
¿Hasta dónde llegará el choque entre Donald Trump y Gustavo Petro?
Donald Trump y Gustavo Petro.
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Al ring en el que se enfrentan los dos líderes populistas, egocéntricos, narcisos y que desoyen a sus asesores, se sube el halcón Marco Rubio, el poderoso secretario de Estado de Estados Unidos, quien tiene una animadversión personal hacia el presidente de Colombia. En medio de esta volatil relación entre los dos páíses, ¿qué papel jugará la canciller Laura Sarabia?, ¿qué tanto pesará Israel?, ¿seguirá primando las reacciones acaloradas en X? Análisis.
Por: Armando Neira

Se cumplió una semana de la crisis entre las administraciones de Donald Trump y Gustavo Petro. Desde la madrugada del pasado domingo, cuando el mandatario colombiano encendió la mecha con un par de trinos que provocaron la ira del nuevo inquilino de la Casa Blanca, quien respondió exhibiendo un garrote, los hechos han ido sumándose vertiginosamente.
En simultánea, la interrupción de la ayuda estadounidense empezó a afectar a la Agencia Nacional de Tierras (ANT), la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), organizaciones sociales y la asistencia a los helicópteros Black Hawks.
Pero todo muestra que el resultado inmediato había podido ser peor. Cuando el hombre más poderoso del mundo invoca cuestiones de “seguridad nacional” para actuar, como en efecto lo hizo, está facultado para ordenar medidas tan provocadoras como revocar la visa de la esposa del jefe de Estado o imponer sanciones basadas en la Ley IEEPA, lo que implica el bloqueo de cualquier transacción financiera de quienes tengan tarjetas de crédito como Visa o MasterCard.
Eso explica la reacción urgente del empresariado y de líderes políticos en las antípodas -como Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos- que se unieron para mover sus contactos y pedir que no se fuera a afectar a todo un país por la emotiva personalidad de su presidente.
Esta fue una de las críticas más escuchadas a lo largo de la semana: que en Petro pesaron más sus obsesiones ideológicas que las enormes consecuencias para el resto de los colombianos. “A mí no me gusta mucho viajar a los Estados Unidos: es un poco aburridor”, dijo.
El vuelo del halcón
En escena entró Marco Rubio, uno de los principales alfiles de Trump, halcón declarado y ahora muy poderoso en su condición de secretario de Estado. De entrada, mostró que su evidente y antigua animadversión hacia Petro está intacta.
Para Rubio no hay diferencias entre Petro, Daniel Ortega ni Nicolás Maduro o los Castro. A pesar de la injusticia de esta comparación porque, a diferencia de Nicaragua, Venezuela o Cuba, Colombia exhibe unas instituciones sólidas, la oposición goza de plenas garantías, hay libertad de prensa, no tiene presos políticos y cuenta con un respetado calendario electoral, lo que está pasando muestra que Estados Unidos tiene en la misma bolsa al mandatario colombiano.
Estados Unidos muestra así que en su batalla contra la migración ilegal habrá privilegios. No hay 'problemas' con los migrantes argentinos de Milei, tampoco con los salvadoreños de Bukele, pero sí con los colombianos del "socialista” Petro, como le llama Trump.
En una entrevista con la periodista Megyn Kelly en su programa The Megyn Kelly Show, Rubio afirmó: “No sentimos que hayamos hecho bullying a Colombia”. Y argumentó: “Es que rompieron un contrato que habíamos hecho con ellos”. Según su versión, “Colombia firmó un acuerdo, firmaron un papel que decía: ‘Sí, envíennos estos aviones’, y luego, a mitad del vuelo, lo rompieron”.
“Creo que la abrumadora mayoría de la gente en Colombia, país que conozco muy bien, ni siquiera quiere a su presidente. Es decir, si este hombre tuviera una elección hoy, perdería. Bien, él perdería”, dijo sin pudor al inmiscuirse en la política interna de Colombia. “Es impopular en Colombia. Eso no depende de nosotros; la gente allá puede votar y decidir a quién quieren como líder. Pero creo que muchos miembros de su clase empresarial se preguntan: ‘¿qué es lo que este hombre está haciendo? Es absurdo’”. Semejante declaración es el abrebocas de lo que puede venir de aquí a las elecciones de 2026.
Una relación frágil, volátil
Eduardo Pastrana Buelvas, de la facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, dice, por eso, que hoy hay “una relación bilateral frágil y volátil”.
Para este experto, no se trata solo de que ideológicamente Trump y Petro son como el agua y el aceite, sino que “ambos son líderes populistas, egocéntricos y narcisistas, que no escuchan a sus asesores y toman decisiones de manera emocional en lugar de racional”. Su estilo de liderazgo proyecta una política exterior personalista que 'desinstitucionaliza' las relaciones entre los países.
La analista Sandra Borda, una de las colombianas que más ha estudiado el tema de la política exterior, plantea una tesis llamativa. “Estados Unidos demostró su gran poder para obligar al gobierno de Colombia a retroceder en decisiones ya tomadas, pero también entiende que Petro es otro de esos gobernantes de izquierda latinoamericanos que habla mucho y cuya distancia entre lo que dice y lo que hace es enorme, mucho más en política exterior”.
Así, por ejemplo, el viernes le dijo al periodista Félix de Bedout que no recibirá más connacionales esposados y que le propuso a Estados Unidos realizar las repatriaciones con vuelos contratados por Colombia e incluso en cruceros. Y luego soltó una andanada de adjetivos contra Trump.
Para Borda, es posible entonces, “que lo van a dejar hablar” mientras se siguen fortaleciendo otros canales de comunicación entre Washington y Bogotá, que fue más o menos, dicen varios expertos, lo que finalmente pasó el fin de semana. Mientras Petro disparaba desde su cuenta de X, el entonces canciller Luis Gilberto Murillo, el embajador Daniel García Peña, la nueva mano derecha de Petro en Palacio, Jorge Rojas, y la entrante canciller Laura Sarabia, atendían la emergencia de manera discreta y eficaz y recurriendo a los canales diplomáticos.
“Creo que Estados Unidos no tiene ningún problema en darle espacio para que hable todo lo que quiera. Otra cosa muy distinta ocurrirá cuando haga algo y cuando toda esa palabrería se convierta en una decisión particular, como ocurrió en el caso de la devolución de los aviones. Ahí sí podemos esperar todo el peso de la diplomacia estadounidense, entre otras cosas porque ellos ya descubrieron el nivel de vulnerabilidad que tenemos”, señaló.
Tuiteros y populistas
Pero ¿por qué con los riesgos que implica en la actualidad Trump y Petro han optado por esa diplomacia de redes sociales? ¿En qué momento es fenómeno reemplazó a la tradicional diplomacia presidencialista? "Esta dinámica de confrontación es propia del populismo, que utiliza crisis internacionales para construir la imagen del adversario como enemigo y desviar la atención de problemas internos", dice Pastrana Buelvas.
En el caso de Petro, la gravísima crisis en el Catatumbo con 50.000 desplazados pasó a un segundo plano. A su vez, Trump también mantuvo cautivos a sus seguidores y votantes que lo aplaudieron por sacar el garrote contra los países que, según él, no respetan a Estados Unidos.
Esta situación abrió de paso un capítulo nuevo en las relaciones bilaterales. Desde hace casi medio siglo han estado marcadas por el narcotráfico, un enemigo que Trump -y Rubio- señaló durante toda la campaña porque lo considera el combustible de la criminalidad.
Aunque hubo una pausa mientras estuvo el demócrata Joe Biden, que le permitió al país cambiar la agenda y se pusieron otros temas la lucha contra el cambio climático, el turismo y la implementación del proceso de paz con las FARC, este parece un ciclo cumplido.
La crisis actual irrumpe justo cuando sobre la mesa está el fracaso de la 'paz total', el desafío lanzado por el ELN y la expansión del Clan del Golfo, un caldo de cultivo propicio para que los guerreristas levanten la voz pidiendo mano dura. La realidad, otro factor que juega en contra de Petro es que la política antidrogas naufraga.
Una cosecha que le dará a Trump y a Rubio más munición para, por ejemplo, descertificar a Colombia. Es decir, que el país se rajaría en la lucha contra las drogas ilícitas lo cual, naturalmente, provocaría igual o más ruido que el caso de los deportados esposados.
Israel pesa en Washington
Como si esto no fuera suficiente, en el complejo escenario internacional hay otro factor que podría deteriorar aún más la relación con Estados Unidos: la postura de Petro sobre Gaza. Su crítica constante a Israel y su ruptura con el gobierno de Netanyahu se sintió entre los poderosos grupos de presión en Washington.
“Trump llegó al poder con un fuerte respaldo del lobby israelí y del Comité de Asuntos Públicos de Israel en el Senado, que tienen gran influencia en la política exterior estadounidense. Esto podría convertirse en una 'cuenta pendiente' contra el gobierno de Petro”, dice Pastrana Buelvas.
Colombia estuvo en primera plana, pero en realidad es el mundo entero el que está sintiendo que Trump vino para patear el tablero. Yann Basset, phD, de la Facultad de Estudios Internacionales y Políticos de la Universidad del Rosario, señala que, con este nuevo gobierno, Estados Unidos está replanteando por completo sus relaciones internacionales. “Básicamente, hay un cambio radical en la concepción de alianzas que tenía Estados Unidos desde la Guerra Fría”, explica.
Ahora, la prioridad es evaluar si las relaciones con otros países son beneficiosas o no para sus intereses como potencia. Eso ha llevado a un replanteamiento doloroso de los vínculos con antiguos aliados. No es un problema exclusivo de Colombia: también afecta a Canadá y México, sus vecinos directos, que enfrentan el tema de los aranceles. Lo mismo ocurre con Europa, que ha sido objeto de presiones similares, incluso con asuntos como Groenlandia.
Esto pone en una situación delicada a los países que veían su relación con Estados Unidos como privilegiada e intangible, pues ahora deben replantearla sin romperla del todo, tratando de preservarla, pero al mismo tiempo considerando la posibilidad de que se fracture. “Estados Unidos ya no se comporta como un aliado de sus antiguos socios estratégicos”, dice el analista.
En Colombia, claro, esto es particularmente complejo, ya que su política exterior siempre ha estado enfocada en una relación privilegiada con la Casa Blanca. “Esa estrategia no cambió de manera significativa con el gobierno Petro ni con la administración anterior, a pesar de sus diferencias ideológicas. Sin embargo, ahora está en cuestión, no por decisión del gobierno colombiano, sino por parte del gobierno estadounidense”, afirma Basset.
Así las cosas, es un momento de redefinición de roles, en el que, evidentemente, la personalidad y el estilo de comunicación de ambos presidentes no facilitan la situación.
El analista Gabriel Cifuentes cree que, en estos momentos, es clave la labor de los equipos que rodean a ambos mandatarios para evitar que el intercambio de mensajes afecte las relaciones y para saber separar una cosa de la otra. Un propósito difícil escuchando las palabras de Rubio y de otros halcones que son los que le hablan al oído a Trump.
El papel de Laura Sarabia
En este sentido, será fundamental el papel de Laura Sarabia, quien entró mostrando que sabe de la dimensión del problema y por eso nombró a Daniel Ávila como vicecanciller, quien cuenta con una sólida trayectoria en el servicio diplomático, es graduado en la Universidad de Missouri-Kansas City y conoce bien los círculos de poder de la capital estadounidense.
Enrique Prieto-Ríos, profesor de Derecho Internacional de la Universidad del Rosario, dice que en la calidad del equipo que conforme la Cancillería está la clave para avanzar hacia unas mejores relaciones. Para este experto, los insultos que van y vienen pueden aumentar. Pero espera que todo se quede en palabras. “Lo que realmente puede llevarnos a una crisis diplomática es que incumplamos nuestros compromisos frente a la recepción de migrantes, que hagamos alguna alianza militar con Irán o China o que no le pongamos atención al tema de la coca. Eso sí sería un punto de inflexión”, advierte.
Ahora bien, hay riesgos a considerar. Como el propio Trump ha señalado, su palabra favorita actualmente es "aranceles", y es importante que Petro lo tenga presente en sus declaraciones.
En algún momento podría hacer afirmaciones con un impacto político amplio. Siempre debemos considerar que, si Estados Unidos está decidido a actuar así con Canadá y México, incumpliendo el Tratado de Libre Comercio, es muy probable que también pueda aplicarlos a Colombia.
Porque eso no sería, como dice Petro, un obstáculo para irse a beber un whisky con Trump, sino una tragedia para la movilidad fluida de colombianos hacia Estados Unidos por temas empresariales, académicos, laborales y turísticos.
Hace un par de años, Petro era víctima de chistes de sus opositores porque proponía cambiar las exportaciones de carbón y petróleo por los aguacates hass. Pues bien, a esta hora miles de agricultores cruzan los dedos para que el presidente se contenga en su pelea con Trump ya que esperan vender 6.500 toneladas de aguacate hass durante el Super Bowl, juego que será el 9 de febrero en el estadio Caesars Superdome de Nueva Orleans. Sería un aumento del 387 por ciento frente a 2024.
Todo un récord que podría esfumarse si, de un momento a otro, el presidente agarra su celular y le dé por mandarle tuiterazos al hombre más poderoso del planeta y quien tiene listo un garrote inmenso para usarlo.
