Felipe Ossa, el dibujante que se convirtió en el librero mayor
23 Julio 2024 08:07 am

Felipe Ossa, el dibujante que se convirtió en el librero mayor

Felipe Ossa.

Crédito: Colprensa

Apasionado por los libros desde su más temprana infancia, Felipe Ossa fue uno de los más grandes conocedores del mundo editorial. Hizo del oficio de vender libros un arte y un estilo de vida.

Por: Redacción Cambio

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Afable, calmado, tranquilo, más bien tímido y con un sentido del humor cáustico, Felipe Ossa jamás posó de sabelotodo, aunque tenía razones para hacerlo. Como librero estuvo más de seis décadas rodeado de libros, además de haber vivido una infancia y juventud al lado de un padre que había sido librero, era dueño de una gran biblioteca y que desde que Felipe era muy niño lo había estimulado para que se apasionara por los libros y también por el dibujo. Incluso llegó a tomar clases para ser ilustrador de historietas (una de las grandes pasiones de su vida), pero no siguió adelante con este empeño porque escogió dedicarse a tope a los libros. Como señala el poeta, gestor cultural y periodista Federico Díaz Granados, “con la muerte de Felipe Ossa se cierra una época porque él llenó de prestigio el ser librero y supo convertir en oficio y profesión lo que podía ser solamente una actividad comercial”.


Esto de raro no tiene nada ya que, como se señaló antes, su padre era librero en Bogotá, la ciudad donde nació Felipe. Sin embargo, los sucesos violentos del 9 de abril obligaron a su padre a abandonar el oficio y la familia viajó a Buga cuando él tenía 5 años de edad. Allá los acogió su abuelo, un hombre muy acaudalado, quien les proveyó una casa y nombró al padre de Felipe como su secretario privado.


Sus primeras lecturas fueron cuentos infantiles y al cumplir 9 años, durante una enfermedad, su padre le sugirió que leyera La isla del tesoro, libro que él considera como la llave que lo llevó al mundo de la novela. Su autor favorito era Jorge Luis Borges, al que leyó y releyó innumerables veces.


Como cualquier niño normal, Felipe Ossa asistía al colegio, pero prefería quedarse en su casa al lado de los 10.000 volúmenes que atesoraba su padre. Así que cuando estaba en tercero de bachillerato abandonó sus estudios y se dedicó a leer y a otras actividades relacionadas con el deporte y la vida al aire libre con sus amigos. También practicó varios deportes como el béisbol y la halterofilia, y era muy aficionado al fútbol. Fue hincha del América de Cali en una época en que el equipo no ganaba títulos hasta que por fin consiguió su primera estrella en 1979. Sin embargo, ocho años después se desencantó cuando el equipo rojo de Cali perdió su tercera final consecutiva de la Copa Libertadores ante Peñarol de Montevideo. En fin, montar en bicicleta, pescar practicar deportes y, sobre todo, leer… como él decía, estas eran actividades relacionadas con la vida misma, mucho más que pasar horas enteras en un aula de clases.


Al cumplir 18 años de edad entró a trabajar en la Librería Nacional de Cali. Como carecía de experiencia y no tenía ningún título académico que lo acreditara, empezó como operario de las bodegas de la librería. Muy pronto el dueño del almacén descubrió sus profundos conocimientos sobre libros de las más diversas áreas y por esa razón lo promovieron para que formara parte del equipo de vendedores. Ossa, un acérrimo defensor de la educación autodidacta, manifestaba que la librería había sido su universidad, ya que le permitió leer montones de libros (y de alguna manera reemplazar la biblioteca de su casa paterna en Buga) y, además, conversar con mucha gente. Decía que la librería había sido su universidad y que su vida y la de la librería se confundían en una sola. Él calculaba que leía alrededor de diez libros a la vez para un gran total de unos 200 al año. ¿Prestar libros? Solo a los integrantes de su círculo familiar más cercano. Porque para él “los libros son los mejores amigos. Cuando uno los presta se enojan con uno y no vuelven”.


Precisamente en su libro de memorias titulado Leer para vivir cuenta con gran detalle cómo nació y se gestó su amor por los libros. Allí hace un recuento de los textos que marcaron su niñez y juventud, comparte anécdotas de su oficio y de su relación con autores, editores y lectores. Al respecto, Piedad Bonnett, escritora y poeta, señala: “Felipe Ossa era sobre todo un hombre desbordado por la curiosidad, que encontró que podía saciarla a través de los libros, y una persona de gran generosidad, que como todo gran lector quería compartir con los demás sus hallazgos”.


Ossa se propuso ser un gran librero. Es decir, alguien que conociera a fondo los libros que vendía, enterado de los diferentes temas que tratan los libros, de sus autores y que de esta manera atrajera nuevos clientes y, además, hiciera nuevos amigos en torno al placer por la lectura y el amor a los libros. De esa manera fue escalando posiciones en la librería. Llegó a ser el encargado de los pedidos en Cali y al llegar a Bogotá lo nombraron gerente.


Y si bien Ossa abandonó muy joven el dibujo, se convirtió en un experto en cómics. Desde muy niño buscaba las historietas en los periódicos y las revistas. No solo las leía, sino que también las recortaba y pegaba en cuadernos y a archivarlas. En la librería tuvo acceso a mucho más material gráfico y, además, a libros que contaban la historia del cómic y lo analizaba. Decidió investigar acerca de los orígenes del que algunos llaman el noveno arte. Hasta tal punto llegó su interés que escribió cuatro libros sobre ese oficio: El mundo de la historieta, La historieta y su historia, Los héroes de papel y Cómic, la aventura infinita. Además formó parte del consejo de redacción de Click, una revista dedicada a las historietas.


Uno de los rasgos que más se recuerda de Ossa es su generosidad y su hospitalidad. Pilar Londoño, directora de la Cámara de Comercio del Libro, recuerda que cuando ella era editora de Norma, de Planeta, de Villegas Editores, Ossa organizaba unos desayunos con los editores para capacitar a sus libreros y a todo su cuerpo comercial para que tuvieran argumentos para poder vender los libros sobre las novedades de cada una de las editoriales. “Nos recibía con mucho cariño. Era muy hospitalario y ya el hecho de organizar esos desayunos era toda una revolución. Felipe Ossa es claramente uno de los libreros más reconocidos y con más tradición del país”.


Díaz Granados remata: “Su entusiasmo por los libros, su conversación con los lectores y su mirada alrededor de las ideas y los grandes relatos abrió la puerta del mundo de los libros a muchas personas que vieron en él una figura tutelar. Como lector, como librero y como autor de memorias siempre mostró con generosidad los secretos que traen los libros. En 2020, al ganar el Nobel la poeta Louise Glück, conversamos sobre lo poco comercial qué resulta la poesía así gane un premio tan universal. Sin embargo, respondió que era necesario que la poesía estuviera en las vitrinas y en los circuitos promocionales para que llegara a más lectores cada día. Su nombre permanecerá en la historia cultural del país”.


Como dijo alguna vez Felipe Ossa para referirse a los libros de su biblioteca, "sobrevivirán a mi muerte, y cada nota al pie de página, cada frase subrayada, cada exclamación por un pensamiento que me cautivó, serán como recuerdos de caricias sobre la piel de la mujer amada".

 

El testimonio de Manolo Bellon

Conocí a Felipe hace muchísimos años cuando yo, simplemente como cliente común y silvestre, iba a la Librería Nacional y él siempre, con esa generosidad y con esa amabilidad que lo caracterizaban, recomendaba libros. Él era especial conmigo cuando llegaban libros de música en inglés que él me recomendaba. Libros que a veces inclusive me cuidaba. Me decía: "Mira Manolo, aquí te guarde este libro" y entonces yo lo compraba. A comienzos del milenio, hace unos 23 o 24 años, un día le comenté que tenía la intención de escribir un libro y me dijo: "Manolo, escribe, porque lo que tú escribes van a ser libros que terminan siendo de consulta": Específicamente se refería al libro de The Beatles, el primero que escribí y lancé en 2003. Él me dijo una cosa muy particular: "Recuerda que los libros, en su mayoría, tienen un ciclo relativamente corto que puede ser de seis meses a un año, tal vez dos años. Los tuyos van a ser libros de consulta que se van a vender siempre": Cuando me lo encontré en el lanzamiento de Conspiraciones, mitos y leyendas en la historia de la música me hizo una recomendación que no puedo revelar en este momento pero que yo la cumpliré.

 
 
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