Las prometedoras terapias contra el cáncer en Colombia y su mayor obstáculo: la falta de normativa
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En el país se desarrollan proyectos para traer tecnologías avanzadas para combatir la enfermedad más mortal del mundo. Sin embargo, los retos para hacerlos realidad son muy grandes: un vacío en la ley no ha permitido su avance, así como el alto costo de las investigaciones, que pueden alcanzar los 4 millones de dólares.
Por: Pía Wohlgemuth N.
El cáncer es, quizás, la enfermedad más temida del mundo. No es un miedo infundado. Esta enfermedad es la principal causante de muertes del planeta. Se espera que, para 2025, 35 millones de personas más estén diagnosticadas con este mal, según la Asociación Americana de Cáncer.
Los millones de casos -en 2020 hubo un estimado de 20 millones de diagnósticos- han motivado inversiones enormes en investigación del cáncer y en buscar tratamientos y formas de prevenirlo. Un estudio publicado en 2023 por la revista The Lancet reveló que, entre 2016 y 2020, el mundo invirtió 24.5 mil millones de dólares (billones, en inglés) en ello. La mayoría está concentrada en países del norte global. Por eso, los autores del documento recomendaron aumentar el apoyo a la investigación en países de bajos y medianos ingresos.
Uno de estos países sería Colombia. Según Andrés Cardona, director de investigación y educación del Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer Luis Carlos Sarmiento Angulo (CTIC), Colombia solo hace el 2 por ciento de la investigación de toda la región. De entrada, América Latina solo investiga un 2.7 por ciento del total global.
En países europeos y en Estados Unidos se vienen utilizando métodos más allá de la quimio y la radioterapia para el tratamiento del cáncer. La inmunoterapia es, como dice el Instituto Nacional contra el Cáncer de Estados Unidos, un tratamiento que ayuda al sistema inmunitario a pelear contra el cáncer que está en la categoría de terapias biológicas, las cuales se caracterizan por el uso de organismos vivos para el tratamiento de la enfermedad.
La inmunoterapia tiene distintas ramas y cada una es diferente. Las más avanzadas son prometedoras, pero su camino está truncado en Colombia por falta de normativa que avale los ensayos clínicos y las buenas prácticas de manufactura de terapia avanzada en el país.
Dos de los estudios en curso
Bogotá
Bernardo Camacho, gestor y director desde hace siete años del Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud (IDCBIS), lidera, con los médicos Gustavo Salguero y Raúl Gil, una de las investigaciones que se desarrollan en la materia.
“Es una combinación entre cirugía, quimioterapia y radioterapia, pero se ha trabajado mucho en el concepto de la inmunidad del organismo, para que bajo ciertos mecanismos, que cada vez son más claros, las propias células que se encargan de la inmunidad en el organismo, sean las encargadas de responder al cáncer”, explica.
El estudio que el IDCBIS quiere convertir en ensayo clínico se basa en la tecnología CAR-T: terapia con receptor de antígeno quimérico de las células T. Dicha tecnología funciona con un tipo específico de células de defensa del paciente que padece, por ejemplo, leucemia linfocítica aguda tipo B.
Así es el paso a paso: primero, los científicos deben extraer dichas células de defensa, conocidas como linfocitos T, e introducirles una información para que reconozcan las células del tumor cancerígeno. Después, dichos linfocitos T se expanden por millones y, en un mecanismo muy complejo, los científicos las reintroducen en el cuerpo del paciente. Como un ejército, estas reconocen el cáncer en el cuerpo del paciente y lo atacan, gracias al proceso previo de introducción de la información.
No es para todo el mundo ni para todos los tipos de cáncer. Tampoco para todas las personas que tienen algún tipo específico de la enfermedad. Y, como el mismo proceso de preparación lo muestra, es personalizado. La Asociación Americana de Cáncer indica en su web que estas terapias pueden ser muy efectivas, pero no inocuas. Han llegado a causar efectos secundarios graves y hasta mortales. Sin embargo, su eficacia puede ser del 80 por ciento.
Camacho asegura que en el trabajo, que adelantan con el Hospital Clinic de Barcelona, han invertido unos 10 millones de dólares. Los recursos del Sistema General de Regalías y de la administración distrital de Bogotá le han servido al IDCBIS para construir y adecuar una sala blanca -un espacio totalmente controlado, con un recambio constante del aire donde las partículas en el aire son 10.000 veces menos que las del aire que respiramos en ámbitos normales- y adquirir una máquina de tecnología alemana necesaria para preparar las CAR-T. Esto ha requerido el trabajo de 25 científicos y cerca de 400 documentos elaborados.
Una de las claves del proyecto es su naturaleza académica. “Es una forma no comercializada, sino con propósitos específicos de tratamiento individual de pacientes y reduce los costos del CAR-T comercial hasta en un 80 por ciento”, dice Bernardo Camacho.
El médico quisiera que Colombia llegara a lo mismo que España, en donde hay unos 500 pacientes tratándose con CAR-T comercial y otros 350 con CAR-T académico. Es un asunto de soberanía sanitaria. La meta es que el país pueda tratar pacientes con manufactura local y en una entidad pública, siempre de la mano del sector privado, pues Camacho resalta que es necesario trabajar con instituciones sanitarias que tienen tecnología de punta, la mayoría de las cuales son privadas.
En Colombia esta terapia aún no está disponible en su versión comercial; si lo estuviera, sería muy costosa y supondría un gran peso adicional para el sistema de salud.
“No hay normatividad en Colombia, no hay regulación para las terapias avanzadas -dice Camacho-. Al intentar pedir la autorización del Invima para hacer el ensayo, este dirá que no hay la normativa. Es urgente que haya normatividad”. El director del IDCBIS quiere que el Ministerio de Salud se interese en el asunto y asegura que ha hablado con el Gobierno del tema.
El pasado 20 de mayo, el instituto comenzó el proceso de validación de producción nacional de su tratamiento, en una persona sana. Según explica Raúl Gil, este es un requisito del Invima para validar que el IDCBIS tiene buenas prácticas de manufactura internacionales.
Universidad Nacional
El caso de la Universidad Nacional es diferente por su tecnología pero similar por sus limitantes. Carlos Parra-López, profesor de Inmunología y Microbiología de la Facultad de Medicina en Bogotá, dirige los distintos estudios que se han desarrollado en la institución.
Parra-López adelanta un proyecto de investigación sobre vacunas basadas en usar neoantígenos tumorales como vacuna. Por ahora está a la espera de la luz verde del Invima para realizar el estudio clínico en fase 1. Los neoantígenos son proteínas nuevas “que se producen cuando aparecen ciertas mutaciones en el ADN de un tumor”, dice el Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos.
El trabajo consiste en tomar células de los tumores de cáncer y encontrar dichos neoantígenos para crear una vacuna de tratamiento, no de prevención. La idea, en este caso, es también que el sistema inmune sea el mismo que defienda al cuerpo del tumor cancerígeno, que carga dichos neoantígenos.
William Mantilla, coordinador del servicio de hematología y oncología de Fundación Cardioinfantil y parte de la Asociación Colombiana de Oncología y Hematología (Acho), añade sobre esta tecnología: “Ahí entran con un papel importante las vacunas basadas en ARN mensajero. En teoría, si yo sé qué antígeno puede montar una respuesta inmune, podría generar una secuencia de ARN que haga que el cuerpo produzca el neoantígeno y que termine montando una respuesta inmune en contra de él”.
El enfoque de la Nacional se usaría, eventualmente, en pacientes con cáncer de mama triple negativo que no respondan a tratamientos convencionales y no tengan ninguna otra opción médica.
“Cerca del 10 por ciento de los neoantígenos funcionan, el resto se puede considerar que no, en el sentido de la eficacia clínica -anota el doctor Parra-. Considero que toda la ciencia básica de la investigación sobre el diseño de estas vacunas es bastante sólida y robusta”.
Parra también resalta la falta de normatividad disponible para el ensayo clínico y su posterior aprobación, pues esta tecnología no cumple con las normas de un medicamento. Por eso no se ajusta con las reglas vigentes en el país. Esto se debe a que el tratamiento tiene una preparación personalizada, según cada paciente y su tumor. Por ello, piensa que la creación de la norma faltante debe contemplar las particularidades del producto “velando siempre por la seguridad del paciente”.
A propósito de estos casos, el director del Invima, el doctor Francisco Rossi, le dijo a CAMBIO que en el segundo semestre de 2024 se reunirá con las agencias regulatorias de Brasil, Cuba y México para discutir maneras de regular las terapias avanzadas, “pues el modelo regulatorio de los países desarrollados no es apropiado para América Latina y no es sostenible”. El Gobierno revisa el asunto, porque sabe que se debe cerrar una brecha en la regulación, priorizando siempre la seguridad de los pacientes.
La razón está relacionada con que las mayores aplicaciones de tecnologías avanzadas para el tratamiento del cáncer están en manos de grandes empresas farmacéuticas. Esto dificulta el acceso a los tratamientos en una escala mayor. El Ministerio de Salud no respondió la consulta de CAMBIO sobre el asunto.
Para Paola Pulgarín, gerente de investigación clínica para AUNA, el problema no pasa por la falta de regulación. Asegura que el desarrollo de estudios clínicos con inmunoterapias sí está autorizado. En 2023, dice, se aprobó uno con un producto de terapia avanzada, aunque no para cáncer.
No obstante, sostiene que el Ministerio de Salud debería actualizar la norma y permitirle al Invima la certificación de establecimientos en buenas prácticas de manufactura, para el desarrollo y producción de medicamentos en fase de investigación.
Esto permitiría un avance en investigación con células y tejidos en suelo colombiano. “Hasta que Colombia no tenga la capacidad, va a ser muy difícil que los investigadores locales puedan fabricar el producto y usarlo en estudios clínicos”, dice la experta.
La reciente inauguración de la fábrica de VaxThera en Ríonegro es un primer paso para avanzar en autonomía sanitaria y potenciar la investigación y el desarrollo local de vacunas.
Los desafíos
Lo que sigue es la regulación de los procesos y los ensayos clínicos de este tipo de procedimientos que permitan materializar, algún día, estos tratamientos avanzados.
Sin embargo, Andrés Cardona, del CTIC, recalca algunos limitantes clave. El primero, la falta de inversión significativa en el desarrollo de investigación clínica institucional; el segundo, la falta de una legislación amigable para poder hacer investigación clínica de esta clase, pues las instituciones no tienen la misma capacidad de la industria farmacéutica.
A propósito, habla de los costos reales de un ensayo clínico de este tipo. El desarrollo de la tecnología -como lo que ya tiene el IDCBIS casi listo- cuesta unos 3 millones de dólares. El estudio puede sumar 4 millones más. La póliza todo riesgo en un estudio fase 1 para CAR-T, de entre 10 y 20 pacientes, puede costar 1 millón de dólares, por sus posibles efectos adversos.
“Una cosa es tener la capacidad técnica para desarrollar las células y otra cosa es tener la capacidad clínica para hacer un experimento clínico -insiste Cardona-. Se requiere articular la capacidad técnica y la clínica, que en este caso implica la conjugación de la manufactura y la elaboración del experimento clínico”.
Por todo lo anterior, considera que el país está muy lejos de llevar al uso clínico estos avances tecnológicos ya conocidos en el norte global.
A esto se suma el represamiento de trámites del Invima, que expone la lentitud en el sistema y en los procesos en general. La directora de la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos de Investigación (Afidro), María Clara Escobar, dijo en el foro Avancemos en Salud, organizado por CAMBIO, que hay 26.000 trámites represados y solo el 2 por ciento corresponden a registros sanitarios de medicamentos innovadores.
Así, el panorama refleja que Colombia debe mejorar en distintos frentes para lograr sacar adelante las investigaciones de punta que los científicos locales están en capacidad de adelantar.