Enrique Santos Calderón
17 Septiembre 2023

Enrique Santos Calderón

ABRAZOS SIN MADRAZO

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Nos visitó, pues, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que poco sale de su país, y todo indica que hubo buena química con su cuate colombiano. Muchos abrazos y cero madrazos. Tienen mucho en común: no solo sus orígenes modestos, sus posiciones de izquierda o sus personalidades a veces indescifrables y enigmáticas, sino los mismos serios problemas internos que ambos enfrentan como gobernantes.   
 
Temas no podían faltar: droga, violencia, corrupción política, carteles criminales… Como pocos en el hemisferio, Colombia y México han sufrido a fondo estos flagelos simultáneos sin desplome de su institucionalidad, como en otros países de la región. Las relaciones con Washington es otro asunto delicado donde también coinciden en sus críticas a la fracasada “guerra contra la droga”. En la forma de lidiar con el gran vecino del norte, el presidente colombiano podría asimilar la experiencia del que nació en el “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, según la célebre frase tan invocada por los malquerientes del Tío Sam pero ya muy revaluada.
 
México goza de una ubicación geográfica privilegiada y una frontera de más de tres mil kilómetros con la primera potencia económica y el mayor importador del planeta, lo que le otorga una ventaja competitiva que envidian los grandes países exportadores. “Gracias a Dios somos el vecino de Estados Unidos” es lo que piensa hoy la mayoría.  A diferencia nuestra, México ha mantenido siempre una política exterior independiente de los dictados de Washington, lo que ha causado no pocas tensiones en el pasado. López Obrador ha tenido más de una fricción, como cuando anunció en febrero que encabezaría una campaña continental para que Washington sacara a Cuba de la lista negra de países terroristas, otro punto en común con Petro. No produjo resultado y el mexicano no insistió. Él sabe hasta donde torear al gringo.
 
El problema que más nos acerca a la nación azteca es tristemente el narcotráfico y la descomunal violencia que ha generado en ambos países.  En México llega al extremo de que fuentes militares de Estados Unidos estiman que una tercera parte de su territorio es “un espacio sin gobierno”.  El fracaso de la represión ejercida por anteriores gobiernos llevó a López a ensayar su política de “abrazos y no balazos”, que tampoco resultó. Homicidios y masacres han continuado y siete grandes carteles de la droga son hace años un poder paralelo.
 
                                                            
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No es de extrañar entonces que López Obrador hubiera venido y clausurado en Cali la conferencia internacional sobre droga que convocó Petro. El ánimo de lograr una estrategia común diferente a la puramente punitiva coincidió sin embargo con la noticia de que los cultivos de coca en Colombia habían aumentado en 13 % y llegan hoy a 230.000 hectáreas. Cayó como baldado de agua fría pero los hechos son tozudos.
 
El presidente Petro dejó el mensaje de que “el antídoto contra el consumo de drogas es el amor” y el minjusticia presentó una nueva política titulada “Sembrando vida desterramos el narcotráfico”. Suena bonito aunque se requiere mucho más que buenos y líricos propósitos para neutralizar un implacable negocio que por todo lado sigue avanzando en productividad y rentabilidad. En el mundo el consumo de sustancias ilícitas se ha incrementado según la ONU en casi 50 % desde 2011.
 
¿Qué hacer? Petro apunta en la dirección correcta pero este es un problema que desborda al gobierno colombiano y al mexicano. Demanda un consenso global donde el tema de regulación y legalización del negocio es crucial, aunque sigue lejano por pruritos morales, religiosos y de otra índole. Basta ver lo que sucedió aquí con la propuesta de legalizar la marihuana. Para no hablar de la oposición de Estados Unidos que el presidente López Obrador ha calificado en varias ocasiones de “hipócrita”.
 
Es indispensable golpear las redes nacionales e internacionales del tráfico, su infraestructura logística y financiera, el lavado de activos, sus aliados políticos, etc.  Pero mientras se mantengan las utilidades que facilita la ilegalidad del negocio seguiremos en lo mismo. Dando tumbos. Pedaleando en bicicleta estática, como dijo un pariente cercano. Y subiendo una y otra vez por la misma montaña con la misma piedra, como en el mito de Sísifo.  
 
 
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Lo sucedido en la vereda El Manso, en Tierralta (Córdoba), donde unidades militares encapuchadas maltrataron a la población, no es por desgracia un hecho aislado. Episodios como este han sido una constante en la historia de nuestro conflicto armado y explican por qué la fuerza pública no ha logrado generar el respaldo social necesario para aislar a la guerrilla en sus zonas de influencia.  
   
En Tierralta, el EPL se movía en una época como pez en el agua y golpeaba sistemáticamente a la fuerza pública que no conocía bien el área ni la gente. La cruenta toma de Saiza en 1988 produjo más de cincuenta muertos entre militares, guerrilleros y civiles. Dos años después, en una zona en el vecino Puerto Libertador,  el ejército le propinó al EPL un golpe tan contundente que aceleró su abandono de las armas. 
 
Pequeño recuento para enfatizar que en regiones como estas la legitimidad armada del Estado no puede autodestruirse con conductas tan indignas como las exhibidas en El Manso. Digo exhibidas porque ahí estaban en videos de las redes sociales. Indignas y también torpes.
 
PS1: Mala vaina que Petro no hubiera asistido a dos eventos claves en su reciente visita a Chile. La imagen del país está de por medio. Y qué mal sabor dejó su pugnaz alocución televisada del jueves. Menos impuntualidad en las citas y más ecuanimidad en los discursos es lo que se espera del jefe del Estado.

PS2: No suelo recomendar candidatos, pero tratándose de mi ciudad debo decir que el que más me convence es Carlos Fernando Galán. Un hombre íntegro, probado y serio que merece llegar a la Alcaldía de Bogotá. Ojalá en primera vuelta, para ahorrarle doble jornada a los capitalinos y millonadas al erario.
 

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