Hace pocos días falleció el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la controversial Teología de la Liberación (TL). Para algunos, sus ideas son marxistas y para otros sus mensajes han sido inspiración para los violentos. Respeto pero estoy en desacuerdo con el pensamiento de Marx, y rechazo -de manera categórica- todas las formas de violencia, vengan de donde vengan, sea cual sea su pretendida justificación. Pero coincido con los pilares de esta postura teológica y social, que a continuación describo.
La TL, que nació en los años 60 en América Latina, tiene como objetivo reinterpretar la fe cristiana en el contexto de la pobreza, la injusticia y la opresión en la región. En Colombia, tenemos graves problemas en estos tres frentes: 5,6 millones de ciudadanos malviven en pobreza extrema-miseria; la injusticia se manifiesta de múltiples formas a diario y en todo el territorio nacional; y la opresión se evidencia de muchas maneras (la explotación de la mano de obra, especialmente en las zonas rurales, la aporofobia -rechazo y discriminación en contra de los pobres, y la corrupción- que oprime a los más necesitados al privarlos de la inversión social que necesitan en materia de salud, educación y servicios públicos para poder escapar de lo que los economistas denominan como las trampas de la pobreza.
El principio esencial de la TL es la preferencia por los pobres. No solo la Iglesia sino toda la sociedad debería tener como prioridad la erradicación de la pobreza extrema. Pienso que más allá de la solidaridad religiosa, la necesidad económica, la lógica política (una verdadera democracia) y el imperativo social, existe una obligación ética que todos debemos tratar de cumplir. No podemos invisibilizar a esos millones de seres humanos que subsisten en condiciones inhumanas. Este mandato moral nada debe tener que ver con las inclinaciones de izquierda, centro o derecha de cada quien, tenemos que cumplirlo todos - por encima de nuestras ideologías.
Otro principio de la TL con el cual coincido es el de la importancia y urgencia de criticar todo aquello que perpetúe las injusticias, y proponer cambios para superarlas. Esto implica analizar muy bien sus causas, tarea que no es fácil porque hay miradas diversas que no pocas veces chocan de frente. Pero es una labor que tarde o temprano hay que hacer bien, buscando al menos acuerdos mínimos en soluciones prácticas.