Luis Fernando Peláez y esos recuerdos que todos compartimos: por William Ospina
24 Octubre 2024 08:10 am

Luis Fernando Peláez y esos recuerdos que todos compartimos: por William Ospina

'Del tiempo que pasa'

En este texto, el poeta y pensador colombiano hace una semblanza de Luis Fernando Peláez con motivo del lanzamiento de su libro de artista 'Del tiempo que pasa', que realizó en Taller Arte 2 Gráfico.

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Por William Ospina

Hay que agradecer que en un mundo tiranizado por la evidencia, por la certeza y por la estridencia, un artista nos hable con el silencio, nos asalte con lo olvidado, con lo incierto y con lo inasible. En los tiempos que corren no puede haber mayor rebelión.
Parece imposible que cosas tan vagas produzcan sentimientos tan nítidos y emociones tan hondas; habría que decir que hay regiones del alma que solo se reconocen en lo impreciso, que solo se revelan en lo insinuado. Habría que hablar de sombras que iluminan, de silencios que gritan, de olvidos memorables. Verlaine dejó dicho que para la poesía no hay que buscar el color sino apenas el matiz; Borges hablaba del espíritu de una mujer “hecho a discriminar y ejercitado en la vacilación y en los matices”; Dante Gabriel Rossetti escribió: “Mira mi cara, mi nombre es pudo ser, también me llamo nunca más, demasiado tarde, adiós”.

Eso es lo que yo siento cuando miro la obra de Luis Fernando Peláez: estaciones de invierno, siluetas en los muelles, ventanas empañadas, puentes difusos en la bruma, trenes que ya no están, postes que son recuerdos, aguas tocadas de luz cuando la tierra ya está oscura, clavos oxidados como torres en la llanura, sombras que pueden ser ciudades, equipajes que perdieron a sus dueños, cristales que reflejan paisajes, rostros sin rasgos que se asoman a libros sin letras.

Obra
Ahora Luis Fernando Peláez nos muestra en este libro que esas cosas, esas atmósferas, esos sueños que sus manos saben construir con cristales y maderas y resinas, mundos poderosamente quietos y elocuentemente mudos, también los sabe construir con palabras. Su nostalgia es contagiosa, nos impone su existencia, y sabe nombrar lo que perdimos; nos entrega esos momentos y nos conmueve al revelarnos que nosotros también los vivimos: esos seres que están ahí tal vez son los mismos que alguna vez amamos, esos inviernos están instalados hace siglos en nuestra memoria, esas despedidas nunca nos abandonaron.

¿Cómo hace este hombre laborioso para que de repente tratemos de recordar quienes son los que se fueron en esos trenes, qué nos dijeron en los muelles, qué música se detuvo en aquellos salones, qué viento tan conocido sigue soplando en esas ramas? No logramos ver sus mundos como algo ajeno; aquí están de repente algunos de nuestros recuerdos más inquietantes y más personales.

Ambos
William Ospina y Luis Fernando Peláez.


Es como si encontráramos las letras que le hicieron falta al alfabeto, los silencios que vienen a completar nuestra música, los paisajes sumergidos que nos esperan cuando el mundo se apaga y la memoria se enciende.

Gracias, Luis Fernando: tu arte insonoro pertenece al reino de la música, y Walter Pater dijo que es eso a lo que aspiran todas las artes. A esto que alcanzas siempre también aspiró nuestra poesía desde cuando Silva nos dijo: “La fragancia indecisa de un olor olvidado/ Llegó como un fantasma y me habló del pasado”. Hay mucho de magia profunda en la manera como los recuerdos de uno se convierten inexorablemente en los recuerdos de todos.

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