
Crédito: Cortesía: Centro de Memoria, Paz y Reconciliación
"La memoria no puede ser un trapo lustrabotas": Ana María Cuesta, directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación
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CAMBIO habló con Ana María Cuesta, la artista urbana que pasó de pegar 'stencils' con los rostros de Jaime Garzón y Jaime Pardo Leal a dirigir el centro de Memoria con más relevancia en el país.

Hija de maestros por lado y lado. Exalumna del colegio Distrital de La Merced, socióloga de la Universidad Santo Tomás y magíster en estudios políticos y sociales de la UNAM. Artista callejera pura raza y cofundadora del colectivo Dexpierte, la única plataforma política en la que ha militado, desde hace 14 años, y que tiene a la Memoria como bandera y vocación.
Hablamos con Ana María Cuesta, directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, sobre los retos, la historia, los claroscuros y la urgencia de hacer Memoria en este país. En un café aledaño al Centro que dirige desde noviembre de 202, nos contó sobre las satisfacciones y las penas de su periplo artístico y profesional, que empezó pegando estencils con las caras de Jaime Garzón, Jaime Pardo Leal y el profesor Miguel Ángel Beltrán.
CAMBIO: ¿Cuándo empezó a hacer arte urbano?
A.M.C.: Todo esto empezó cuando, en el año 2009, retuvieron y desaparecieron por unos días al profesor Miguel Angel Beltrán en México. Como yo había tomado una electiva en la universidad con él, un grupo de chicos de semestres más abajo me buscaron para involucrarme en un proyecto. En esos momentos sonaba mucho la idea de la contracultura política en la calle. Como éramos todos sociólogos y nadie tenía ni idea de dibujar, lo primero que hicimos fue un estencil con el rostro de Miguel Ángel. El resultado me gustó mucho y entonces, en el 2011, junto a un compañero nos interesó darle un enfoque sobre la desaparición forzada, que sí o sí te liga con los crímenes de Estado. Él justo estaba haciendo una tesis sobre el Genocidio de la Unión Patriótica y a mí me interesaba la pregunta sobre la identidad colectiva a partir de los rostros y las consignas de los desaparecidos.
En ese año, con Justicia y Paz, la Memoria estaba en boom en los círculos académicos y en las organizaciones sociales, pero el resto de la gente quedaba al margen de la discusión. Decidimos, pues, enfocarnos en las amnesias impuestas y en un ejercicio contra el olvido sacamos estencils de Jaime Garzón, Jaime Pardo Leal y Carlos Rodrígiez, el administrador del café del Palacio de Justicia. Así nació el colectivo Dexpierte.

CAMBIO: A raíz de estas expresiones, ¿se vinculó a algún partido político?
A.M.C.: Desde que hace 14 años que Dexpierte nació sirviendo de manos creativas para apoyar las causas de algunas organizaciones cercanas, decidimos no vincularnos con ningún partido político ni ideología. No hemos recibido plata de nadie y, aunque apoyamos causas y expresiones de muchas organizaciones, no nos casamos con ninguna. No es nuestro rollo que nos anden diciendo qué hacer, en dónde y cómo organizarse. Para nosotros es mucho mejor que, en vez de un parche súper grande, haya muchos parches creando y enriqueciendo la discusión en las calles.
CAMBIO:¿Se han mantenido en el stencil como canal artístico?
A.M.C.: Gracias a nuestro trabajo, conocimos muchas redes y empezamos a pintar también por fuera de Bogotá, en distintas comunidades en donde el estencil, que es una técnica urbana, no es idónea. Con la evolución nos tocó empezar a implementar otras técnicas, y también sacar a la luz nuestras herramientas pedagógicas para hacer parte del proceso a las comunidades. Además, se nos abrió las puertas para estudiar a México, a la UNAM.
CAMBIO: ¿Qué pasó con Dexpierte en México?
A.M.C.: El enfoque cambió y se salió un poco de la desaparición forzada y los crímenes de Estado y el conflicto armado en nuestro país.. Allá nos conectamos con una causa más a nivel latinoamericano: del arte y la memoria saltamos a la resistencia de los pueblos indígenas por el autogobierno y la defensa de su territorio. De hecho, en 2013 volvimos a Colombia para participar de la primera minga indígena muralista en Toribío, Cauca. Como eso fue antes del Acuerdo de Paz, mientras pintábamos, se oían los balazos en el monte. Me acuerdo que un mexicano que trajimos decía “¡No mames guey, a qué me trajeron”!.
¿Cómo llega al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación?
A.M.C.: En la administración de Peñaloza, en el 2016, gracias al colectivo me llamaron para que me encargara del área de arte, cultura y memoria. Estuve por un poco más de un año, pero la verdad es que choque mucho con el enfoque de la administración y terminé saliendo. Tengo que decir que era muy joven y que no entendía muy bien las dinámicas de la institución. Llevé la contraria en todo, así que fue obvio cuando no me renovaron el contrato.
Años después vuelvo a hacer parte del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación comprendiendo mucho más la importancia de lugares como este, gestados desde lo público en donde la memoria debe ser plural, amplia y propenda por profundizar la democracia y una cultura de paz. Ya al final del 2023 deciden que sea yo quien cierre como directora la administración de esa época. En la actualidad, con un gran apoyo de la Consejería de Paz, víctimas y Reconciliación y un equipo bastante bueno hemos continuado en esa tarea.

CAMBIO: ¿Cómo se relaciona hoy con las tensiones entre la institución y los artistas que prefieren hacer memoria desde los márgenes por convicción o por desconfianza?
A.M.C.: Creo que han pasado muchas cosas. En este país el contexto cambia todo el tiempo y de forma impredecible. La respuesta hoy es distinta a la respuesta de hace unos años, en los que era innegable esa resistencia. Ahora creo que es distinto: hay un Acuerdo de Paz firmado, hay un informe de la Comisión de la Verdad. La Memoria tuvo una crisis muy fuerte con Darío Acevedo que hizo que estuviera en el corazón del debate público. En la actualidad el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación es una de las pocas instituciones que realmente funcionan a la hora de pensar y hacer memoria.
CAMBIO: ¿Para qué sirve hacer memoria?
A.M.C.: Es muy complicado concretar para qué se hace memoria.Creo que se hace memoria para que la gente piense, actúe, luche y resista. Cada vez más organizaciones dan cuenta de que la memoria es un acto de resistencia en sí misma; y a la vez un vehículo para no desconocer lo que pasó, para encontrar y entender las causas, para preguntarse por qué la gente se ha indignado por tanto tiempo sobre un tema u otro. Y también para hacer, para actuar.

CAMBIO: ¿Está de acuerdo en que la memoria esconde el veneno de la venganza y el rencor?
A.M.C.: No. Últimamente lo he dicho de la manera más explicita posible: tenemos que aprender que la memoria no es un garrote que se usa para vengarse y para darle palo al otro y tampoco es un trapo para limpiar las cosas que se han hecho mal. Es decir, no podemos permitir el negacionismo, no podemos justificar violencias. La memoria no hace eso. Si de algo parte la memoria es del reconocimiento. De lo bueno pero también de lo que nos da vergüenza. La memoria incomoda mucho.
CAMBIO: ¿Cuál es la consecuencia de politizar la memoria como ocurrió hace poco con Polo Polo?
A.M.C.: El negacionismo. La discusión de si son 6.402, más o menos personas no tiene sentido frente la práctica de los mal llamados falsos positivos, ¡Pudo haber sido una sola víctima! Si a uno no lo toca que hayan jóvenes que asesinaron en esas circunstancias, ¿qué lo toca y lo conmueve?
Además, justamente lo que se hace en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación es dignificar y conocer la intimidad de las víctimas. Desde el Centro podemos contar la historia detrás de Carlos, de Óscar, de Paola. Podemos decir que detrás de la muerte de Jaime Pardo Leal está la pregunta sobre la participación política en Colombia. Podemos decir que detrás del asesinato de Dylan Cruz está la lucha estudiantil, detrás de la muerte de Diego Fernando Becerra están los crímenes del Estado y detrás de las ejecuciones extrajudiciales que algunos niegan están los más de 111 mil casos de desaparición forzada en Colombia, una cifra absurda con la que superamos a las dictaduras.
CAMBIO: ¿Ha recibido amenazas por hacer memoria?
A.M.C.: Yo considero que la censura es amenazante. Entonces veo como una amenaza que tapen nuestro arte con esa pintura horrible, gris, que no encarna ninguna propuesta visual ni argumentativa.
CAMBIO: ¿Quiénes son los de la pintura gris?
A.M.C.: Ellos saben. No voy a decirlo (risas).
