efectivamente, se puede trabajar de forma mancomunada. Hemos logrado, por ejemplo, gracias a un trabajo con Panamá y los Estados Unidos, reducir en un 40 por ciento los flujos en el tapón del Darién el año pasado. O sea que, repito, Colombia se ve como parte de la solución y no del problema. El país siempre ha dicho que tiene toda la voluntad de recibir a los colombianos que estén en Estados Unidos de manera irregular y que sean deportados. De hecho, ha habido vuelos diarios de deportados durante todo el gobierno del presidente Biden y, en ese sentido, no habrá nada nuevo: quizás los números pueden subir, pero estamos preparándonos para tal eventualidad.
CAMBIO: ¿Cuál cree que va a ser la actitud del gobierno de Trump con el régimen de Maduro? En su primer gobierno tuvo una posición muy dura: apoyó a Guaidó e impuso severas sanciones económicas a Venezuela. Pero ahora no recibió a Edmundo González y el senador republicano Bernie Moreno dijo que Trump trabajaría con Maduro porque tenía que resolver la repatriación de venezolanos. Y que Estados Unidos quería que Venezuela dejara de hacer negocios con Rusia y China para hacerlos con ese país y que luego sí podían discutir sobre una elección libre y justa, monitoreada por la comunidad internacional. ¿Usted qué opina?
D.G.: Todas esas son diferentes versiones que han salido en medios y hacen parte de una incógnita. Realmente no es clara cuál va a ser la posición de la administración entrante. Incluso, en medios colombianos salió una nota reciente que también recoge lo que en Estados Unidos se está diciendo en torno a una discusión en diferentes sectores cercanos a Trump: unos, que están más la línea dura de aumentar la presión sobre el régimen de Maduro, y otros, como el senador Moreno, están en la de buscar algún acuerdo. El mismo Trump ha dicho que puede resolver el tema directamente con Maduro. Pero esa es una incógnita. Creo que las dos fórmulas no necesariamente son excluyentes. Lo que sí es de subrayar es que, en estos últimos tiempos y en diferentes temas –como el de la negociación de los rehenes en Gaza– ha habido una consulta permanente entre el gobierno saliente y el entrante, de forma que la decisión del presidente Biden en las últimas semanas seguramente fue consultada con el gobierno de Trump, que sin duda continuará esa línea por lo menos al comienzo. Eso no excluye la posibilidad de que, eventualmente, se busquen acuerdos y acercamientos como los que ha insinuado el senador Moreno.
CAMBIO: ¿Usted cree que cuando se cierren todas las vías, Estados Unidos consideraría una intervención militar en Venezuela?
D.G.: No creo. Hoy, la posibilidad de intervenciones militares es simplemente insostenible. Los mismos militares norteamericanos se opondrían, y uno puede decir muchas cosas del presidente electo Trump, pero él ha sido muy crítico con lo que él ha llamado las ‘guerras eternas’.
CAMBIO: Pero el expresidente Uribe la planteó como opción. La única que queda…
D.G.: Él está en su derecho de hacer planteamientos, pero no hay posibilidad de que eso tenga futuro en la realidad.
CAMBIO: ¿Cuáles son los temas fundamentales en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos que usted espera sacar adelante?
D.G.: Estados Unidos es el principal socio comercial de Colombia. Es el país que más nos compra y a quien más le compramos. El reto es continuar ese comercio, pero al mismo tiempo ampliar sus beneficios a los sectores históricamente olvidados en el territorio colombiano, a la ‘Colombia profunda’, como la llama Luis Gilberto Murillo. Es decir, que esas regiones que no han sido parte del desarrollo puedan también acceder a los mercados estadounidenses. También está el tema del cambio climático y transición energética, aspectos que para el país son claves y que se han venido trabajando en el gobierno actual del presidente Biden. Sabemos que Trump tiene una posición distinta, muy crítica frente a Biden, pero lo cierto es que hay acercamientos y coincidencias en lo que Colombia ha planteado y que gira en torno a que requerimos inversión y tecnología estadounidense y empresas norteamericanas que puedan ayudarnos a hacer la transición energética, a modernizar nuestro transporte para evolucionar hacia la movilidad eléctrica. En fin, hay una gran oportunidad para que Colombia y Estados Unidos continúen su relación comercial en beneficio de lo que el país necesita, pero también en el de Estados Unidos. Y, finalmente, hay un tema que seguirá siendo fundamental: la seguridad. Hoy, las amenazas del crimen transnacional hace que aquella sea cada vez más un asunto regional y hemisférico y en el que Colombia juega un papel fundamental.
Gracias a la ayuda estadounidense, por ejemplo, la policía colombiana ha venido trabajando con las de los países vecinos, entrenando a las diferentes fuerzas en Centroamérica, Suramérica y el Caribe. Colombia es visto por Estados Unidos como un aliado estratégico.
De otra parte, hay cerca de tres millones de colombianos que viven en Estados Unidos, la gran mayoría de ellos de manera legal y que contribuyen a la sociedad norteamericana. De hecho, tenemos dos senadores de origen colombiano que fueron elegidos en los últimos comicios: el senador Bernie Moreno y Rubén Gallego, de Arizona.
También hay que registrar el número récord de norteamericanos que están viajando a Colombia. El año pasado se rompió esa cifra de turistas, de tal manera que una relación de pueblo a pueblo y de mucho intercambio hace que nuestro vínculo no solamente deba continuar, sino profundizarse.

CAMBIO: El presidente Trump nombró en Colombia a un embajador que, por su trayectoria, parece que pondría el énfasis en la lucha contra el narcotráfico. ¿Se volverán a ‘narcotizar’ las relaciones bilaterales?
D.G.: No. De hecho, Daniel Newlin es una buena persona que conoce el tema de seguridad como sheriff en Orlando y eso da mucha tranquilidad porque sabe de los riesgos y amenazas multidimensionales del sector. Además, es un hombre que conoce a Colombia: ha estado en el país e incluso tiene una finca y sabe que la nación es un lugar propicio para el comercio y por eso pensamos que puede ser un aliado importante en esa materia. Y en asuntos de narcotráfico también es interesante ver cómo hemos venido evolucionando en la relación con los Estados Unidos. Ambos países hemos entendido que las políticas del pasado no han funcionado. Eso de la erradicación forzada y con glifosato lo único que hizo fue trasladar los cultivos de un lugar a otro, y el nivel de resiembra ha sido inmenso y los campesinos son, al fin y al cabo, los más afectados por estas políticas que no le hacen ni cosquillas al negocio del narcotráfico. Se ha venido evolucionando hacia una política que se concentra en contra de las organizaciones criminales y la prueba es que el año pasado incautamos 840 toneladas de cocaína: un récord de toda la historia y 100 toneladas más que las del año antepasado. Y estos son golpes más contundentes que la erradicación forzada y eso lo hemos hecho hablando con los Estados Unidos.
De tal manera que seguiremos trabajando conjuntamente para aumentar esas cifras récord, reconociendo además que hoy las organizaciones dedicadas al narcotráfico se han diversificado hacia delitos como la minería ilegal, el tráfico de personas –como es el caso del Clan del Golfo y el Tren de Aragua–, casos en los que las autoridades han luchado con el concurso de los Estados Unidos.
CAMBIO: Pero ha aumentado enormemente el número de hectáreas de coca.
D.G.: Enormemente, no. La curva siguió subiendo, pero, de hecho, en 2024 se dio el menor incremento en los últimos años y con los programas que están en curso en este momento vamos a ver que, en este 2025, empezaremos a ver un descenso leve. No estamos hablando de cifras grandes, pero sí de una pequeña caída porque esos programas toman tiempo. Estamos confiados en que vamos en la dirección correcta, reconociendo que ofrecer oportunidades a los campesinos es la única forma de lograr que no sigan aumentando los cultivos de coca. Además, lo que hemos aprendido es que no se puede medir el éxito de la lucha contra el narcotráfico exclusivamente por el número de hectáreas sembradas. Eso era el pasado. Y la certificación por parte de los Estados Unidos en esta última ocasión no solamente fue importante por el hecho de obtener el certificado, sino porque se reconocieron unas nuevas métricas, unas nuevas formas de medir el éxito o fracaso de la política antidrogas, y en las cuales Colombia sigue mostrando cifras récord.
CAMBIO: ¿En qué va la ayuda de Estados Unidos a Colombia, especialmente del Congreso? ¿Se había disminuido?
D.G.: No. El año antepasado hubo una disminución, en términos generales, de toda la ayuda al exterior. Hoy hay mucha presión en los Estados Unidos al respecto y no es sólo por el tema de Colombia. De hecho, en los últimos debates que hubo en el Senado el nombre del país ni siquiera apareció: se habló más de Ucrania, de Gaza, de otros lugares del mundo. Lo que hemos visto en estos últimos tiempos es que, si bien hay propuestas de recortes, a la hora de la verdad se ha logrado mantener dicha ayuda en niveles históricos estables. La última medida que se tomó en diciembre fue lo que llaman aquí un continuing resolution, es decir, una continuación de los niveles de financiación hasta marzo, que es cuando se vuelve a retomar el tema de la ayuda al exterior.
CAMBIO: Los anuncios de Trump sobre la supuesta intervención de Estados Unidos en Panamá para restaurar la posesión del canal, en el que Colombia tiene derechos, han causado rechazos en muchos países. ¿Cree que sería posible una intervención norteamericana en el istmo?
D.G.: Curiosamente, en el entierro del expresidente Jimmy Carter tuve la posibilidad de asistir con varios embajadores de América Latina y uno de ellos decía: “Bueno, lo único que se ha logrado con esa declaración es unirnos a todos. A los gobiernos de izquierda y a los de derecha. Todos en América Latina nos sentimos unidos en el respaldo a Panamá. Las de Trump son parte de una serie de declaraciones que se hacen pero que en el fondo hay poca viabilidad de que sucedan. De hecho, varios congresistas republicanos con los cuales he hablado también me han dicho haber comunicado al presidente Trump que la idea no es positiva porque Panamá mantiene una relación muy importante con Estados Unidos.
CAMBIO: El presidente Petro ha dicho que quiere renegociar el Tratado de Libre Comercio con Trump. El presidente Santos le ha advertido que no lo haga porque el magnate podría arrancarle la mano y obtener ventajas adicionales en perjuicio de los beneficios actuales que tiene Colombia. ¿Qué piensa usted de eso?
D.G.: La renegociación de un tratado de libre comercio no es tan sencilla. Requiere la aprobación de los congresos y eso es altamente improbable que suceda. En primer lugar, el TLC no está en la mira del gobierno Trump. Al contrario, lo que ha dicho es que está revisando sus tratados que son desfavorables para los Estados Unidos en este momento. Lo cierto es que la balanza comercial está a favor de los Estados Unidos y en contra de Colombia. Entonces, tampoco habría mucho ánimo por parte de Estados Unidos de revisar el tema. Lo que sí es cierto, y efectivamente el presidente ha insistido mucho en ello, es que ha venido trabajando dentro del marco del TLC que establece mecanismos de revisión, de analizar aspectos específicos, porque ha pasado mucho tiempo desde que fue aprobado. Hay que mirar y modernizar algunos de sus aspectos. Hay elementos que pensamos deberían fortalecer más la posibilidad del acceso de bienes colombianos al mercado norteamericano. Se está haciendo una revisión dentro del tratado de una manera muy juiciosa.
CAMBIO: En un artículo para CAMBIO, el excanciller Julio Londoño afirmó que, con el anuncio que Trump ha hecho sobre sus deseos de anexar a Panamá, Canadá y Groenlandia a Estados Unidos, volveríamos a la época del expansionismo norteamericano y del gran garrote del presidente Teodoro Roosevelt, que inundó de intervenciones militares del continente. Londoño agrega que se avecina una nueva era y que, como sucede en los aviones, tenemos que estar preparados para ajustarnos los cinturones. ¿Usted ya se ajustó el cinturón?
D.G.: Desde hace mucho tiempo. Yo siempre leo con mucho detenimiento al excanciller Londoño, que respeto mucho y que creo tiene razón en cuanto a que, efectivamente, las declaraciones dadas con relación a Groenlandia, Panamá y Canadá hacen parte de una modalidad que ha caracterizado al presidente electo, pero que a la hora de la verdad hay poca posibilidad de que sucedan. Aunque sí generan nerviosismo, y no solamente en Colombia, esos aspectos un poco impredecibles del gobierno entrante.
CAMBIO: También ha dicho que quiere cambiarle el nombre al Golfo de México por el de Golfo de América.
D.G.: Y la presidente mexicana dijo que debería cambiarse el nombre de Estados Unidos para recordar que, en una época, la mayoría del territorio era mexicano. Lo que no podemos perder de vista es que, en política internacional, y en particular en la referente a Colombia con los Estados Unidos, hay una relación institucional que va mucho más allá de las palabras de los presidentes.
CAMBIO: ¿Asistirá usted a la posesión de Trump mañana, 20 de enero? ¿Vendrá el canciller?
D.G.: No. Voy yo. De hecho, las invitaciones se han hecho a jefes de Misión aquí en Washington y somos los embajadores aquí acreditados los que estamos encomendados para representar a nuestros países.
CAMBIO: ¿Cómo es el protocolo? ¿Hay que ir de sacoleva?
D.G.: Hay que ir con un saco de invierno y gorro, porque es afuera. Según los pronósticos, el clima va a estar bajo cero. Entonces, hay que ponerse guantes y bufandas para aguantar el frío.
CAMBIO: ¿Cómo fue su reconciliación con Petro? Porque cuando usted salió de la Alcaldía, en 2014, en su carta de renuncia, que comenzaba diciéndole ‘Querido Gustavo’, le dijo una frase que hizo historia: “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”. Tremenda frase. ¿Cómo fue esa reconciliación?
D.G.: Eso fue hace tanto tiempo, que parece historia antigua. Pero más allá de cualquier cosa, el hecho que el presidente hubiera llamado a ofrecerme y nombrarme embajador aquí en Washington es una muestra clara de que esa clase de cosas ya hacen parte del pasado y entendemos que estamos en un nuevo momento. Yo acepté por una simple razón, y es que coincido con el presidente Petro en sus iniciativas de política exterior. Sé de la importancia que tiene Estados Unidos para el pueblo colombiano, de manera que la relación de trabajo con el mandatario ha sido muy fluida y fructífera. Y la verdad, se me había olvidado ese incidente que fue más una anécdota que cualquier otra cosa, pero que demuestra el talante de un presidente que está pensando en cosas distintas
CAMBIO: ¿Qué cree que se puede hacer con Venezuela? Se posesionó Maduro y no mostró las actas, que era lo que pedía Colombia…
D.G.: La posición de Colombia, que muchos han criticado de lado y lado, sigue siendo la correcta y absolutamente coherente desde el comienzo. El país jugó un papel siempre muy importante de mediación, de acompañamiento, en lo que fue el proceso de los Acuerdos de Barbados. Por un lado, tenemos un vecino con el cual compartimos una frontera muy vibrante, muy activa. Lo que no podemos hacer es cerrar la frontera, romper relaciones, cerrar los consulados. Eso definitivamente no funcionó. Lo cierto es que la propuesta del presidente Petro de buscar un acuerdo entre las partes en Venezuela, entre venezolanos, sigue siendo vigente. ¿Qué es inviable? Bueno, eso es parte de la discusión. Si por alguna razón Nicolás Maduro mañana dice: ‘Bueno, voy a entregarle el poder a Edmundo González’, o, en el caso de que llegue a un acuerdo con el señor Trump para que se mantenga en el poder, se requiere un acuerdo entre las partes en Venezuela, entre gobierno y oposición, y la posición de Colombia en ese sentido ha sido claro. De hecho, me corresponde aquí en Washington mantener un diálogo muy fluido con la oposición venezolana y me he reunido en varias ocasiones con sus más máximos dirigentes, y en todas las reuniones nos dicen: ‘Gracias Colombia por el trabajo’. Ahora, si me está preguntando qué va a pasar en Venezuela, pues no tengo bola de cristal. Es una situación muy crítica y el tema de derechos humanos y la represión a la oposición nos preocupa profundamente. El gobierno del presidente Petro y el canciller Murillo han sido muy claros en condenar esos atropellos. Pero también hay que reconocer que hay una relación de Estado a Estado y que aquí no se trata de que nos guste o no nos guste: hay una relación en materia de comercial, consular, de seguridad que tenemos que mantener.
CAMBIO: En una entrevista que el expresidente Santos le dio a María Jimena Duzán al abrir el foro de CAMBIO que se llamó ‘Perspectivas País’, dijo una frase muy interesante. Algo así como que con Trump se puede negociar y plantearle que nosotros le ayudamos a controlar la inmigración ilegal por el Darién y que él nos ayude a controlar las bandas. ¿Usted cree que en el caso de Venezuela sería posible una negociación entre Trump y Maduro para facilitarle una salida ‘digna’ o por lo menos segura?
D.G.: Sí, hay una gama de posibilidades muy amplia. En este momento no me atrevo a predecir cuál va a ser el rumbo de lo que suceda en Venezuela. Pero tiene razón el presidente Santos en algo que para Colombia es fundamental. En días recientes estuvo aquí la ministra de Medioambiente, Susana Muhamad, con el ministro de Hacienda, el de Minas y el de Transporte y la directora del Dapre presentando la plataforma ‘País’. Es un paquete de portafolios para ayudar en la transición energética. Y nos reunimos con quien va a ser el asesor de Trump en materia ambiental, Ed Russo. Él tuvo una relación muy interesante con la ministra del Medio Ambiente, que obviamente tiene sus posiciones frente al petróleo. Russo dijo: ‘Mire, el gobierno Trump quiere trabajar en cosas muy concretas como el agua limpia’. Y Susana inmediatamente contestó: ‘Bueno, trabajemos en eso. Tenemos proyectos de tratamiento y saneamiento ambiental y por lo tanto podemos seguir trabajando en cosas específicas’. Russo también dijo que estaba cansado de tantas reuniones, seminarios y conferencias y que necesitaba acciones concretas y reales. Y nuestra ministra de Medio Ambiente dijo: ‘Estamos de acuerdo. Hemos gastado mucho tiempo en discusiones y en foros. Necesitamos cosas concretas’. Entonces, fíjese que en un tema en el que aparentemente Trump y Petro están en dos mundos distintos en materia de cambio climático, ya estamos encontrando cosas muy concretas en las cuales podemos trabajar con los Estados Unidos. Eso puede también ser una oportunidad y el trabajo mío y de nuestro como país es buscar esas oportunidades.
CAMBIO: Bueno, Embajador, muchas gracias por esta entrevista y, como dice el excanciller Londoño, prepárese y ajústese el cinturón.
