J. J. Gori Cabrera
31 Marzo 2024 03:03 am

J. J. Gori Cabrera

DIPLOMACIA DE RESURECCIÓN

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Tienes que calmarte 
Taylor Swift 

La convulsa situación interna nos distrae de las contingencias fuera de las fronteras, pese a que en cualquier momento la humanidad puede dejar de serlo. En su trasegar internacional el presidente Petro prescinde del consejo que debería emanar de la Cancillería y actúa según el arrebato del momento. Los desatinos en este ramo no son nuevos. En las postrimerías de la administración Duque se envió a las carreras a un embajador a Moscú, que llevaba meses designado. Ya para entonces Putin había iniciado una guerra de agresión contra Ucrania. Que en esas circunstancias un embajador colombiano presente credenciales fue algo cantinflesco. 

Bien que el presidente Petro se manifieste con dureza por las acciones israelíes en Palestina, que han sido criticadas por el mundo entero, pero consonante con esa posición debería condenar la agresión rusa y retirar al embajador. Tenemos ya tantas refriegas con dirigentes extranjeros que, al paso que vamos, la diplomacia será la del lobo estepario.
 
Aquello de expulsar a representantes diplomáticos argentinos a raíz de unas declaraciones ultrajantes del presidente Milei parece algo propio del Chavo del Ocho. Tiene ribetes de histeria y a todo lo que lleva es a endosarle la pelea de taberna a los pueblos de Colombia y Argentina. Una trifulca de arrabal que ahora es de cantina porque el mexicano “a” AMLO también quiere participar.
 
Las expresiones ofensivas al más alto nivel en la arena internacional son el pan diario. La diplomacia ya es curtida en impedir que los ofendidos se metan en el mismo lodazal. Lo aconsejable es ignorar al deslenguado, produciendo al tiempo algún comunicado oficial ambivalente, con dosis alternadas de ambigüedad y firmeza. Luego la diplomacia puede actuar silenciosamente. El papa Francisco manejó de manera admirable la herejía de Milei cuando fue candidato, y no tuvo inconveniente alguno en recibirlo en El Vaticano.
 
La expulsión de diplomáticos se aplica en casos de agentes que actúan en forma incompatible con sus funciones, cuando emprenden labores de espionaje o cuando se entrometen en los asuntos internos del país ante el cual están acreditados. Se ha acudido también a la medida como cortina de humo para tapar algún escándalo porque siempre es noticia resonante (Coca Cola mata tinto). 

Ninguna de estas hipótesis se ha dado en el caso del intercambio de ofensas entre los mandatarios de Argentina y Colombia, que olvidan que representan a sus países, pueblos e instituciones, y no son testas coronadas. La diplomacia tiene que buscar una salida y que se entierre el problema sin heridas. La ligereza con que se están produciendo comunicados nunca lleva a nada bueno.

La diplomacia ahora no se maneja como antaño, cuando las potencias respondían a todo con el envío de una cañonera. Los jefes de Estado encarnan la nación y bajo ese ropaje es el país el que exige que se les respete. Pero cuando descienden al agravio personal, como es de uso en el siglo XXI, se despojan de su investidura. El coronel Chávez, cuando se apoderó de Venezuela, superó a su ídolo Fidel Castro en desafiar a tirios y troyanos con insultos. Lo ignoraron exitosamente.
 
La historia registra todo tipo de incidentes de la mayor gravedad provocados por el ego y la soberbia de los gobernantes. Durante la Segunda Guerra Mundial un telegrama de agradecimiento del rey de Dinamarca a Hitler, en respuesta a su mensaje de felicitaciones por el cumpleaños, provocó la cólera del lunático führer y terribles represalias, que empezaron con el retiro de embajadores y llegaron hasta la sustitución del gobierno en Dinamarca, que de todas formas estaba bajo la férula de los nazis. La ofensa del rey Christian X de Dinamarca fue ser breve en su respuesta a Hitler: “Spreche Meinen besten Dank aus. Christian Rex (Lit., “Le doy mis mejores gracias. Rey Christian”).
 
En el Siglo IX, la emperatriz de Bizancio fue desplazada por su hijo Nicéforo, quien decidió suspender los tributos que ella le pagaba al califa abasida, enviándole una carta que recibió respuesta radical y tajante, escrita al dorso: “En el nombre de Dios misericordioso, de Harún, jefe de los creyentes, vicario del profeta, al perro romano Nicéforo: He leído tu epístola, hijo de mujer infiel; mi respuesta la verás, no la oirás". Y fue cierto. Nicéforo tuvo que ver la respuesta. Al poco tiempo el califa de Bagdad, Harún al-Rashid, invadió Bizancio.
 
En 1806 Napoleón respondió con ironía y dureza una carta del rey de Prusia, Federico Guillermo III: “…Siento muchísimo que se os haya hecho firmar un panfleto así. Os escribo solo para garantizaros que nunca atribuiré el insulto contenido en él a vos personalmente, pues es contrario a vuestro carácter y simplemente nos deshonra a los dos…”. Poco después sus tropas aplastarían los ejércitos prusianos.
 
Así eran las cosas hasta la Segunda Guerra Mundial. Desde la Carta de la ONU la guerra está proscrita, pero los conflictos siguen. Solo que ya no se inician so pretexto de agravios al soberano. Hay que buscar otros.
 
El presidente uruguayo Jorge Valle sostuvo en una entrevista que todos los argentinos son una “manga de ladrones”, del primero al último. Logró arreglar la situación viajando de inmediato a Buenos Aires y llorando en público. A su turno, diez años después, el también presidente uruguayo Pepe Mujica no se percató de que los micrófonos registraron sus comentarios con respecto a la presidente argentina Cristina Fernández y su difunto marido, el presidente Kirchner: “Esta vieja es peor que el tuerto”. Nunca se disculpó y no hubo guerra ni se rompieron relaciones ni cerraron embajadas. Ni siquiera cuando en partido reciente por las eliminatorias del Mundial los uruguayos cosieron a patadas a Messi y se dieron el lujo de ganarle a su selección en Buenos Aires.
 
Como aconsejaría la deslumbrante Taylor Swift, “You Need to Calm Down”: “tienes que calmarte”. De lo contrario, al ritmo de retirar embajadores y expulsar diplomáticos por cada ofensa, habrá que apagar el tango.

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