Johana Fuentes
25 Abril 2024

Johana Fuentes

Pasan factura

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“Un gobernante siempre debe escuchar y corregir si es necesario. La mayor violencia siempre proviene de un gobierno que se vuelve indolente y sordo”. Ese  fue el llamado que le hizo el entonces senador Gustavo Petro al presidente Iván Duque, durante las protestas del Paro Nacional. La historia es conocida, Duque no escuchó, todo lo contrario, estigmatizó a los manifestantes. El estallido social le dio a Petro el empujón que necesitaba para llegar a la presidencia, pero hoy ―ante una marcha en contra de su gobierno―, actúa como lo que tanto criticó.

Cientos de miles de personas se tomaron las calles el domingo pasado para enviar un mensaje de rechazo al gobierno de Gustavo Petro, sin embargo, la respuesta del mandatario ―que ha enaltecido el poder de la calle― fue la de minimizar y señalar estas marchas como las de  la ‘clase dominante’. Grave error. 

No le bastó con decir que las movilizaciones fueron débiles, también dijo que quienes salieron a marchar estaban movidos por el odio y la intención de querer sacarlo del poder, haciendo alusión al llamado ‘golpe blando’, término al que acude cada vez que es cuestionado.

“Lo que añoran es la represión abierta, las masacres paramilitares y los asesinatos de jóvenes”, dijo en otro aparte de su respuesta, una respuesta no solo penosa, sino preocupante. El presidente estigmatizó ―así como lo hizo su antecesor― a la gente que usó el legítimo derecho a la protesta. Una protesta de la cuál ha sido abanderado y defensor. 

Dijo también que “las fuerzas populares deben responder este 1 de mayo”. Hace unos días, Petro decía que el constituyente es el pueblo que se convoca a sí mismo, parece que ese pueblo sólo es el que lo aplaude, el que lo apoya, el que no lo confronta. Se le olvida que es el presidente de todos y no sólo de quienes lo eligieron. Ahora, no sólo invita a marchar el día de los trabajadores, también ha pedido tarima, ese es su fuerte. Habla de odio, pero su discurso divide más. Poco o nada queda de ese presidente que prometió unir al país cuando comenzó su mandato.

Las protestas no solo enviaron un mensaje al gobierno, también al Congreso. Sin embargo, esta semana se logró la aprobación ―después de negociar con los liberales y La U― de la reforma pensional en el Senado. Un triunfo político para el gobierno que tira abajo su teoría de querer bloquearlo. Pocas horas después de aprobada, el presidente anuncia que quiere cambiar las reglas del juego en la Cámara  y subir el umbral de cotización. Uno de los puntos más álgidos de la reforma. Básicamente, les hace conejo y pone en riesgo lo logrado hasta el momento. 

Si la reforma se cae, el presidente saldrá a repetir que esa clase dominante no quiere las reformas que benefician al pueblo, invitará nuevamente a manifestarse y endurecerá su discurso. El país entrará en una ola más profunda de polarización y no veremos nada del cambio prometido. Ojalá el Gustavo Petro que se eligió con el poder de la calle, le recuerde al Gustavo Petro de hoy que la soberbia, la sordera y la ceguera de los gobernantes, pasan factura. 
 

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