Don Luis de la Vaina, osado decimero de incierta nacionalidad y afilada lengua, colabora de vez en cuando con esta sección. Hoy se ha tomado el trabajo de diagnosticar las múltiples enfermedades de Colombia y ofrecer algunos remedios. Eso sí: pocos y vagos. Como cualquier candidato.
Colombia es un hospital
con pacientes terminales
enfermos de muchos males:
raquitismo electoral,
síndrome expresidencial,
duquismo, sergioporosis,
fajarditis, robledosis,
rodolfismo, gaviritis,
mamertismo, galanitis,
godorrea y pastranosis.
Enfermedad contagiosa
la sucia lambonería.
Es rendirle pleitesía
a quien es tan poca cosa.
Qué costumbre tan babosa
lamer la suela a fulano,
sacar la mica a zutano,
y ofrecerse sin cesar,
los unos a lamer Char
los otros a la Merlano.
Nuestra dolencia más brava,
la que nos hace tan ciegos
y tan sordos, son los egos.
El narcisismo nos traba,
la egolatría nos acaba
si se nos sube al cogote.
Se cree dios el chafarote
y es virtud su vanidad.
Cada cual con su verdad
armado de un buen garrote.
Buscamos el tratamiento
para tantos males juntos.
Niñas y niños difuntos
por hambre, pobres sin cuento.
¿Habrá algún medicamento
para sacar de esta lista
la ingridpatía oportunista,
la uribemia perniciosa,
pachomegalia barbosa,
petromanía narcisista?
¿Quién sabe de alguna pepa
contra el odio que golpea?
¿Se cura la verborrea?
Que ninguna duda quepa.
No hay mal que dure cien años
ni cuerpo que lo resista.
Aunque graves sean los daños,
el remedio está a la vista:
no sana con tibios paños
el fanático extremista.
¿Será mucho que pidamos
que piensen en el país?
No hay chicha si no hay maíz,
sin diques nos inundamos
y sin duques, mejoramos.
Sin masas, ¿qué pueblo habría?
sin mesas, ¿quién votaría?
sin misas no vive el cura,
sin mozas no habrá aventura
ni musas sin poesía.
Don Luis de la Vaina
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