
Jacobo Celnik.
‘Luck and strange’, de David Gilmour, ¿tan bueno como 'Dark side of the Moon'?
David Gilmour, guitarrista y cantante de Pink Floyd, manifestó que ‘Luck and strange’, su reciente lanzamiento, es lo mejor que ha hecho desde 'Dark side of the Moon'. Viniendo de quien lo dice, esas son palabras mayores. ¿Por qué se ha mantenido tanto tiempo vigente Pink Floyd y su sonido?
Por: Eduardo Arias

El lanzamiento del álbum Luck and strange de David Gilmour ha despertado toda suerte de comentarios y conversaciones. Para ahondar en la reseña que de ese álbum hizo Jacobo Celnik en esta revista el pasado domingo, CAMBIO habló con él sobre la importancia de este trabajo.
CAMBIO: ¿Cómo ha sido la evolución de Pink Floyd y en particular de David Gilmour a lo largo de todos estos años y haciendo énfasis en su carrera como solista?
Jacobo Celnik: Es muy interesante lo que ha sucedido con la carrera de David Gilmour en Pink Floyd y en solitario. Es un personaje que casi por accidente se vinculó a Pink Floyd para reemplazar a Syd Barrett, el primer líder de la banda que, tras el lanzamiento del álbum debut del grupo en el verano de 1967, comenzó a tener problemas mentales por cuenta de su adicción al LSD. Y así, en un acto de suerte, Gilmour terminó vinculándose con una banda avanzada y con el paso de los álbumes, especialmente desde Atom heart mother de 1970 en adelante, me parece, terminó convirtiéndose en el arquitecto del sonido de Pink Floyd. A veces la gente suele asociar la grandeza de Pink Floyd con la capacidad como letrista de Roger Waters, pero realmente el sonido de Pink Floyd era una fusión entre las atmósferas que el teclista Richard Wright, quien murió en 2007, creó con su excelente uso del piano, el órgano Hammond y los teclados electrónicos de la época de la marca Farfisa, más el sonido de la guitarra espacial de David Gilmour. Si uno revisa las habilidades de Roger Waters como bajista, y no lo digo yo, eso ha sido tema de estudio y debate, Waters es un buen bajista, pero limitado, no fue John Entwistle de The Who… El sonido de Pink Floyd es David Gilmour, quien a través del sonido tan icónico de su guitarra encontró una marca y ha dejado una huella y una voz muy particular e inconfundible. Eso en la historia de la música no es fácil de lograr. Además, es un músico que siempre ha mirado hacia adelante, que siempre ha buscado crear y proponer, a diferencia de lo que ha hecho Roger Waters, particularmente con su último esfuerzo en solitario de hacen un remake de The dark side of the moon.
CAMBIO: Usted no parece sentir mucha admiración por Roger Waters…
J. C: Yo tengo mis discrepancias y profundas diferencias con Roger Waters, postura que lastimosamente, o afortunadamente, me ha alejado de personas que consideraba cercanas o amigas. No estoy de acuerdo con su postura antisemita y antisionista o de su apoyo manifiesto a Rusia en la guerra con Ucrania. Pero, independientemente de la persona y de algunas cuestiones morales que son indefendibles, como apoyar a Maduro, al músico lo cuestiono en el sano juicio que mi apreciación y amor por la música me lo permiten. Su obra en solitario, salvo por el disco The pros and cons of hitchhiking de 1984, que es maravilloso, no es de gran nivel. Waters se dio cuenta de que vivir de la renta de Pink Floyd era una mejor opción y desde 2002 le funcionó. Lo vimos en 2007 en Bogotá, un concierto memorable en todo el sentido de la palabra. Y tras la pandemia, a Waters le dio por hacer remakes del catálogo de Pink, En cambio, Gilmour ha sabido conservar la esencia, la huella y la marca del sonido Floyd que ha conquistado a generaciones enteras por más de seis décadas, pero siempre tratando de sonar moderno a través de la constante creación y experimentación. No veo a Gilmour haciendo un remake de Animals, por ejemplo…
CAMBIO: ¿Cuál es en su opinión la magia de este álbum?
J. C.: Haber elegido un productor joven. Charlie Andrew le dio un toque moderno que hace que el disco brille entre la oscuridad del pasado y la luz del presente. Además, Gilmour hizo una movida estratégica al aliarse con su hija. Ella es joven, está muy enterada de la actualidad de la música, de los sonidos, de las bandas, de las propuestas actuales y la vinculó de una manera acertada y no siempre vincular a los hijos en los proyectos suele salir bien.
CAMBIO: ¿En su concepto este álbum sí es el mejor de Gilmour desde los tiempos de Dark side of the Moon, como él mismo señaló?
J. C: El tema del mejor disco de un artista o de una banda de todos los tiempos es muy relativo y es muy subjetivo. Hace poco un periodista argentino decía que el mejor álbum de la historia del rock es Abbey Road de los Beatles. A mí me parece que es Who’s next de The Who. Otro podrá decir que es Exile on Main Street de los Rolling Stones. Esto no es mecánica clásica de Newton. No se puede medir a través del método científico. Que Gilmour haya dicho que este es su mejor álbum desde Dark side of the Moon lleva a pensar qué hizo Gilmour después. Tenemos a Wish you were here, Animals, The Wall… No estamos hablando de obras menores ni mucho menos. Después siguió A Momentary lapse of reason, el primer álbum de Pink Floyd sin Rogers Waters, que grabaron tras las batallas legales para ver quién se quedaba con la marca Pink Floyd, si Waters o Gilmour, Wright y el baterista Nick Mason.
CAMBIO: A manera de paréntesis, háblenos de ese episodio de las batallas legales de Pink Floyd…
J. C.: Roger Waters abandonó el grupo oficialmente en 1985 y quería quedarse con el control de la marca Pink Floyd. Él, en medio de su megalomanía y locura, demandó a los otros tres con el argumento de que no podían tocar y componer canciones bajo la marca Pink Floyd. Waters esperaba obtener todo el control financiero y creativo de la empresa. Se fueron a un juicio y a mediados de 1986 un tribunal de Londres falló a favor de Gilmour, Mason y Wright como los dueños y propietarios de la marca Pink Floyd. A Waters le dejaron hacer uso de cuestiones intelectuales, o sea, The Wall, sus letras de Dark Side of the Moon y Animals, los cerdos voladores que usó en la gira de Animals y todas aquellas canciones que él compuso entre 1967 y 1983. Pero fue una derrota en todo el sentido de la palabra porque él quedó sin ninguna injerencia en todo lo relacionado con la historia y el catálogo del grupo. Por ejemplo, él no podía tener iniciativas para reeditar o relanzar álbumes del grupo, o acciones de mercadeo relacionadas con el pasado. Lo único extraordinario que pasó recientemente con ese caso tan particular es que Gilmour y Mason le permitieron a Waters supervisar y aportar a la remezcla del álbum Animals, que se lanzó en 2022 en diversos formatos, un gesto de cortesía para darle lugar a alguien que había tenido un rol creativo esencial en ese disco. Y no olvidemos que para el megaconcierto Live 8 de 2005 en Londres, Gilmour aceptó un reencuentro con Waters siempre y cuando el repertorio de Pink Floyd, los 33 minutos más memorables e inolvidables que vivimos los seguidores del grupo en aquel momento, fuera elegido por los otros tres y Waters simplemente tuviera un rol de “invitado”. Y así fue, se hizo lo que Gilmour dijo, porque Gilmour es Pink Floyd…
CAMBIO: Volvamos al asunto que nos convoca. Usted iba en A momentary lapse of reason. ¿Cómo le parece a usted ese álbum?
J. C.: Pienso que es un gran disco. Muestra la necesidad que tenían los tres de reinventarse tras la salida de Waters, y seguir adelante conservando una marca y una esencia y les salió bien. Luego vino The División Bell que para mí es una obra maestra, un punto muy alto en la carrera de Pink Floyd y de Gilmour en particular, basta con oír High hopes. Podrá ver lo difícil que resulta decidir si Luck and strange es el mejor Gilmour desde los tiempos de Dark side of the Moon. Podría ser su mejor álbum en solitario, pero Rattle That Lock de 2015 es muy bueno también. A otros les gustará más On an Island por la presencia de David Crosby, Graham Nash y Robert Wyatt… Esas son cuestiones difíciles de asociar porque son momentos diferentes, edades diferentes, perspectivas diferentes. Creo que al afirmar lo de Dark side of the moon Gilmour es consciente de que creó una obra maestra en todo el sentido de la palabra.
CAMBIO: ¿Cómo explicaría usted que estos músicos que ya pasaron los 70 años de edad sigan atrayendo tanto a generaciones más jóvenes? En el caso concreto de Pink Floyd y de David Gilmour en particular, ¿a qué se debe?
J. C.: En 2015, cuando empezó el boom de la venta de vinilos en Colombia, Camilo de Mendoza, de la librería y discotienda Tornamersa, me contó que los álbumes que más se vendían eran de Pink Floyd, los Beatles y los Rolling Stones. Particularmente The wall y Dark side of the Moon. Yo creo que la conexión tan profunda que sigue existiendo con la música de Pink Floyd tiene varias explicaciones. Se habla de ellos a toda hora. En redes sociales, medios de comunicación, libros… Influencers, periodistas y académicos todo el tiempo nos están recalcando la importancia de álbumes como The wall y como Dark side of the Moon, y en el universo del algoritmo una persona que esté interesada en la historia de la música rock inevitablemente va a llegar a Abbey Road, a Who’s next, a Dark side of the Moon o a Ziggy Stardust. Todos hemos recorrido ese camino. En Inglaterra el guitarrista Steven Wilson, líder de la banda Porcupine Tree, dice abiertamente que la mejor banda de la historia del rock es Pink Floyd. Y ese concepto de que la mejor banda de la historia es Pink Floyd y no los Beatles está resonando mucho. Un nuevo disco de David Gilmour es como si fuera un nuevo disco de Pink Floyd y por eso entre el 9 y el 15 llenó seis noches seguidas el Royal Albert Hall de Londres. Los comentarios en redes sociales eran impresionantes. Uno puede cerrar los ojos, no ver quiénes están tocando allí y es como si uno estuviera en un concierto de Pink Floyd. Conservar esa magia en sus presentaciones como solista simplemente explica que el “yo soy Pink Floyd” le corresponde a David Gilmour y no a Roger Waters, afortunadamente.

CAMBIO: Si usted se encuentra con alguien que no conoce a Pink Floyd, ¿qué le diría como recomendación para que lo haga? ¿Qué razones le daría usted a esa persona?
J. C.: A alguien que no conozca a Pink Floyd le diría que se está perdiendo de una de las mejores partes de la historia del rock por la evolución, la propuesta y la capacidad creativa del grupo. Se pierde de esa parte de los años 60 y 70, la de conocer cómo evolucionaron desde el underground y la sicodelia y se adaptaron a las tecnologías. Se pierde de cómo utilizaron ellos la creatividad para hacer cosas que en ese momento eran complicadísimas, como insertar el sonido de un reloj o una caja registradora en una canción. Estamos hablando de visionarios en el uso de las herramientas disponibles en ese momento, además de poder grabar en Abbey Road, en Londres, el mejor estudio de grabación que ha tenido la historia la música, con los mejores ingenieros de sonido y los mejores productores. Se está perdiendo las historias de los integrantes de la banda con sus egos, rencillas, virtudes y defectos de cada uno de ellos. Se está perdiendo de cómo lograron crear un sonido, una marca y una huella que han trascendido la barrera del tiempo y de las décadas, y que ha conquistado a millones de personas en el planeta. Una persona que no haya escuchado a Pink Floyd se está perdiendo de una gran porción de lo más valioso que para mí tiene la historia del rock y es su catálogo, su legado. No conocer a Pink Floyd es como no conocer la obra de Bach, de Mozart, de Miles Davis y estamos hablando de palabras mayores.
CAMBIO: ¿Quisiera agregar alguna otra reflexión o comentario?
J. C.: Es muy valioso que un músico, cercano a cumplir 80 años, que en la actualidad tiene 78, con las limitaciones normales del paso del tiempo, pues su voz no es la de hace 20 años, mantenga viva una marca, una huella, una esencia, un concepto sonoro, un legado, una forma de hacer música y un sonido tan único y particular. Porque los que amamos la música de Pink Floyd, o la música rock clásica, esperamos que sea inmortal, que sus creadores y su sonido lo sean. Gracias a Gilmour el legado de Pink Floyd sigue más vivo que nunca y solo podemos agradecerle, nada más. Y ojalá la vida le permita seguir creando obras maravillosas como este Luck and strange.
