Los ecos de la aparición de una novela póstuma de García Márquez han llegado hasta nuestra sección de Caminando por la décima. Beatriz Ordóñez celebra la noticia y, en cambio, critica la corrupción reinante y el peligro de volar en pedacitos que acecha al mundo.
Gabo siempre resucita
Nuevas noticias de Gabo;
si las leemos, el día
se convierte en poesía;
y si comienzo no acabo,
ni se me quita el guayabo,
al aceptar que tenemos
su ausencia. Pero sabemos
que pronto estará presente
con nosotros frente a frente,
porque en agosto nos vemos.
Es difícil animarnos
No alcanzo a despotricar
de tanto infame resuelto
a quedarse con el vuelto
del bien que debe cuidar.
No entienden lo que es mandar;
creen que es robar e insultar.
Algún día debían cambiar
y así podrían entender
lo que es dejar de comer
para poder estudiar.
El respeto y la honradez
y la empatía en el mundo
darían un vuelco rotundo
al niño y a su niñez.
Pero todo está al revés:
los que amasan su fortuna
no quieren otra tribuna
que la gloria del poder.
Y así no hay nada que hacer,
porque viven en la luna.
Busquemos lo positivo,
si es que podemos lograrlo;
a este país hay que amarlo
como a un animal herido,
que siempre ha estado cautivo
por unos cuantos fulanos,
que se sienten soberanos
y sostienen seriamente
que les importa la gente;
aunque cada vil patraña
la consideran hazaña,
así, descaradamente.
¿Quién tiene el botoncito?
Le tememos a un botón
que destruiría el planeta,
con solo hacer la pirueta
que le mande su patrón.
Y si empieza la función,
podemos imaginar
que todo puede pasar.
Un loco en cualquier instante
puede iniciar, muy campante,
una guerra nuclear.
