Crédito: Freepik
Democracia y autoritarismos: mirar hacia abajo para entender arriba
- Noticia relacionada:
- Democracia
- Política
Viridiana Molinares Hassan y Ángel Tuirán Sarmiento, profesores de la Universidad del Norte, analizan la forma cómo se relacionan la democracia y los autoritarismos en los territorios y cómo se administra en ellos el poder político.
Metafóricamente, el poder político en Colombia se concentra en la Plaza de Bolívar, en Bogotá. Es en este espacio donde encontramos los edificios del poder: la Casa de Nariño –residencia del presidente–, el Congreso de la República, las altas Cortes, la Alcaldía de Bogotá. No obstante, nuestro país tiene una extensión de 2.070.408 kilómetros cuadrados de territorio continental, insular y marítimo, en los que encontramos una geografía diferenciada con picos nevados que se encuentran con el mar Caribe, islas, cadenas montañosas, desiertos, un extenso llano, el frío océano Pacífico y la exuberante selva amazónica que constituye un pulmón de la humanidad.
La ubicación del poder político en el centro del país puede llevarnos a pensar la democracia desde lo estatal o a partir del gobierno nacional, en algunos casos, subestimando la importancia de las dinámicas políticas y de la administración en pueblos y ciudades en nuestra extensa geografía.
Foto: cortesía Viridiana Molinares Hassan.
Más allá de todas sus definiciones, conceptualizaciones y puestas en escena, la democracia tiene un objetivo o fin último: partiendo del principio de soberanía popular o del poder constituyente, busca el establecimiento de reglas para acceder al poder y ejercerlo, esto, en el marco de participación política, respeto a libertades individuales, garantías de los derechos sociales y protección al pluralismo.
A continuación, nos ocupamos de una forma de democracia, llamada democracia subnacional, o democracias subnacionales, que tiene que ver con la forma como se accede al poder político en los territorios y la manera como estos se administran. Presentamos en qué consiste, y cómo esta forma de democracia se relaciona hoy con autoritarismos subnacionales.
Pensar la democracia desde los territorios
La democracia suele pensarse en términos estatales, nacionales y hasta continentales, como en la llamada ‘ola de democratización’, para dar cuenta de las transiciones democráticas en Latinoamérica. Esta lectura ha sido importante, en unos casos para consolidar democracias y, en otros, para hacer frente a derivas autoritarias, pero siempre en el plano nacional o estatal, y en algunos casos desconociendo las dinámicas políticas y de la administración de los territorios.
Así, aunque la democracia desde lo estatal o nacional no choca con los niveles de gobierno territoriales, desde el diseño del Estado sí puede afectar el cumplimiento de los fines estatales no sólo por los problemas concretos de cada territorio –que un gobierno nacional no conoce en todas sus dimensiones–, sino, además, desde los imaginarios de las personas que pueden tender a esperar respuestas más del gobierno nacional que del local. Como podemos ilustrar, por ejemplo, con el estallido social de marchas y protestas en Colombia en abril de 2021.
Democracias subnacionales y autoritarismos
Pensar la democracia desde lo nacional/estatal, en muchos casos pierde de vista la realidad subnacional, donde patrones, caciques e intermediaciones clientelares coexisten con procesos y rutinas democráticas. Procesos como la descentralización de recursos, bienes y servicios del Estado, como lo ha sostenido Carlos Gervasoni, nos obligó a “mirar hacia abajo”, es decir, hacia los departamentos, municipios, distritos y regiones, escenarios donde transcurre en gran medida la actividad política.
frase-destacada
'Pensar la democracia desde lo nacional/estatal, en muchos casos pierde de vista la realidad subnacional, donde patrones, caciques e intermediaciones clientelares coexisten con procesos y rutinas democráticas'
Podría argumentarse también, que lo nacional es el agregado de los procesos subnacionales, pero la distinción entre democracia nacional y subnacional no es menor. En el plano nacional, regímenes autoritarios son enfrentados por los medios nacionales que denuncian los abusos de poder, al tiempo que la opinión pública se moviliza y los congresistas de oposición utilizan las herramientas que el sistema de frenos y contrapesos les brinda para intentar restaurar o instaurar la democracia.
Por el contrario, las prácticas antidemocráticas o la falta de democracia en el plano subnacional suelen ser poco perceptibles y, en muchos casos, coexisten con alta participación de la ciudadanía en procesos electorales, que se llevan a cabo ininterrumpidamente. Para explicar, esta realidad, varios académicos acuñaron el concepto de ‘autoritarismo subnacional’.
'Las prácticas antidemocráticas o la falta de democracia en el plano subnacional suelen ser poco perceptible'
El énfasis en este término tiene como objetivo evidenciar contextos y prácticas que distan del ideal democrático, pero que están presentes en ámbitos subnacionales. Esta forma de autoritarismos da cuenta de proyectos políticos de base territorial, con carácter clientelista y nepotista, que logran consolidarse como poder en el territorio, controlando todas las dinámicas políticas, económicas y sociales, al tiempo que se articulan a las dinámicas democráticas del orden nacional.
Aunque esta noción podría plantear un problema conceptual puesto que, como lo señala Gervasoni, el autoritarismo en su estricto sentido implica un régimen no electoral o con elecciones no competitivas, con restricciones a la libertades civiles y políticas y sin limitaciones significativas sobre el poder de los gobernantes, al utilizarlo en este contexto se da cuenta de procesos políticos subnacionales de carácter hibrido, llamados también por varios académicos como ‘autoritarismos competitivos’, ‘autoritarismos electorales’ u ‘oligarquías competitivas’. Ellos se caracterizan por la coexistencia de una institucionalidad democrática, pero con poderes territoriales que consolidan proyectos hegemónicos a través de la instrumentalización de los procesos electorales.
Esta forma de autoritarismo da cuenta de un proceso democrático a medio terminar, por lo menos en el ámbito subnacional, donde se celebran elecciones regulares, ‘multipartidistas’ y mediante ‘sufragio universal’. Pero los candidatos ‘autoritarios’ superan ampliamente a cualquier otro proyecto político en términos de recursos de campaña y cobertura mediática local; así mismo, mediante intermediaciones clientelares, cuentan con gran capacidad para subordinar a los concejos, asambleas y otros organismos de control presentes en el territorio. Y al tiempo que se muestran respetuosos y garantes de las libertades civiles y políticas, de forma sutil fustigan o persiguen a sus rivales políticos.
Legitimidad institucional
La política es un tema local porque es lo que une al ciudadano y a las personas en torno a lo que ven, a lo que necesitan, y sobre lo cual reclaman intervención. Se trata de las interacciones con el entorno, la calle, los espacios y los servicios públicos. De esta forma, las administraciones locales son las que tienen más cercanía con los ciudadanos en los territorios. Esta situación genera un problema que tiene que ver con el tamaño de los Estados por cuanto, en el nuestro, las personas están alejadas de las instituciones nacionales y, en muchos casos, las instituciones locales no cuentan con la fortaleza en recursos humanos, financieros y técnicos para lograr de forma autónoma la gestión de sus funciones.
En Colombia, por ejemplo, los planes de desarrollo son los instrumentos a partir de los cuales se construye la hoja de ruta de las entidades territoriales y, debido al carácter centralizado del país, esta construcción se realiza a partir de parámetros y exigencias definidas desde el gobierno nacional, lo que provoca, en algunos casos, desconexión de las realidades territoriales.
Así, aunque el ciudadano transite por las calles sin pavimentar, o a los hogares les llegue el agua una sola vez a la semana, o las interrupciones de energía sean constantes en muchos territorios o grupos al margen de la ley establezcan reglas por fuera del estado de derecho, por la debilidad institucional del Estado local y la presencia de autoritarismos subnacionales, la ciudadanía y las comunidades miran y reclaman hacia el nivel nacional para encontrar la solución a problemas locales.
Por esto, la figura del presidente de la República y la democracia nacional adquiere una dimensión mayor a la que tiene en cuanto a la posibilidad de intervenir de manera eficaz en la solución de problemas locales, invisibilizando en muchos casos la calidad de la democracia subnacional. En la práctica, se protesta contra o se exige a las autoridades nacionales, pero se es complaciente, sumiso y hasta cómplice, con los proyectos hegemónicos de los autoritarismos subnacionales.
Realidad política de los territorios
A nivel territorial, el juego político en torno a la elección de los mandatarios locales es diferente a la escogencia de los representantes del gobierno nacional debido a que las elecciones del gobierno a nivel departamental y distrital o municipal se caracterizan, en varios casos, por la fuerza electoral de clanes, casas y caciques políticos y por la presencia de grupos armados. Este no es un tema nuevo y sólo diferente debido a que, en Colombia, desde su configuración republicana, se libraron guerras en torno a la organización territorial.
'Las elecciones del gobierno a nivel departamental y distrital o municipal se caracterizan, en varios casos, por la fuerza electoral de clanes, casas y caciques políticos'
Esos poderes territoriales fueron dando forma a una democracia subnacional articulada con la democracia nacional de elecciones periódicas, donde la relación ‘representados-representantes’ y las relaciones entre representantes de los poderes públicos en el territorio, está mediada –en diferentes contextos y momentos– por transacciones de tipo clientelar, bien sea entre candidatos y votantes o entre autoridades locales con ministros y legisladores.
Para esto, a lo largo de la geografía nacional, algunas élites subnacionales instauran regímenes autoritarios mediante acciones de control territorial adelantadas, como lo afirma Edward Gibson, en tres ámbitos de acción política: espacios subnacionales, espacios nacionales y los vínculos institucionales entre ellos.
En la práctica, estas elites apoyadas en el intercambio clientelar desarrollan un tipo de estrategia en cada ámbito, descritas también por Gibson: la primera es la ‘parroquialización’ del poder en lo subnacional, esto es, mediante el control de fronteras de los asuntos del territorio, principalmente mediante bloqueos de los flujos de información y el control de la información transmitida por los medios de comunicación local. Así evitan la intromisión de terceros o de organismos de control en los conflictos locales. La segunda estrategia utilizada es la nacionalización de su influencia, ocupando y controlando espacios nacionales de importancia para defender y mantener su control territorial. Por último, la tercera estrategia que suelen utilizar es la monopolización de los vínculos entre lo nacional y lo subnacional, asegurando el control de instituciones o personas que regulan las relaciones entre el centro político de decisión y las administraciones locales.
Estas estrategias les permiten a poderes territoriales asegurar proyectos políticos hegemónicos de control social y económico que aceptan la participación electoral de fuerza opositoras, pero sin opciones reales de disputar espacios de decisión pública. En resumen, se consolida una democracia subnacional iliberal, es decir, una democracia sin garantías para la oposición, con una participación mediada por relaciones clientelares y pocos o ningún freno o contrapeso al poder territorial.
El peligroso margen entre la democracia y los autoritarismos subnacionales puede enfrentarse con una función pública territorial blindada de los arreglos clientelares. También es posible con mayor capacidad financiera y técnica de los gobiernos locales y, a la vez, con una ciudadanía activa que se mire más a sí misma de lo que mira al gobierno central.
'El peligroso margen entre la democracia y los autoritarismos subnacionales puede enfrentarse con una función pública territorial blindada de los arreglos clientelares'